martes, 19 de diciembre de 2017

El vínculo entre Felicidad y Espiritualidad.

Mariana Alvez | Psicología Positiva | 18/07/2017

La espiritualidad es una noción poco trabajada en la psicología, veamos qué
tiene que ver con la felicidad.

En Psicología Positiva (el estudio científico del bienestar y el florecer como ser humano) consideramos a la espiritualidad como una de las 24 fortalezas personales, ubicadas dentro de la virtud trascendencia. Esta virtud hace alusión a aquel conjunto de fortalezas que buscan afuera de uno mismo el conectarse con algo magnífico y permanente, conectarse con los demás, con el futuro, con lo divino, con el universo.
La espiritualidad es una noción muy poco trabajada en la psicología más clásica, pero nosotros prestamos especial atención a su valor. Vamos a conceptualizar a la espiritualidad como algo que en realidad no necesariamente está ligada a una religión en particular, podemos ver a la misma como una manera más profunda de conectarnos con nuestra vida, con nuestro ser. Es esa capacidad de tener fe, de poder vincularnos con “algo” que es más grande que nosotros mismos.
Por espiritualidad entendemos al conjunto de creencias y prácticas basadas en la convicción absoluta de que existe una dimensión no material de la vida. Psicológicamente estas creencias son importantes para la persona, ya que influyen en el significado que van construyendo y en la forma en la que establecen sus relaciones con los demás y con el mundo. La espiritualidad, a diferencia de la religión, describe lo privado, esa intimidad compartida entre el ser humano y lo divino
Quienes hacen uso de su espiritualidad se caracterizan por poseer una gran fortaleza interna y una manera positiva de ver la vida. Encuentran calma en las peores de las circunstancias, saben que todo lo malo termina y sienten que cuentan con algo que podrá ayudarlos y salir airosos de cada obstáculo que se presente.
La espiritualidad nos brinda un conjunto de creencias sobre la vida, creencias sagradas. Nos permite tener una visión más estable de nosotros mismos y también  una sensación de pertenencia. En definitiva, gracias a ella, encontramos significado y valor en nuestra vida.
Todos experimentamos la espiritualidad de manera diferente, e incluso dentro de cada individuo sus niveles de vivencia pueden variar también. En determinadas circunstancias puede ocurrir que no estemos con esa sensación de conexión a flor de piel. Los estudios realizados en torno a este tópico demostraron que cuando nuestro nivel de espiritualidad está bajo otras medidas son afectadas, como nuestra autoestima o el valor que le encontramos a nuestra vida. El camino a tu espiritualidad tiene que ser elegido por nosotros, encontrarle significado a nuestra existencia es un camino muy gratificante y también muy personal.
La espiritualidad va más allá de una actitud, es ser consciente de todo lo que actuamos, pensamos, sentimos y además ser conciente de los que nos rodea, personas, situaciones, diversos milagros personales.
Cristopher Peterson y  Martin Seligman (padres de la Psicología Positiva) se basan en una serie de estudios donde se hacen patentes los beneficios de la espiritualidad. Al proporcionar un marco moral claro ayuda a crear significado y ofrece un sentido de propósito, esperanza y apoyo emocional. 
Ser espirituales puede darnos fuerzas en esos malos momentos por los cuales tenemos que atravesar, ya sean enfermedades, pérdidas, stress en general. La espiritualidad está asociada a la capacidad de perdonar, a la amabilidad y a la compasión.
Como cada una de las 24 fortalezas, la espiritualidad es algo que puede ser potenciada, si la poseemos podemos desarrollarla aún más y si carecemos de ella, podemos elegir comenzar a implementarla en nuestra cotidianeidad.
¿Cómo podemos desarrollarla? Es importante que aprendamos a encontrar el equilibrio, un equilibrio que contemple una estabilidad física, mental y también emocional. Aprendamos a ser concientes de nuestros errores, sopesar qué cosas tendríamos que mejorar por nuestro bien, qué cosas tenemos que trabajar para seguir creciendo como seres humanos.
Tengamos cuidado con nuestros pensamientos negativos automáticos, intentemos  identificarlos para luego poder modificarlos. Lo importante es no brindarle más fuerza de la que tienen que tener y podamos cortar con el patrón negativo habitual.
Nutramos relaciones positivas, ayudemos a los demás sin dejar de cuidarnos, intentemos perdonar para poder liberarnos de esa carga emocional, disfrutemos del compartir.
Las mejores cosas en la vida no tienen por qué ser perfectas, a veces la felicidad se esconde en las cosas más sencillas, esos lindos momentos, detalles que vamos teniendo en el día a día, esas palabras de aliento, el compartir,  el permitirse sentir sano orgullo por uno mismo.
Una de las mejores maneras que tenemos para conectarnos con nosotros mismos, es tener tiempos de calidad a solas. Nos tenemos que regalar un rato para estar con nosotros. Para algunos la meditación es muy buena para encontrar nuestro yo interior, para otros disfrutar de caminatas al aire libre, siendo concientes de detalles sutiles como la brisa en los árboles, el calor del sol, o un cielo despejado. 
Reitero, no tenemos por qué practicar una religión en particular para poder alcanzarla. Dalai Lama en una de las tantas entrevistas que se le realizó, nos compartía que existe una especie de espiritualidad básica que nada tiene que ver con las creencias religiosas, sino con otras cualidades, como por ejemplo la amabilidad, la compasión, la bondad y el servicio a los demás.
El problema con la religión es que a veces en vez de unirnos como humanidad nos separa, nos quedamos atascados a una única verdad que consideramos certera y no hacemos espacio a otras perspectivas. En cambio, la espiritualidad es un concepto amplio que hace referencia a estas vitales cualidades que todos deberíamos practicar y cultivar, en pos de alcanzar una sociedad con menos problemáticas, más feliz, sin tanto prejuicios y con mucha más paz. 
La espiritualidad está ahí para que podamos apropiarnos de ella a nuestro ritmo, a nuestra manera. Es una fortaleza que tiene muchos beneficios positivos para nosotros, nos ayuda tanto a nivel personal como social, nos conecta con nosotros mismos y con los demás, con lo mundano y lo divino.
Es una virtud que nos mueve hacia la felicidad, aporta emociones positivas y nos hace sentir más plenos. Nos brinda esperanza y fe, y se vuelve necesaria a la hora de rescatarnos de todas aquellas situaciones por las que quizás debamos atravesar. Te invito a que la conviertas en tu aliada.

El suicidio, entre el ruido y el silencio.

MERCEDES NAVÍO ACOSTA    |El País  |  11/02/2016
Sus factores de riesgo deben tratarse con rigor en los medios de comunicación, para sortear el efecto contagio y las conductas imitativas.

Decía Elías Canetti que "ni un solo ser humano ha sido agotado jamás. Ni en su extrema reducción, ni en la muerte, ni en su destrucción ha sido agotado jamás un ser humano". Con frecuencia hablamos de cifras a la hora de dimensionar una tragedia. Ser la primera causa de muerte en España, con diez fallecidos diarios, no parece haber sido suficiente para romper esa barrera invisible que perpetua cualquier tabú, en este caso el del suicidio. Probablemente sólo haya algo más triste que el silencio denso que lo envuelve, la frivolidad con que emerge periódicamente en una maraña de declaraciones oportunistas, detalles morbosos, y búsqueda de chivos expiatorios que nos tranquilizan como sociedad y nos permiten sortear el sentimiento de culpa insoportable que amenaza con apresarnos colectivamente.

Después de todo, las desgracias siempre les suceden a otros y algo habrá hecho o dejado de hacer alguien para que haya sucedido. Poco importa el dolor de quienes sobreviven a la muerte por suicidio de un ser querido el día siguiente al que el ruido que suplantó al silencio cesa, con idénticas consecuencias.

Nada nuevo bajo el sol en los aspectos menos alentadores de la condición humana, si no fuera porque el suicidio es una tragedia prevenible y evitable en la mayoría de los casos. Se sabe que es un fenómeno complejo y multifactorial poco proclive a ser explicado unicausalmente. Se conoce el potencial preventivo de abordar sus factores de riesgo con rigor en los medios de comunicación, siguiendo por una vez las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, para sortear el efecto contagio y las conductas imitativas, especialmente importantes en las poblaciones más vulnerables a estos efectos, los más jóvenes.

Se trata de identificar enfermedades mentales subyacentes, conflictos familiares inabordables y distintas formas de acoso o abuso, en definitiva detectar situaciones de sufrimiento insoportable particularmente frecuentes en distintas experiencias de exclusión al diferente que superan la capacidad de afrontamiento de quien apenas está abriéndose a la aventura de vivir, con la inocencia como principal bagaje. Ofrecer una red sociofamiliar cuidadosamente tejida con profesionales de distintos ámbitos, docente, sanitario, policial, judicial y de medios de comunicación, es la única respuesta coherente que podemos dar como sociedad para lograr la prevención, el único éxito posible si hablamos de suicidio.

Sinó, no habremos aprendido que lo contrario del silencio no es el ruido, que sólo la corresponsabilidad puede exonerarnos de la culpa y el fracaso colectivo, y que podemos seguir obviando la realidad, pero no las consecuencias trágicas de obviarla. "Donde hay dolor es lugar sagrado. Algún día comprenderá la humanidad lo que esto significa", escribía Oscar Wilde en su De Profundis. Quien no pueda mejorar el silencio, que lo guarde.

Mercedes Navío Acosta es Médico Psiquiatra y Directora del Proyecto Prevención del suicidio de la Estrategia de Salud Mental del Ministerio de Sanidad.