miércoles, 17 de julio de 2013

La profecía autocumplida

 Yo creo que nadie me quiere.

-         ¿Por qué piensas eso?
-         Porque sí, nadie me quiere. Cuando conozco a alguien y soy yo misma me rechazan, entonces me aburro enseguida y me alejo de esa persona. Siempre piensan mal de mí, yo lo sé.

-         ¿Y qué es ser tu misma?
-         Digo lo que pienso y no me importa cómo lo tomen los demás, hay gente que no soporta la verdad. Además no me gusta soportar el mal humor de nadie ni que me vengan con sus problemas, soy de enojarme bastante. Capaz que me enojo demasiado sí…

-         ¿Puede ser que a veces estés a la defensiva?
-         ¿Y cómo no voy a estarlo? ¡Si nadie me quiere!

 La profecía autocumplida es un concepto sumamente interesante que demuestra cómo solemos hacernos trampa a nosotros mismos. En este extracto de una entrevista con una consultante podemos ver cómo funcionan sus pensamientos. Como ella cree que nadie la quiere actúa a la defensiva, al actuar a la defensiva la gente se siente atacada y se aleja, entonces ella finalmente tiene razón, nadie la quiere. Pero todo esto no dejó de ser una batalla que jugó en su cabeza, antes de que existiera el rechazo real ella ya lo estaba esperando. Las personas no solamente responden a cómo son las situaciones en la realidad, sino también a la forma en que esas situaciones son percibidas y al significado que le otorgan a las mismas.

Este concepto surge en el año 1960 gracias a Robert Rosenthal, psicólogo de la Universidad de Harvard. Primero se lo conoció como el efecto pigmalión. El estudio que realizó se llevó a cabo en un colegio. Fue ahí donde decidió que se realizara una evaluación para medir el coeficiente intelectual del alumnado, los estudiantes serían agrupados en un nivel superior, medio e inferior de acuerdo a su inteligencia.

Cuando la evaluación fue concluida, Rosenthal decide seleccionar al azar a un 20% de los alumnos que realizaron la prueba sin tener en cuenta los resultados reales del test. Una vez que los eligió, les comentó a los profesores que ese 20% correspondía a quiénes habían logrado entrar en la categoría de nivel superior y que por lo tanto, de ellos se debía esperar un rendimiento escolar muy alto.

Al tiempo, estos alumnos mostraron mejorar su rendimiento escolar en relación al resto de los alumnos que supuestamente no pertenecían al nivel superior. Esto le indicó al psicólogo que las expectativas que los propios profesores se hicieron con respecto a sus alumnos “más capacitados” generó el interés y esfuerzo suficiente en ellos para que efectivamente sus alumnos progresaran en su rendimiento. Así queda comprobado la relevancia de las expectativas propias y ajenas en nuestro comportamiento.

Si nosotros creemos que no podemos, pues tendremos razón. Si los demás deciden que no somos capaces y nosotros elegimos creerles, entonces tendrán razón también. Por eso es muy importante que esperemos siempre lo mejor incluso en las peores de las circunstancias, porque nuestra mente se prepara de otra manera para lidiar con las contrariedades de la vida. Así como también debemos tener en cuenta que es irrelevante lo que los demás piensen de nosotros siempre y cuando no les brindemos el poder sobre nuestros propios destinos y no actuemos en consecuencia a sus propias expectativas. Elige tus creencias, elige tu camino y aprenderás a ser más libre.


 Lic. en Psicología Mariana Alvez - Psicología Positiva  (El club de los optimistas)