Rosanna Carceller | lavanguardia.com | 02/09/2024
En España, el 35% de los mayores de 65 años
cuida a sus nietos y nietas varios días por semana. Cuando este rol se ejerce
por obligación y con el peso de mucha responsabilidad, puede conllevar
problemas físicos y emocionales
Falta todavía
una semana laborable de verano para que comience el curso escolar. Se han
agotado opciones de casales, vacaciones familiares y campamentos, y es el
momento, para muchas familias, de recurrir a los abuelos —como muchas
seguramente ya han hecho durante el resto de período estival—. En España, el
35% de los mayores de 65 años cuida a sus nietos y nietas, al menos, varios
días por semana. Es un porcentaje doce puntos más alto que la media de la Unión
Europea (de 14,9 %, según datos de la encuesta Eurostat de 2018) y muy por
encima de las ratios de otros países del entorno, como Francia (13 %) o
Alemania (15 %). Son datos del estudio Abuelos y crianza. El papel protagonista
de las personas mayores en el cuidado a la infancia, elaborado el 2023 por Aldeas Infantiles.
En
ocasiones los padres y madres no tienen otra opción: la precariedad laboral
sacude a las familias. 7 de cada 10 madres recurren a los mayores de la casa
para conseguir conciliar, según la encuesta Sin madres no hay futuro, realizada por el Club de Malasmadres y la asociación por la
conciliación Yo no Renuncio, que contó con la participación de 17.856 mujeres. “Las
abuelas y los abuelos se sitúan a la cabeza de la red de apoyo con la que
cuentan las mujeres en España para atender los cuidados de sus hijos”,
explicaba Laura Baena, fundadora del Club, durante la presentación del
trabajo en Madrid.
Si
bien la literatura científica muestra que, en términos generales, el cuidado de
nietos se asocia a consecuencias positivas para las personas de edad avanzada,
“un porcentaje nada despreciable de población no lo vive así. Es el caso de los
cuidadores que ejercen cuando no hay otro remedio, los llamados cuidadores
primarios, custodios o subrogados, los que no tienen más remedio que asumir el
cuidado de nietos porque los padres han fallecido, están ausentes, o bien no
pueden ejercer bien la paternidad por motivos laborales, debido a la ausencia
de políticas de conciliación”. Lo explica Andrés Losada, catedrático de
Psicología de la Universidad Rey Juan Carlos yvicepresidente de la Sociedad
Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), que lleva más de 20 años
investigando sobre los cuidados en el ámbito familiar.
La
obligación de hacer lo que se espera de un abuelo
El
problema surge cuando el cuidado de los nietos se percibe como obligación,
deber, responsabilidad y carga. “Hay personas mayores a quienes les encantan
cuidar a sus nietos. No podemos caer en el discurso simplista de “cuidar a los
nietos es una carga y es cansado”, cada persona es un mundo. Algunos estudios
que demuestran que tener nietos es un factor de buen pronóstico en algunas
evoluciones de enfermedades, como tener una red familiar, tareas, rutinas… Pero
es una cuestión de grado. Una cosa es tener nietos, cuidarlos y
relacionarte con ellos, con todo lo que aporta la relación intergeneracional, y
otra cosa es cuando esto se convierte en una obligación, “lo hago porque
debo”, “me siento culpable” o “mis hijos lo necesitan”. Ese es otro escenario”,
explica Montse Lacalle, doctora en Psicología, experta en personas
mayores y profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la
Educación de la UOC.
Según
Lacalle, aunque los abuelos hombres también cuidan a sus nietos, muchas más
mujeres que hombres se encuentran en la situación que describimos. “El rol del
cuidado siempre ha ido asociado en España a la figura femenina. La mayor
sobrecarga se la llevan las mujeres, que por su generación, han sido educadas
en la obligación de cuidar a la familia. Muchas de ellas ya han sido amas de
casa, y esto marca, tienen integrado el rol cuidador y lo explican desde la
devoción, pero en muchas ocasiones también desde la obligación”.
Abuelas
como Teresa (nuestro testimonio no quiere dar su nombre real), que tiene 70
años y dos nietos de 8 y 12. Hace cinco años se trasladaron de Madrid a
Barcelona y esto supuso para ella “una gran ilusión”. Al cabo de un año la hija
de Teresa se separó y necesitó ayuda familiar. “Entre la ayuda y la dependencia
hay un hilo fino que se puede ir recorriendo sin que no te des cuenta. Nos
encontramos, mi marido y yo, con unas obligaciones que ni esperábamos ni
queríamos.”, nos explica.
Durante
un tiempo, el peso del cuidado de los dos pequeños recaía en Teresa, que los
iba a buscar a la puerta del colegio tres o cuatro días a la semana, a las
cuatro y media de la tarde, les daba la merienda, los llevaba a las actividades
extraescolares, y a continuación a casa. “Todo eso era un trasiego, suponía
tener ocupadas todas las tardes. Además, un día a la semana los dos niños se
quedaban a dormir en mi casa porque ella trabaja en el audiovisual, y tenía
grabación fuera de Barcelona, acababa muy tarde. Dormían y al día siguiente los
teníamos que llevar al colegio”, recuerda. La situación empezó a hacer mella en
su estado de ánimo. “Veía que no podía más y sentí presión emocional
y angustia, me hizo sentir mal, incluso sensación de depresión. Por
eso me planteé plantarme, decir que no podía seguir así”, argumenta Teresa.
Las
fuentes de presión que sienten los mayores en esta situación, forzados a
ocuparse de sus nietos, son de tres tipos, según Losada. “La primera es la
cultura: vivimos en una sociedad muy familista y colectivista, en la que se
sobreentiende que la familia es la fuente principal y a veces casi única que
debe responder a estas situaciones. La segunda fuente de presión es externa,
son los pensamientos que hemos desarrollado, los valores y la forma de pensar,
que nos llevan a considerar que la solución pasa por nosotros. El tercer factor
son las condiciones socioeconómicas de las familias, que imposibilitan otras
alternativas. Muchas personas, si pudiesen, buscarían recursos
diferentes de los abuelos, pero los salarios y la conciliación en nuestro país
son de vergüenza”, apunta el catedrático de Psicología especialista en cuidados
en el ámbito familiar, Andrés Losada.
Muchas
personas, apunta Lacalle, que trata a muchos mayores en su consulta, ni
siquiera son conscientes de que tienen creencias que les condicionan y limitan
su vida. “Muchas personas no deciden objetivamente cuidar a sus nietos, sino
que deciden sus creencias, pensamientos irracionales sobre lo que deben hacer,
hacen las cosas porque tocan, porque, si no sería una mala abuela o una mala
madre”, explica la especialista.
Las
repercusiones físicas y emocionales
Ejercer
de abuelo como obligación tiene repercusiones físicas y también en la salud
mental de los mayores. “Ahora se llega a una edad más avanzada, pero eso se
asocia a más fragilidad. Además, por factores socioeconómicos, cada vez se
retrasan más la maternidad y la paternidad, y por lo tanto quienes empiezan a
ejercer de abuelos lo hacen con más fragilidad y con una salud mental o física no
del todo adecuada”, cuenta Losada. Hace años que el cardiólogo
Antonio Guijarro acuñó la denominación del ‘síndrome de la abuela esclava’ (una
“pandemia del siglo XXI” según él), no tipificado médicamente pero
perfectamente conocido por los psicólogos. Se trata de un conjunto de síntomas,
físicos y emocionales, relacionados con la obligación del cuidado de los
nietos.
Hipertensión,
insomnio o cansancio exagerado están entre los síntomas físicos de ese
síndrome, y “están relacionados con ansiedad o depresión, aunque la persona no
tenga estas patologías”, dice Lacalle. La ansiedad aparece porque las personas
a cargo de menores “tienen muchas demandas a las que hacer frente, a una edad
avanzada, cuando el cuerpo se resiente de la sobreactividad”, añade. A ello
Losada añade “cuestiones psicosomáticas como dolores de cabeza, de estómago,
problemas de piel…”. A nivel psicológico “sobreviene el estrés por tener
que estar pendiente de todo, y también porque cuando uno fuerza el motor más de
lo que debería, aparece el cansancio y la insatisfacción”, apunta Lacalle. La
doctora en Psicología explica que trata a parejas seniors porque no están de
acuerdo en esta cuestión, “la abuela quiere tener a los nietos cada día, y
tiene disputas con su marido porque quizá él no quiere tener niños en casa todo
el día”.
Algunos
síntomas físicos y psicológicos, de la abuela esclava :
- Hipertensión
- Insomnio
- Cansancio
- Dolor de cabeza
- Dolor de estómago
- Problemas de piel
- Ansiedad y estrés
Uno
de los problemas a la hora de abordar la cuestión cuando aparecen los primeros
síntomas, es que estos no se valoran en su contexto —el de ejercer de abuelos-.
“Si se consultan al médico de familia, quedan perdidos si no se hace una
exploración completa. Además, los síntomas emocionales a menudo no se comparten
porque si cuidas desde la culpa y el malestar, no te das permiso para explicar
el cansancio”, cuenta Lacalle. “Tampoco hay que perder de vista que personas de
60, 65 o 70 años vienen de una época y manera de vivir en la que no se
expresaban los sentimientos y las emociones”.
En
este mismo sentido se expresa Losada. “Hay una fenomenología psicológica que es
percibida de forma muy desagradable por parte de las personas afectadas, porque
uno les puede tener mucho aprecio a sus nietos, y les puede querer mucho, y a
su vez puede tener mucha presión. Puede surgir la duda de “¿cómo puede ser que
me agote o rechace el cuidado de mis nietos?”. Este tipo de pensamientos
empeoran la situación y hace que puedan tener elevados niveles de
sintomatología depresiva, que puede ser clínicamente relevante”, explica el
vicepresidente de la SEGG.
Las
soluciones para abordar el malestar
Teresa
llegó a un límite y pensó cómo plantear la cuestión. “Tuvimos que forzar a mi hija
a encontrar una solución, y lo acabó entendiendo. Ayudó a ello la enfermedad de
mi marido, tienen alzheimer leve. Le planteé claramente que no sabía cuanto
tiempo me queda de disfrutar con él, que lo quiero vivir, que quiero disfrutar
con él. Me dio la razón”, nos cuenta. Hablarlo sirvió para que el reparto del
tiempo en familia y las reglas del juego cambiasen, organizando las noches de
los pequeños con el padre, y contratando a una canguro. “Mi hija no tenía mucho
dinero, pero le dijimos que preferíamos ayudarla con dinero que con
obligaciones. Pactamos que un día a la semana estaríamos con los niños y los
disfrutaríamos. Ahora ya no es una obligación, me divierte”.
Teresa
cree que aprender a decir no y a poner líneas rojas fue determinante. “Lo fácil
es recurrir a los padres y si no ponemos límites, eso no se acaba nunca. Cada
vez te piden más cosas, inconscientemente. Lo entiendo porque me pongo en su
piel y quizá lo haría, no se dan cuenta del esfuerzo que supone para una
persona mayor salir de casa a las 4 de la tarde con la comida en la boca para
ir al colegio a buscar a los pequeños, y tener que estar toda la tarde
pendiente de ellos”. Cree que, sin huir de su responsabilidad como abuelos,
“esta debe ser mínima de responsabilidad y máxima de disfrute”.
Para
dar el paso que dio Teresa, según Montse Lacalle, lo primero es ser consciente
de la situación en la que te encuentras y preguntarte “¿estoy satisfecho?”,
“¿me gusta hacer esto?”. “Hay que hacer un trabajo personal para saber qué te
va bien y qué no, aprender a poner límites y a decir no, ponerte a ti por
delante”. En segundo lugar, recomienda la psicóloga, “hay que intentar no
sentirte mal con lo que sientes para hacer el tercer paso, que es comunicarlo a
los otros. Es un tema de asertividad, como pasa muchas veces con otros temas a
otras edades. No debes esperar que sea tu hijo quien te diga que este fin de
semana no me traerá a los niños para que tú descanses, que ellos te den el
permiso para descansar. Sería bueno poder decir, si es el caso “no me apetece
estar con los niños este fin de semana””, recomienda la psicóloga.
Según
Losada, lo ideal sería encontrar espacios para cuidarse uno mismo, mantener
actividad física y el descanso, aprender a organizar y optimizar el tiempo,
tratar de hacer reuniones con los hijos para hablar del tema y buscar
soluciones conjuntas, “que los hijos sean conscientes de esta situación. Nos
encontramos un momento en el que los hijos consideran muy prioritario el tiempo
para su ocio y descanso, y cuando no están trabajando quieren estar libres.
Tienen que entender que eso debe ser más prioritario para los abuelos”, afirma.
Para el psicólogo especialista en cuidados, otra herramienta importante es
“buscar un tiempo también para que los abuelos estén con sus nietos con sus
hijos presentes, un tiempo familiar, para que los abuelos disfruten en un
contexto más descansado. No se trata de repartirse a los nietos, sino de buscar
tiempos de calidad con toda la familia. Es decir, la presencia de los abuelos
no se debe producir exclusivamente para atender las necesidades de los nietos”.
Ahora,
aunque la canguro no tiene disponibilidad para la semana de septiembre antes de
empezar el curso, Teresa está encantada de pasar tres días completos con sus
nietos, “es puntual y serán como unas minivacaciones, iremos a la playa y me
hace ilusión preparar el inicio del curso, y comprar libretas y algún
material”. Y hace una reflexión que es una buena conclusión de su punto de
vista. “El tiempo de vida que nos queda de vida, lo queremos vivir bien,
con tranquilidad y sin agobios de horarios impuestos por los niños”.