domingo, 24 de abril de 2022

¿Sabes lo que es la megalofobia?


PILAR HERNÁN     |     Hola     |     04/04/2022 

Quien la padece, puede experimentar episodios de ansiedad, que condicionan su día a día.

“La megalofobia es una fobia específica, por lo que antes de definir qué es, es conveniente saber que es una fobia. La fobia específica es el miedo o ansiedad intensa y de manera persistente y desproporcionada, que se da en presencia o anticipación de algún objeto o situación concreta. En el caso de la megalofobia, se da un miedo atroz a las cosas de gran tamaño como un avión, un rascacielos o una estatua como, por ejemplo, la Estatua de la Libertad”, nos comenta la psicóloga Rocío Hernández, de mundopsicologos.com. 

¿Cómo se manifiesta esta fobia?

La experta nos detalla que la megalofobia se manifiesta a nivel fisiológico como cualquier otra fobia, con altos niveles de ansiedad, presentando así síntomas como sudoración, taquicardia, náuseas, temblores, elevación de la tensión arterial y dificultad para respirar. “Sin embargo, a diferencia de otras fobias, a nivel de pensamiento, las personas que sufren megalofobia tienen miedo de ser aplastados por un objeto gigante, a que les coma un animal grande o a caerse desde una gran altura, entre otros. Por todo esto, la persona tiende a evitar exponerse a todas esas cosas que teme, por miedo a experimentar estos síntomas, interfiriendo significativamente en su vida cotidiana”, cuenta.

Nos encontramos, por lo tanto, ante un problema que puede afectar a la calidad de vida de quien lo padece. “La megalofobia es un problema que genera un gran malestar en las personas que lo padecen y repercute de forma negativa en su día a día, ya que es prácticamente inevitable cruzarte con objetos grandes, ya sea un edificio, un barco o cualquier monumento que sea más grande de lo normal en una ciudad”, nos explica la psicóloga, que añade que es por esto, y por lo comentado anteriormente, que la persona tiende a evitar enfrentarse a esos objetos y limita su actividad diaria, ya sea porque no visita sitios que le gustaría, porque a la hora de ir a trabajar tiene que hacer una ruta más larga de lo normal para no cruzarse con nada grande o por el simple hecho de tener perfectamente planificado de antemano todos los lugares a los que ir para no cruzarse con algo temido. “En algunas ocasiones, condiciona a la persona a vivir en un medio rural para facilitar no cruzarse con nada grande o incluso, en aquellas personas que viven en ciudades, les lleva a no salir de casa, faltando así al trabajo, a los estudios o evitando salir con los amigos por esta causa”, afirma.

Cuáles son sus causas

Siempre tendemos a buscar las causas, ¿cuáles son en este caso concreto? “Es importante tener en cuenta que, al igual que en otras fobias, no existe un único factor que la provoque. Una de las posibles causas es la herencia genética por parte de algún progenitor que padezca algún tipo de fobia similar. Otro de los factores que se contemplan, es que sea una conducta aprendida, es decir, que de pequeño se haya tenido alguna experiencia negativa, de carácter traumático, con un objeto de gran tamaño. La megalofobia también se asocia a sensación de inferioridad generado por situaciones de insuficiencia o necesidad en la infancia”, explica Rocío Hernández. 

Una vez que confirmamos el diagnóstico, ¿cómo debemos actuar?

En opinión de la experta, lo ideal para personas que sufren de megalofobia, dada la limitación que supone en el día a día, es acudir a un profesional de la salud mental. “En primer lugar, habría que explorar cuáles son las causas en cada caso concreto, para poder elaborar una intervención totalmente individualizada para la persona. En líneas generales, lo ideal es realizar una intervención completa, teniendo en cuenta los tres aspectos más importantes de la psicología. Por un lado, tendríamos la intervención a nivel conductual, que se centra en dotar a la persona de estrategias de afrontamiento para ir poco a poco enfrentándola al estímulo fóbico, a partir de la exposición gradual y controlada; por otro lado, la intervención cognitiva, que se centra en el análisis y modificación de los pensamientos y creencias con respecto a lo temido; y por último, el trabajo a nivel emocional, para descubrir y reprocesar de dónde viene dicho miedo”, sugiere.

Cómo tomar decisiones: un arte que se aprende

LAURA ROJAS-MARCOS    |     Telva     |      21/12/2021 

Tomamos decisiones cada día, cada hora, a veces, cada minuto o segundo... Elegimos una y otra vez en la vida. La doctora en psicología clínica Laura Rojas-Marcos reflexiona sobre esta realidad vital y nos invita a aprender el arte que nos hace libres. desde la calma y la reflexión.

"Cuando tienes que elegir y no eliges, esa es tu elección" comentó el gran psicólogo y filósofo William James. Unas palabras llenas de sabiduría que leí por primera vez siendo estudiante de psicología y que me acompañan desde hace más de 30 años. A continuación, te animo a que lo vuelvas a leer, pero esta vez, para interiorizarlo, léelo despacio: Cuando tienes que elegir y no eliges, esa es tu elección.

¿POR QUÉ NOS CUESTA TOMAR DECISIONES?

Tomar decisiones es un arte y, a veces, un gran desafío. Es el arte de decidir si hacer o no hacer, de tomar un camino u otro. Lo cierto es que nos pasamos el día tomando decisiones. Sea lo que sea que elijamos, cuando optamos por una cosa, dejamos otra a un lado. Algunas decisiones las tomamos sin pensarlo dos veces, pero otras son más complejas y necesitamos tiempo para reflexionar, no son para tomárselas a la ligera.

Los factores que determinan el grado de dificultad para tomar una decisión son numerosos, pero la mayoría de las personas compartimos principalmente los siguientes: primero, el miedo a equivocarnos, a decepcionar y a no cumplir las expectativas propias o de los demás; segundo, la dificultad para tomar riesgos y asumir la responsabilidad de nuestra decisión; y tercero, el temor a arrepentirnos, sentirnos culpables, hacer daño a otros o a nosotros mismos y sufrir el tormento de tener mala conciencia. Como resultado, no es de extrañar que a veces caigamos en un abismo de dudas y permanezcamos estancados en el bucle mental eterno del "no sé", como en el mito de Sísifo en la mitología griega, quién fue castigado y condenado a empujar una gran piedra cuesta arriba por la ladera de una montaña que, antes de llegar a la cima, volvería a rodar hacia abajo para tener que repetir el proceso durante la eternidad.

NO EXISTE UNA DECISIÓN IGUAL A OTRA (AUNQUE LO PAREZCA)

Nuestra vida es una constante sucesión de decisiones. Algunas las tomamos de forma consciente y otras automáticamente, pero de lo que no cabe duda, es que nuestro día a día está compuesto por un sinfín de elecciones que van determinando nuestro camino. Luego, aprender a tomarlas es clave para ser autónomos, independientes y libres. Como me dijo un amigo: "La libertad ni se compra ni se regala, se conquista".

Cuando decidimos tomar un camino, renunciamos a otro. A veces nos apartarnos de este último para siempre, y otras, de manera temporal con el fin de retomarlo más tarde. En ocasiones, antes de tomar una decisión de forma permanente, optamos por realizar con anterioridad un reconocimiento del camino; comprobar para confirmar las diferentes posibilidades. Como también dijo William James, "Si puedes cambiar de opinión, también puedes cambiar tu vida". Sin embargo, cabe señalar que, aunque cambiemos de opinión y decidamos retroceder para volver al punto inicial, el camino de vuelta lo haremos con una perspectiva diferente. Como dijo el filósofo Heráclito de Éfeso cuando desarrolló el concepto del devenir: "Ningún hombre se baña dos veces en el mismo río, porque no es el mismo río y él no es el mismo hombre". Por tanto, aunque el río parezca el mismo, el agua que corre por su cauce nunca lo es.

¿ERES RACIONAL O EMOCIONAL TOMANDO DECISIONES?

En mi trabajo como psicóloga observo que algunas decisiones las tomamos desde el razonamiento lógico, es decir, nos guiamos por la razón y el sentido común, pero la mayoría de nuestras decisiones son emocionales, es decir, surgen a partir del sentimiento de deseo, los afectos, el apetito y apetencia, así como a partir de emociones intensas como la ansiedad, la ira, la incertidumbre o miedo. Así pues, aprender a tomar decisiones no sólo favorece nuestra salud emocional y autoestima, sino que es imprescindible para conseguir nuestros propósitos y poder avanzar en la vida; sentir que somos dueños de nuestro destino.

CLAVES PARA TOMAR DECISIONES

Independientemente de nuestra edad, forma de ser y experiencias vitales, todos podemos aprender a tomar decisiones en cualquier momento de la vida, es cuestión de pedir ayuda, seguir unas pautas y practicar. Por ejemplo, podemos empezar tomando pequeñas decisiones, para aprender a dar prioridad y diferenciar entre aquellas que son urgentes y las que pueden esperar. También podemos desarrollar nuestra capacidad analítica y pensamiento crítico explorando los aspectos positivos y negativos de cada una de nuestras opciones, es decir, qué beneficios o inconvenientes tienen el camino A, B y C. Pero, sobre todo, es esencial aprender a identificar nuestro propósito y preguntarnos ¿por qué y para qué necesito tomar mi decisión? Sólo así podremos dar el primer paso.

Conclusión, aprender a tomar decisiones es en sí misma una decisión. Es la decisión de tener una actitud proactiva y resolutiva, aquella que pone en forma el músculo de la voluntad. Así pues, es conveniente empezar despacio y siguiendo nuestro ritmo, y sin perder de vista nuestro objetivo final: aprender a crear el gran hábito que nos abrirá las puertas a la libertad. En palabras de Aristóteles"Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto, es un hábito".