LAURA PERAITA | ABC | 22/09/2021
Especialistas
de la Clínica López Ibor explican qué aspectos predisponen a tener un brote
psicótico que puede desencadenar sucesos como el de Noelia de Mingo el pasado
lunes.
La terrible
agresión múltiple que tuvo lugar el pasado lunes en la localidad de El
Molar, cuando Noelia de Mingo actuó, al parecer, bajo un brote
psicótico, ha causado gran conmoción social. La salud mental está cada vez más
presente en los medios de comunicación, a falta de una atención mucho más
exhaustiva. Algunas fuentes señalan que aunque la edad a la que suelen aparecer
estos trastornos se fija entre los 18 y 25 años, lo cierto es que desde los 14
se puede sufrir un brote psicótico.
¿Hay señales que
nos puedan indicar que un niño es proclive a sufrir un episodio de estas
características? Según Marta Galindo, neuropsicóloga de la Clínica
López Ibor, los
episodios psicóticos no suponen un diagnóstico per sé; no obstante, «niños que
presentan otros problemas de salud mental son más proclives a sufrir un
episodio psicótico, como son trastornos del estado de ánimo o trastornos del
espectro autista. En familias con antecedentes de síntomas psicóticos se debe
prestar especial atención —advierte—. Estos serían los aspectos que
predisponen a sufrir un episodio, pero también debemos tener en cuenta los
precipitantes que hacen más probable la aparición de un brote psicótico: tomar
sustancias psicoactivas o vivir un periodo de estrés intenso y mantenido en el
tiempo».
Elena
de la Cruz,
terapeuta ocupacional de esta clínica, apunta que la prevención de estos
episodios es compleja, ya que a menudo son imprevisibles y generados por la
combinación de diferentes aspectos. «Como norma general, lo
principal es evitar el consumo de las sustancias psicotrópicas (lo que
incluye drogas ilícitas y lícitas como el alcohol), cuando no sean recetadas
por un facultativo, y reducir la exposición a estresores intensos o aprender a
manejar emociones de manera funcional».
Medidas que reducen la gravedad
De igual manera,
explica que las personas con factores de riesgo (como antecedentes personales o
familiares de trastornos psiquiátricos asociados con síntomas psicóticos)
pueden beneficiarse de terapia individual y psicoeducación familiar, junto con
grupos terapéuticos para evitar situaciones de riesgo. Estas medidas,
además, reducen
la gravedad y el impacto del episodio, ya que permiten detectar de manera más
temprana síntomas y actitudes previas.
«Se ha demostrado
—matiza De la Cruz— que el hecho de poseer una red sólida de apoyos
familiares y sociales resulta muy beneficioso en la recuperación del
paciente, así
como en su reintegración ocupacional y social, lo que a su vez reduce las
posibilidades de sufrir nuevos brotes y, desde luego, la gravedad y el impacto
de los mismos en su salud y en su día a día».
Pero, ¿qué hacer si
un día un hijo nos sorprende con un brote psicótico? ¿Cómo actuar en ese
momento? Ambas expertas aseguran que muchos episodios son transitorios
en su variante más grave o visible, por lo que, una vez que cesa, muchas personas
minimizan su importancia y no piden ayuda profesional. «Lo recomendable
—aconsejan— es consultar con un profesional para determinar el diagnóstico y el
abordaje más idóneo. Sin ninguna duda, la evolución es más favorable cuanto
antes se recibe ayuda profesional, concretamente de psicólogos y psiquiatras
especializados.
Origen multicausal
La atención
especializada de un equipo de salud mental «es necesaria —añade Marta Galindo—
para ajustar los recursos a las necesidades de cada momento: psiquiatra,
psicólogo, terapeuta ocupacional, enfermero, educador social, etc. El abordaje siempre debe de ser
multidisciplinar,
combinando tratamiento farmacológico con psicológico, familiar, ocupacional y
educativo. No se resume a un trabajo en una etapa puntual, ya que el objetivo
no es solo reducir la sintomatología, sino también promover la salud y potenciar factores de
protección ante
la posibilidad de un nuevo episodio. En este momento es importante trabajar con el paciente
y sus allegados, ya que el ambiente socio-familiar influye en la
probabilidad de apariencia de un nuevo episodio».
No obstante, a la hora de detectar posibles brotes entre los adolescentes y jóvenes adultos, «hay que prestar atención al estado anímico que presenta y observar si ha habido variaciones en su conducta. Un episodio psicótico puede estar ligado a otros problemas de salud mental, sufrir una pérdida de interés mantenido en el tiempo, alteraciones de sueño o insomnio, cambios en la conducta significativos con sus amigos o el aislamiento social. «No debemos olvidar —matiza esta neuróloga— que sufrir un brote tiene un origen multicausal, por lo que si al estrés sumamos otros factores de riesgo como es la pérdida de ocupaciones significativas y satisfactorias, tener otro diagnóstico psiquiátrico o consumir sustancias tóxicas, el riesgo aumenta».