David Dorenbaum
| El País |
21/04/2019
La
idea de que los años intermedios de la edad adulta son una etapa de tribulación
es un estereotipo del que hay que huir. Para la mayoría de las personas, tener
entre 40 y 59 años no es un problema a la hora de abordar nuevos planes.
En
la mediana edad, la impresión de que las necesidades cotidianas nos consumen y
de que las alternativas se nos escapan de las manos nos hace creer que estamos
atrapados en el presente. Pero la mayoría de las veces sobrevaloramos esas ideas.
Ante la pregunta: ¿esto es todo lo que hay?, debemos asumir que el pasado es
imperfecto e inmutable y reconciliarnos con él para vivir más
plenamente el
presente.
En
los años sesenta, el psicoanalista canadiense Elliott Jaques propuso el término
“crisis de la mediana edad” en su artículo “La muerte y la crisis de la
mitad de la vida”. Jaques citó a Dante, que en la tercera década de su existencia
se lamentaba: “A medio camino en el viaje de la vida, me encontré en un bosque
oscuro, con el camino correcto perdido”, y a otros, como Miguel Ángel, que
completó el David a los 29 años, la Capilla Sixtina a los 37, el Moisés a los
40 y a partir de entonces se sabe poco de su productividad hasta los 55, cuando
empezó el monumento de los Médici. Uno de los enigmas más intrigantes de la
psicología del desarrollo ha sido el mito de la crisis de la mediana edad, a
pesar de que nunca fue concebida como totalmente negativa y de que Jaques la
había vinculado con un renacimiento creativo del individuo. Según el autor, el
éxito de la creatividad de la mediana edad reside en la tolerancia de las
imperfecciones en uno mismo y en otros. Esta “resignación constructiva” nos da
la posibilidad de disfrutar de la madurez y de vivir con el conocimiento
consciente de nuestra finitud. Permite a la creatividad adquirir nuevas
profundidades. Solo así la imperfección inevitable, lejos de ser un amargo
fracaso que nos atormenta, admite que lo perfecto ceda su lugar a “lo
suficientemente bueno”.
El amplio estudio sobre la mediana edad
titulado MIDUS (acrónimo en inglés de mediana edad en Estados Unidos),
organizado por el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, comenzó en 1995 con la recopilación de
información acerca de 7.000 adultos de entre 25 y 75 años y se ha prolongado
durante más de 20 años. Los adultos de edad avanzada muestran niveles de
bienestar psicológico más altos que los de los jóvenes y las personas de
mediana edad. Otro estudio conducido por Blanchflower, del Dartmouth College
(EE UU), y Oswald, de la Universidad de Warwick (Inglaterra), en el que se
ajustaron los parámetros de salario, estado civil y empleo, concluye que el
nivel de satisfacción tabulado por edades tiene la forma de una curva en U, en
la que el bienestar es alto en la juventud; declina en la mediana edad, con su
punto más bajo a los 46 años, y alcanza la cúspide en la edad avanzada, en lo
que se conoce como la “paradoja del envejecimiento”. Los resultados fueron
similares en hombres y mujeres.
Sin
embargo, los hallazgos de seguimiento a largo plazo del estudio MIDUS cuentan
una historia diferente de la curva en U: la mayoría de los adultos de mediana
edad afirman que están satisfechos con su vida; incluso esperan un incremento de esa
satisfacción en el
futuro. Su optimismo puede motivarlos para lograr sus objetivos. En esta
interpretación, la crisis de la mediana edad podría entenderse como una
declinación predecible en la satisfacción con la vida, tras la angustia
tumultuosa anterior. “¿Cómo puedes no sentirte abatido y abrumado por el
pánico?”, pregunta el psicoanalista belga Paul Verhaeghe, “cuando vives en una
meritocracia (…), cuando te evalúan sin cesar y te dicen que no te estás
esforzando lo suficiente”. Otra cosa es la crisis que afecta a un 10% de los
adultos de entre 40 y 60 años, desencadenada por sucesos como el divorcio, la
pérdida de empleo o los problemas de salud que pueden ocurrir a cualquier otra
edad; esta última crisis hay que analizarla por separado.
A
menudo la curva en U se ha interpretado erróneamente como la evidencia de
crisis de la mediana edad. De acuerdo con la psicóloga Margie Lachman, de la
Universidad Brandeis (EE UU), “la idea de que la crisis en la mediana edad
es inevitable resulta dañina para la salud y es capaz de desencadenar una
profecía autocumplida. Puede llegar a usarse como justificación para un
comportamiento impulsivo o como explicación de estados de ánimo negativos”.
La respuesta radica no tanto en el qué hacer como en adoptar formas de pensar
acerca de uno mismo que permitan manejar creativamente las expectativas, los
arrepentimientos y los fracasos, el torrente de actividades y la reducción de
posibilidades.
Cultiva
tus relaciones, recuerda que construimos nuestras identidades a través de la
interacción. Considera que una mejor comprensión de la naturaleza de la mediana
edad facilita la armonía intergeneracional. Los años intermedios de la edad
adulta están dotados de un cúmulo de experiencia, al mismo tiempo que mantienen
niveles moderados de habilidades de procesamiento, quizá la combinación ideal.