martes, 17 de junio de 2014

¿Quién ayuda a Noé?

Un trastorno lleva a decenas de personas a acumular animales en pésimas condiciones

STEFANIA GOZZER ARIAS | Barcelona | El Pais | 12/ 05/2014
                      
Un trayecto en coche marcó al equipo de la cátedra Fundación Affinity, dedicada a mejorar la convivencia con los animales. Fue hace cuatro años, cuando una llamada telefónica les llevó a un pequeño pueblo. Allí, una casa guardaba celosamente un secreto: 150 perros desnutridos y enfermos, a cargo de un matrimonio que buscaba cada día nuevos animales. Los tenían en condiciones lamentables. La etóloga Paula Calvo recuerda que seleccionó a diez de entre los más graves y los metió en su vehículo. Dos fallecieron de camino al veterinario. Los suficientes para que los investigadores decidieran estudiar el síndrome de Noé.

Sobre el trastorno psiquiátrico por acumulación de animales se sabe poco. Uno de los motivos es que no fue reconocido como tal hasta el año pasado, cuando la Asociación Americana de Psiquiatría lo incluyó en la quinta edición de su Manual diagnóstico y estadístico de enfermedades mentales. El grupo de Calvo, que reúne a científicos del Hospital del Mar de Investigaciones Médicas y de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha publicado un artículo en la revista Animal Welfare el primero en España y uno de los primeros en Europa sobre este trastorno.

Reincidentes al 100%
El Ayuntamiento de Barcelona prepara un protocolo para casos de trastorno por acumulación de animales. El objetivo es detectarlos de forma precoz y atender a los afectados. La tasa de reincidencia es del 100%, según Jaume Fatjó, coordinador de la comisión.

La Guardia Urbana, servicios sociales, los centros de acogida del Consistorio, la Universidad Autónoma de Barcelona, los Agentes Rurales, la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales y la Cátedra Fundación Affinity colaboran en el desarrollo del protocolo.

Jaume Fatjó, director de la Cátedra, explica que, además de acumular animales, se necesitan otras dos condiciones para diagnosticarlo: que la persona no pueda garantizar el bienestar de sus mascotas y que niegue las evidencias de su negligencia. "Tienen una distorsión total de la percepción. No creen que sus animales estén en mal estado”. Ha estudiado 24 casos en toda España —27 personas y 1.218 perros y gatos— entre 2002 y 2011. Los resultados apuntan a ancianos aislados socialmente como principales afectados.

En Pontons, el pueblo del que hablábamos en el principio, basta con preguntar por "el de la tele" para que alguno de sus poco más de 500 habitantes indique cómo llegar donde Joan Jiménez. El fontanero, de 54 años, pidió ayuda para sus 100 perros hace un año en un telediario. Había sido inhabilitado para tener animales durante cinco años. Las imágenes mostraban una vivienda a medio construir con decenas de canes ladrando desde el balcón.

“Reconozco que debí arreglar la casa o curarlos en vez de recoger más. Pero, ahora, necesito ayuda para habilitar un núcleo zoológico, no que me pisoteen más”, lamenta. Le ha molestado que un programa de televisión use las imágenes de sus perros para ilustrar un debate sobre el síndrome de Noé. “Dicen que estoy loco… ¡Y a mí no me ha diagnosticado nada ningún médico! Si estoy enfermo, que me lo digan, que soy el primer interesado en curarme. Solo he recogido la mierda que dejaban otros en la calle y la he metido en casa. Me he sacrificado”.

Joan Toran, responsable de fauna doméstica de los Agentes Ruralesexplica casos como el de un hombre que tenía más de 30 ovejas en un piso en Barcelona. "Robaba periódicos en un quiosco para ponerlos en el suelo. Antes de entrar ya veíamos escarabajos saliendo por debajo de la puerta”.

Calvo explica que no existe tratamiento y sospecha que "el detonante es una crisis como perder el empleo o a algún ser querido. Buscan apoyo en los animales, pero sin control". Ahora, necesitan que los afectados colaboren para definir el perfil. "No es fácil hablar con ellos. El último que fuimos a ver nos sacó una escopeta".

Toran advierte que pueden llegar a ser muy manipuladores. Recuerda la intervención en el hogar de Jiménez: “Mi equipo tuvo que ponerse un mono protector. Las condiciones higiénico-sanitarias eran muy malas”.

La vivienda de Pontons está rodeada de vallas para que los perros no escapen. Lo que sí se escabulle es un hedor que no parece molestar a los dueños. La madre admite que el inmueble está siempre sucio, pero dice que siente mucho cariño por lo canes y que por eso les deja estar en casa.


Nota.- He abreviado el artículo, era más largo, pero lo que he omitido son otros casos que se explican sobre esta nueva patología. Para leerlo entero consultar El País.



"La música sólo cura cuando no se está aterrorizado"


Miembro de la Filarmónica de Los Ángeles, en 2010 fundó una organización que ofrece conciertos gratuitos a enfermos mentales.

MARÍA SOSA TROYA |Madrid |El País | 30/11/2013                                              

Tiene 26 años y dos carreras. Empezó a estudiar la primera de ellas, Biología, con 13. A los 19 ya había acabado la segunda. Robert Gupta es músico y científico de formación. A lo largo de su vida ha tenido que elegir en varias ocasiones entre su pasión, el violín, y lo que le exigían sus padres, que continuara trabajando en el laboratorio. Cuando tenía 19 años, decidió presentarse a las pruebas para obtener plaza en la Filarmónica de Los Ángeles. Y la consiguió. Hoy sigue siendo el miembro más joven de la orquesta. Además de tocar en los auditorios más selectos del mundo, también interpreta a Bach y a Beethoven y a Mozart frente a otro tipo de público, enfermos mentales que viven en la calle o en la cárcel. “Al principio creí que estaba haciendo una gran labor social, pero luego caí en la cuenta de que no podía estar más equivocado. Ellos me enseñan a mí, juntos nos sentimos seguros”, dice.

Gupta está acostumbrado a hablar en público, lo hace dos o tres veces al año, normalmente, en su país, Estados Unidos. Recientemente ha estado en Madrid, en la IV edición del Congreso de Mentes Brillantes, donde, con la ayuda de su violín, trató de explicar a un millar de personas que la música cura.

 “Hay estudios científicos que revelan cuáles son los efectos en el cerebro, pero para que eso suceda, que la música cure, es fundamental que los pacientes no estén aterrorizados. Y así es como se encuentran los enfermos mentales en la cárcel —donde viven muchos—, en la calle o en los albergues a los que van a dormir. Han sido excluidos de la sociedad. Nosotros creamos una verdadera conexión con ellos, y eso hace que vuelvan a sentirse personas, les recuerda que pueden y tienen derecho a experimentar algo bonito”, relata Gupta mientras bebe un café solo.

Su vida cambió cuando, con 20 años, conoció a Nathaniel Ayers, un músico que sufre esquizofrenia paranoide y que, durante tres décadas, fue indigente. “Es un virtuoso, podría tocar el contrabajo en cualquier orquesta, pero está enfermo”, lamenta. Y continúa: “Él venía al auditorio y yo le daba clases de violín. Para llegar, tenía que subir una colina y aparecía fatigado y sudoroso. Un día decidí hacer yo el camino contrario e ir a Skid Row, una zona de los suburbios de Los Ángeles en la que viven miles de indigentes, muchos con problemas con las drogas o el alcohol o veteranos de guerra con trastornos mentales. Pensé entonces que Ayers no pasaría más apuros porque su historia había inspirado un libro y una película [El Solista], ¿pero y el resto?”. Por ello, al ver cómo la calle se congregaba a su alrededor cuando tocaba, fundó Street Symphony, una asociación que cuenta con 35 músicos y que, desde 2010, ha ofrecido unos 150 conciertos en albergues y cárceles.

Con la agenda repleta entre la filarmónica, las charlas en colegios, su organización y su reciente boda —“me casé en mayo”, afirma orgulloso mientras muestra su alianza—, se declara feliz. Cree que, por fin, después de una adolescencia “dura” en la que no hizo otra cosa más que estudiar, ha conseguido encontrar un equilibrio: “Mi objetivo es provocar, que la gente se pregunte por qué músicos como yo van a la cárcel a tocar el violín. Y no estoy dispuesto a dejar de hacerlo. Quiero seguir estando ahí para ellos”.