Llevar siempre la razón no es tan
bueno como cree. "Es una fuente de aislamiento", dice el psiquiatra.
y de algunas cosas más
¿Quién no conoce a alguien que pretende llevar
siempre la razón? Este tipo de personas no acepta otros puntos de vista
diferentes del suyo. Discute y defiende su razón como si le fuera la vida en
ello. Querer estar siempre en lo correcto es uno de los mecanismos más
poderosos del ego. Esta actitud egocéntrica lleva a aparentar seguridad,
autoconfianza y conocimiento, y a intentar demostrar que uno es siempre mejor
que los demás (¿qué es si no despojar a los demás de su dosis de razón?). Pero
dejarse llevar por esta forma de pensamiento refleja, precisamente, lo
contrario, según la teoría de Albert Ellis (1913-2007), creador de la
Terapia Racional Emotiva, y autor de numerosos libros de autoayuda: “Querer ser
superior a los demás genera un comportamiento inseguro y acarrea estrés y
enfermedades psicosomáticas”.
Fuente
de aislamiento... y úlceras
Desde
un punto de vista social, querer tener siempre la razón es un rasgo inútil.
“Es la enfermedad crónica de la humanidad. Probablemente, uno de los motivos
por los que más se han enfrentado las personas, las naciones y las
religiones”, en palabras de Raimón Samsó, escritor, coach y
director del Instituto de Expertos para Emprendedores con Corazón.
En
el ámbito más personal, defender a ultranza la propia opinión como si fuera
irrebatible es otro motivo de conflicto, según el psiquiatra James Coyne, de
la Escuela de Medicina de la Universidad de Pensilvania (EE. UU.). “Es una
fuente de aislamiento que deteriora las relaciones personales y la convivencia
con las personas que nos rodean”, opina.
Esta
actitud no solo es un caudal permanente de conflictos con amigos, familiares y
compañeros de trabajo. También es perjudicial para la
salud. Diversos estudios realizados en la Universidad de
Bradford (Reino Unido) descubrieron que el 62% de las personas
que creía tener siempre la razón, sufría altos niveles de ira y estrés, lo
que deprimía su sistema inmunológico.
Coyne
añade que quienes se empeñan en salirse con la suya pueden padecer también úlceras y problemas del
corazón. Este psiquiatra y varios colegas grabaron en vídeo discusiones
protagonizadas por pacientes con problemas cardíacos y las agruparon de acuerdo
con la negatividad de sus interacciones. Los pacientes más negativos con la
otra persona implicada en la discusión tuvieron doble probabilidad de morir en
los siguientes cuatro años que los que recibieron una calificación menos
negativa. “Este es un asunto muy serio”, advierte Coney. “Conectarse
armónicamente con los demás no solo evita problemas médicos, sino que ayuda
en el proceso de recuperación de cualquier enfermedad”, prosigue.
Cinco
reglas de oro para discutir, según los expertos en “coaching”
1.
Sea
incondicionalmente constructivo, escuche al otro y póngase en su lugar.
2.
Distánciese
de su ego y de sus emociones negativas.
3.
Nunca
diga a su interlocutor que está equivocado.
4.
No
imponga a la fuerza su razón.
5.
No
se crea en posesión de la verdad. En una discusión lo mejor no es ganar, sino
empatar. Busque la concesión negociada.