miércoles, 23 de enero de 2013

Las personas con enfermedad mental y los medios de comunicación

Los enfermos mentales y sus familiares normalmente no reclaman que se oculte o falsee la realidad, sino que se ofrezca una imagen más justa, objetiva y respetuosa, por parte de los medios de comunicación, y no basada en el desconocimiento.

   Estigma y discriminación social 
-  El estigma social afecta directamente al enfermo mental, disminuyendo su autoestima, favoreciendo el aislamiento y dificultando pedir ayuda. De ahí que sea muy necesario que los periodistas se informen muy bien, antes de dar una noticia, tanto si es mediante la prensa escrita como por radio o televisión.

-  La mitad de la población confunde enfermedad mental con discapacidad intelectual, y estudios rigurosos sobre el tema explican que no tiene que ver una cosa con otra. Y este dato es una variable más del estigma que sufren los enfermos mentales. Se les tacha de "tontos" y esta etiqueta les hace mucho daño.

-  Un 83% de la población, en general, desconoce que es la esquizofrenia y también otro tipo de patologías muy frecuentes hoy en día como es el transtorno bipolar, o la diferencia entre depresión endógena y exógena. A este último tema dedicaré uno de mis artículos pues es muy interesante saber qué tipo de depresión se padece, ya que en un principio los síntomas son muy parecidos.

-  Los medios de comunicación reflejan generalmente los estereotipos de la sociedad, pero bien informados pueden ayudar mucho a luchar por modificarlos, ya que en general los enfermos mentales necesitan mucho afecto, y si sólo lo reciben por parte de la familia, si es que lo reciben, y los amigos y conocidos les ningunean, se sienten culpables, desvalidos y con pocas ganas de vivir.

-  El contacto directo con las personas con enfermedad mental es la mejor manera de conocerlas y obtener y transmitir una información clara, y objetiva sobre sus vidas, aunque ningún enfermo ni aún con la misma patología es igual a otro, ni reacciona de la misma manera.

   Realidades.
-  La persona con enfermedad mental no es violenta, ni peligrosa. Ella y su familia no tienen la culpa de la enfermedad, aunque algunas personas por desconocimiento así lo crean. Ésta no se contagia y se puede curar en muchos casos, se puede trabajar y vivir como los demás, casarse y tener hijos. Estudios demuestran que 1 de cada 4 personas sufrirá una enfermedad mental a lo largo de su vida, ya que la trepidación y el ritmo de vida en el que estamos todos enrolados, queriendo hacer cuatro cosas, cuando el tiempo te permite hacer dos o tres, y si haces la cuarta te privas del sueño necesario, tarde o temprano lo pagaremos.

-  En una conferencia escuché exponer a un psiquiatra del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, que cada vez los problemas de enfermedades mentales empiezan a edad más temprana. A los niños se les sobrecarga con deberes, se les estimula la competición y además muchos hacen otras disciplinas extraescolares, generalmente deporte. Eso unido al poco diálogo familiar porqué en muchos casos los padres trabajan, hace que el niño no pueda jugar, no se relaje, y coja el hábito de dormir pocas horas y con un sueño no reparador.

   Recomendaciones para los que trabajan en los medios de comunicación 

-  Intentar dar las noticias sobre este tema de forma más humana y respetuosa hacia los propios enfermos mentales y sin dejar de decir la verdad, difundir contenidos con imágenes positivas, que también las hay, facilitando que sean los propios enfermos los que expliquen sus experiencias y sean los protagonistas de la noticia  o del reportaje.


M. Carme Samaranch


Ni "locos" ni incapaces.

• Sólo el 5% de las personas con enfermedad mental tiene un empleo estable
• Trabajar mejora el curso de la patología y reduce las recaídas
• Un millón de personas sufre este tipo de patologías en España
• Los recortes están afectando a los programas de inserción y formación
• La falta de atención social aumenta el riesgo de exclusión
• Con la crisis, crecen los trastornos de ansiedad, angustia y depresión

Elena Mengual | Daniel Izeddin (Vídeo) | Madrid | 10/10/2012

Basilio García iba para periodista, pero un brote de esquizofrenia le alejó de su objetivo. Desanduvo los 700 kilómetros que separan Madrid de su Ceuta natal y se encerró en su casa. Y en sí mismo. Allí pasó por todos los estadios. "Al principio te sientes raro, desorientado. Luego viene el deterioro, la crisis, el rechazo... Lo peor es levantarse cada mañana sin tener un sitio donde ir, sin tener un rol social".

Hoy pertenece a ese escaso 5% de personas con enfermedad mental que tiene un empleo estable, en concreto, como funcionario en Ceuta. "Mi caso es un triunfo. Es sólo cuestión de una oportunidad. El problema es que el 95% no la tiene".

Habla de esa barrera invisible que impide la inserción laboral de la mayoría de los afectados por patologías mentales. Una barrera compuesta casi al 50% por el estigma y los prejuicios que lleva aparejados la enfermedad mental -"la locura", como se diagnosticaba no hace tanto- y la autocensura del propio enfermo, que duda de su capacidad para afrontarlo. De ahí a la exclusión social no hay más que un paso.

Crisis económica y salud mental
En España, el 9% de la población padece este tipo de enfermedades, y el 15% las padecerá en algún momento de su vida, según datos del Ministerio de Sanidad. Unas cifras que el Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM) eleva hasta el 25% de la población.

La crisis económica ha implicado un empeoramiento de la salud mental de los españoles. "Las cifras de patologías graves, como esquizofrenia o trastorno bipolar se mantienen estables, pero han aumentado enormemente los casos de ansiedad, angustia y depresión, que pueden desencadenar otros más graves", explica José María Sánchez Monge, presidente de la Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Discapacidad (Feafes).

"Con la crisis, han aumentado enormemente los casos de ansiedad, angustia y depresión", explica Sánchez Monge

La crisis también hace mella en los programas de atención a las personas con enfermedad mental. Los recortes están asfixiando a numerosas asociaciones. Personal que no cobra, centros que cierran y una "disminución de la atención a los discapacitados, y fundamentalmente a estos enfermos", explica Sánchez Monge, quien teme que esto se traduzca en más situaciones de exclusión social.

Los recortes han barrido buena parte de las iniciativas puestas en marcha para incorporar a estas personas al mercado laboral: centros especiales de empleo y programas de inserción en empresas 'normales' se quedan sin fondos.

Invertir en políticas de empleo o en pensiones
Algo contraproducente desde el punto de vista de Anna Cohí, presidenta de Feafes Empleo. "En épocas de 'vacas flacas' los niveles de inserción no pueden ser menores si queremos garantizar la igualdad de oportunidades", afirma. Máxime cuando diferentes estudios demuestran que las personas con enfermedad mental que cuentan con un trabajo estable sufren menos recaídas (hasta un 54% menos), acortan sus estancias en hospitales y, en consecuencia, se reduce el gasto. "¿Qué es más rentable, invertir en políticas en políticas de empleo y prevención, o en pensiones de incapacidad?", pregunta, retóricamente, Anna Cohí. "El trabajo dignifica, mejora la autoestima y el curso de la enfermedad es mejor", concluye.

"La atención de la mayoría de los enfermos se reduce a una visita de 10 minutos al psiquiatra cada tres meses"

Una visión que comparte Ángel Lozano, trabajador social y gerente de Feafes Castilla y León. Recuerda que la enfermedad mental suele irrumpir en torno a los 20 años, "cuando la persona se está formando. De ahí la importancia de los centros de formación y las políticas de inserción", explica. "El trabajo les convierte en ciudadanos".

Lozano subraya, además, que "el 80% de la inversión en enfermedad mental se va en ingresos hospitalarios y urgencias, cuando en los hospitales está sólo el 7% de los enfermos mentales". Aboga, por ello, por un cambio de modelo, que lleve a los trabajadores sociales hasta los enfermos, y no al revés. "El enfermo mental, cuanto peor está, más se aísla", recuerda, y se muestra seguro de que cuando se dan situaciones de violencia es porque la persona no ha recibido la atención adecuada.

Diagnóstico, pastillas y a casa
"La mayor parte de las familias guarda un amargo recuerdo del inicio de la enfermedad mental", explica Lozano. "Salen del médico con un nombre -el de la enfermedad- y unas pastillas. Se sienten solos". Es lo que le sucedió a Luz María Cañas. A los 11 años, su hermano empezó a comportarse "de forma extraña". Recuerda la angustia y el agobio de aquellos días. No sabían que hacer. "En aquel entonces se tardaba mucho en saber", explica. Cuando llegó el diagnóstico, esquizofrenia, su hermano fue internado en el psiquiátrico de Ciempozuelos.

"Era necesario cerrar los psiquiátricos. El problema es que lo hicieron sin dar alternativas", afirma Cañas

"Las terapias le fueron bien, De hecho, empezó a trabajar con 16 años como albañil en el Ayuntamiento de Cuenca y hoy -con 56- sigue". La atención que recibe actualmente poco tiene que ver con la de hace cuatro décadas. "Para empezar", recuerda Cañas, "antes a los enfermos mentales no les atendía el sistema sanitario, sino la beneficencia". Con la reforma sanitaria de 1986 se incorporaron a la red general, lo que implicó el cierre de los psiquiátricos. "Había que hacerlo, el problema es que lo hicieron sin dar alternativas", y todo el peso recayó en las familias.

"La atención de la mayoría de las personas con enfermedad mental se reduce a una visita de 10 minutos al psiquiatra cada tres meses", explica Basilio García. "No es suficiente, hace falta más atención social, no sólo terapéutica".

"Si continúan las reducciones presupuestarias, los retrasos en el pago de subvenciones, no se apoyan los programas desde el ámbito sociosanitario y se reduce la atención a las recetas médicas y los servicios de urgencias, se dará un gravísimo salto hacia atrás en la calidad de vida de decenas de miles de personas", advierte Sánchez Monge.