RAÚL LIMÓN | El País |
25/10/2022
El
científico obtiene una beca Leonardo para investigar qué cambios se pueden
inducir para disminuir los efectos del estrés traumático
Un
accidente, la pérdida de un ser querido o cualquier suceso extraordinario grave
deja en el cerebro huellas que pueden ser permanentes. El neurocientífico Raül
Andero Galí, nacido hace 42 años en Mollet del Vallès (Barcelona) e integrante
de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA),
analiza las secuelas de la exposición aguda a estímulos estresantes de carácter
severo (estrés traumático), que pueden alterar el volumen de algunas áreas
cerebrales, las hormonas, incluidas las sexuales (testosterona y estradiol), y
el comportamiento de algunos genes o proteínas. Entender las consecuencias a
largo plazo de un evento tan desgarrador, que puede incluso desembocar en cambios
en los procesos de memoria o aprendizaje, es el primer paso para desarrollar
tratamientos. Este es el objetivo del laboratorio del investigador (Andero Lab), que ha recibido una beca Leonardo de la Fundación
BBVA,
dotadas con hasta 40.000 euros por proyecto. El total de ayudas desde la
creación del programa, en 2014, ha sido de 20 millones.
Pregunta. ¿Qué
genera estrés traumático?
Respuesta. La
exposición a situaciones que pueden poner en peligro nuestras vidas o las de
nuestros seres queridos: un accidente de coche, por ejemplo, o una guerra. No
sería traumático el estrés generado por ir a trabajar o por un atasco, que son
situaciones estresantes, pero no traumáticas. El que estudiamos se genera
siempre por circunstancias externas, por el ambiente y nuestra interacción con
el mismo, por eventos y actos que pueden tener consecuencias muy graves y poner
en riesgo nuestras vidas. Puede ser por algo que hagamos mal nosotros (como el
consumo de sustancias estupefacientes y conducir) u otra persona.
P. ¿Qué efectos
tiene?
R. Son innumerables, sobre todo,
en el ámbito de las hormonas. El organismo libera hormonas por la exposición al
estrés traumático (la más conocida es el cortisol), pero también hay cambios en
las señales neuroquímicas que se intercambian las neuronas. Por ejemplo, se
libera de forma inusual el neurotransmisor glutamato y puede cambiar cómo se
comunican las neuronas a largo plazo, en meses, en años e incluso de forma
permanente. También se producen cambios en el cerebro o en la regulación del
ciclo menstrual. Se ha descrito hasta la reducción del número de neuronas en
áreas cerebrales. Cada día se descubren nuevos cambios en el cerebro por el
estrés traumático.
P. ¿Todo son perjuicios?
R. Cuando hablamos de estrés
traumático, por definición, es negativo. Hay que destacar que la mayoría de la
gente expuesta a este trauma, al cabo de unos meses, suele ser capaz de retomar
su vida normal. Pero hay algunas personas que no pueden nunca. Ahí es donde
necesitamos nuevos tratamientos para evitar que, quienes han sido expuestos a
acontecimientos traumáticos, cronifiquen esos efectos y puedan retomar su vida
normal. No se trata de olvidar el acontecimiento traumático, sino de disminuir
el impacto que tiene este en la salud mental.
P. ¿Cómo investiga los daños
cerebrales tras un estrés traumático?
R. Trabajamos con modelos
animales y también con estudios en personas para intentar entender cómo el
estrés traumático cambia las redes neuronales de memoria. Cuando alguien se
expone a un accidente de coche, la memoria del suceso queda muy fijada: suele
haber pesadillas o nervios al volver a subir a un vehículo. Se produce porque este
estrés ha modificado las memorias que tenemos asociadas al coche y al
accidente. Lo que queremos investigar es cómo el estrés y la memoria
interactúan y cómo hacer que los niveles patológicos de interacción vuelvan a
ser normales.
El miedo es
necesario para la supervivencia de los mamíferos y no ha cambiado mucho con la
evolución de las especies
P. ¿Cómo se traslada el estudio
en animales a personas?
R. Nuestro grupo es pionero en
España en el estudio de marcadores que se encuentran en modelos animales y
también existen en personas. Evidentemente, un animal de laboratorio no es una
persona, pero los dos son mamíferos y hay muchos procesos que funcionan igual,
como, por ejemplo, las
memorias del
miedo relacionadas con el estrés. Aprovechamos esta similitud para estudiar
generalidades como los genes que actúan de forma similar en el cerebro o las
hormonas. El miedo es algo necesario para la supervivencia de los mamíferos y
no ha cambiado mucho con la evolución de las especies. Podemos inferirlo a
través del estudio de la conducta y hacer pruebas más o menos parecidas en
personas, unir los resultados y encontrar muchas similitudes.
P. ¿Pero en las
personas no disponen de un registro biomolecular previo al estrés traumático
para analizar los cambios?
R. El experimento ideal sería
tener muchas variables antes y después de un trauma para comparar qué pasa. Con
los modelos animales intentamos solventar esa limitación y, en personas,
estudiamos a pacientes que han ido a Emergencias después de un accidente de
tráfico, por ejemplo, o una agresión sexual. Si se presentan voluntarios,
estudiamos muchas variables. Hace un par de meses hemos descubierto que el
momento del ciclo menstrual de las mujeres en el momento del trauma no influye
para desarrollar el trastorno de estrés postraumático. Es muy complicado de
estudiar y hemos sido uno de los primeros grupos en apuntarlo. Una de nuestras
teorías es que da igual que, durante el ciclo menstrual, haya picos de
estradiol porque el estrés traumático es tan brutal que es como un tren que
pasa por la vía, haya o no un coche sobre ella.
P. ¿El objetivo de la
investigación becada es manipular los elementos que se ven afectados por el estrés
e interferir en ellos?
R. El objetivo
fundamental de esta beca Leonardo es entender los mecanismos moleculares. Nos
vamos a focalizar en una enzima que está sintetizada tanto en personas como en
animales por el gen Ppm1f, que descubrimos nosotros y que está relacionada con
el estrés traumático. Lo que hacemos es manipularla, eliminando este gen en la
adultez y viendo si previene las consecuencias del estrés traumático. También
vamos a usar MINISCOPES [visualización in vivo de corrientes de calcio con microscopios
mimiaturizados] para seguir, en el cerebro de animales de laboratorio, entre
200 y 400 neuronas. Podemos ver en vivo y en directo cómo se están generando
memorias. Esto es fascinante porque podemos investigar qué cambios podemos
inducir nosotros para disminuir los efectos del trauma y, al entender todo
esto, lo podríamos trasladar a personas, ya que estamos trabajando con este gen
en ratones, pero también es importante en pacientes con trastorno de estrés
postraumático.
En animales de laboratorio,
eliminamos la función de genes para que no haya consecuencias del estrés
traumático o queden disminuidas. Eso podría ayudar a encontrar tratamientos
P. ¿Manipular un gen para evitar
un efecto de un episodio traumático?
R. Lo hacemos en animales de
laboratorio, claro. En personas no es ético y no se puede hacer ni se debe
hacer. Pero en animales de laboratorio, eliminamos la función de genes para que
no haya consecuencias del estrés traumático o queden disminuidas. Eso podría
ayudar a encontrar tratamientos, fármacos o terapias que afecten a la expresión
de este gen en personas. Según lo vemos nosotros, se trata de identificar cuál
es el gen o los receptores importantes y, luego, otros grupos especializados,
pueden encontrar dianas terapéuticas. Nosotros les podemos guiar adonde se
pueden encontrar terapias adecuadas.
P. ¿Podría haber
una pastilla para después de un episodio traumático?
R. La idea general
sería combinar psicoterapia y farmacología. Los fármacos que hay ahora en salud
mental, para trastornos psiquiátricos no neurológicos, son los ansiolíticos,
para tratar la ansiedad, y los antidepresivos. Estos fármacos se focalizan en
receptores que están expresados en casi todo el cerebro. A veces funcionan y
otras es como conducir un coche apretando a la vez el acelerador y el freno. El
fármaco activa un área e inhibe otra, porque los receptores hacen cosas
diferentes en distintas zonas. Son poco específicos. Esto no quiere decir que
haya que hacer cambios en los tratamientos; hay que seguir haciendo lo que diga
el psicólogo o el psiquiatra. Lo que queremos desarrollar son fármacos que, por
ejemplo, vayan más dirigidos a las neuronas y a las áreas cerebrales que
queremos y no a todo el cerebro, como suele pasar con los fármacos que hay
ahora.
P. ¿Podría haber
tratamientos específicos para diferentes tipos de estrés traumático?
R. Creo que eso está muy lejos.
Aún no tenemos ni un tratamiento efectivo para tratar el estrés traumático. Con
encontrar algo que sea más efectivo que lo que tenemos ya, firmaríamos.
Para el estrés
cotidiano, siempre recomiendo una dieta muy saludable, ejercicio, meditación y,
sobre todo, evitar las drogas
P. ¿Y para el estrés puntual no
traumático?
R. También estoy
muy interesado en este estrés más cotidiano porque puede tener efectos muy
perjudiciales en la salud mental. Siempre recomiendo una dieta muy
saludable, ejercicio, meditación y,
sobre todo, evitar las drogas.
P. ¿Por qué se interesó por el
estrés? ¿Es la enfermedad del mundo actual?
R. Mi interés por el estrés
traumático viene de que es el único trastorno psiquiátrico o psicológico que
ocurre por un único acontecimiento. La esquizofrenia no se sabe muy bien por
qué empieza y hay gente que no sabe cuándo comenzó su depresión. En cambio, en
el trastorno de estrés postraumático sabes que hubo un accidente, el día y la fecha.
Eso me interesa porque tenemos una oportunidad terapéutica enorme, se pueden
hacer tratamientos.
P. ¿Se puede medir
el estrés?
R. No hay una manera única ni
vale solo medir la hormona del estrés. La más conocida es el cortisol, que nos
preparara para la acción. Pero no existe una única hormona del estrés. Se está
estudiando dar cortisol para prevenir consecuencias traumáticas, pero no va a
ser tan sencillo porque no es el único factor; hay otros genes,
neurotransmisores y señales neuroquímicas.
P. ¿Suministrar la hormona del
estrés para combatirlo?
R. Sí. Es así de paradójico. Cabría
esperar que genere más estrés, pero ya publicamos en 2018 que, en animales, lo
que hace es disminuir algunos de los efectos perjudiciales del traumático. Los
mecanismos aún se están estudiando.