martes, 23 de junio de 2020

Sensibilidad social: una habilidad básica para relacionarnos

ELENA SANZ   |   La Mente es Maravillosa   |   20/04/2020


Las personas socialmente sensibles gozan de mejores relaciones sociales, ya que son capaces de captar la información sutil, pero relevante, que el otro transmite. En este artículo hablaremos de qué caracteriza y cómo podemos aproximarnos a las dinámicas de estas personas.
Como seres sociales, los humanos pasamos gran parte de nuestro tiempo relacionándonos con otros. Desde que nacemos y en todos los ámbitos de nuestra vida, la socialización juega un papel fundamental en nuestro éxito y felicidad. No obstante, no todos contamos con la misma pericia a la hora de interactuar. Y esto depende en gran medida de nuestra sensibilidad social.

Pues la comunicación va mucho más allá de las palabras. El grueso del mensaje se transmite a través de gestos, posturas, entonación… elementos, en definitiva, más sutiles y difíciles de captar. Es en este plano, donde las personas con una alta sensibilidad social juegan con ventaja, pues acceden a una mayor cantidad de información.

¿Qué es la sensibilidad social?

La sensibilidad social podría definirse como la habilidad de captar y percibir las señales sutiles en la comunicación y responder adecuadamente a ellas. No hablamos de reconocer expresiones faciales simples, como enfado, alegría o sorpresa. Nos referimos a la capacidad de inferir las implicaciones profundas de la situación.

La persona socialmente sensible tiene la destreza para decodificar correctamente las emociones y pensamientos de los demás, incluso cuando estos traten de ocultarlos. Logran incluso inferir las intenciones y rasgos de personalidad de su interlocutor; y hasta entienden la complejidad de la relación entre dos personas a las que observan.

Todos, aunque sea en un nivel mínimo, hemos puesto en práctica esta habilidad. Por ejemplo, cuando realizamos este tipo de afirmaciones:
“No lo dijo, pero se notaba que el regalo no le gustó.”

¿Cómo nos beneficia la sensibilidad social?

Esta habilidad resulta de gran utilidad en diversos ámbitos. Las personas sensibles socialmente gozan de mejores relaciones personales. Cuentan con un mayor número de amistades y estas son más cálidas y armoniosas. Igualmente, sus relaciones familiares y de pareja son más equilibradas y gratificantes.

Se ven, también, beneficiados en el ámbito laboral, ya que poseen una ventaja a la hora de desempeñar todos aquellos puestos de trabajo que requieren de una percepción social rápida y correcta. Son grandes terapeutas, mediadores y diplomáticos. Y suelen tener éxito en ventas y negocios.

Por su lado, los individuos «insensibles» pueden encontrar mayores dificultades interpersonales,  ya que se pierden gran parte de la información relevante. Pueden no ser capaces de captar correctamente titubeos, contradicciones o expresiones faciales que aportan datos de suma importancia respecto a lo que está ocurriendo socialmente.

¿De dónde surge esta habilidad?

A la vista de la importancia de la sensibilidad social, cabe preguntarse por qué algunas personas son más sensibles que otras y si esto puede trabajarse. Pues, en primer lugar, hemos de tener en cuenta que se trata de un rasgo relativamente estable. Depende en gran medida de nuestra idiosincrasia particular y del ambiente en el que crecimos.

Por ejemplo, se ha detectado que quienes crecen en familias menos expresivas desarrollan una mayor sensibilidad social. Por el contrario, criarse en un núcleo familiar abierto hace innecesario potenciar esta capacidad para identificar sutilezas.

Sin embargo, el número de contextos sociales diferentes a los que estamos expuestos también juega un papel relevante. Así como nuestra predisposición a captar las señales. Por ello, es posible mejorar la sensibilidad social abriéndose a experimentar interacciones con personas y ambientes diversos.


Esto nos ayudará a crear el hábito de fijar nuestra atención más allá de la comunicación meramente verbal. Así como a establecer asociaciones entre el comportamiento de las personas y su estado interior. Desarrollar tu sensibilidad social puede serte de gran utilidad, por lo que te invitamos a comenzar a poner en práctica estas capacidades.

La crisis del coronavirus. La otra enfermedad que viene detrás del alta.

ANA ALFAGEME   |   Madrid   |   El País   |   20/04/2020

Los hospitalizados por covid-19 pueden tener una factura psíquica semejante a la de las víctimas de catástrofes naturales.

Los únicos momentos de optimismo que sentía Carlos Barra en el hospital de Móstoles, su hospital, se los daba el teléfono y sus cuidadores, desde las limpiadoras a los médicos: “Hasta me traían dibujos que habían hecho sus hijos”, recuerda. El resto fue miedo y noches en blanco. Médico y gestor de amplia experiencia, Barra sabía que su hipertensión y sus 71 años jugaban en contra. Pero hubo suerte y la neumonía en un pulmón no le hizo precisar oxígeno. Ahora, de alta y sacudido por varias malas noticias, entre ellas la muerte de su suegra, se siente más quebrado y empático emocionalmente. “Y agradezco mucho las conversaciones con la jefa de Psiquiatría. No sé si tendré secuelas, sí es así espero acudir a quien sabe”. ¿Cómo saldrán anímicamente los miles de enfermos graves de la covid-19 tras pasar semanas postrados en el hospital, con solo visitas virtuales, aterrados por un súbito empeoramiento y algunos, los más críticos, peleando contra la muerte enchufados a un ventilador?

La epidemia del SARS de 2003 da algunas pistas. También causada por un coronavirus, registró una alta tasa de mortalidad. Los pacientes más graves fueron sometidos, como ocurre a los afectados ahora, a penosos tratamientos. Un estudio realizado en un hospital de Hong Kong —uno de los epicentros de aquel brote, con 1.755 casos y 297 muertos— reveló que más de la mitad de los supervivientes que habían estado ingresados (58%) tenía afectación psíquica, básicamente estrés postraumático (47%) y depresión grave (44%). A los 30 meses, aún estaban dañados un tercio de los supervivientes, la mayoría con síndrome de estrés postraumático (25%), ese estado caracterizado por revivir el hecho doloroso en pesadillas o flashbacks, causar evitación de los escenarios del drama, un perenne estado de hipervigilancia e incluso anestesia emocional. Otra investigación realizada en el mismo territorio autónomo que analizó el estado mental de los enfermos transcurrido un año desde que fueron dados de alta halló igual proporción en la factura psíquica: más de un tercio de los enfermos recuperados sufrían ansiedad y/o depresión moderada o severa.

Los más vulnerables, resalta este último estudio, eran los trabajadores sanitarios enfermos o los que habían perdido algún familiar por la infección. Algo que en España, con cientos de miles de contagiados, muchos con enfermos o fallecidos en una misma familia, hace prever un sombrío panorama en términos de salud mental. Tampoco ayudará el alto número de profesionales que han contraído la enfermedad, más de 30.663, según los últimos datos.

En catástrofes naturales (huracanes, ataques terroristas), el daño psíquico en las víctimas directas es similar, según detalla el epidemiólogo e investigador en este campo Sandro Galea, decano de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston: entre el 30% y el 40% sufrirán estrés postraumático. Las tasas de depresión grave también crecen, señala, ya que esta condición ya es muy común en la sociedad. Y aporta un dato: uno de cada 10 neoyorquinos mostró mayores síntomas de depresión en el mes posterior al 11-S.