ARTURO
TORRES |
Psicología y Mente
¿Qué significa exactamente madurar psicológicamente? Veámoslo.
Aunque
se hable mucho acerca de la distinción entre personas maduras y personas
inmaduras, a la
práctica no se suele saber muy bien a qué nos estamos refiriendo. Intuimos que
tiene algo que ver con el hecho de haber dado o no el paso hacia la adultez,
pero hay mucha controversia acerca de en qué consiste exactamente madurar.
Por
ejemplo, alguien puede pensar que se llega a la madurez al entrar en un estado
en el que aprendemos a desprendernos de las cosas y verlo todo desde un cierto
distanciamiento, mientras que para otros, significa empezar a comprometerse con
el mundo y dejar de lado el individualismo y el egoísmo. En definitiva, cada persona
identifica la madurez con el horizonte ético al que aspira llegar algún día.
Además,
en la mayoría de conversaciones al respecto tampoco está muy claro que comportarse
como personas adultas sea siempre lo más deseable. ¿Acaso no hay aspectos de la
infancia y la adolescencia que son muy valorados? Por ejemplo, la
espontaneidad, la curiosidad o la relativa falta de prejuicios siempre son
vistas como aspectos psicológicos de los más pequeños que deberíamos imitar.
¿Se
puede encontrar una concepción de lo que son las personas emocionalmente maduras que
sea más consistente de lo que solemos hacer al hablar? En realidad, sí.
¿Cómo
son las personas emocionalmente maduras?
Varias
investigaciones han mostrado que uno de los rasgos que distinguen más a las
personas maduras y a los niños pequeños es la demora de la gratificación, la capacidad para
pensar en objetivos que
queremos cumplir a medio o largo plazo. Por ejemplo, cuando se
es muy joven cuesta mucho más abstenerse de alcanzar un caramelo y comérselo
aunque nos hayan informado de que si pasados unos minutos no hemos en la
tentación nos darán muchos más premios como ese.
Esto se debe,
en parte, a la manera en la que madura nuestro sistema nervioso: al principio,
las interconexiones entre las neuronas ubicadas en zonas distantes del cerebro
son relativamente poco numerosas, por lo que solo podemos pensar de manera no
abstracta, es decir, en metas poco concretas y nada significativas más allá del
placer inmediato.
A medida que
crecemos, las áreas del encéfalo van conectándose más entre sí mediante
la sustancia blanca, de manera que va mejorando
nuestra capacidad para pensar de manera abstracta y, con ella, nuestra
propensión a tener en cuenta objetivos a largo plazo y de alcance más
amplio. Sin embargo,
incluso en adultos hay diferencias individuales entre
quienes lo apuestan todo a lo efímero y quienes tratan de hacer que su vida se
base en algo más trascendente.
A partir de
esta información, es posible comprender en qué consiste realmente la madurez
emocional aplicada a cómo nos relacionamos con nuestros objetivos y con el
resto de personas. De manera aproximada, las personas emocionalmente maduras
son así:
1. Aceptan los
compromisos emocionales
No es
obligatorio hacer que cualquier relación afectiva se rija por las normas que
caracterizan a la monogamia. Sin embargo, las personas emocionalmente
maduras procuran que sus
relaciones más cercanas estén sostenidas por una serie de compromisos que
evitarán situaciones de chantaje emocional indirecto. Lo importante para estas
personas es rechazar la unilateralidad.
2. No le temen
al amor
Las personas
emocionalmente maduras son capaces de no obsesionarse con miedos infundados
acerca de lo que puede ocurrir a largo plazo, porque aprenden a no
sobredimensionar el coste de oportunidad (aquello que supuestamente nos estamos
perdiendo por hacer lo que estamos haciendo).
Así pues, no
le temen a la posibilidad de implicarse emocionalmente con alguien. A fin de
cuentas, tener una
visión completa, global y realista sobre lo que nos pasará en el futuro implica
no idealizar ni torturarse por no vivir cosas que muy posiblemente tampoco
habrían ocurrido.
3. Saben
expresar sus prioridades
Una buena
parte de lo que significa saber regular las propias emociones y deseos a la
hora de establecer prioridades en la vida consiste en saber comunicar al resto de manera
consistente lo que se quiere hacer. Quien realmente sabe que su
escala de valores y aquello que le motiva son algo legítimo y digno, no lo
esconde.
4. Valoran las
amistades por sí mismas, no como un instrumento
Para las
personas emocionalmente maduras los lazos de amistad que las unen a otros son
algo que merece ser cultivado, invirtiendo en ellas tiempo y esfuerzos.
Esto es así
porque la amistad es siempre algo más que esos momentos puntuales de charla y
diversión con amigos, algo que cualquiera puede apreciar de un modo
superficial; son proyectos que se despliegan en el tiempo y que, por
consiguiente, significa algo. Un
amigo no puede ser sustituido.
Por eso, quien
es maduro deja de invertir tiempo en relaciones que no significan nada, aunque
el entorno presione para siga al lado de ciertas personas, y se concentran en
aquellas que sí llenan.
5. Afrontan
las contradicciones emocionales directamente
Las emociones
son por definición irracionales, y por eso es frecuente que entren en
contradicción entre sí; es algo que también ocurre en las personas maduras. Lo
que distingue a estas últimas del resto es que afrontan estas situaciones
directamente, reconociendo que sienten algo complejo, en vez de hacer como si el problema no
existiese y tratar de dirigir la atención hacia
distracciones vanales. De este modo, son capaces de tomar las riendas de la
situación antes, lo cual significa que salen beneficiadas a largo plazo.
6. No
procrastinan
La
procrastinación, que es la tendencia de dejar para otro día lo que puede ser
hecho en el presente, es algo frecuente en mucha gente. Las personas
emocionalmente maduras, al
no ceder ante las tentaciones inmediatas si esto las perjudica a medio y largo
plazo, no dejan que estas situaciones se descontrolen y
atienden sus responsabilidades y obligaciones cuando toca.