MARIANA ALVEZ | Uruguay | 14/08/2020
La culpa es una emoción que
busca reparar, hiciste un daño, te haces responsable, pides perdón e intentas
hacer algo al respecto. Sin embargo, existe un tipo de culpa patológica que
en lugar de crear un espacio sano de responsabilidad emocional, se convierte en
una cruel jueza que te castiga sin piedad. La experimentas
habitualmente, convirtiéndose en un sentimiento muy fuerte e invasivo que
dificulta el día a día, dejas de ser funcional y te
afecta en distintas áreas. En ocasiones, puedes sentirte culpable
simplemente por imaginar un daño, aunque en la práctica jamás lo llevarías a
cabo.
El sentimiento de
culpa puede desembocar con facilidad en tristeza, vergüenza, ansiedad,
generando un cúmulo de emociones que te hace sentir mal y que además se
retroalimentan entre sí dificultando su identificación y por consiguiente su
superación. Se manifiesta de forma física (dolores
en el pecho, estómago, presión en la cabeza y molestias en la espalda) de forma emocional (irritabilidad,
nerviosismo, tristeza) y de forma cognitiva (autoreproches,
autoacusaciones y pensamientos destructivos de la autoestima y valía de uno
mismo).
En ciertos trastornos
psicológicos la culpa está muy presente. Uno de los más frecuentes es
la depresión. Bajo ese estado, es muy usual que la persona tienda a
autorrecriminarse, a sentirse culpable de estar deprimida y no poder sentir
como lo hacen otros.
También presente en los trastornos
obsesivo-compulsivos, en las fobias y en las adicciones. Aquí la culpa
funciona como factor de constante castigo emocional, que generalmente agrava el
problema central.
¿Cómo superar la culpa
patológica?
Responsabilidad: Consiste
en diferenciar mi responsabilidad, la del otro o la situación. Bajo los efectos
de los sentimientos de culpa asumimos responsabilidades que en
ocasiones ni si quiera nos corresponden. La clave reside en realizar
una reatribución de la responsabilidad de lo sucedido, brindar a cada uno
lo que le corresponde y no asumir toda la responsabilidad de las cosas.
Requiere de un análisis cuidadoso y objetivo de la situación.
Acepta que
puedes cometer errores: Los errores forman parte de las
experiencias de la vida y puedes utilizarlo como clave del aprendizaje
y cambio. Piensa en tu contexto, cuando eres joven tiendes a equivocarte
más en algunas cosas emocionales porque estás aprendiendo, a veces pasa que más
allá de la edad cronológica hay una inmadurez emocional que también puedes
trabajar. Trata de reparar el daño contigo mismo, porque el castigo eterno te
paraliza y no te ayuda ni a ti ni al otro.
Expresa la
culpa: No reprimas ni ocultes la culpa. Las palabras permiten
romper ese aislamiento y quiebran el bucle interminable de castigo. Es más, quizás el
que nos escucha pueda ayudarnos a encontrar solución.
Debes ser
cuidadoso con tus trampas mentales: Tanto las del tipo “debería…”
o “tendría que”, y aquellas que son de pensamiento polarizado (todo
– nada, bien – mal). Las del tipo “debería” son exigencias o normas internas que nos atribuimos a
nosotros mismos, y si no las cumplimos aparecerá el sentimiento de culpa
destructivo. Cambia ese lenguaje interno de autoexigencia y mandato, por otro
más suave, y cercano a uno mismo (“me hubiese gustado”, “me gustaría…”
“Desearía… deseo…”). Y en la vida casi nada es blanco o negro, el contexto
de nuestra vida y de las situaciones tamiza muchas de las cosas que nos
ocurren, intenta ser conciente de esto.
El perdón: Cuando
te percatas que quizás dañaste a alguien, tienes la oportunidad de
pedir perdón por ello. Busca alternativas para reparar el daño, pide
disculpas a la persona afectada y sobre todas las cosas perdónate a ti
mismo, esto proporciona un gran alivio y sobre todo abre las ventanas
a emociones más positivas.
Si sufres de esto, espero puedas
seguir estos pasos para liberarte.
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