S.F. | ABC-Familia
| 01/07/2019
Se necesitan al menos tres días para
que el cuerpo se adapte a las rutinas
Tras el verano
de 2017, un 33 % de los trabajadores en España aseguró haber sufrido síndrome postvacacional, según
una encuesta realizada por Adecco. En 2018, esta misma empresa repitió la
consulta y el resultado reveló que la cifra había aumentado en cuatro puntos
porcentuales, alcanzando al 37 % de los trabajadores.
¿Cuáles
son los síntomas? Cuadros de fatiga, apatía, dificultad para
concentrarse, trastornos del sueño,
nerviosismo y tristeza; nada, en realidad, que pueda considerarse con entidad
clínica. Son los síntomas normales ante un cambio de rutina, un proceso
transitorio que no suele alargarse más de tres o cuatro días.
«La mayoría de las cosas que hacemos en nuestra vida,
hasta un 40 %, decía el psicólogo William James, están basadas en hábitos», expone Manuel Armayones,
psicólogo y director de desarrollo del eHealth Center, centro de salud digital
de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Tenemos una rutina durante todo
el año que
a veces nos cansa, nos quema, pero nos permite ir en «modo automático». Cuando
llega el verano, también al principio, en ciertas personas aparecen
dificultades de adaptación a los nuevos hábitos, aunque sean positivos. Luego,
cuando nos empezamos a acostumbrar, «va y se acaba». En realidad lo que pasa es
que nos hemos adaptado a una rutina y tenemos que romper con ella para volver a
la anterior.
¿Cuándo
puede suponer un problema? «Existen casos extremos en los que se experimentan
ataques de ansiedad, depresión, dolor de cabeza o malestar general. Afectan a
una minoría y pueden durar meses», expone el estudio. «En algunos casos, solo
en algunos, hay que ver si detrás existe algo más. A veces, hay que pensar si lo
que hacemos es aquello que realmente nos gusta y en caso contrario establecer
un plan realista para el cambio», apunta en este sentido Armayones.
Estas
crisis son necesarias porque nos hacen despertar un poco del «modo automático».
Hay que aprovecharlas como oportunidades de generar un cambio y emplearlas para
reflexionar: «¿Por qué me está costando tanto volver?», «¿qué es lo que hay
realmente detrás?», dice el psicólogo. Y a partir de ahí, debemos intentar
conseguir que pasen cosas. Mucha gente se hace propósitos de año nuevo y mucha
gente puede hacérselos en septiembre o en agosto, si ha cogido las vacaciones
en julio. La filosofía sería: «aprovecha ese momento para verlo como una oportunidad».
Consejos para
adaptarse a las rutinas:
1.-Conectar
unos días antes. Una
opción interesante, según señala Armayones, es volver a conectar paulatinamente
durante los últimos días de las vacaciones. Avanzar y planificar un poco la
vuelta a la rutina hace más fácil eliminar la incertidumbre y tener una
sensación de control que permitirá llevar mejor el día a día.
2.-Ir
poco a poco. Pasar
de cero a cien no es bueno para nada. Vayamos poco a poco: «ahora que empiezo,
voy a superar los tres primeros días que son algo pesados y poco productivos».
En este caso, propone funcionar sin caer en pensar que tenemos que empezar a
trabajar y que todo se nos haga una montaña.
3.-Valorar
la parte positiva. ¿Volver a trabajar puede tener una parte positiva? Por
supuesto que sí. Tener una actitud positiva ayuda significativamente. Volver al
trabajo es una gran oportunidad para reencontrarnos con compañeros con los que
nos llevamos bien, pensar en nuevos proyectos y desarrollar nuestra faceta
profesional. Si nuestra actitud es positiva, la vuelta al trabajo será mucho
más sencilla.
4.-Crear
nuevos hábitos saludables. «Hemos roto con la rutina del verano, que, a veces, no
es tan sana como pensamos porque trasnochamos más, comemos peor, nos damos más
licencias, y muchas personas llegan con tres o cuatro kilos de más. Pues
aprovechemos para plantearnos pequeños retos. No hace falta apuntarse al
gimnasio, pero incorporemos pequeños retos a
nuestro día a día», recomienda el experto. En sus palabras, el secreto es
identificar un hábito saludable (por ejemplo, subir un tramo de escalera), un
contexto adecuado donde desarrollarlo (siempre el mismo) y premiarnos por ello
(autofelicitarnos).
En
esta filosofía se basa el método «tiny habits», del investigador y profesor de
la Universidad de Stanford B. J. Fogg: «un hábito no es más que un
comportamiento que repetimos mucho en un mismo contexto y acabamos
automatizando». La vuelta de vacaciones es una buena ocasión para reiniciar nuestros malos
hábitos y
cambiarlos por otros más sanos.
5.-Planificar
el ocio. «Somos
muy de blancos y negros. Acabamos las vacaciones y de golpe y porrazo parece que
nos metemos en una especie de túnel en el que no hay fines de semana, días de
fiesta o tardes libres», completa el experto. Para ello, una buena opción
es planificar
un poco el ocio para
no caer en la vorágine de la oficina y de las llamadas de teléfono de un día
para otro. En sus palabras, esta es la mejor manera de no tener la sensación de
que todo es trabajo en nuestra vida.
6.
Comenzar proyectos vitales ilusionantes. La vuelta de vacaciones es un buen
momento para pensar si quiere hacerse un voluntariado o iniciarse una actividad
cultural, por ejemplo. Volver a la rutina es más fácil si la llenamos de los
buenos ratos que pueden proporcionarnos las actividades culturales, educativas
y altruistas.
7.
Aprovechar las rutinas. La rutina es una concatenación de hábitos y los
hábitos no son más que comportamientos que a fuerza de repetirlos acabamos
automatizando sin pensar. Pero para que se establezcan estos hábitos hay que
practicar y muchas veces encontrarles espacio en nuestro día a día. «Si las nuevas
rutinas que podemos establecer al volver de vacaciones son positivas puede que
hasta nos acabemos alegrando de que las vacaciones terminen. ¡De nosotros
depende!», concluye el director de desarrollo del eHealth Center de la UOC.