PAOLO FAVA | elespanol.com | 21/04/2025
"La salud mental se ha vuelto un producto comercial: se le llama 'autocuidado' a comprar cosas"/ "Relacionarnos con los nuestros, con nuestro círculo social, es la mayor regulación emocional"/ "El simple hecho de que haya personas que no hayan sabido nunca lo que significa estar ilocalizable es un problema".
"¿Qué es El cerebro milenial?", dices mientras clavas tu pupila en mi perfil de Instagram', se preguntaba Nacho Roura (A Coruña, 1997) en la introducción a su primer libro. Psicólogo especializado en Neurociencia por las Universidades de Barcelona y de Maastricht, combina la redacción de su tesis y una estancia en el Departamento de Neurociencia del Hospital San Martino de Génova (Italia) con atender a sus más de 250.000 seguidores. "Para mí, es una responsabilidad", explica. "Doy los mensajes que creo que tengo que dar en base a lo que percibo en mi entorno, y en la medida en la que puedan ayudar".
La divulgación neurocientífica está en pleno boom. ¿A qué atribuye este interés por el funcionamiento de nuestro cerebro?
No creo que el boom se haya gestado justo ahora, ya existía un
interés en la investigación en neurociencia cuando yo empezaba la carrera. Me
recuerda al que había a comienzos del 2000 por la genética. Todo el mundo
buscaba las respuestas en un gen concreto. Y ahora, en cierto modo, resulta muy
atractivo ponerle el adjetivo 'neuro' delante a las cosas. Pero como
contrapartida, los discursos que sólo se limitan a eso resultan muy efectivos
pese a ser reduccionistas. ¡Y generan mucha pasta!
¿Tiene algo que ver con la denominada
'sociedad del malestar'? ¿Qué lleva a España a que seamos líderes en consumo de
ansiolíticos?
Esa es una pregunta muy compleja, y necesariamente voy a ser
incompleto en mi respuesta. Hay varios factores: primero, una mayor
sensibilización. Antes, cuestiones que causan mucho sufrimiento se quedaban en
la esfera de lo privado. Hemos ganado en visibilización, en entender que todos
somos vulnerables. Después, tenemos mayor acceso al lenguaje psicológico,
hablamos de ello mucho más. En cuanto a datos, especialmente después de la
pandemia y en una población de riesgo como es la de los adolescentes, se ha
reportado un aumento de síntomas, incluyendo desde autolesiones a la ansiedad.
Finalmente, se aprecia un desencanto en determinadas franjas de edad: tratar de
recolocarte en una vida que no es lo que tú pensabas y que no te garantiza las
condiciones materiales para tu tranquilidad.
¿Se ha subestimado el impacto de la precarización de la vida en la
salud mental de las generaciones más jóvenes? - Hay que pensar que se han
normalizado ciertas dinámicas. Antes, invertir en tu formación y dedicar muchas
horas al trabajo te permitían tener un 'colchón' económico. Ahora no. Por otra
parte, hablar más de salud mental no implica necesariamente hablar mejor ni con
más rigor. Tú entras en una red social, ves 'tips de autocuidado' y casualmente
consisten en comprar cosas. Apuntarme al gimnasio, hacerme el skincare... en mi
opinión, se ha convertido la salud mental en un producto comercial. Si logro
convencerte de que tu salud mental sólo depende de lo que tú haces, hay muchas
cosas que te puedo vender por el camino.
Es decir, en buena lógica
comercial, ¿se crean las necesidades para luego vendernos los remedios?
Efectivamente. Hay muchas
estrategias de cuidado de la salud mental que los seres humanos hemos
desarrollado tras miles de años de evolución. Tenemos incorporados mecanismos
de regulación de nuestras emociones. Relacionarnos con los demás, con nuestro
círculo social, es un poderoso instrumento regulador.
¿Cuáles son los mecanismos de
regulación emocional imprescindibles para introducir en nuestra vida?
Yo
destacaría el apoyo social, pero no en el sentido de 'voy a contar mis
problemas a todo el mundo'. El apoyo significa que cuando yo esté mal, voy a
buscar ayuda en el otro. Y voy a prestar mi ayuda cuando vea que otra persona
está mal. Esto se ha visto al estudiar las redes sociales. La principal
variable no es el tiempo de uso, sino las emociones desde las que las
utilizamos: el aburrimiento, la tristeza... Está empezando a ser una estrategia
de regulación emocional que sustituye al contacto social. Y ahí no hay apoyo,
estás solo, ni vas a poder aportar nada al contenido de tus contactos, ni ese
contenido te va ayudar a superar la emoción desde la que lo consumes.
¿Se relaciona este fenómeno con
la llamada 'epidemia de la soledad'?
Yo trabajo con población envejecida
y te das cuenta de que efectivamente hay gente mayor que está muy sola. Pero
creo que hay también un componente cultural. Se nos ha vendido que hay que
aspirar a la independencia máxima, a ser autónomos y a que nuestras emociones
no dependan en absoluto de lo que pase a mi alrededor. Eso no es real. Las
emociones son mecanismos evolutivos que nos empujan a movilizarnos, a
acercarnos a las cosas que nos ayudan a sobrevivir y alejarnos de las que no.
Yo apuesto por la interdependencia, porque no soy independiente ni de las
condiciones materiales ni de las condiciones humanas a mi alrededor.
¿Tenemos ya evidencias de cómo
han afectado las pantallas a la regulación emocional y las capacidades
cognitivas de las nuevas generaciones?
Los primeros estudios
longitudinales, que son los que permiten ver los cambios en el tiempo, han
empezado a publicarse ahora. Nos dicen que la mera presencia del móvil reduce
tu concentración y tu productividad, y lo hace en función de la distancia
física. Tener el móvil encima de la mesa cuando escribo me provoca una mayor
alteración de la atención que tenerlo en la mochila. En otra intervención, se
'caparon' las conexiones a Internet del móvil durante dos semanas. Bastaron dos
semanas de privación de redes para aumentar el rendimiento en tareas, la
capacidad de atención, y se reportaban niveles de bienestar mucho más altos.
¿Van en el sentido correcto las
medidas que abogan por reintroducir el libro y la hoja escrita en la escuela,
en detrimento de la pantalla?
No soy especialista en
neuroeducación, pero los estudios demuestran que la retención de información,
el aprendizaje y la memorización traen un rendimiento muy superior al
adquirirse con el papel y la escritura. Esto es a nivel de capacidades lógicas.
Pero también hay aspectos visoespaciales que pueden haber desarrollado estas
nuevas generaciones. Yo intuyo que esta exposición no va a afectar a todos los
aspectos de la inteligencia de la misma manera. Yo personalmente soy del libro
al 100%, de escribir y subrayar. Pero no creo que la pantalla en sí sea el
problema. No pienso que cualquier tiempo pasado fuera mejor. Antes también
estaba lo de "la letra con sangre entra".
Usted ha llegado a conocer la
época en la que si querías Internet, tenías que conectarte a un ordenador de
mesa. ¿Estábamos mejor entonces?
No creo que
fuera mejor en términos de acceder a la información, pero sí en cuanto a
información social. El simple hecho de que haya personas que no hayan sabido
nunca lo que significa estar ilocalizable es un problema. Que sientas que todo
lo que haces tiene que ser compartido, o que en cualquier momento tienes que
estar disponible.