PSIQUIATRIA
MARIAN ROJAS ESTAPÉ
–Comprender es aliviar.com | 06/09/2016
“No, no y no”; “he dicho que no y es que no”;
Todos hemos vivido la experiencia de un
funcionario o teleoperador que hace caso omiso a lo que le solicitas dando una
negativa injustificada por respuesta. Conocemos gente cercana que es incapaz de
estar de acuerdo con nosotros en algo. Tratamos con personas que no aceptan un
consejo, una recomendación y no desean cambiar. “No y no”. Los niños aprenden a
decir “NO” antes que “SI”. ¿Dónde radica el poder del “no”? ¿El hecho de
expresar una negativa a todas horas es síntoma de un trastorno?
Para la Dra.
Chérie Carter-Scott,
experta en el tema, “los negaholics“ son aquellas personas
que presentan una adicción a lo negativo. Siempre encuentran un “pero”
a todo lo que les rodea. Constantemente y ante cualquier situación manifiestan
una negativa visceral, automatizada e irracional, siendo incapaces de ver o
percibir lo positivo o incluso lo meramente neutro. Su visión de la realidad
está desequilibrada hacia la negación. La queja y el lamento son ingredientes
constantes de su discurso.
La acumulación de negativas crea un patrón de
conducta que a la larga perjudica gravemente al afectado. Los negadictos son
incapaces de salir adelante y conseguir los objetivos trazados. Llegan
a boicotear sus propios sueños o deseos por el miedo infundado o el
pesimismo existente en sus mentes. Viven en constante angustia y
sufrimiento. Todo se origina en uno o múltiples pensamientos negativos
que derivan en palabras y conductas destructivas.
Con respecto a su relación con los demás, son
incapaces de valorar el triunfo de otros, e intentan “hundirles” con comentarios,
expresiones y comportamientos. El trato con estas personas no es fácil
ni sencillo y el entorno tiende a querer separarse de ellos.
Acaban convirtiéndose en un obstáculo para los demás, toxificando los
ambientes que frecuentan.
Existe toda una gama de personas con el “no” en su
día a día. Como decía Henry Ward Beecher: “la diferencia entre
perseverancia y obstinación es que una viene de una fuerte voluntad y el otro
de un fuerte no”. Por un lado contamos con el “crítico profesional” que
te disfraza la realidad de ironía y humor negro ridiculizando lo que le rodea.
Por otro lado, la personalidad depresiva donde el patrón de
conducta es triste, negativo y a uno le cuesta salir adelante, tener ilusiones
o disfrutar de la vida. La depresión, es una enfermedad, un trastorno
bioquímico cerebral, emocional y social; precisa de un tratamiento integral
debido a que la persona que la padece difícilmente puede salir sin apoyo.
Finalmente contamos con el victimista; aquí el que se disfraza de
víctima, manipula para ser el centro de atención e intentar generar culpa en el
entorno.
¿Se puede cambiar?
No olvidemos que hay personas que tienen un umbral
de sufrimiento mayor que otras. Al
llegar a un cierto límite, se agrían, se tuercen, se rompen o se deprimen. La
clave estar en salir, pedir ayuda lo antes posible y reconocer que ese proceso
interno tóxico está perjudicando seriamente la vida. El trauma, el dolor y el
sufrimiento pueden ser la vía de entrada para convertir a alguien en un
“negaholic”. Como dato curioso, según estudios realizados por la Universidad de
Harvard, el 75% de las personas que han sufrido un drama, a los dos
años se han recuperado. Al menos, la ciencia nos impulsa a ser
optimistas a pesar del drama.
¿Cómo controlar esos pensamientos negativos?
Hay que comenzar por acabar con los
pensamientos negativos automatizados. El psiquiatra Dr. Daniel Amen explica
en su libro “Cambia tu cerebro, cambia tu vida“, como cada pensamiento
negativo tiene un impacto directo sobre el cerebro y el organismo afectando al
sistema límbico profundo (centro de la vinculación afectiva y del estado
anímico) provocando irritabilidad, inestabilidad en el ánimo, negatividad y
depresión.
1- Ser consciente que los pensamientos son reales y
existen. Por mucho que no se escuchen o palpen, tienen fuerza y capacidad de
alterar.
2- Observar el impacto corporal que tiene
cada pensamiento negativo. Es interesante tomar conciencia de cómo influyen
en el organismo un pensamiento tóxico o dañino (taquicardias, sudoración, dolor
de cabeza, molestias gastrointestinales, contracturas musculares…).
3- Saber y aceptar que esos pensamientos
no siempre dicen la verdad. En ocasiones pueden ser correctos pero en
muchos otros casos, mienten y nos engañan.
4- Escribir el torbellino de pensamientos
en un papel y refutarlos. Por ejemplo, “mi cuñada me odia“.
Posteriormente replicar este pensamiento, “hoy tiene un mal día, en general
no es tan dura conmigo“. Puede resultar un autoengaño, pero a la larga
realizar este simple ejercicio tiene consecuencias saludables para la mente y
para el cuerpo.
5- No adivinar el futuro en negativo, no
adelantarse a los acontecimientos, “esta semana seguro que mi jefe tiene
un mal día y la toma conmigo“. Esta es la puerta de entrada a la ansiedad:
vivir angustiado o preocupado por el futuro. No olvidemos que el 90% de las
cosas que nos inquietan nunca jamás suceden pero nuestro organismo y nuestra
mente los viven y sufren como reales. El cuerpo no distingue realidad de
ficción. Un componente fundamental de la felicidad consiste en enfocarse
con ilusión y pasión hacia el futuro.
6- No suponer o leer la mente de los demás,
“estoy seguro que piensa esto de mí…”. Por el momento no contamos
con poderes mágicos que nos permitan adivinar las opiniones o
pensamientos de otros.
7- No traducir cada pensamiento en palabra.
No olvidemos que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Dejar
una pausa antes de expresar cada opinión, crítica o juicio que cruce la mente.
8- No actuar ni responder si tenemos pensamientos
automáticos negativos. Esperar, dar una oportunidad. Esos tiempos de
reflexión, breves pero necesarios, ayudan a no crear mal ambiente. Esto
conlleva un cambio potente: ser capaces de cambiar el lenguaje, sustituyendo
por ejemplo “problema” por “desafío”; “error” por “segunda oportunidad”. Hay
que emplear palabras que llamen al optimismo como son “alegría, paz, esperanza,
confianza, pasión, ilusión…”.
9- Rodearse de personas vitamina, que
son capaces de alegrar el corazón en segundos. Contagiarse de su entusiasmo.
10- Buscar lo positivo de cada situación. Cualquier
circunstancia puede verse en clave de problema o en clave de solución
El sufrimiento y el dolor existen para todos. La
diferencia radica en la forma de afrontarlo. La actitud previa al
sufrimiento, a un momento difícil, a una operación médica, a una
entrevista, examen u oposición, determina la respuesta al mismo. Existen
múltiples estudios sobre como el dolor y el sufrimiento vividos con alegría,
con una sonrisa o una psicología positiva, menguan y amortiguan el dolor.
El tiempo puede no curar todas las heridas pero si
las cicatriza. El negaholic reabre la herida, la escarba y no
permite que se cure. El optimisma y resiliente permite que se
cierren y lucha por buscar un camino nuevo hacia un lugar mejor.
“El pesimista se queja del viento, el optimista
espera que cambie, el realista ajusta las velas“. William George
Ward