lunes, 14 de septiembre de 2020

Cuando tu culpa es patológica y te destruye

MARIANA ALVEZ     |    Uruguay     |     14/08/2020

La culpa es una emoción que busca reparar, hiciste un daño, te haces responsable, pides perdón e intentas hacer algo al respecto. Sin embargo, existe un tipo de culpa patológica que en lugar de crear un espacio sano de responsabilidad emocional, se convierte en una cruel jueza que te castiga sin piedad. La experimentas habitualmente, convirtiéndose en un sentimiento muy fuerte e invasivo  que dificulta el día a día, dejas de ser funcional y te afecta en distintas áreas. En ocasiones, puedes sentirte culpable simplemente por imaginar un daño, aunque en la práctica jamás lo llevarías a cabo.

 El sentimiento de culpa puede desembocar con facilidad en tristeza, vergüenza, ansiedad,  generando un cúmulo de emociones que te hace sentir mal y que además se retroalimentan entre sí dificultando su identificación y por consiguiente su superaciónSe manifiesta de forma física (dolores en el pecho, estómago, presión en la cabeza y molestias en la espalda) de forma emocional (irritabilidad, nerviosismo, tristeza) y de forma cognitiva (autoreproches, autoacusaciones y pensamientos destructivos de la autoestima y valía de uno mismo).

En ciertos trastornos psicológicos la culpa está muy presente. Uno de los más frecuentes es la depresión. Bajo ese estado, es muy usual que la persona tienda a autorrecriminarse, a sentirse culpable de estar deprimida y no poder sentir como lo hacen otros.

También presente en los trastornos obsesivo-compulsivos, en las fobias y en las adicciones. Aquí la culpa funciona como factor de constante castigo emocional, que generalmente agrava el problema central.

¿Cómo superar la culpa patológica?

 Responsabilidad: Consiste en diferenciar mi responsabilidad, la del otro o la situación. Bajo los efectos de los sentimientos de culpa asumimos responsabilidades que en ocasiones ni si quiera nos corresponden. La clave reside en realizar una reatribución de la responsabilidad de lo sucedido, brindar a cada uno lo que le corresponde y no asumir toda la responsabilidad de las cosas. Requiere de un análisis cuidadoso y objetivo de la situación.

Acepta que puedes cometer errores: Los errores forman parte de las experiencias de la vida y puedes utilizarlo como clave del aprendizaje y cambio. Piensa en tu contexto, cuando eres joven tiendes a equivocarte más en algunas cosas emocionales porque estás aprendiendo, a veces pasa que más allá de la edad cronológica hay una inmadurez emocional que también puedes trabajar. Trata de reparar el daño contigo mismo, porque el castigo eterno te paraliza y no te ayuda ni a ti ni al otro.

Expresa la culpa: No reprimas ni ocultes la culpa. Las palabras permiten romper ese aislamiento y quiebran el bucle interminable de castigo. Es más, quizás el que nos escucha pueda ayudarnos a encontrar solución.

Debes ser cuidadoso con tus trampas mentales: Tanto las del tipo “debería…” o “tendría que”, y aquellas que son de  pensamiento polarizado (todo – nada, bien – mal). Las del tipo “debería” son exigencias o normas internas que nos atribuimos a nosotros mismos, y si no las cumplimos aparecerá el sentimiento de culpa destructivo. Cambia ese lenguaje interno de autoexigencia y mandato, por otro más suave, y cercano a uno mismo (“me hubiese gustado”, “me gustaría…” “Desearía… deseo…”). Y en la vida casi nada es blanco o negro, el contexto de nuestra vida y de las situaciones tamiza muchas de las cosas que nos ocurren, intenta ser conciente de esto.

 El perdón: Cuando te percatas que quizás dañaste a alguien, tienes la oportunidad de pedir perdón por ello. Busca alternativas para reparar el daño, pide disculpas a la persona afectada y sobre todas las cosas perdónate a ti mismo, esto proporciona un gran alivio y sobre todo abre las ventanas a emociones más positivas.

Si sufres de esto, espero puedas seguir estos pasos para liberarte.

 

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