VALERIA SABATER | La Mente es Maravillosa | 24/12/2020
La mente es una fábrica de pensamientos. Nunca se detiene y lo que produce puede ser contaminante para nuestro estado de ánimo e incluso para la salud. Ahora, ¿podemos controlarla de algún modo? Lo analizamos.
“Hagas lo que hagas, no pienses en un gato azul”. ¿Por qué es tan
difícil controlar lo que pensamos? El 99 % de nosotros lo hacemos,
visualizamos casi al instante ese gato azul, el elefante rosa, el oso polar y
cada oveja que contamos para vencer el insomnio. Porque la mente es así, una
fábrica incesante de pensamientos e imágenes, de recuerdos, ideas obsesivas y
hasta irracionales.
Nunca cesa. Nunca cierra por
vacaciones y rara vez se permite un descanso, aunque sea por salud. Así, quien
quiera dejar de fumar, por ejemplo, lo tendrá
difícil para quitarse la imagen del paquete de tabaco, del deseo incesante por
encenderse un cigarrillo. También lo tiene complicado quien acabe de ser
abandonado por su pareja y se esfuerce a toda costa en borrar del cerebro
tantos recuerdos experimentados.
Nos encantaría poder detener ese flujo de pensamientos como quien cierra el interruptor de la luz. Sin embargo, si pudiéramos lograr tal ingeniería mental ya no seríamos humanos; seríamos máquinas. Porque todo en el universo mental tiene un fin y una finalidad. Entender sus mecanismos es lo que nos otorga sin duda auténtica sabiduría.
Lo analizamos.
Por qué es tan difícil
controlar lo que pensamos
Algo que
sabemos desde el campo de la psicología es que controlar nuestros
pensamientos es clave para reducir el malestar. Los estados de ansiedad y
las depresiones, por ejemplo, se alimentan
en buena parte de los casos de un estado mental erosivo. Sin embargo, hay que
dejar claro un hecho: no es nada fácil dominar lo que pensamos.
No basta con decirle a alguien aquello de “empieza
ya a pensar de manera positiva” para que la cosa funcione. Es más, algo que nos revela
un estudio de la Universidad del
Sur de Gales es que, en ocasiones, aun cuando creemos haber dominado nuestro
enfoque mental, siguen quedando “resquicios”. Es como si intentáramos sumergir
un barco en las profundidades y emergieran al poco los restos de la proa, de
los mástiles o la quilla.
Ahora
bien, ¿por qué ocurre? ¿por qué es tan difícil controlar lo que
pensamos?
Nuestros pensamientos tienen
raíces profundas
Los pensamientos no son solo energía o el resultado de
una conexión eléctrica entre nuestras neuronas. Cada pensamiento parte en
realidad de una estructura profunda, como resultado de nuestra personalidad,
experiencias, educación, actitudes, etc. Asimismo, hay otro hecho, y es que
cada persona arrastra casi desde la infancia un patrón de pensamiento concreto.
Hay quien está
acostumbrado a usar una mentalidad más abierta, optimista y reflexiva. Otros en cambio, suelen
definirse por mirar el mundo desde la indefensión o la desconfianza ya desde la
infancia. Por tanto, no es fácil dominar lo que pensamos porque
llevamos muchos años “pensando del mismo modo”.
Detrás de cada pensamiento
hay una emoción
Si nos
preguntamos por qué es tan difícil controlar lo que pensamos, hay un aspecto
que quizá, estemos olvidando. Detrás de cada pensamiento hay un estado
emocional. No podemos decirnos a nosotros mismos aquello de “voy
a dejar de pensar que todo va a salir mal”, si en realidad tengo el ánimo
por los suelos.
Toda emoción descuidada persiste y altera nuestro
pensamiento. Si dejamos a
un lado nuestros dolores emocionales, decepciones, miedos,
rencores o desesperaciones, no servirá de nada cuidar o atender las ideas que
pasen por la mente.
El efecto rebote del doctor
Wegner
Daniel Wegner fue un psicólogo
social de la Universidad de Harvard que quiso profundizar en la cuestión de por
qué es tan difícil controlar lo que pensamos. Descubrió que en muchos casos lo
que se produce es un efecto rebote. Es decir, basta con querer sumergir
o bloquear una idea para que esta “haga una fuerza mayor” que se oponga a
nuestros deseos.
Lo que uno ansía esconder en el mundo del inconsciente, éste lo impulsa de nuevo a
la mente consciente. Así, y más allá de lo curioso o anecdótico, hay
un hecho de gran trascendencia que es clave para el éxito terapéutico. El
primer paso para controlar lo que pensamos es aceptar todo lo que se sucede en
nuestra mente.
Las ideas obsesivas, negativas o irracionales
deben aceptarse y no silenciarlas. Lo adecuado es darle presencia y no esconderlas.
Solo así las entenderemos, sabremos de qué están hechas y manejaremos las
emociones de las que se acompañan.
¿Por qué es tan difícil
controlar lo que pensamos? Porque somos nuestros peores jueces
“Sé que debo empezar a ver las cosas de otro modo. Sé
que debería tener un enfoque más positivo, esperanzador y no tan rígido. Pero
me es imposible y no conseguirlo me frustra y me enfada
porque está claro que no puedo con nada, que todo me supera, que soy un
desastre absoluto…”.
Las personas somos nuestros peores jueces y alimentamos a menudo un diálogo interno tan negativo como invalidante. Al juzgarnos reforzamos aún más la presencia de esos pensamientos y con ese mecanismo incrementamos la ansiedad.
¿Cómo empezar a controlar
nuestros pensamientos?
¿Por qué es tan difícil controlar lo que pensamos? En primer lugar,
porque nadie nos ha enseñado cómo funcionan la mente, el cerebro y las
emociones. Es más, si hay algo que aprendemos desde bien temprano es a
reprimir lo que duele, a criticarnos cuando no podemos dominar esas ideas, a
enfadarnos con nosotros mismos cuando no escampan las penas o se reducen las
preocupaciones.
Si queremos tener un mejor dominio de nuestro flujo
mental, debemos visualizar una pantalla de cine. El primer paso para
ejercer el control sobre lo que sucede en nuestro universo mental es ver desde
la lejanía cada pensamiento, como si estuvieran en una pantalla.
Lo haremos sin juzgarnos,
sin criticarnos. Debemos aceptar y dar presencia a cada pensamiento irracional
a cada obsesión, miedo o preocupación.
·
No podemos detener los pensamientos, pero sí podemos
observarlos.
·
Al observarlos, nos permitimos entender de dónde
vienen, qué los motiva y qué los refuerza.
·
Al entenderlos, los podemos controlar.
· Un pensamiento no se puede esconder ni reprimir, pero los podemos sustituir (por ejemplo, puedo cambiar el “no voy a poder con eso” por “voy a intentarlo a ver qué ocurre”).
Para concluir,
como bien suele decirse, solo hay un medio para vencer a los monstruos
y es aceptando su presencia. Es cierto que asustan, que incomodan y
que parecen tener un poder inusitado. Sin embargo, los pensamientos, como a los
peores enemigos, pueden dominarse desde la serenidad y la inteligencia. Aceptar
que están ahí es el primer paso hacia el bienestar.