domingo, 13 de octubre de 2019

Los antidepresivos funcionan, según el mayor estudio de su eficacia

BRUNO MARTÍN | El País | 26/02/2018
“Un análisis de 522 ensayos confirma la utilidad de los 21 fármacos más comunes para tratar la depresión.”
Un equipo internacional de científicos que ha analizado cientos de ensayos clínicos de los 21 fármacos antidepresivos más comunes ha llegado a la conclusión de que todos ellos son más eficaces para reducir los síntomas de la depresión grave que un placebo. Los investigadores aseguran que estos resultados, publicados en la revista médica The Lancet, son la “mejor evidencia” de que los antidepresivos funcionan y de que más personas enfermas podrían beneficiarse de sus efectos.

El efecto placebo es extraordinario, especialmente con la depresión”, explica Andrea Cipriani de la Universidad de Oxford, el autor principal del estudio. En los ensayos con control aleatorio, un tercio de los pacientes de depresión grave mejora tras dos o tres meses de tratamiento solo con pastillas azucaradas. Sin embargo, el porcentaje medio de pacientes que mejora al tomar un antidepresivo real es del 60%. “El ingrediente activo, la molécula del fármaco, aumenta en 20 o 25 puntos porcentuales la probabilidad de mejoría”, señala Cipriani. “Sabemos que es estadísticamente significativo, ahora tenemos que ver cómo de significativo es en la clínica”.

La investigación es un metaanálisis, es decir, un estudio estadístico de los resultados de investigaciones científicas previas, en este caso de 522 ensayos con 116.477 personas adultas. Para hacer el análisis lo más robusto posible, los investigadores “se esforzaron mucho” por incluir también datos no publicados, dice la experta en metodología de la Universidad de Berna (Suiza) Georgia Salanti, que también participó en la investigación. “Buscamos también estudios de empresas farmacéuticas o de investigadores privados que no llegaron a publicar los resultados de sus ensayos porque quizás no eran favorables”, explica.

Los científicos encontraron diferencias entre la eficacia de los antidepresivos: varían desde los que son el doble de eficaces que un placebo hasta los que son solo una tercera parte más eficaces que el placebo. En este caso, la eficacia de un medicamento se define como la probabilidad de que reduzca los síntomas de la depresión en al menos un 50% después de ocho semanas de tratamiento. Además, los investigadores compararon la aceptación de cada fármaco, una medida de los efectos secundarios y del nivel de satisfacción de los pacientes inferida por los abandonos de tratamiento durante ensayos clínicos.
Muchos no reciben tratamiento
En todo el mundo, solo una de cada seis personas que requieren atención médica por depresión recibe un tratamiento eficaz, dice Andrea Cipriani. Esta atención puede ser farmacológica o de otro tipo, como la psicoterapia. En España la cifra es una de cada cuatro o cinco. Esto significa que muchas más personas enfermas de las que actualmente siguen tratamiento podrían beneficiarse del efecto de los antidepresivos, además de las otras terapias eficaces disponibles.
Según Julio Bobes, parte del problema es que la gente que realmente necesita atención médica puede no acudir a los especialistas por ignorancia de la enfermedad o de la eficacia de los tratamientos. “Los propios afectados a veces no creen que es una enfermedad”, explica el psiquiatra. En España aproximadamente el 5% de la población sufre depresión y el 10% tendrá depresión en algún momento de su vida.
En una nota adjunta al estudio publicada en el mismo número de la revista, los investigadores Sagar Parikh de la Universidad de Michigan (EE UU) y Sidney Kennedy de la Universidad de Toronto (Canadá) señalan que tres medicamentos en concreto podrían considerarse una “primera opción” recomendable en la clínica, por sus altas puntuaciones en eficacia y aceptación: son la agomelatina, el escitalopram y la vortioxetina. Sin embargo, Salanti aclara que los datos se basan en efectos promedios y el objetivo de su publicación "no es hacer recomendaciones específicas”. Cipriani opina que la jerarquía puede ser especialmente útil para los casos clínicos nuevos y sin antecedentes familiares en los que un médico y su paciente deben escoger un medicamento antidepresivo sin ninguna indicación —más allá de los datos estadísticos generales— de la respuesta individual que podría generar.
En la práctica, los psiquiatras se guían por su experiencia en el uso de cada antidepresivo y evalúan los casos particulares de cada paciente, asegura Julio Bobes, el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría. Dado que los estudios recopilados usan distintas metodologías y dosis, el metaanálisis “no es la forma de rigor de ordenar fármacos en términos de eficacia”, opina el doctor. Sin embargo, Bobes matiza que el estudio “está muy bien hecho” y señala que los datos respaldan lo que los profesionales clínicos ya sabían: que los antidepresivos funcionan para tratar la depresión grave. Tanto él como el autor del estudio, Cipriani, coinciden en que las mismas conclusiones no se pueden aplicar a casos de depresión leve.

Esta investigación incluye personas de distintas etnias y nacionalidades, pero se basa solo en adultos y no contempla diferencias en la respuesta a los fármacos por edad, sexo u otras variables. Hace dos años Cipriani publicó otro estudio en The Lancet que cuestionaba la eficacia de los antidepresivos en niños y adolescentes. Entonces los investigadores encontraron que solo la fluoxetina —conocida por su nombre comercial Prozac— es eficaz para esos pacientes, quizá porque la depresión infantil y juvenil tiene orígenes y mecanismos particulares. En adultos, la fluoxetina resultó ser uno de los medicamentos menos eficaces (solo aumenta la probabilidad de mejora en un 52% respecto al placebo), aunque también de los mejores aceptados, ya que causa pocos efectos secundarios y tiene bajas tasas de abandono en los ensayos clínicos. De media, el fármaco más eficaz para reducir los síntomas de la depresión grave en adultos es la amitriptilina, que fue el sexto mejor aceptado de los 21 estudiados.




Entre el 50 y el 80% de las enfermedades mentales se inician en la infancia

LAURA PERAITA   |    ABC   |   10/10/2019

La jefe de la sección de Psiquiatría del Niño y el Adolescentes del Hospital Gregorio Marañón asegura que «estamos muy enfadados porque nuestro sistema sanitario no dispone de una especialidad en Psiquiatría Infantil»
Dolores Moreno, jefe de la sección de Psiquiatría del Niño y el Adolescentes del Hospital Gregorio Marañón, profesora asociada de la Universidad Complutense de Madrid, presidenta de la Asociación Española de Psiquiatría del Niño y el Adolescente (AEPNYA) y vocal de la Asociación de Científicos de Salud Mental del Niño y Adolescente de la Fundación Alicia Koplowitz, muestra su gran preocupación por el hecho de que no exista en nuestro país una especialidad de Psiquiatría Infantil. «Sinceramente, no lo entiendo. Me gustaría ser políticamente correcta, pero es difícil. Los profesionales médicos estamos muy disgustados con este asunto».
Asegura que en 2014 fue una especialidad, pero esta decisión solo duró unos meses «por un efecto colateral de la caída del Decreto de la troncalidad». Insiste en que si a alguien nos debemos parecer «es a nuestro entorno, a los países desarrollados que tienen esta especialidad médica. Con el gobierno anterior todos los grupos parlamentarios estaban de acuerdo en apoyar la decisión y en que se sacara por la vía rápida. Cuando estábamos a punto de conseguirlo el gobierno actual decidió sacar un Real Decreto para las especialidades nuevas. Le dijimos que ya había consenso parlamentario y que todos estaban a favor de que la psiquiatría infantil fuera una especialidad y que no nos llevaran otra vez a la casilla de salida. Pero no fue así. Ahora la petición está en un borrador. Con estos gobiernos tan cortos no hay manera. Nosotros vamos cumpliendo todo, pero cada político nos dice una cosa distinta. Estamos muy enfadados»

¿Qué supone tener esta especialidad?
Lo primero, estar al nivel del resto de países desarrollados, sobre todo cuando en España tenemos un sistema sanitario tan poderoso y valorado. Estamos a la cabeza, además, con un sistema que es público. La especialidad supone que se pueda tratar a los pacientes por personas especialmente cualificadas porque estas enfermedades son muy prevalentes.
Aunque tiene áreas muy parecidas a otras especialidades –como la Pediatría, la Neurología, la Psiquiatría general...–, tiene aspectos muy distintos y concretos, como el conocimiento o la investigación, y abarca a un sector de la población que, salvo que los adultos tengamos la capacidad de defenderlo bien, es muy vulnerable y con una prevalencia de enfermedades mentales muy alta.
Invertir hoy en salud mental es invertir en que nuestros hombres y mujeres tengan a largo plazo menor discapacidad porque entre el 50 y el 80% de las enfermedades mentales se inician en la infancia. Cuanto antes intervengamos con personas capacitadas para ello, mejor será.
Como tutora de residentes y coordinadora de una unidad docente multiprofesional, puedo apuntar que los residentes tiene una formación de cuatro meses en Psiquiatría infantil. ¿Cómo haciendo cuatro meses puede estar una persona capacitada para atender a niños? Pues hacemos lo que podemos. Nosotros estamos en un hospital muy potente y ofrecemos un año de formación, pero muchos otros centros no pueden hacerlo.