SOL VALLS | lanacion.com | 13/11/2024
A fines de 2018, en ese momento de cierre de año, de
análisis en retrospectiva y de proyección a largo plazo, Marcos Rodriguez
Sierra decidió que la vida en la ciudad ya no era lo suyo, que quería un cambio
de escena para estar más conectado con la naturaleza, en particular, con las
olas. A sus 29, después de sostener un año de escapadas a la costa atlántica
casi todos los fines de semana, abandonó una vida típicamente urbana en Buenos
Aires -con familia, amigos y un trabajo establecidos-, para mudarse a Mar del
Plata y poder meterse al mar todos los días. “Tengo el recuerdo marcado de
estar volviendo a la ciudad los domingos a la tarde y pensar «yo me quiero
quedar», y de llegar a la oficina los lunes a la mañana y, en vez de abrir el
mail, abrir las cámaras en vivo del mar y ver a cuatro personas entrando al
agua pensando «yo quiero ser uno de esos tipos»”.
La conexión del ser humano con el agua se remonta a tiempos
históricos. Este no solo la
reconoció, desde el momento cero, como una fuente de vida, sino también como un
espacio de renovación y tranquilidad. Desde los antiguos baños termales romanos a los
rituales de purificación en el Ganges, las vacaciones en la playa y hasta la
ducha al final del día, el agua tiene una larga lista de antecedentes siendo
interpretada como un elemento clave para el reset físico y emocional.
Lejos de ser una sensación abstracta, tanto desde la ciencia como
desde la psicología, esta relación fue estudiada con distintos abordajes
y la conclusión -en líneas generales- fue siempre la misma: el contacto con el agua tiene un impacto positivo en el hombre, a nivel físico y emocional.
En este campo de análisis, el mayor referente es Wallace J. Nichols, un biólogo marino que dedicó su
vida al estudio de este fenómeno y lo bautizó como “Blue Mind” (mente azul en español).
En su bestseller, Blue Mind: La sorprendente
ciencia que demuestra cómo estar cerca, dentro, sobre o bajo el agua puede
hacerte más feliz, más saludable, más conectado y mejor en lo que haces (2014),
Nichols presenta una amplia gama de estudios que vinculan la cercanía al agua,
ya sea a través del océano, ríos, lagos o piletas, con la calma, salud, creatividad, eficiencia y, en definitiva, con
el bienestar personal.
El autor compara el estado Blue Mind con
el Red Mind, nombre que usa para
referirse el estado de estrés crónico, sobreestimulación e hiperactividad típico de la vida moderna que, a la
larga, lleva a la ansiedad, fatiga mental y desconexión emocional.
Naturalmente atraídos
Para empezar, Nichols introduce el concepto de la biofilia marina para
explicar por qué la mayoría de las personas se sienten atraídas por el agua y
experimentan beneficios en su presencia. El término deriva de la teoría de la
biofilia, popularizada por el biólogo Edward Wilson, y plantea que esta
conexión es el resultado de millones de años de evolución cerca de ríos, lagos
y océanos, que hicieron que nuestros cerebros estén programados para sentirse
bien cerca.
También alude al hecho de que nuestra composición
biológica es principalmente agua. “El cuerpo humano es un 70% agua y depende de esta para sobrevivir. Cuando la ves o la
escuchas, tu cerebro recibe la señal de que estás en el lugar adecuado”, señala
el científico.
La neurociencia detrás del fenómeno
Desde un enfoque neurocientífico, Nichols sostiene que los
entornos acuáticos -a través de la exposición a estímulos sensoriales suaves y
repetitivos como lo son el sonido de las olas, el contacto con el agua e
incluso la contemplación de cuerpos de agua- desencadenan una serie de respuestas neuroquímicas que
activan la producción de hormonas, como la dopamina, la serotonina y la oxitocina, todas asociadas con
el placer, la relajación y la calma; al mismo tiempo que reducen los niveles
de cortisol, la
hormona del estrés.
Estudios clave a los que se refiere son, por un lado, el del
psicólogo ambiental Roger Ulrich y su teoría de la recuperación
en la naturaleza, con la
que demostró que la presencia del agua y paisajes naturales acelera la
recuperación de los pacientes y reduce el estrés.
Por otro, el del Laboratorio de
Neurociencia de la Universidad de Exeter, en Inglaterra, que reveló que las personas que viven a menos de un kilómetro
de la costa reportan mejor salud mental en comparación con
aquellos que viven más lejos de fuentes de agua. Mathew White, uno de los
investigadores a cargo, es coautor de varios estudios que demuestran que vivir
cerca del agua mejora la salud mental y reduce el riesgo de depresión.
En la misma línea, la psicóloga Mariana Kerestezachi (M.N.
47.483), que hace tres años se mudó a Miami, ciudad costera por excelencia,
explica que el contacto con el agua se
convirtió en un recurso terapéutico respaldado por la ciencia. “Hoy
tengo la oportunidad de experimentar en persona lo que es vivir cerca del mar y
los efectos que este tiene sobre la mente y el cuerpo”, cuenta en diálogo con
LA NACION. La Lic. se refiere en particular a un estudio realizado por investigadores de
la Universidad de Canterbury de Nueva Zelanda, que reveló que vivir cerca del agua está vinculado a mayores
niveles de bienestar mental, al asociarse con un aumento en las emociones y pensamientos positivos.
Nichols además sugiere que el contacto regular con el agua
puede contribuir a la neuroplasticidad: la
capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones neuronales,
cosa que también conlleva a la reducción del estrés crónico. En este sentido,
menciona la Teoría de Restauración de
la Atención desarrollada por Rachel y
Stephen Kaplan en la década de los 80, que sostiene que entornos naturales como
el agua son restauradores, porque captan la atención sin esfuerzo, y permiten
que el cerebro se recupere de la fatiga mental.
Beneficios de una vida en contacto con el agua
·
Producción de hormonas positivas como dopamina, serotonina y oxitocina
·
Reducción del cortisol, hormona asociada con el estrés y la ansiedad
·
Recuperación de la fatiga mental
·
Mejor calidad del sueño
·
Beneficios para condiciones respiratorias, como asma o alergias
·
Menor tendencia a padecer enfermedades crónicas
·
Mejor salud mental y menos riesgo de depresión
·
Potencia los procesos creativos y de introspección
Menos enfermedades y mejor sueño
Pasando
al aspecto físico de la cuestión, Nichols aborda cómo vivir cerca del agua
también está asociado con una mejora en la salud física.
Para
hacerlo, el autor cita el proyecto BlueHealth financiado por la Unión Europea,
que luego de investigaciones y estudios en varios países del territorio,
observó que el contacto regular con espacios azules (como mares, ríos, lagos y
canales) está asociado con una menor prevalencia de
enfermedades crónicas -como las enfermedades
cardiovasculares y diabetes tipo 2- y
con una tasa de mortalidad más baja.
Esto,
explican, se debe a que las personas que viven cerca de entornos acuáticos
suelen tener niveles de actividad física más altos y niveles de estrés más bajos; en otras palabras: niveles
de cortisol y presión arterial más bajos.
Los
estudios del proyecto BlueHealth también hablan de los beneficios para la salud respiratoria en los
entornos costeros: el aire tiende a estar menos contaminado y es más húmedo,
atenuando condiciones como el asma y las alergias; y de la relación entre los
entornos acuáticos y la mejora en la calidad del
sueño, al inducir estados de calma y relajación con facilidad,
disminuyendo la ansiedad.
El campo de la psicología
clínica refuerza estos beneficios. Kerestezachi menciona varios estudios que
sugieren que nadar en el mar entre dos y
tres veces por semana durante al menos 30 minutos puede generar mejoras
significativas en el bienestar emocional, y que los
ambientes acuáticos son particularmente efectivos para combatir el estrés y la
ansiedad, lo que se traduce en una mayor felicidad y satisfacción personal.
“Incluso para quienes prefieren solo contemplar el mar, dedicar al menos dos horas a la semana a estar cerca del agua
es suficiente para notar efectos positivos”, sostiene la
experta.
Creatividad, apertura y
refugio emocional
El agua como fuente
de creatividad y conexión emocional es otro de los
aspectos en los que Nichols hace énfasis. El doctor sostiene que estar cerca
del agua permite que la mente se desconecte de las distracciones cotidianas y
entre en un estado más libre, donde las ideas y pensamientos innovadores fluyen
con mayor naturalidad.
“El
agua calma todo el ruido y te conecta con tus propios pensamientos y tu sentido
de ser”, explica en su libro. “Cuando te sumergís en el agua
hay un cambio en tu conciencia, en la química de tu cerebro, que puede llevar a
nuevas ideas y pensamientos creativos”.
Nichols hace referencia al concepto científico de la Red Neuronal por Defecto (DMN),
un conjunto de regiones cerebrales que se activa cuando una persona no está
concentrada en el mundo exterior, sino involucrada en pensamientos internos
como la reflexión, la creatividad y la introspección, y sugiere que la cercanía
al agua puede estimular esta red.
Siguiendo esta idea, investigaciones como la de la Brighton and Sussex Medical School encontraron que los sonidos naturales -como los
de las olas, el fluir del río o el agua en general- activan la corteza
prefrontal media y la ínsula, ambas áreas vinculadas con la autorreflexión y la percepción de estados emocionales internos;
mientras que los sonidos artificiales tienden a inducir una atención relacionada
con el estrés y la rumia mental.
Además, Nichols argumenta que, al promover comportamientos más relajados y abiertos,
el agua tiene un efecto positivo en las relaciones interpersonales, fomentando
la empatía y
la cooperación.
Por último, la lógica Blue Mind plantea que el agua puede
actuar como un refugio
emocional en momentos de duelo o depresión. En su
libro Espacios Azules: cómo y por qué
el agua puede hacerte sentir mejor, Catherine Kelly, doctora en
geografía, respalda esta idea con un análisis en profundidad sobre cómo la
terapia basada en el agua puede ser un recurso para la curación de traumas emocionales.
Asombro y fascinación suave
Los neurocientíficos dicen que participar en actividades acuáticas, como
nadar o surfear, puede ayudarnos a entrar en un “estado de flujo” donde nos
encontramos totalmente inmersos en lo que hacemos. “Esto calma el estado
interno de nuestra mente, que frecuentemente está absorbida por inquietudes y
preocupaciones”, explica Ricardo Gil da Costa, neurocientífico y CEO de
Neuroverse.
Aquellos que estudiaron el tema de cómo el agua afecta el
cerebro humano también mencionan que el agua puede producir una “gloriosa sensación de asombro”.
Esto, explican, se debe a que la reacción emocional ante algo vasto –como, por
ejemplo, el océano-, expande y desafía nuestra visión del mundo, al mismo
tiempo que reduce el estrés y ayuda a poner las cosas en perspectiva.
Otro concepto al que hacen referencia los investigadores es
el de la “fascinación suave”, generada
por el agua. Al moverse rítmicamente, produciendo juegos de luces, colores y
sonidos, esta capta nuestra atención, pero no de una forma demandante. En lugar
de esto, le da a nuestro cerebro un recreo de la atención
Kerestezachi recuerda una
época de su vida profesional en la que trabajó con un psiquiatra argentino que
también valoraba los beneficios de este elemento en la psiquis. “Él siempre lo
recomendaba a los pacientes
con depresión que yo le derivaba para tratamiento médico
que nadaran al menos tres veces por
semana. Era parte integral de su enfoque terapéutico y
muchos pacientes reportaban mejoras significativas en su estado de ánimo. La
evidencia apoya la práctica, puesto que tanto la natación como otras
actividades acuáticas están relacionadas con la liberación de endorfinas y la
reducción del cortisol”.
La
psicóloga, que siempre vivió en ciudades alejadas del océano, asegura que el
impacto que este tiene en su vida personal y profesional es inmenso y que,
actualmente, su terapia es ir al mar. “La ciencia confirma lo que
muchos ya sentimos: el agua tiene un poder transformador sobre nuestra mente y
cuerpo”.