OLGA PEREDA | Madrid | El Periódico | 16/10/2024
El dilema de usar bien o mal el
dispositivo banaliza el problema: debemos ayudar a que se desarrollen
habilidades para tener una relación saludable con algo diseñado para ser
altamente adictivo
En EEUU, la empresa Meta ha sido
demandada en 41 estados federales por fomentar problemas de salud mental y
adicción entre menores; lo mismo está pasando con TikTok
Entre los 14 y 16 años deben aprender
el negocio de las tecnológicas y qué técnicas usan: pueden usar app desde el
móvil de la familia, pero no puede tener perfiles propios
Cuando ya sabes lo que hay detrás de la pantalla, de los 16
a 18 años es un buen momento para hacer prácticas. Igual que en el carnet de
conducir. Tendrán su primer 'smartphone', pero van a estar acompañados gracias
a una estrecha relación de confianza con sus progenitores. A partir de los 18
obviamente serán libres, pero también serán los únicos que hagan frente a las
consecuencias.
Hay voces autorizadas que
piden más educación y menos prohibición.
Es cierto y comprensible hasta cierto
punto si se enfoca con esa dicotomía. Cambiemos el enfoque ‘educar o prohibir’
porque una cosa no quita la otra, igual que el alcohol o el carnet de conducir.
No sé si se restringirá o no, pero la futura legislación no vendría a reducir
derechos, sino a salvaguardarlos. Cuando le damos un 'smartphone' a un niño no
le abrimos una puerta al mundo, sino le abrimos al mundo una puerta de acceso
directo a nuestro menor en un momento que no está preparado. En ese mundo hay
mucha gente, las tecnológicas con sus intereses, la industria pornográfica, los
pedófilos... No se le prohíbe nada al niño. Con las discotecas pasa lo mismo.
No se impide a ningún menor que entre en una, se le prohíbe al dueño de la
discoteca que los menores accedan. De todas formas esto es una cuestión que va
mucho más allá del mero dilema de la edad. Aquí hay muchos actores implicados,
menores, escuelas, familias, instituciones e industria.
¿A qué edad le deberíamos
entregar un 'smartphone' a nuestros hijos?
Hay que retrasar la edad, ya sea por un
pacto social o por una ley. Hay evidencia científica muy sólida que indica que
cuanto antes se le dé a una persona un producto con acceso a internet aumentan
las probabilidades de desarrollar un problema de salud mental o conductual y,
por el contrario, no aporta beneficios sustanciales que compensen esos riesgos.
Pero es primordial dar educación desde el principio. Retrasar la edad por
retrasar no va a solucionar mucho. Tienes que educar a esa persona y darle
recursos. La base de la libertad es el conocimiento. Es decir, poder elegir.
Para poder escoger entre la puerta A o la puerta B tienes que saber qué hay
detrás de ambas puertas.
¿A qué nos arriesgamos si
no retrasamos la edad?
En la última década, sobre todo gracias
al discurso hegemónico de las tecnológicas, se ha puesto encima de la mesa un
dilema: usar los dispositivos bien y usarlos mal. Eso banaliza la identidad
real de muchas de estas aplicaciones y pone toda la responsabilidad en el
usuario. No estamos hablando de una tecnología neutra, no estamos enseñando a
una persona a andar en bicicleta. Lo que estamos haciendo es ayudar a una
persona a que desarrolle capacidades para que pueda entablar una relación
saludable con algo que ha sido diseñado para ser altamente adictivo. Si no
tienen esas capacidades aumentarán las posibilidades de sufrir las consecuencias,
problemas de salud mental, déficit de atención, 'ciberbullying'... Los datos
que proporciona el informe 'Facebook Files' al respecto son muy esclarecedores.
Recordemos que, en EEUU, la empresa Meta ha sido demandada en 41 estados
federales por fomentar problemas de salud mental y adicción entre menores. Lo
mismo está pasando con TikTok.
¿Los teléfonos
inteligentes no son neutros?
Las redes sociales y videojuegos con
'lootboxes' (diseño adictivo), que es para lo que la mayoría de adolescentes
usan un 'smarpthone', no son una tecnología ética a nuestro servicio. Ya en el
mismo titular está el engaño. No están hechas para socializar. Su diseño es
asocial, el objetivo es mantener a esa persona cuanto más tiempo delante de la
pantalla. Primero hay que comprender esta tecnología y segundo, hay que saber
en qué manos las dejamos. Es decir, comprender las leyes naturales de un
adolescente, de su cerebro. No se le puede pedir un uso responsable a una
persona que no puede hacerlo, hay que mirar las dos caras de la misma moneda.
¿Cuándo lo pueden hacer?
La madurez completa del cerebro llega a
los 25 años. A los 16-18 se da un punto de inflexión muy importante, de ahí que
sea la edad para que sea legal el consumo de alcohol o poder conducir. Un
adolescente tiene una determinada sinfonía cerebral: la amígdala está lejos de
su desarrollo, el hipocampo no tiene suficientes experiencias enriquecedoras y,
sobre todo, al córtex prefrontal le queda mucho por avanzar. En cambio, el
accumbens (buscador de placer) está prácticamente desarrollado. Esto explica
que todo adolescente, de manera natural, sea sumamente impulsivo y anteponga
los premios a los riesgos. Tienen serias dificultades de prever las
consecuencias a medio-largo plazo de sus acciones y les cuesta decir basta
sobre algo placentero. Es imposible que un niño de 12 años haga un uso
responsable de la tecnología porque su cerebro no está preparado y porque la
propia tecnología busca explotar las vulnerabilidades de ese cerebro mediante
gratificaciones inmediatas y diferentes técnicas psicológicas y tecnológicas.
Hemos dejado una herramienta sumamente potente en manos de una persona que no
es capaz fisiológicamente. Si somos sinceros, reconoceremos que los adultos
también tenemos serias dificultades. El cambio comienza en nosotros, dando
ejemplo y educando holísticamente. No podemos pedir aquello que nosotros no
somos capaces de hacer.
¿Qué soluciones tenemos?
Esta tecnología ha venido para
quedarse, pero la pregunta es cómo y en qué sentido. Las redes sociales no van
a desaparecer y, además, si tenemos madurez, conocimiento y recursos podemos
llegar a controlarlas y nos pueden ofrecer grandes ventajas. Así que nosotros
planteamos tres pasos. La educación está desde siempre, pero entre los 14 y 16
años se abre una ventana cognitiva. El adolescente tiene que entender qué hay
detrás de la pantalla antes de ponerse delante de una. Esa etapa que planteamos
es algo así como estudiar el examen teórico del carnet de conducir. Le
enseñamos el negocio de las tecnológicas, qué técnicas usan y sus
consecuencias.
¿Sin acceso al móvil?
De los 14 a los 16 pueden hacer uso de
determinadas aplicaciones, por ejemplo, desde el teléfono de las familias. Pero
el punto de vista de las madres y los padres tiene que ser pedagógico, el menor
no puede tener perfiles propios. El niño tiene que saber en qué se basa el
negocio de las multinacionales, que se supone que son gratis para el usuario.
¿Cómo es posible que ofreciendo algo gratis se hayan convertido en las empresas
más ricas del mundo?
Porque les entregamos
nuestros datos.
Y esos datos los venden, hacen dinero
con ellos. Para conseguir tus datos, cuanto más tiempo pasas delante de la
pantalla, mejor. Como te decía, hay que hablar a los adolescentes de cómo
funciona la tecnología y las consecuencias, que van más allá de los problemas
de salud mental o conductuales e incluyen también las 'fake news'.
¿Y la siguiente fase, a
partir de los 16 años?
Cuando ya sabes lo que hay detrás de la pantalla, de los 16 a 18 años es un buen momento para hacer prácticas. Igual que en el carnet de conducir. Tendrán su primer 'smartphone', pero van a estar acompañados gracias a una estrecha relación de confianza con sus progenitores. A partir de los 18 obviamente serán libres, pero también serán los únicos que hagan frente a las consecuencias.
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