LAURA PERALTA
| ABC |
15/10/2019
Andrés
M. Joison, psicólogo, apunta que las «orejeras digitales» reducen el campo
visual, la perspectiva y el movimiento necesario para el desarrollo de la
identidad del niño de manera saludable.
El psicólogo Andrés M. Joison acaba
de publicar el libro «Navegar en el inconsciente, la creatividad en la
terapia de adicciones», —cuyo prólogo ha escrito el nieto sobrino de
Sigmund Freud, Joseph Knobel Freud— en el que propone un innovador enfoque en
la curación de las adicciones mediante la construcción de una nueva identidad
en la persona afectada, así como en el desarrollo de la creatividad.
Asegura que en su consulta recibe a numerosos familias
con jóvenes adictos a las tecnologías. No duda al afirmar que es un grave error
ofrecer a los niños, desde muy pequeños, estos dispositivos para que estén
entretenidos, callados y no molesten. «Los padres no son conscientes de los
graves riesgos que supone esta decisión en un cerebro infantil en
pleno desarrollo. La heroína digital, o adicciones a las nuevas tecnologías,
está destrozando una generación entera de jóvenes y adolescentes. Está creando
una generación de zombis».
Explica que el uso excesivo de pantallas produce
el «síndrome del astronauta», en el que la persona pierde las
coordenadas temporales y espaciales, siente que flota perdiendo su sentido de
orientación y produciéndose olvidos que comprometen el contacto con sus afectos
y afectando su capacidad de imaginación. «Es lo que denomino como
"orejeras tecnológicas" que comprometen e involucran una acotación de
la perspectiva y de la visión horizontal por una permanente fijación
del campo visual y del movimiento de la cabeza restringiendo la capacidad
natural de exploración. El movimiento arriba-abajo del espacio reducido de la
pantalla produce una adaptación artificial del espacio y del movimiento
horizontal. De ahí que se produzca la verticalización del cerebro y de la
identidad. Todo esto limita la capacidad natural de exploración del mundo real,
reduce el espacio íntimo de la persona e impide que se desarrolle de forma
amplia».
Añade que la saturación de imágenes a través de la
pantalla «destruyen la creatividad en la infancia, perjudica el desarrollo
cognitivo y afectivo del niño, así como su evolución personal porque se crea en
el sujeto un vacío de identidad».
Explica que juegos como “el famoso Fornite produce en el niño el mismo impacto que la heroína”.
«Cuando el pequeño juega se siente feliz, piensa que todo es maravilloso, se
sumerge en él y solo se siente bien mirando la pantalla y participando en el
juego. Pero, en realidad, lo que consigue tras horas de juego es quedarse fuera
de la realidad, en un entorno difuso. El niño querrá jugar más para sentirse
mejor, ganar en seguridad y confianza y, de esa manera, siente que existe. Sus
recursos como persona en desarrollo se limitan», matiza.
El problema es que si el niño no accede al juego entra
en cólera. «Las rabietas son cada vez mayores y los padres tienden finalmente,
y cada vez a mayor velocidad, a darle su "chupete tecnológico".
Resultado: se agrava el problema».
En cualquier caso, no recomienda quitar los
dispositivos tecnológicos radicalmente «porque puede producir un efecto adverso
en el menor. Es mucho más conveniente que el niño se dé cuenta y tome
conciencia de lo limitado que está en su vida por estar tantas horas
enganchado a vídeojuegos o a las posibilidades de las redes sociales, para que
pueda ganar en confianza y lanzarse con seguridad a querer un cambio en su
vida. «Se trata de lograr un cambio de actitud. Por ello, es mejor
que lo deje paulatinamente y sea consciente de ese cambio, de que deja algo que
le atrapa y que, sin ello, es más consciente del afecto, de una mirada de sus
padres.... Prohibir su uso llama al deseo y, por ello, no es la fórmula más
sensata».
Insiste en que es recomendable contar con apoyo
profesional que ayude en este proceso para generar un cambio de actitud. En su
caso, trabaja con el inconsciente de manera que la persona recupera sus sueños,
la creatividad, se conoce más a sí mismo y es más consciente de su presente
para trabajar en el futuro en base a su identidad.