GEMA SÁNCHEZ CUEVAS | La Mente es Maravillosa | 31/08/2020
La
vida nos obliga a elegir continuamente y a tomar decisiones, pero a veces el
miedo a equivocarnos nos detiene. ¿Qué hacer cuando tenemos tanto temor al
error?
Nos
pasamos el día tomando decisiones casi sin darnos cuenta: desde qué comer hasta
cómo vestirnos o qué hacer por la tarde. Lo cierto es que no todas las
decisiones son igual de relevantes. Hay muchas en las que no se puede dar
marcha atrás y que, además, dan un giro de 360º a nuestra vida; de ahí
que el miedo a equivocarse sea el temor más frecuente ante el riesgo de
tomar una decisión.
¿Será la opción más acertada? ¿qué consecuencias
habrá? ¿podré rectificar si no llego a sentirme a gusto? o ¿cómo me afectará?
son tan solo algunos de los interrogantes que deambulan en nuestra mente cuando
tenemos que tomar una decisión importante. Miles de dudas que nos sumergen en
una mezcla de inquietud, incertidumbre, angustia y
responsabilidad y que en ocasiones nos pueden llegar a paralizar e inducir a
vivir de forma pasiva.
El
miedo a equivocarse es una realidad que afecta a unos más que otros,
pero que no debe pasar desapercibido. Veamos a continuación en qué consiste,
cómo nos afecta y qué podemos hacer cuando aparece.
“El mayor
error que puedes cometer en la vida es temer continuamente que cometerás uno”.
-Elbert Hubbard-
Y si al decidir,
¿me equivoco?
Una de las preguntas más comunes cuando tenemos que
decidir sobre algo es “¿y si me equivoco?”. Da igual si formamos parte del
equipo directivo de una gran empresa y debemos decidir sobre cómo reestructurar
el personal, si somos médicos y tenemos que elegir un tratamiento para un
paciente o si nuestro hijo tiene un grave problema y tenemos que decidir sobre
cómo actuar.
Porque
lo que convierte al miedo a equivocarse en una auténtica pesadilla no es tanto
la situación en sí, sino cómo la percibimos cuando tenemos que decidir, es
decir, cómo vemos y experimentamos aquello que nos está pasando. Algo que, en
realidad, depende de nuestras características personales y de las capacidades que
hemos adquirido con el paso de los años.
Así, si nos
sentimos incapaces y no válidos, será mucho más fácil que la ansiedad, la
angustia y el estrés aparezcan en sus formas más intensas
hasta llegar a paralizarnos. Mientras que por el contrario, si pensamos que esa
decisión es difícil, pero que podemos llevarla a cabo puede que aparezca en sus
formas más leves o no, lo que sí sucederá es que no dejaremos pasar tanto el
tiempo entre dudas e interrogantes.
Ante una decisión importante es fundamental analizar
cómo percibimos el hecho de tomar esa decisión y si nos vemos capaces.
Tipos de miedo a equivocarse
Así, el miedo a
equivocarse puede presentarse de tres maneras dependiendo de
la percepción de la situación y la intensión del mismo según el
psicoterapeuta Giorgio
Nardone, uno de los mayores expertos en ansiedad y pánico.
Son las siguientes:
·
Leve: la persona manifiesta una indecisión constante
y ansiedad elevada
antes de decidir y mientras aparecen los resultados de su decisión, por lo que
buscará apoyo y tardará en tomar la decisión.
·
Medio: la indecisión es tal que afecta a la eficiencia
personal y profesional, siendo los tiempos de actuación más prolongados y
pudiendo llegar a la incapacidad de no decidir. Además, es común que se
deleguen responsabilidades en otras personas y la ansiedad sea constante.
·
Severo: se bloquea el proceso de toma de
decisión y la persona intenta por todos los medios no decidir. Es muy probable
que se experimenten ataques
de pánico y
episodios de depresión, ya que la persona se percibe como incapaz de asumir tal
responsabilidad, además de no válida.
El miedo a
equivocarse y la poca tolerancia al error
Decidir
implica arriesgar y por lo tanto la posibilidad de errar, entonces ¿por qué
tanto miedo a confundirse? Al fin y al
cabo, es una consecuencia lógica. Lo que ocurre es que cometer un error, además
de no estar “bien visto” socialmente, también está asociado al fracaso. Y el
ser humano es un gran enemigo del fracaso, ya que una de las principales consecuencias
emocionales derivadas de la equivocación es la insatisfacción personal.
No
toleramos el error, aunque sea parte de nuestro aprendizaje y de nuestra
evolución. Es más, preferimos hacerlo todo a la primera,
perfecto y sin objeciones, sin tener en cuenta que cada uno de nosotros ha
llegado hasta aquí gracias a que se ha equivocado muchas veces y de que a raíz
de esas experiencias ha aprendido varias lecciones.
¿O
de verdad pensamos que existen personas que todo lo hacen a la perfección, que
nunca se han confundido ni han cometido ningún error? Hasta los más pequeños lo
hacen y constantemente. Lo que pasa es que no nos gusta admitirlo porque en
nuestras mentes el error está directamente asociado con el fracaso
y este con una forma negativa de valorarnos.
O
sea, no hay nada más natural que errar. Lo importante es
qué hacemos con ese error, para qué nos sirve y cómo lo gestionamos.
“El
único error real es aquel del que no aprendemos nada”. - -John Powell-
Más allá del
miedo a decidir: ¿cómo actuar?
Ahora que ya sabemos que el miedo a equivocarnos es
una cuestión que depende de cada uno de nosotros, que existen diferentes
variantes del mismo y que cometer errores es más común de lo que pensábamos, la
pregunta es ¿cómo actuar?
¿Qué implica saber decidir?
Lo
primero de todo implica tener presente que una buena decisión implica
gestionar la triada psicológica fundamental: cognición, acciones y emoción. Algo
que a menudo pasamos por alto, pues la mayoría de personas piensan que una
buena decisión implica un buen razonamiento. La cuestión es ¿qué pasa si no
sabemos aplicarla? ¿y si el miedo o cualquier otra emoción se apoderan de
nosotros?
Por
lo tanto, teniendo en cuenta lo anterior y de acuerdo con Giorgio
Nardone, el factor fundamental que determina que una persona sea capaz de asumir
la responsabilidad de una decisión es la gestión del miedo,
pues este puede condicionar el resto de factores. O lo que es lo mismo: no
dejar que el miedo a equivocarnos nos gane terreno y sea quien mande sobre
nosotros.
Gestionar el miedo a equivocarnos
Una
vez que sabemos que no solo nuestros pensamientos son importantes, sino cómo
reaccionamos y qué sentimos, el siguiente paso es limitar el miedo. Esto conlleva
afrontarlo y no evitarlo, porque si hacemos esto último
las consecuencias serán mucho peores a la larga y para ello no hay nada mejor
que aceptar la inexorabilidad del miedo y percibirlo como un recurso.
·
Una buena estrategia es indagar en para qué nos
sirve ese miedo, qué función tiene. Evidentemente, protegernos,
pero ¿de qué? ¿del fracaso?
·
Lo siguiente será preguntarnos sobre los posibles
costes de tomar esa decisión. ¿Qué expectativas tenemos?
¿qué consecuencias habrá? ¿cómo nos afectarán? ¿estamos dispuestos a asumir los
riesgos?
·
También es conveniente barajar más de una posibilidad
como paso previo y de entre ellas, elegir la que creemos mejor.
·
En el momento en el que ya tenemos seleccionada una
decisión, es conveniente reflexionar sobre cómo vamos a llevarla a cabo -para
no dejar todo a la deriva- y tener en cuenta un porcentaje de incertidumbre e
incontrolabilidad o factor sorpresa. Evidentemente, no todo saldrá como
esperamos.
·
En el caso de que nos encontremos atascados, se puede
valorar el hecho de pedir
ayuda. Ahora bien,
esto no implica delegar la responsabilidad en otras personas, sino consultar,
pedir opinión, pero no buscar a un posible culpable por si sale mal.
·
Un aspecto importante: no debemos dar ni un paso al
frente antes de tener claro que pase lo que pase, eso no afectará a
nuestra valía personal global. Un error no es un medidor
de quiénes somos y cuánto valemos, sino de nuestra experiencia.
Además,
no podemos olvidar que es importante tener en cuenta qué hacer si nos equivocamos, de
lo contrario caer en la trampa de la culpa –culpar y
culpabilizarse- será una de las opciones más probables. Así, si erramos, ¿qué
tal si analizamos las soluciones intentadas (decisiones)? De esta forma,
podremos aprender qué es lo que no funciona.
En resumen, para librarnos del miedo a equivocarnos
hay que ser flexibles con el error, ver el propio temor como un recurso y estar
en posesión de las competencias necesarias para la ejecución de aquello que
hemos decidido.
“Una
persona que nunca cometió un error nunca intentó nada nuevo”.-Albert Einstein-