EVA MILLET | La Vanguardia |
20/03/2021
Encarna Muñoz, médico y
psicoanalista, publica 'El principio de la vida' (Vergara), dedicado a los
primeros meses del bebé.
Defensora del concepto de la
madre 'adecuada', no 'perfecta', asegura que el arranque de una nueva vida
es período abrumador pero que, bien hecho, es una garantía para el
bienestar del niño.
En su consulta, la doctora
Encarna Muñoz atiende a muchas madres primerizas. Mujeres “ansiosas y
desorientadas”, describe, ante el torbellino físico y emocional que supone la
llegada de un bebé. Muchas han leído todos los libros de crianza que toca leer
y se han suscrito a las webs por las que toca navegar. Pero, como señala esta
psicoanalista clínica, tanta información puede confundir: “Y llegar a perturbar
el acercamiento a nuestros hijos a partir del instinto, que debería ser el que
mandara en la crianza”.
Pese a ello, Muñoz ha escrito un
libro; El principio de la vida (Vergara), dedicado a los
primeros meses del bebé. Especialmente, el primer trimestre, que califica de
“trascendente": “Porque es el periodo en el que se establece el primer
vínculo, la primera forma de relación, y nacen las bases para el
establecimiento de la salud mental del niño”.
“Los tres
primeros meses son de dedicación y adaptación al máximo a las necesidades del
bebé, para crearle la sensación de que el mundo es seguro”.
En estos primeros tres meses, explica Muñoz, el recién
nacido no sabe que es distinto a la madre. Se siente parte de ella, como una
misma persona. “La fusión es total”, resume Muñoz. “Pero será durante este
periodo cuando el bebé tendrá que tomar conciencia de que es distinto. Cuando
empieza a diferenciarse y a percibir lo que la madre siente”. Y es en este
proceso de diferenciación cuando se estructura la base para el psiquismo: los
procesos psicológicos (percepciones, emociones, motivaciones…), que forman la
actividad mental de una persona.
“La madre, en este momento”,
cuenta esta especialista, “hace como de pantalla frente a las alteraciones que
pueda sufrir el hijo, para que nada le perturbe el crecimiento”. La madre
protege, alimenta y mima al bebé en una etapa que suele ser extenuante pero que
podría verse como una inversión para un buen futuro. Y no solo para el bebé,
sino para toda la familia. “Sí, exactamente. Los tres primeros meses son
dedicación y adaptación al máximo a las necesidades del bebé, para crearle la
sensación de que el mundo es seguro. Pero si este periodo funciona, el niño
después se siente seguro y todo será más cómodo cuando la madre vuelva a
trabajar… Las mamás deben saber que la dedicación tan absoluta que implican
estos tres primeros meses se ve recompensada”.
“Cuando mi tercer hijo era muy
pequeño me fui a un congreso a Nueva York y, aunque fue un período corto,
cuando volví… ¡No me conocía!”
Precisamente por ello ha escrito
este libro. Para todas esas madres abrumadas que creen que esta intensidad dura
años o, simplemente, son ajenas a la importancia de este primer periodo. Ella
lo era cuando fue madre: “Este libro surge también de la experiencia de mi
inconsciencia. Cuando mi tercer hijo era muy pequeño me fui a Nueva York, a un
congreso. Y aunque fue un periodo corto y lo dejé bien atendido, cuando volví…
¡No me conocía!”, recuerda. “Al cabo de un par de horas el bebé ya se
tranquilizó pero fue una impresión brutal…¡Pero es que yo no tenía ni idea de
que esto podía suceder!”.
Por eso quiso estudiar y escribir
sobre la trascendencia de la madre durante los primeros meses. Un tema sobre el
que psicoanálisis ya teorizó y que la neurociencia está ratificando. “Creo que
si las madres están informadas van a tolerar mejor esta etapa y van a ser más
adecuadas”. Porque el requerimiento es tan grande que muchas sienten que
pierden el mundo, su vida: “Parece que todo quede muy lejos y que el niño las
vaya a absorber para siempre… Pero no, es solamente este periodo el que implica
tanta demanda”.
Una madre ‘corriente’ – La
terapeuta Encarna Muñoz es partidaria del concepto de una madre ‘corriente’,
acuñado por Donald Winnicott a mediados del siglo pasado. Ese pediatra y
psicoanalista fue pionero en utilizar la psicología como herramienta de crianza
y reivindicó lo que él llamó «la madre suficientemente
buena». Winnicott instaba a huir de la idea las madres perfectas, que cumplían
a rajatabla los dictados de crianza del momento. Animó a confiar en el instinto
y a no agobiarse por alcanzar la perfección. ‘El niño’, concluye Muñoz, se
tiene que desarrollar sin la mirada competitiva y autocastigadorade la madre de hacerlo todo bien.
Una madre corriente, que decía Winnicott, es una madre que falla”. Y
esto es bueno: “Porque, al no ser perfecta, el hijo podrá soportar las
imperfecciones del mundo y de sí mismo. Y podrá relacionarse con los seres
humanos tranquilamente sin tener que estar agobiado por un ideal inalcanzable”.
Un periodo que no es tan largo
como propugna un estilo de crianza hoy en boga, la llamada “crianza respetuosa”
o “de apego”. Esta tendencia estipula que para un buen desarrollo del niño son
necesarias la lactancia a demanda y prolongada, el porteo (cargarlo con un
portabebés, renunciando al cochecito) y el colecho (compartir cama con la
criatura), hasta que el niño decida que quiere dejar de mamar, de ser porteado
o de dormir con los padres. El apego hoy se entiende como una crianza muy intensiva
y sin límites, que puede abrumar a la madre.
"Las tendencias son como un péndulo: van de un lado a otro y no se quedan en el punto
medio”, reflexiona Muñoz. “Y hace tiempo que he detectado este fenómeno del
apego extremo y, también, el problema: las dificultades que tienen las mamás
para separarse de los hijos, para dejarlos crecer”.
Ella, que ha escrito un libro
sobre la importancia de la dedicación durante los tres primeros meses, recalca,
que la madre tiene que tener vida propia. “La madre tiene que ser una persona
que esté ahí, por supuesto; pero si ella no puede mirar hacia otro lugar, el
niño no podrá mirar hacia otro lugar que no sea ella. Se quedan ahí pegados… Y
la vida familiar se convierte en una tragedia. En consulta vemos los estragos
que puede llegar a hacer una madre posesiva”.
“El apego extremo también genera
problemas: las dificultades que tienen las mamás para separarse de los hijos,
para dejarlos crecer”
Por ello, pasado este primer
periodo, tan intenso, hay que empezar a dejar ir, paulatinamente y con
confianza. Es cierto, añade, que lo ideal sería tener bajas maternales más
largas: “Pero no para estar pegada a la criatura sino para organizar su mundo.
Para que la madre esté presente y que ellos tengan suficiente mamá pero,
también, ganas de bajarse de sus brazos y explorar”. Sin embargo, su
experiencia le dice que “si se hacen bien estos tres meses”, el niño se adapta
y si va a la guardería o se queda con un cuidador, conseguirá recrear ese mundo
seguro que construyó la madre. “Ella podrá ir a trabajar más tranquila y él la
esperará, porque sabe que mamá es un sitio seguro. Y siempre lo reitero, porque
si no las pobres madres que tienen que trabajar se pueden sentir fatal, como si
estuvieran cometiendo un crimen.”
El sentimiento
de culpa existe, como también la competición por quien es la madre más
sacrificada y devota, la que amamanta más o la que estimula más. A esta
terapeuta le parece que el concepto de super madre no es sano:
“Esta autoexigencia es una imposición de las propias mujeres y llegas a ver
algunas que viven muy mal lo que consideran fracasos personales, como no poder
dar el pecho. Es algo que sucede y causa gran desazón, pero yo me pregunto: ¿No
sería mejor para el niño a lo mejor un buen biberón, dado con tranquilidad, que
una madre estresada por el pecho?”.
¿Qué
ocurre si, por la razón que sea (prematuros, enfermedad…) no se puede atender
al bebé durante los primeros meses? ¿Y qué pasa con los niños adoptados? La
doctora Muñoz nos recuerda que esta etapa es muy importante pero no
determinante: “Estamos hablando de las condiciones ideales, pero si estas no se
han producido, el niño -a no ser que el primer entorno haya sido muy hostil-,
encontrará el camino”. Si la madre está enferma, puede ser sostenido por otra
persona hasta que ella mejore. “Y si ese vinculo ha sido bueno y se ha sentido
querido; el niño espera. Los bebés que han estado en un hospital, por ejemplo,
maduran antes. Se sostienen”. Incluso los niños adoptados parecería que están a
la espera que venga alguien. “Y cuando eso sucede, todo lo que no han hecho
antes se desarrolla, florece.”