HÉCTOR FARRÉS | lavanguardia.com | 02/10/2024
Desde trabajar demasiado hasta no haber encontrado sentido a su vida, estos lamentos demuestran cómo las prioridades cambian radicalmente cuando el tiempo se agota
Justo antes de morir, las personas
suelen revisar su vida con una mirada brutalmente honesta. Enrique Rojas, uno
se los psiquiatras más reconocidos en España y director del Instituto Español
de Investigaciones Psiquiátricas, ha observado que, en ese momento, cinco
arrepentimientos destacan entre los enfermos terminales.
Haber trabajado demasiado
Este es, sin duda, el primer
arrepentimiento que asoma cuando alguien enfrenta sus últimos momentos. Enrique
Rojas lo deja claro: la gente lamenta haber dedicado demasiado tiempo a
trabajar. A pesar de que el trabajo puede parecer el motor de la vida, al
final, lo que pesa no es la satisfacción profesional, sino las horas que
podrían haberse pasado con la familia, los amigos o simplemente disfrutando del
tiempo libre.
Dar demasiada importancia a las cosas que no la tenían
La vida está llena de distracciones
que nos desvían de lo esencial. En palabras de Rojas, el segundo
arrepentimiento es “haberle dado una importancia excesiva a ciertas cosas que
realmente no la tenían”. Los detalles triviales, las pequeñas frustraciones y
las preocupaciones sin sentido se vuelven insignificantes cuando el final está
cerca.
Lo que Rojas describe como “tener
justeza de juicio” es la capacidad de distinguir lo verdaderamente importante,
algo que solo parece cobrar valor cuando ya no hay vuelta atrás. Pasamos años
preocupándonos por cosas que, al final, no merecían ni un solo minuto.
No haber disfrutado de la vida lo suficiente
El tercer arrepentimiento es
devastador: no haber disfrutado de la vida lo suficiente. La rutina, las
obligaciones y las excusas se acumulan hasta el punto de que los momentos que
podrían haber sido memorables simplemente se pierden. No haber aprovechado las
oportunidades para vivir de verdad, para experimentar la alegría y el placer de
estar vivo, deja una profunda marca. El tiempo no espera y, cuando llega el
final, uno se da cuenta de que dejó pasar demasiadas oportunidades para ser
feliz.
No haber seguido los propios deseos