LOIS BALADO | lavozdegalicia.com | 10/04/2023
Tener mayor conocimiento de cómo funciona la mente puede ayudarnos a tener actitudes menos tóxicas de cara a nosotros mismos y a los demás.
Pese a la salida del armario de la
salud mental, existen conceptos muy básicos de nuestros comportamientos y
emociones que debemos comprender y nadie nos ha explicado
Al mismo tiempo que nos aplaudimos como sociedad por haber sacado
del armario a la salud mental —algo que sin duda hemos hecho—,
cada día cometemos errores que maltratan nuestras emociones. No pasa nada,
estamos aprendiendo, pero es importante no caer en la autocomplacencia: hemos
mejorado a la hora de exponer un problema, pero estamos lejos de la excelencia.
Por eso debemos seguir formándonos, y si no podemos o queremos acudir a una
psicoterapia, sí al menos descubrir cómo funcionan nuestras cabezas.
Hay conceptos que son básicos y que todos debemos conocer. Evidentemente, no se trata de que todos nos convirtamos en psicólogos de la noche a la mañana, igual que no necesitamos ser todos nutricionistas para encontrar una dieta equilibrada. La intención es trascender, poco a poco, de esa primera capa superficial de conocimiento que tenemos sobre el funcionamiento de nuestras mentes aportando conceptos que un estudiante de primero de psicología podría encontrarse nada más desembarcar en la carrera.
1.
Nuestra atención es limitada: tanto lo que quieras, como lo que quieras evitar,
se convertirá en el centro de tu vida
Para reducir
nuestros comportamientos tóxicos y mejorar nuestra
capacidad de cuidado, necesitábamos a alguien que fuese capaz de ser didáctico
y, a la vez, que estuviese en contacto con las principales problemáticas que
hacen que los pacientes recurran a la psicoterapia. Para ellos nos fuimos a la
Universidad Autónoma de Madrid y concertamos una cita con Raquel
Rodríguez-Carvajal, que además de su labor docente en el
centro, codirige la unidad clínica de la universidad. Es decir, enseña y
ve a pacientes. Ella nos guiará en este manual.
«Hay
una cosa que cae de cajón, que es de primero de psicología,
pero que condiciona el 99,9 % de las discusiones absurdas que tenemos las
personas y el sufrimiento», explica. Como para no quedarse a escucharla. Este
gran motivo de discusión es no darse cuenta de que «nuestra capacidad
atencional es limitadísima». ¿Cómo afecta esto tan masivamente a nuestras
vidas? La psicóloga lo explica a través de un experimento clásico.
«Se trata de un experimento clásico, de los años 70, en el que se puso a dos hooligans de dos equipos de fútbol ingleses rivales frente a un televisor. Ambos con la misma agudeza visual y a la misma distancia del televisor. El resultado es que donde uno ve un penalti, el otro no. Atencionalmente, nunca, jamás, dos personas ven las mismas cosas, se quedan con las mismas cosas o procesan las mismas cosas. Es imposible, incluso a nivel fisiológico», explica.
«Ponerse a discutir sobre lo que pasó es una pérdida de
tiempo enorme. Nunca te vas a poner de acuerdo. No porque seas malvado, porque
el otro te mienta o te autoengañes, sino porque fisiológicamente es imposible
recordar las cosas igual»
Dicho
esto, ¿por qué es tan trascendente para nuestras vidas entender que nuestra
atención es limitada?, ¿cómo puede mejorar eso nuestra salud
mental? Explica la docente que nuestra atención, además de
ser limitada, es selectiva. Y es selectiva, precisamente para subsanar lo
limitada que es. ¿En qué se traduce esto? «Pues ya sabes, te acabas de comprar
un coche y de repente media ciudad se ha comprado tu coche. Te quedas
embarazada, y de repente todo el mundo está embarazada. ¿Qué pasa?, ¿que antes
no había esos coches? No, es que así funciona la mente humana. Ahora está
prestando atención a la información que actualmente le está resultando
relevante», comenta Raquel Rodríguez-Carvajal antes de ir al meollo de la
cuestión: «Una cosa de primero de psicología que digo mucho a mis
pacientes es que, tanto aquello que quieras ver como lo que
quieras evitar, se convertirá en el centro de tu vida.
Porque la atención se dedica a eso. A monitorizar aquello que consideras
importante; bien porque lo quieras, bien porque lo quieras evitar».
Por
tanto, y esta es la enseñanza con la que debemos quedarnos, no tiene sentido
centrarnos en discutir qué pasó, sino que debemos centrarnos en evitar que
vuelva a ocurrir. «Si la gente fuese consciente de la pérdida tan grande
de tiempo que es ponerse a discutir sobre lo que pasó, nos evitaríamos muchos problemas.
Porque nunca te vas a poner de acuerdo. No porque seas malvado, el otro te
mienta o te autoengañes. Es que es imposible, fisiológicamente hablando,
recordar las cosas igual. En vez de discutir sobre lo que pasó, trata de
discutir sobre qué vamos a hacer la próxima vez para que no pase, eso sí es
útil», remacha. Primera enseñanza.
Cómo nuestra atención limitada es una complicación para nuestras vidas se aprecia con claridad en los pacientes de ansiedad. Son personas que hipermonitorizan todas tus sensaciones, se vuelven el centro de su día a día; «mientras, la vida pasa por los lados y no te das ni cuenta».
2.
Sostener los sentimientos: no hay emociones buenas ni malas
Pasamos
del 'yo' al otro para entrar en el segundo punto, importantísimo. Aunque pueda
sonar extraño, no hay emociones buenas ni malas.
Y esto es algo que debemos grabarnos a fuego. «Lo más importante es saber
sostenerlas», explica la profesional. Pero, ¿esto qué quiere decir?
«Parece
existir urticaria a sentir emociones. Corriendo nos lanzamos al juicio o a
intentar quitárnosla del medio. En sí mismas, las emociones no son ni buenas ni malas. Dependerá de lo que hagas con ellas que se conviertan en algo
bueno o algo malo para ti», introduce la doctora en psicología y profesora en
la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Por ejemplo, la ira.
«Uno podría pensar que la ira puede ser algo horrible, pues no, porque si tú
eres una persona que tiene problemas para poner límites o ser asertivo,
bienvenida sea la ira que te dará la energía para decir ‘hasta aquí'. Otro
ejemplo, la tristeza, ¡qué casualidad que de entre todas las emociones sea la
única que nos permite parar y replantearnos las cosas!», señala
Rodríguez-Carvajal que explica que solo la tristeza es capaz de hacer esa labor
tan necesaria de 'reseteo' mental.
Pero
cumplir con esta máxima no es sencillo. Básicamente, porque se nos ha enseñado a
que debemos hacer todo lo contrario. Casi todo el mundo coincidirá en que,
cuando un amigo lo está pasando mal, habrá que hacer un esfuerzo para que se
sienta mejor. «Vivimos en una sociedad muy orientada al hedonismo en la
que se considera que las emociones 'malas' hay que eliminarlas, cuando, en
realidad, tienen una función fundamental para muchas cuestiones del ser humano.
A la hora de ayudarnos a nosotros mismos o a otros, cuando sentimos una
emoción, lo primero que tenemos que hacer es acogerla si es propia o
sostenerla si es del otro», detalla, advirtiendo que esto es algo «muy difícil»
y que ella misma, pese a su formación —su currículum es excelente—, muchas
veces falla. Así que, sin culpa. Si falla ella, vamos a fallar nosotros.
3. Empatía
frente a simpatía, entender las diferencias y escuchar
Derivado
de este punto, nos encontramos con esta tercera parada en nuestro viaje por
asumir aspectos esenciales de la psicología. Partimos de un marco supremo que
deberemos aplicar ante nuestros problemas, pero sobre todo, ante los problemas
de los demás: no juzgar.
«Cuando
ves a tu hijo llorar, quieres sacarlo de ahí, cuando lo que tienes que hacer es
estar con el niño y acompañarle en el dolor: llorar, callar y no decir nada.
Sostener el daño de alguien a quien quieres es muy complicado, por eso una
de las máximas es no hacer terapia con alguien con quien tengas un vínculo
afectivo. Porque pierdes la distancia emocional que necesitas para poder
ayudar», dice la psicoterapeuta. Esto, a nivel profesional, ¿pero qué hacemos
entonces si una amiga está mal?, ¿le negamos nuestro apoyo? Para nada,
simplemente limitémonos a no querer jugar a ser psicólogos: «Si quieres ayudar,
acompaña. Sostén el dolor del otro, escuchando de verdad y sin juzgar. Cuando
hay un vínculo afectivo, es lo que hay que hacer. Cuando no
hay conocimiento psicológico, lo más importante es escuchar y sostener.
Si todo el mundo lograse hacer esto con las personas que queremos, tendríamos
resultados increíbles».
Intentar por cualquier método sacar a alguien de su dolor
diciéndole lo que tiene que hacer supone desempoderar a la persona.
No extraerá un aprendizaje, cuando la persona que mejor sabe lo que tiene
que hacer es ella misma. Hay que darle un entorno de apoyo, no de juicio. Si
somos lo suficientemente hábiles podemos preguntarle cosas para que esa
persona descubra por sí misma el camino. Darle instrucciones supondrá hacerle
dependiente.
4.
El estrés y la atención son procesos incompatibles
Tras
entender los anteriores puntos, podemos abordar este cuarto apartado: el estrés y
la atención son procesos incompatibles. Si a una persona se le está haciendo
'bola' un problema que tú ves como una nimiedad, no trates de exponerle que eso
que le pasa es una tontería. «Ya sabemos que nuestra atención es limitada. Pero
es que cuando tú estás más estresado, tu capacidad de prestar atención está todavía
más mermada. Eso es lo que pasa cuando estás emocionalmente afectado, que por
mucha calma, por mucho cariño y mucho santo santorum que te
explique, hasta que tu no te desactives y abandones la tensión que
sientes, no empezarás a ver otras cosas. Es un proceso que tiene que hacer
la persona», cuarta enseñanza de este curso de psicología básica.
Conviene
entender que, pese a que tras esta reseña sobre el estrés, podamos verlo como
algo negativo, no lo es. Se trata de un mecanismo que, aunque nos merme nuestra
atención, nos permite 'dejar de sentir' para cubrir nuestras necesidades. «Si
tú te haces un esguince, la gente te dirá ''espérate a que se enfríe, verás
como te duele''. Aunque tú tengas un daño real, si van a atropellar a tu hijo,
sales corriendo. La pregunta aquí es, ¿no existe el dolor?, ¿me autoengaño? ¿o
es que hay un mecanismo que me permite dejar de sentir? Pues es la tercera
opción. Tenemos un mecanismo que nos permite dejar de sentir; cuando te
estresas, pierdes capacidad atencional. No estás prestando atención a tu dolor.
El estrés y la atención comparten vías de comunicación: si la vía se
satura por el estrés, no hay sitio para la atención», comenta la docente. Por
tanto, y una vez más, no juzgues un problema de una persona por mucho
que te pueda parecer absurdo. Te agotarás y no servirá de
nada.
5.
Tratar de evitar el malestar es el principio del problema
Confiesa
Raquel Rodríguez-Carvajal que esto es algo que no le enseñaron en la carrera y
que ha tenido que aprender con los años dedicados a su profesión: tratar de
evitar el malestar es el principio del problema.
En
principio, tratar de evitar un problema podría parecer una buena idea, lo que
en psicología se conoce como «evitación experiencial», pero Rodríguez-Carvajal
desgrana como lo que, a priori parecería un buen escenario, lo único que hace
es impedirnos seguir adelante. «Evitar el malestar es la forma en la que la
persona se va a autolimitar. Buscamos evitar cosas constantemente en vez
de aprender a hacer frente a aquello que no nos gusta,
sobre todo cuando son cosas que tratar de evitarlas lo único
que conseguirá es reducir el campo de acción: lo que puedo hacer, hasta
dónde puedo llegar, qué puedo aprender o cómo me puedo desarrollar», comenta.
De
nuevo, para resolver estas autolimitaciones que nos imponemos, el problema es
que va en contra de nuestra cultura; de nuestra forma de entender el
mundo. «Pensemos qué cosas te suele decir la gente cuando te planteas exponerte
al sufrimiento: ''¿Pero para qué haces eso?, ¿para qué te metes ahí que vas a
sufrir?'' Pero la realidad es que estar siempre evitando el malestar impide al
cerebro aprender nuevas herramientas para hacer frente a las cosas, y así te
vas autolimitando. Es uno de los problemas de nuestra cultura hedonista, que
nos está haciendo cerrar nuestro círculo de experiencias por querer evitar
constantemente el sufrimiento».
En este apartado, cuando se habla de 'exponerse al
sufrimiento', no se está refiriendo a tener que soportar y aguantar situaciones
que no deben ser toleradas, sino de situaciones en las que la persona
quiere aprender a superarlas para mejorar su calidad de vida.
6.
Entender la diferencia entre resignarse y aceptar
En
España, a nivel de salud mental, partimos de un problema de base: no hemos sabido
entender el enfoque positivo de la psicología. La psicología
positiva se basa en hacer un uso funcional de las emociones, en que
no las hay ni buenas ni malas. Y esto lo hemos confundido con un ideal irreal
de la felicidad y el «tú puedes». Ante esta confusión
mayúscula, se nos está haciendo mucho más complicado entender lo que supone la
contraposición entre resignación y aceptación.
Porque existen diferencias muy significativas entre ambas, enfoques que
resultarán perjudiciales o no para nuestra salud mental.
Rodríguez-Carvajal
parte, en esta sexta premisa, de una realidad incuestionable: «A veces en la
vida te vienen mal dadas; situaciones en las que tenías ocho cartas en tu
mano y que, de repente, se quedan en cuatro». Hay, básicamente, dos formas de
afrontar situaciones de este tipo: «En contextos así, hay gente que sigue
en su vida resignada, la vive de forma gris, y ves que es una persona que se
autolimita, que se detiene, que no avanza. La clave entre resignarse y aceptar
es que la aceptación sí que lleva a la acción, te
lleva a querer jugar la mejor partida de cartas de tu vida con las cuatro que
te quedan», expone la profesora.
Es
común que interpretemos y asumamos que, si las cosas vienen mal
dadas, lo que toca es aguantar, «y eso es autodestrucción en vida»,
sentencia Raquel. ¿Cómo sabremos si estamos aceptando?, «cuando la
aceptación nos lleva a la acción», apunta la psicóloga. Por tanto, esta será la
sexta enseñanza que incorporaremos a nuestra vida. Entender que resignarse y
aceptar son cosas muy distintas.