JUAN RODRÍGUEZ DE RIVERA | elespañol.com | 01/06/2025
Es cierto que los
trastornos mentales se han disparado en la población más
joven en los últimos años, y que siguen en ascenso. Hasta el 6% de los
adolescentes en España presentan actualmente síntomas graves de depresión.
Esto es lo que dice el Estudio PsiCE, que es el mayor realizado en nuestro país sobre salud mental
infanto-juvenil. Este estudio también ha señalado que hasta el 15% tiene síntomas severos de
ansiedad.
Si bien el ascenso es
incuestionable, el psiquiatra Celso Arango explica que hay mucho que podemos hacer. Arango
es director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital General
Universitario Gregorio Marañón.
Lo más importante, opina,
es trabajar en la prevención. El experto ha defendido en el XXIII Seminario
Lundbeck Alerta joven: ¿por qué están
más deprimidos los jóvenes? que todos los trastornos pueden ser prevenidos y, en consecuencia, también el suicidio.
“Se puede
prevenir el suicidio mediante un buen entrenamiento de los profesionales
sanitarios, hay que hacer una buena detección a través de Atención Primaria”,
ha explicado Arango, que también es catedrático de Psiquiatría en la
Universidad Complutense de Madrid.
¿Esta alerta de trastornos
mentales en jóvenes nos aboca a una generación que ya va a tener tendencia toda
la vida a padecerlos?
No, no podemos ser ni catastrofistas, ni tremendistas.
La realidad es que hemos visto un aumento paulatino de la incidencia de
trastornos mentales en jóvenes con el tiempo, pero de 50, 60, 70 años.
Pero no es una generación, son varias. Cada generación
ha venido teniendo más trastornos que la anterior, o sea, esto no ha explotado
con la Covid. Eso es una patraña.
Lo que pienso que ha hecho aumentar los casos de
trastorno mental en jóvenes es la velocidad a la que ahora se producen cambios
importantes para la sociedad. Antes los cambios sociales llevaban miles de
años.
Me refiero al paso de cazadores-recolectores a
agricultores, o las revoluciones industriales. Ahora aparece la inteligencia
artificial y otros cambios tecnológicos y no tienes tiempo para adaptarte a
ellos.
La capacidad adaptativa del cerebro está saturada.
Igual que un hígado al que le sigues dando alcohol por encima de su capacidad
para metabolizarlo. Podría evolucionar el cerebro, pero llevaría siglos.
¿Se puede crear un ambiente
protector para los jóvenes frente a la patología mental?
Eso es fundamental. Estamos acostumbrados a ocuparnos
de lo urgente, pero no de lo importante y al final nos encontramos siempre
tapando agujeros. Y lo que funciona en Medicina es la prevención.
Se previene en diabetes, en enfermedad cardiovascular,
en melanoma… Sí, cuando se ha producido la enfermedad mental hay que tratarla,
pero tenemos la suerte que la ciencia ha probado que podemos prevenir todas las
enfermedades mentales.
Y cuando digo todo no me refiero sólo a la ansiedad y
a la depresión. Me refiero también al autismo, a la esquizofrenia, a la
discapacidad intelectual. Pero ahora mismo seguimos abocados a la tendencia
actual.
Porque más que atender a la salud mental basada en la
evidencia, parecemos sólo interesados en la salud mental que interesa a los políticos.
De la cual pueden sacar rédito político.
¿Algo que se pueda hacer para
prevenir?
¿Ejemplos? Todos los que quieras. Educación
socioemocional en los colegios. En lugar de ponerles a estudiar la lista de
reyes godos, que aprendan a pedir ayuda, a gestionar emociones, a detectar que
otro compañero está mal y a ayudarle.
También a tolerar la diversidad y no caer en el acoso
escolar. Son cosas que se pueden enseñar, pero en Infantil o en Primaria.
Dinamarca o Noruega tienen esos conceptos en la escuela. Adaptados a la edad,
claro.
Los adolescentes pasan cinco horas a la semana
conectados a internet, de lunes a domingo. Claro, si es una media, a lo mejor
en el fin de semana pasan 10 horas. Cuando les regalan el móvil pasan de la
primera comunión al porno.
Y el móvil también es una puerta de entrada a los
depredadores sexuales. Hay que darles educación para que sepan gestionar eso. Y
eso es más importante que hacer una regla de tres.
¿Le preocupa que la
inteligencia artificial profundice en estos problemas?
Más que como una causa, me preocupa porque es una
manera poco adaptativa de buscar ayuda. La comunicación digital mata al
interlocutor, al contacto físico. Si nuestros adolescentes con problemas buscan
en la máquina, no es adaptativo.
En los últimos años también se
ha observado en adultos una normalización de las benzodiacepinas y una
sobremedicalización. ¿Está pasando también con los niños?
Bueno, a mí lo que realmente me preocupa es la
estigmatización que se está produciendo de los tratamientos de Psiquiatría.
Sólo los políticos son capaces de decir una cosa y la contraria.
A mí me preocupa que los medicamentos que toman
personas que los necesitan se estigmaticen. Estoy en contra de dar fármacos a
quienes no los necesitan, pero también el énfasis ideológico que hay en
preocuparse sólo de la sobremedicalización.
Además, se discute sólo la medicalización en la
Psiquiatría, pero no en el resto de especialidades. A mí sólo se me ocurre que
detrás de esto haya un sesgo ideológico. Eso me preocupa mucho.
¿Por qué? Pues porque puede hacer que desde el
Ministerio de Sanidad se lancen mensajes contrarios a la evidencia científica
de que estos tratamientos no son lo beneficiosos que sí que son.
Esto hace que la gente deje de tomar medicamentos
beneficiosos por el estigma. Si eso se hace desde el Ministerio de Sanidad,
pues apaga y vámonos.
Ha manifestado varias veces que
existe una explosión de casos de menores que dicen ser personas trans, pero que
no son reales. Que, en realidad, tienen un trastorno mental, lo confunden y
piensan que la transición puede ser un tratamiento efectivo. ¿Seguimos ahí?
Esto no es distinto al contagio social que ya hubo con
los cortes autolesivos, la bulimia… La incongruencia de género no es una
enfermedad mental, pero se puede llegar a ella a través de una.
Los menores buscan soluciones a sus problemas y muchos
con patología psiquiátrica piden tratamientos médicos, como la hormonación o la
cirugía, que no son reversibles. Y, por eso, la gran mayoría de los países que
ya tuvieron esta explosión, han dado un paso atrás.
Se han dado cuenta de que con los menores han hecho
más daño que bien. Ahora obligan al menor a tener un buen diagnóstico
diferencial en el que se hace un despistaje para determinar que sí sea una
incongruencia de género.
Que no sea un caso de autismo o de trastorno del
neurodesarrollo que han sido abusados. Está bien que a esos menores se les haga
un buen diagnóstico diferencial.
El mensaje que recibimos de algunos políticos es
"no, no vamos a hacer eso porque recibir un diagnóstico de un profesional
de la salud es estigmatizante". Eso sí que es crear un estigma.
Y nos obligan a los médicos a incumplir el principio
de ‘primum non nocere’ (lo primero, no dañar) al cual hemos hecho nuestro
juramento hipocrático.