JUAN PRIETO |
granadadigital | 17/11/2024
Con más de un millón de seguidores
en redes sociales, la conocida divulgadora habla de su nuevo libro ‘Cómo
tener tiempo para todo’ y recuerda los años que vivió en Granada
Es la
psicóloga más conocida de España y una de las más influyentes, con más de un millón
de seguidores en las diferentes redes sociales. Patricia Ramírez (Zaragoza,
1971), conocida como Patri Psicóloga, ha divulgado como nadie en este país no
solo sobre la salud mental, sino sobre otros importantes aspectos como la
actitud, la fuerza de voluntad, la confianza, el liderazgo, el optimismo y, en
definitiva, la psicología de la vida. Y lo ha hecho a través de sus múltiples
facetas como psicóloga, escritora, conferenciante e, incluso, como actriz en
los últimos años. Se licenció en Psicología en la Universidad de Granada,
donde hizo un máster de Psicología Clínica y de la Salud y un doctorado del
departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico. En la
ciudad de la Alhambra inició su carrera profesional, siendo pionera en la psicología
deportiva con el atleta Paquillo Fernández y, después, en el Club de Baloncesto
Granada. De ahí pasó a equipos de Primera División de fútbol como el Mallorca,
el Betis y el propio Granada CF, ya como preludio a una exitosa carrera
profesional abarcando diferentes ámbitos de su especialidad e impulsada por sus
numerosas colaboraciones en diferentes medios de prensa, radio, televisión y
revistas. Feliz y orgullosa madre de dos hijos, acaba de escribir su duodécimo
libro, ‘Cómo tener tiempo para todo’, que, vistas sus numerosas
obligaciones, seguro que parte de su propia experiencia. Toda la labor
divulgadora que ha realizado durante su trayectoria cuenta con un claro
objetivo: mejorar la vida de las personas
Pregunta: Con
todas las obligaciones personales y profesionales que acumulas, ¿tienes tiempo
para todo?
Respuesta: Es
que el título del libro viene a colación de la inquietud de muchas seguidoras
que me preguntaban: "Patri, ¿cómo tienes tiempo para todo?". En el
libro explico que cuando la gente me hace esta pregunta, lo que hacen es ver lo
que hago, pero no ven lo que dejo de hacer. Y eso es importante. Ven a una
mujer que actúa en el teatro, divulga en redes sociales, da charlas, cocina,
hace deporte, tiene tiempo para la familia... ¿Y cómo lo hace? Lo peor que
podemos hacer es compararnos con otras personas sin saber cuál es la vida que
no vemos. Las redes sociales son como 'El show de Truman', vemos algo ficticio
en el que se muestra una realidad, pero no muestra la otra en la que delego, en
la que renuncio, en la que priorizo. Tengo tiempo para todo porque he
convertido el todo en un 'todito'. A la vez que he ido haciendo cosas he ido
sacando otras. Ya no paso consulta, no tengo pacientes, he dejado de escribir
en Sportlife, ABC y en otros medios de comunicación. A medida que he ido
haciendo el teatro, he soltado otras actividades. No comparemos la vida de una
persona con la de otra y cómo le da tiempo a llevar todo y la casa porque
desconocen las cosas que he delegado. Tener tiempo para todo es revisar nuestro
todo para poder llegar a lo que es importante para ti.
P: ¿Cuál es el
objetivo de 'Cómo tener tiempo para todo'?
R: Que la
gente aprenda a honrar su tiempo. Nos hemos metido en este 'síndrome de la vida
ocupada' donde pensamos que hacer, hacer y hacer es sinónimo de éxito. La gente
llena su vida de actividades de ocio, profesionales o sociales pensando que
cuanto más hacen más éxito tienen, y terminan pensando que su autoestima
depende de la cantidad de cosas que hacen. En esta dinámica nos estamos
equivocando. Lo que quiero es que la gente reflexione sobre este estilo de vida
que tiene el nombre de 'síndrome de la vida ocupada' y que hemos normalizado
porque a cualquier persona a la que le preguntas te dice que va liadísima, que
la vida se le hace bola y que no tiene tiempo para todo. Hemos entendido que
esto es lo normal, pero no lo es porque está causando daño a nuestra salud
física y mental. No es normal estar todo el día ocupado y no tener un rato de
descanso. No es normal que le robemos horas al sueño porque terminas cenando a
las diez y media, sentándote en el sillón a las once y media, viendo tu serie
favorita hasta las tantas, enganchándote al siguiente capítulo porque ya no hay
que darle al play y levantándote agotado. No damos pie a que tenga lugar esa
fase del sueño tan importante que recupera nuestras funciones cognitivas,
memoria, atención y concentración. Así, te levantas irascible, ya vas enfadado,
sigues corriendo porque vas agotado y has puesto tres alarmas porque no te levantas
con la primera. Es como estar metidos en la rueda del hámster, todo el rato
mirando para adelante, sin parar a pensar, sin salir de esa rueda y sin
preguntarse si ese es el tipo de vida que quiero llevar. ¿De verdad quiero
estar en esta dinámica todo el día con la lengua afuera, sin tiempo para
pensar, sin tiempo para no hacer nada? La gente eso no se lo plantea, sigue,
sigue y sigue...
P: Y llega un
momento en que no puedes más y revientas.
R: Fíjate
que, además, tenemos el móvil que, continuamente, te está diciendo todo lo que
te estás perdiendo. Estás todo el día escuchando lo de cinco cafeterías veganas
nuevas en Granada que no te puedes perder, tres rooftops que han abierto en los
hoteles para tomarte un mojito con tus amigos que no deberías perderte, el
atardecer en la Sierra que no deberías dejar de ver, tres rutas por Sierra
Nevada... Y tú en tu casa con tus niños, dándoles de cenar, friendo croquetas y
diciendo: "Pero qué mierda de vida tengo y la gente por ahí con cosas muy
atractivas". Entonces lo que haces es trabajar más, intentar ganar más
dinero para poder comprar todo eso a lo que no llegas, para poder hacer tanto
viaje, tanta visita, tanta comida y tanta cosa que no te da tiempo ni de
asimilar. Y cuando te das cuenta estás totalmente saturado y pensando en el
futuro porque cuando estás en esa cafetería vegana que querías conocer, tu
cabeza te dice que todavía te faltan otras cuatro que no has visitado. Y en
lugar de disfrutar de ese café durante un rato, te lo tomas rapidito y
corriendo para ir a ver el atardecer que te has perdido. Es un agobio esa
sensación. Además, esto engaña a nuestro sistema de recompensa que es la
dopamina, que es una sustancia que generamos y que nos lleva a desear y a
involucrarnos en hacer cosas para poder alcanzar eso que deseamos. Entonces
pensamos que lo que vamos a conseguir va a ser muy gratificante, pero resulta
que hay una diferencia muy importante entre el deseo y el placer. El deseo
siempre es mucho más intenso que el placer que luego nos producen las cosas.
Cuando te escapas a esa cafetería vegana, sí, está bien, pero igual de bien que
tu cafetería con tus tostadas de toda la vida.
P: Te estás
creando unas expectativas tremendas que nunca vas a cumplir.
R: Unas
expectativas que no son y que, aunque luego las cumplas, tampoco hacía falta
cumplirlas porque con lo que tenías estabas bien. Antes veía gente que se iba a
Bali o a las Islas Seychelles y yo pensaba que el día que pudiera hacer eso...
Ahora ha llegado el momento en que me digo que no lo he hecho nunca y que no lo
voy a hacer. No puedo estar pensando que me estoy perdiendo algo increíble
porque igual las playas de Fuerteventura son tan bonitas como las del otro
lado. Lo que tengo que hacer es que si voy a Fuerteventura, disfruto las playas
de Fuerteventura.
P: Y,
posiblemente, los de Bali estén deseando venir a Fuerteventura.
R: Exactamente.
Ese estar todo el día pensando que me estoy perdiendo algo importantísimo en mi
vida que me impide disfrutar del aquí y el ahora. Es una pena y nos estamos
engañando.
P: Me ha
encantado lo de que hay que honrar el tiempo. En el libro hablas de que las
palabras 'rápido', 'deprisa' y 'ya' las carga el diablo.
R: El
cerebro es muy servil a las palabras que utilizamos. Se comporta, siente y
actúa en función de lo que decimos. Si utilizas palabras como "venga, va,
deprisa, niños a desayunar, vamos corriendo que no llegamos, que llegamos
tarde"... El cerebro las interpreta como si fuera hubiese un fuego que
apagar, porque el cerebro no entiende que estés corriendo todo el día para
nada. Nadie le gana 57 minutos al día que luego va a dedicar al yoga. Si al
final del día te sobra tiempo, lo vuelves a rellenar con más obligaciones que
te metes. Cuando utilizas esas palabras, el cerebro cree que ahí fuera hay una
urgencia y genera cortisol, que es la hormona del estrés, pero también activa
esa respuesta de la ansiedad a través del sistema nervioso simpático. O sea,
que tu sistema se activa porque entiende que correr es que estás en peligro.
Hoy en día sabemos que cuando uno va por la calle paseando con tranquilidad,
disfrutando del solecito, yendo a un paso normal y se encuentra con alguien por
la calle y se para a hablar, en vez de ir corriendo sin saludar, cuando uno va
de esa manera relajada el cerebro interpreta que se encuentra en un lugar
seguro y lo que hace es desactivar esa respuesta de ansiedad que tienen otros
cuando van corriendo a todos lados. Por eso una vida serena parte de un
vocabulario sereno. Tenemos que empezar a hablarnos con mucha más compasión,
amor y serenidad.
P: Más
tranquilidad en nuestras vidas.
R: Que
palabras como 'calma' o 'tranquilo' estén en nuestro vocabulario. Pero, en
cambio, la gente cree que si empiezan a hablarse de esa manera van a enlentecer
el proceso, se van a convertir en menos ágiles o en menos productivos, que es
otra palabra que odio, la productividad. Y es todo lo contrario. La gente va a
conseguir estar más presente, disfrutar lo que hace. Estar con esa monotarea va
a agilizar más porque cuando está tranquila consigue hacerlo mejor que cuando
va con bulla cometiendo errores. Tenemos que permitir que ese momento nos deje
una huella. Ahora, cuando vengo a Granada y paseo disfruto de una luz y de un
momento que cuando vivía aquí ya había perdido. Ahora voy pensando qué luz más
bonita hay en Granada, qué bonito es este rincón de Reyes Católicos, qué bonita
aquí la Catedral... Eso, cuando vas corriendo, no lo puedes apreciar. Tienes
que ir con los ojos muy abiertos por la vida para estar en esos detalles que
son más importantes que conocer las cinco cafeterías veganas.
P: Cuando
sufrí el infarto, mi psicólogo me recomendó aplicar 'La regla del ocho': ocho
horas para dormir, ocho para trabajar y ocho para disfrutar la vida. Porque,
efectivamente, una de las razones por las que me dio el infarto es porque no
disfrutaba la vida, estaba todo el día pensando en trabajar.
R: Esa
'regla del ocho' es muy importante. Sobre todo, es orientativa. Y las ocho
horas de descanso deberían ser innegociables. Si le robas horas al sueño, se
las robas a la vida. El sueño es el momento de reparación. Es como cuando
llevas el coche a la ITV, pero a diario. Y si no pasas la ITV a diario,
repercute en cerebro, funciones cognitivas, sistema hormonal, sistema endocrino
y sistema inmune. Funciones cognitivas como la memoria, la atención o la
concentración no funcionan bien si no descansas. También te levantas por la
mañana con menos glucosa y eso lleva a tener menos fuerza de voluntad y menos
autocontrol, a ser personas más impulsivas y a tomar decisiones inapropiadas.
El momento del descanso ayuda a reparar todo el daño celular que vivimos
durante el día. Si no respetas ese horario de descanso, vas a ser menos longevo
y, por supuesto, vas a sufrir alguna enfermedad. A ti la vida te pegó un susto
mayúsculo con un infarto, pero la mayoría de la gente tiene un montón de
consecuencias psicosomáticas debido a su estilo de vida: cefaleas tensionales,
problemas en la piel, calvicie, dolores de estómago, tensión en la mandíbula,
problemas relacionados con la ira, problemas de insomnio, toman antidepresivos
y ansiolíticos, beben más alcohol, compran de forma compulsiva o comen mal. Por
ejemplo, una persona que está frustrada o estresada no llega a casa y se hace
una ensalada o un salmón ahumado, sino que se hincha de pizza y se toma dos
copas de vino, que ha visto en las series que relajan. Esas partes
psicosomáticas te permiten seguir siendo funcional porque, aunque comiendo de
una manera inapropiada o con dolor de cabeza, puedes trabajar, llevar a los
niños al colegio o puedes tener una vida en pareja, pero las consecuencias se
atienden cuando llega el bombazo, que es lo que te pasó a ti, o cuando a
alguien le da una hemiplejia, una parálisis facial o cualquier cosa fruto del
estrés.
P: Hay que
vigilar esos síntomas.
R: Deberíamos
hacérnoslo mirar, porque si estás cansado físicamente de forma habitual, a
nivel cognitivo tienes problemas de concentración, estás confuso, tienes ganas
de llorar y no sabes por qué, tienes hábitos de vida poco saludables como no
hacer deporte, tienes que estar tirado en el sillón porque estás agotado, comes
mal, bebes mal, no eres capaz de dejar de fumar, tu carácter es un vinagre
porque "es que antes me reía y ahora es que ya no me río". Si tienes
eso, tienes que frenar. O sea, no puedes esperar a que llegue algo más gordo.
Tienes que parar y salirte de la rueda del hámster en la que estás ahí sin
contemplar nada más que mirar para adelante. Sal de la rueda del hámster, mira
tu vida e igual que has hecho una carrera universitaria, una formación profesional,
veinte másteres y tres cursos de inglés, dedica un poco de tiempo a estudiarte.
Qué quiero, cuáles son los valores con los que quiero vivir. ¿Me gusta mi
trabajo, me gustan mis compañeros, qué valores quiero en el trabajo, qué
valores quiero en la vida, con qué gente me quiero relacionar, qué actividades
quiero hacer? No te digo que cambies todo de golpe, pero empieza a trabajar en
pequeños cambios para tener una vida con más sentido y que te permita disfrutar
de tu presente.
P: Todos los
libros que has escrito tienen un fin: mejorar la vida de las personas.
R: Y la
mayoría de las personas querrían mejorar su estilo de vida y poder tener una
vida más serena, pero están metidas en ese bucle en el que, como no saben dar
un paso al lado, a pesar de que reconocen que tienen cosas que cambiar, siguen
ahí metidos. Y hasta que la vida no te saca, siguen ahí.
P: ¿Ese cambio
no se hace por miedo? Por miedo a un despido, a perder el poder adquisitivo, a
la posición social que se ostenta...
R: Eso
también. Pero la mayoría de las veces es por no tener tiempo para dedicarte
tiempo. La mayoría de padres y madres saben que educar a sus hijos desde el
respeto, sin gritos, sin amenazas o sin castigos va a generar una confianza o
una complicidad que luego, cuando llegue la adolescencia, va a ser maravillosa,
pero no tienen tiempo para cambiar su estilo educativo y siguen gritando y
siguen repitiendo las cosas veinte veces. La gente sabe qué es lo correcto,
pero no tiene tiempo para cambiarlo. Deberíamos dedicar una horita o media
horita al día a cambiar cosas de nuestra vida que mejore la relación con
nosotros mismos y también la relación con los demás.
P:
Especialmente con los más cercanos.
R: Claro,
los hijos, la pareja, la gente del trabajo... La mayoría disfrutamos de esa
persona que llega a tu vida y piensas: "Qué persona más tranquila, qué paz
tiene, qué alegría, qué sonrisa". También puedes ser esa persona, pero
tienes que pararte un momento y decidir cómo quieres estar presente en tu vida
y en la de otros.
P: Son
tantísimas cosas que gestionar como el tiempo, el estrés, la ansiedad, la
educación de los niños, el trabajo, el ocio, la relación de pareja, el
liderazgo... Y al final te olvidas de quererte a ti mismo.
R: Sí. En
el libro hay un capítulo que es cómo aprender a decir que no y a poner límites
porque tiene que ver mucho con la gestión del tiempo. Antes decía que hacer
muchas cosas durante el día nos lleva a tener la sensación de que somos
exitosos y que, además, nuestra autoestima termina configurándose en función de
todo lo que se hace. Tu madre dice: "Mi hija es una todoterreno, es una
madre increíble, lleva su casa, el trabajo, la acaban de ascender, va con las
amigas a correr…". Aprendes que cuando haces muchas cosas la gente te
valida. Y no eres capaz de decir que no a proyectos interesantes del trabajo.
¿Cómo voy a decir que no? Pensarán que dejo de ser competitiva, que no soy una
mujer que me interese mi trabajo, sino que parece que me da igual y que no
estoy motivada. Y cómo voy a decir que no a una cena con amigas... No sabemos
decir que no por miedo a no cumplir con las expectativas de otras personas o
por miedo a dejar de ser esa persona servicial que siempre está para los demás
y que ha aprendido a recibir amor y afecto por cómo se vuelca con otras
personas. Es cierto que nosotros tenemos que estar presentes en la vida de
otras personas y ayudar, porque si no, nos extinguimos. Lo acabamos de ver en
Valencia: o nos echamos toda la calle y arrimamos el hombro o aquello no sale
adelante. Que seamos personas de valores comprometidas con los demás es
increíble, pero el momento en el que ese compromiso anula el tuyo contigo
tenemos un problema. Ahí es donde está el autocuidado. Tenemos que tratar de
que en nuestro día haya momentos de autocuidado, que consiste en actividades
que pueden ser tejer, ordenar cajones, hacer deporte, taichí, meditar, cocinar
si fluyes cocinando, dibujar, escribir, leer, una rutina de belleza o dormir
una hora más. Son rutinas y actividades que cuidan de la salud física y mental
y a esas hay que hacerle hueco porque la mayoría, sobre todo mujeres, están con
el "ya llegará el momento" o "ahora no tengo tiempo". Y si
en tu agenda no metes running, gimnasio, yoga y lo pones ahí visible y
subrayado, cuando alguien te llame para otro compromiso lo pondrás en ese
lugar. O le haces hueco al autocuidado o el autocuidado nunca va a estar
presente. Y todo esto es pagando el precio de la salud mental y la salud
física.
P: Con
respecto a todo esto que estamos hablando, ¿dirigimos nuestra vida con libertad
o es la sociedad la que nos dice cómo tenemos que vivir?
R: La
gente cree que es la sociedad la que nos presiona, pero nos presionamos más
nosotros mismos. Tenemos un nivel de exigencia y de perfeccionismo que nos roba
muchísimo tiempo queriendo hacer todo perfecto. Si tu hijo trae un ocho ya le
estás inculcando que si hubiera dejado la tablet o el teléfono habría sacado un
diez. Y tenemos la sensación de que, hagas lo que hagas, nunca es suficiente;
que tienes que hacer las cosas mucho mejor para que la gente te quiera o para
que te quieras tú mismo. Si pierdes el tiempo con ese nivel de exigencia, que
luego igual la gente ni siquiera va a apreciar, lo estás robando a momentos de
descanso. Vigilemos este nivel de exigencia y de control. Hemos montado con el
control el éxito de nuestra vida. Hay que controlarlo todo. Si controlas lo
controlable, bien, porque te puedes poner a salvo muchas veces y puedes
prevenir muchas situaciones. Pero cuando tratas de controlar lo que no es
controlable sufres un desgaste mental importantísimo, como si tu madre se toma
la medicación y por eso la llamas cada día, o te pasas todo el día pensando si
tu hijo se habrá puesto el chubasquero que le has metido en la mochila porque
se fue de excursión. Y, claro, con ese desgaste mental, no puedes estar
concentrada en tu trabajo o en tu momento de correr, porque tu cabeza está
volando en los problemas de todos los demás, en cosas que no dependen de ti.
Así que tengamos cuidado con este tema de la exigencia, la perfección o el
control, porque nos roban un montón de tiempo y nos quitan mucha serenidad en
la vida.
(La entrevista
continúa en el siguiente artículo)