VALERIA SABATER | La Mente es Maravillosa | 01/04/2020
Pensar
bien, tener un mayor control sobre el flujo de nuestros pensamientos es
invertir en calidad de vida. Porque
quien controla el rumor de la negatividad es capaz de influir directamente
sobre sus emociones. Porque quien piensa y siente mejor influye en su
comportamiento, en su organismo e incluso en su propia salud. Al fin y al cabo,
la felicidad parte de lo que ocurre dentro de nosotros, no fuera.
A
pesar de que todos tengamos claros estos principios, en nuestro día a
día sigue pesando en exceso esa voz crítica y amante de la negatividad.
Es ella la que nos recuerda los fallos del ayer. Es esa presencia la que tira
de nosotros para llevarnos al umbral de la ansiedad, anticipándonos lo que
puede o no puede ocurrir si no hacemos esto o lo otro. Lejos de desesperarnos
por este estilo de pensamiento que a menudo nos caracteriza, vale la pena tener
claro un aspecto.
“Ningún pesimista ha descubierto nunca el secreto de
las estrellas o abierto la esperanza a otro ser humano”. – Hellen Keller
Los
neurocientíficos nos recuerdan que el cerebro humano está programado para
centrarse en lo negativo. No es una
maldición ni un castigo impreso en nuestro ADN. Es nuestro mecanismo de
supervivencia. Al anticipar los peligros (aunque estos no sean reales)
preparamos a nuestro organismo para defendernos de ellos. Dimensiones como la
preocupación, la inquietud o la ansiedad liberan al instante diversas sustancias
químicas como el cortisol,
para permitirnos estar siempre “alerta”.
Por
otro lado, algo que nos señalan también los neuropsicólogos es que los
pensamientos negativos actúan como el humo del tabaco. No
solo impactan sobre nuestra salud y bienestar. A menudo, quedan impresos en
nuestros entornos, afectando a nuestras familias,
amigos, compañeros de trabajo… Porque el cerebro de quien nos escucha también
cambia, también acaba sintiéndose nervioso e irritable…
Aprendamos por tanto a pensar mejor, invirtamos en calidad de vida entrando el estilo de nuestros pensamientos.
Pensar bien para
entrenar a tu cerebro hacia el bienestar
Barbara
Fredrickson es una conocida científica de la
Universidad de Stanford, famosa por sus estudios sobre psicología positiva. Tal
y como nos explica en sus trabajos, superar el sesgo de la negatividad es un reto que,
al conseguirlo, se transforma en una inversión rentable. Más
que un arte, pensar bien es el resultado de un entrenamiento continuado con el
cual cambiar la programación de “fábrica” de nuestro cerebro.
Como
ya sabemos, la inclinación natural de nuestra mente es focalizarnos en lo
negativo para garantizar nuestra supervivencia. Por tanto, debemos ser capaces
de incluir en nosotros otro plan de ruta, otro programa más sofisticado con el
cual invertir no solo en evitar riesgos, sino también en bienestar, en
felicidad. Al fin y al cabo, un buen pensamiento genera claridad, equilibrio y
dirección. Es dejar de perdernos en las marismas del miedo para ser
más proactivos, más seguros de nosotros mismos.
Veamos a continuación cómo podemos entrenar a nuestro
cerebro para que aprenda a pensar bien, a pensar en positivo.
1. Entrena tu
atención para focalizarla en el presente
Daniel Goleman nos
recuerda en su libro “Focus” la importancia de entrenar nuestra atención.
Debemos verla casi como un músculo, una entidad que poner a nuestro servicio, y
no al servicio de una mente errática. El objetivo, es que este proceso
psicológico básico esté más controlado por nosotros que por los estímulos
externos o un pensamiento anárquico.
· Como curiosidad, cabe recordar que el circuito del pensamiento se extiende a lo largo del giro cingulado posterior y el córtex prefrontal medial. Nuestros razonamientos fluyen a través de estas estructuras cerebrales. En ocasiones, esa carretera de células, conexiones y neuronas está tan hiperactivada que es difícil tener un control sobre ella. Al poco aparece el agotamiento, el estrés, la apatía, la negatividad…
·
Un modo de tener control sobre el pensamiento es
controlando nuestra atención. Para lograrlo, nada mejor que “desconectar” ese
flujo de pensamientos. Intentemos durante al menos 15 minutos, no pensar
en nada. Imaginar la superficie de un lago silenciosa y lisa
como un espejo. Todo es equilibrio, no hay sonidos. Solo calma.
·
Una vez logremos silenciar el rumor de pensamientos,
centraremos nuestra atención en lo que nos envuelve. En el momento presente.
2. Pensar
bien, el arte de tener un propósito
Pensar bien exige tener un propósito. La negatividad
y todo ese rumor de pensamientos invalidantes es como un ciclón sin rumbo que
todo lo atrapa. Por tanto, para romper con ese sesgo mental improductivo es
necesario definir nuestro propósito.
Quiero
sentirme bien, quiero tener calma, quiero lograr mis objetivos, quiero estar
bien conmigo mismo…
Todas
esas metas tienen una direccionalidad, un sentido claro. Así, y una vez
tengamos nuestra atención focalizada en el momento presente, lo que haremos es
enunciar uno por uno todos nuestros propósitos con convencimiento. La fijación de
objetivos es clave de bienestar,
es dar sentido a la vida, es ilusionarnos y dejar que esas emociones positivas
influyan en nuestra conducta.
3. Entrena la
capacidad de tu cerebro para trabajar con información positiva
Pensar
bien no solo requiere de un buen enfoque, de una adecuada atención, propósitos
y voluntad. Requiere a su vez extender redes en nuestro cerebro para recordarle
la importancia de trabajar con información positiva. ¿Qué
queremos decir con esto? Básicamente que en ocasiones, aunque nos digamos
aquello de “tengo un objetivo que cumplir” nuestra mente, a veces, sigue
posicionada en mecanismos antiguos, en rutas de acción negativas e
invalidantes.
· Para trabajar con información positiva hay que derribar nuestras actitudes limitantes.
· Asimismo, hay que dar forma a un yo más relajado, abierto a la experiencia y optimista. Debemos dejar a un lado los errores del ayer para ver las oportunidades del presente.
· Asimismo, nos será muy útil aprender a poner filtros para quedarnos solo con la información útil, la que ayuda, la que estimula y no la que nos coloca una vez más en nuestra zona de confort.
Para concluir, sabemos que pensar bien nos permite sin duda vivir mejor y disfrutar de un adecuado equilibrio interior. Ahora bien, el “buen pensamiento” exige a su vez un profundo trabajo personal. Debemos reconciliarnos con nuestro “yo” presente para sentirnos merecedores de algo mejor. Solo así nuestro “yo” futuro se consolidará como alguien más fuerte, creativo y amable consigo mismo.