La
escopolamina se extiende en robos y violaciones por “sumisión química”, pero es
difícil de detectar y apenas hay datos.
IÑIGO DOMINGUEZ | El País | 23/07/2016
No es una leyenda urbana la historia de una droga que le
echan en la bebida a una mujer para luego abusar de ella, y ya ha llegado a
ancianos intoxicados en pleno día a quienes sacan todo el dinero del cajero y
de su casa. En los servicios de urgencia de los hospitales españoles se han
familiarizado con este tipo de casos y una palabra, burundanga, nombre popular
de la escopolamina, una sustancia que anula la voluntad, produce desinhibición
y crea amnesia. Es la principal, aunque hay otras, y crece su uso por la
facilidad con que se adquieren en Internet, a bajo precio. En algunos casos son
plantas cuyas semillas venden portales de jardinería. Se ingiere sin ser
percibida, oculta en bebidas, o incluso se inhala, soplada a la cara. Sus
víctimas luego no recuerdan nada. Se llama “sumisión química”.
Es
un tema delicado de abordar, porque puede crear un alarmismo excesivo y al
mismo tiempo propagar esta técnica delictiva. En realidad es un fenómeno bien
conocido en Colombia y otros países latinoamericanos, en robos y secuestros
exprés, pero en España aún es subterráneo, y escurridizo, pues estas drogas
desaparecen rápidamente del organismo y son difíciles de detectar en análisis.
Por eso hay una brecha notable entre la experiencia médica en primera línea, el
contacto con estos casos en urgencias, y los datos oficiales. Apenas llega a
los juzgados y a las estadísticas, oficialmente casi no existe. Portavoces del
Cuerpo Nacional de Policía, del Instituto Nacional de Toxicología (INT) y, en Madrid,
de la consejería de Sanidad, son escépticos y transmiten que son muy pocos
casos. “Ha habido algún episodio en el pasado, pero en España la incidencia es
prácticamente nula”, afirma un alto mando de la Policía judicial.
Sin
embargo, el día a día en urgencias puede ser muy distinto: “Tenemos dos o tres
casos al mes, y esto solo en este hospital, así que imagina en los 35 de Madrid
y en el resto de España, si todos estuvieran sensibilizados y actuaran
correctamente”, apunta Andrés Santiago, jefe de Medicina Legal del hospital
Clínico San Carlos, uno de los principales de la capital y pionero en la
comunidad en la concienciación del fenómeno. Si no se conoce, no se identifican
los casos ni salta la sospecha en los servicios de urgencia. Pero los expertos
estiman que el 20-30% de las agresiones sexuales se deben a sumisión química.
También en algunos casos de menores. En el Clínic de Barcelona confirman este
porcentaje. “El problema es certificarlo, llegas a esa conclusión más por el
relato de las víctimas que por lo que puedes probar científicamente, que por
desgracia es poco”, confirma el doctor Manel Santiñà, del centro barcelonés.
Es
un problema del que se tiene constancia desde 2003, con sendos estudios de
casos en el Clínic de Barcelona, tras una serie de robos, y la universidad de
Santiago de Compostela. El centro catalán, de referencia en agresiones
sexuales, introdujo en 2008 un protocolo específico para identificar estos
casos. Los hospitales de la Comunidad de Madrid adoptaron uno similar en febrero
de 2015.
Sustancias usadas. Son
30, entre ellas, alcohol etílico, benzodiacepinas (flunitrazepam y alprazolam),
hipnóticos (zolpidem, zopiclona), cannabinoides, analgésicos-anestésicos
(ketamina, fentanilo, escopolamina o burundanga), barbitúricos, ácido Gamma
Hidroxi Butírico (GHB), disolventes orgánicos y drogas de abuso (opiáceos,
cocaína y alucinógenos).
Los síntomas. Amnesia
completa o parcial, resaca desproporcionada, desinhibición, parálisis sin
pérdida de conocimiento, agitación o alucinaciones, pérdida de conocimiento,
alteración del juicio, disartria y alteraciones en el habla, mareo o vértigo,
alteraciones visuales, alteraciones de la motricidad o del equilibrio,
somnolencia, nauseas o vómitos, confusión, comportamiento inusual.
Qué hacer. Muchos
casos no se denuncian por vergüenza o confusión de la víctima, sea por agresión
sexual o robo, al no estar segura de lo que ha pasado. Los médicos aconsejan
acudir a un hospital o denunciar en comisaría si a la persona no le cuadran las
cosas, no recuerda bien lo sucedido o se nota raro. Si pasa demasiado tiempo la
sustancia no deja rastro en el organismo y desaparece. En sangre, en seis
horas, y en orina, doce, aunque pueden quedar restos una semana.
El
hospital madrileño de San Carlos acaba de publicar una Guía
de detección de la sumisión química, para uso del personal de urgencias. Porque lo esencial es conocer el problema para que surja
la sospecha ante algunos síntomas y poder así actuar rápidamente. La guía, que
denota la preocupación ante un fenómeno infravalorado, se abre con estas
palabras: “España está viviendo junto con los países de su entorno un
incremento en el número de casos de intoxicaciones con una intención de
agresión sexual o robo. Gobiernos, administraciones, instituciones, sociedades
científicas y los profesionales van tomando conciencia de la necesidad de
evaluar la situación y proponer acciones para la detección precoz”. El texto
asegura que es “una situación relativamente frecuente, pero de difícil
diagnóstico”.
El
problema clave a solucionar es precisamente ese, que la mayoría de los casos no
pasan de ser una sospecha, por muy fundada que sea. Raramente se traducen en
denuncia con pruebas, porque hay que moverse rápido, desaparece de la sangre en
2-6 horas. En la orina, la mayor parte se elimina a las doce horas, pero puede
llegar a localizarse hasta una semana después. Es decir, a menudo las víctimas
se enfrentan al drama de no ser creídas. En los casos de violación se añade
otra circunstancia adversa: que no presentan lesiones genitales porque la droga
anula la resistencia. En cuanto a los ancianos, los síntomas de desorientación
y pérdida se pueden atribuir a senilidad, a un ictus o accidentes
cerebro-vasculares.
Por
otro lado, el examen debe seguir un protocolo legal estricto, de cadena de
custodia de las muestras. La escopolamina hay que ir a buscarla con un análisis
específico. Además, la sumisión química también está subestimada en las leyes.
En contra de las indicaciones de Naciones Unidas y a diferencia de algunos
países europeos, el código penal español no la considera un agravante y la
incluye en el supuesto de abuso sexual son consentimiento, pero sin violencia o
intimidación.
No
solo es significativa la incidencia, también los métodos. En algunos hospitales
madrileños, el de Henares y otros, revelan fuentes médicas, atendieron en 2015
casos sorprendentes de ancianos extraviados. Les habían robado pero no
recordaban nada. La novedad es que se sospecha que la intoxicación fue a través
de la piel: con folletos de publicidad repartidos en la calle e impregnados con
burundanga. Luego se acercaba alguien, les pedía dinero y se lo daban, o se
dejaban acompañar a casa. Otra técnica sería con cremas hidratantes.
La
intoxicación cutánea es un punto controvertido, no todos los expertos la creen
posible. “Es difícil de probar, pero hemos tenido sospechas en varios casos y
puede suceder, estas sustancias se absorben fácilmente”, afirma Helen
Dolengevich, psiquiatra y coordinadora del libro Nuevas drogas psicoactivas,
publicado en 2015. No obstante, la Policía asegura no
tener constancia de ningún caso y María Antonia Martínez, del Servicio de
Drogas del Instituto Nacional de Toxicología, afirma que es “casi ciencia
ficción”. Lo mismo opinan en el Clínic de Barcelona: “Es un mito, siempre es
por ingestión”. Santiago cree que deberían ser dosis muy altas para tener
efecto.
“El tiempo nos está
dando la razón, con indicadores de sospecha y personal bien entrenado en
urgencias se consigue sacar a la luz los casos. La clave es sensibilizar al
personal sanitario y a jueces y fiscales. La meta es lograr que la gente vaya
al hospital o denuncie si sospecha los síntomas. En dos o tres años será algo
generalizado, un problema conocido y asumido”, opina Andrés Santiago, jefe de
Medicina Legal del hospital San Carlos de Madrid.
Uno
de los obstáculos para tomar conciencia del fenómeno es la ausencia de datos.
Acaban aflorando en publicaciones y congresos: un estudio de 306 casos de
agresiones sexuales en Madrid entre 2010 y 2012 concluyó que un tercio, 107,
podían haber sido víctimas de estas sustancias.
Solo
llegan a los medios casos extremos o llamativos. Dos jóvenes muertos en 2011 en una fiesta en Getafe habían tomado burundanga. Un violador arrestado en 2012 en Madrid se hacía pasar por chamán y sometía a sus víctimas con esta sustancia. A veces las
víctimas son menores: el pederasta de Ciudad Lineal, detenido en 2014, usaba
golosinas con Orfidal, que contiene benzodiacepinas, otra sustancia muy usada.
Esta
semana ha comenzado en Granada el juicio a dos hombres acusados de agresión
sexual a una mujer en 2013 que, según la fiscalía, habrían usado escopolamina.
La víctima, de 40 años, casada y con tres hijos, salió a una cena de empresa y
regresó al día siguiente en estado de confusión, "como si viniera de una
orgía", en palabras de su marido. Contó que había tomado dos copas en una
discoteca. Los dos acusados le invitaron a la última y luego mantuvo relaciones
con ellos. Ambos aseguran que fueron consentidas. Los análisis de sangre, orina
y cabello no detectaron ninguna sustancia en la mujer, pero la fiscalía
sostiene que el relato de la mujer es creíble y compatible con un caso de sumisión
química.