Dr. ENRIQUE ROJAS | alimente. El confidencial.com | 21/05/2023
En la actualidad vemos como personas
que tienen todo lo que se puede necesitar (familia, amistades, salud, trabajo,
etc) entran en situaciones de estrés y ansiedad por, digamos, “la gota que
colma el vaso”. Mucha de esa presión viene dada por el entorno en
el que nos encontramos, por la familia, por nuestro grupo
social, por nuestro entorno laboral, incluso por la edad; qué trabajo tenemos,
qué ingresos, qué potencial, qué estudios, si tenemos o no familia, si le
dedicamos o no tiempo, lo que esperan de nosotros nuestros más allegados,
y últimamente, las redes sociales: cuántos seguidores tenemos, cuántos likes...
“La satisfacción por el trabajo bien hecho, terminado en su momento, retrata a la persona que lo hace”
Estas situaciones de riesgo se pueden controlar si aprendemos a relativizar; es decir, aprender a darles a las cosas que nos pasan la importancia que realmente tienen. Hay que tener capacidad para valorar los hechos que nos suceden en su justa medida. Eso es fácil de decir, pero más difícil de poner en práctica. Para hacer esto en nuestra vida ordinaria, que es un modo de combatir la ansiedad, son necesarias las siguientes premisas:
1-Saber valorar los sucesos con una visión de futuro. Esto quiere decir que seamos capaces de mirar en la lejanía, no quedándonos en la anécdota negativa de ese momento o de esa circunstancia. Para eso hace falta tener una buena inteligencia emocional, utilizando bien todos los componentes de la afectividad (sentimientos, emociones, pasiones, etc) y los instrumentos de la razón (lógica, el pensamiento operativo, el ser muy práctico a la hora de elaborar una respuesta, etc). Evitar el apasionamiento excesivo o la reacción brusca que se salga de lo que debería ser normal.
2-Desdramatizar. Evitar convertir un
problema real en un drama. Muchas veces puede ser por la inmediatez de los
sucesos o por la sorpresa de su aparición, y reaccionamos de forma
desproporcionada, dramática, contundente, de forma exagerada, haciendo que los
demás tengan una reacción de rechazo hacia nosotros por escudarse de ese momento de
ímpetu. Hay que sopesar los sucesos.
3-Tener una reacción que
sea proporcionada a lo ocurrido. Esto no es otra cosa que un
aprendizaje que entraría dentro de la experiencia de la vida, que es un saber
acumulado que se ha ido depositando en uno mismo a lo largo de la
biografía y que tiene una enorme importancia.
Si aprendemos a relativizar de forma sana, dando a las cosas la importancia que realmente tienen, estamos un paso más cerca de alcanzar la felicidad que es la llamada universal de todo ser humano. Todo hombre quiere por encima de todo alcanzar la felicidad, pero pocos realmente lo consiguen. Da la impresión de que la felicidad no es de este mundo. Como si fuera algo fugaz que circula a nuestro alrededor, pero que nunca llegara a invadirnos interiormente. ¿Cómo se puede definir? Podemos decir que es todo aquel conjunto de cosas buenas que cualquier hombre es incapaz de no querer. Pero hay que decir antes que nada que la felicidad es un estado de ánimo, es una experiencia subjetiva, interior, que analiza la propia vida y extrae de ella una impresión positiva (felicidad) o negativa (infelicidad).
Se siente feliz aquella persona ocupada
en desarrollar esa inclinación natural, esforzándose por llenar su vida de
contenido, superando todas las dificultades que irán surgiendo con el tiempo en
el intento de conseguir esa empresa. ¿Qué cosas son las que pueden hacer feliz
al hombre? ¿El dinero, la riqueza, el poder, la fama, la gloria, la salud, el
bienestar, los distintos placeres, el verse libre de preocupaciones? La
felicidad es siempre una ilusión, un proyecto incompleto, inacabado, que está
siempre en proceso. Pero de una forma concreta, la felicidad
descansa sobre dos pilares: encontrarse a sí mismo, por un
lado, y tener un proyecto de vida, por otro. Ahí se esconde la felicidad, desde
mi punto de vista.