viernes, 29 de octubre de 2021

Las 4 diferencias entre preocupación y obsesión (explicadas)

NAHUM MONTAGUT RUBIO         |       Psicología y Mente

Estas son las características que ayudan a distinguir entre las preocupaciones y las obsesiones.


¿Te has preocupado por algo últimamente? Seguramente hayas contestado que sí, y es totalmente normal. No debes preocuparte, al menos por ahora.

 

Las preocupaciones son un proceso cognitivo relativamente normal en la población, pero que en función de su ocurrencia y la temática sobre la que versen pueden evolucionar a otros procesos menos sanos y poco controlables como lo son las obsesiones.

 

En el artículo de hoy vamos a comparar las diferencias entre preocupación y obsesión, haciendo un repaso sobre qué suponen estos procesos cognitivos dentro del TAG y del TOC.

 

¿Cómo diferenciar entre preocupaciones y obsesiones?

 

Antes de leer nada, reflexiona un momento y trata de responder a la siguiente pregunta: ¿Te has preocupado por algún motivo a lo largo del día? ¿Y la semana? ¿Y en el último mes? Seguramente hayas encontrado más de un tema al que le has estado dando vueltas, como mínimo, a lo largo de la última semana. Esto es totalmente normal, no debes preocuparte por ahora (“metapreocuparse” lo llamaría yo), aunque sí que es cierto que si pensaras demasiado en según qué temas quizás deberías plantearte buscar alguna solución.

 

Sea como sea, lo cierto es que casi el 40% de la población se preocupa al menos una vez al día. Sin embargo, muchas veces lo que se entiende por preocupación a oídos populares queda difuminado por otra idea que, aunque sea un poco de lejos, se le parece: la obsesión. ¿Qué entendemos por preocupación y qué por obsesión? ¿En qué medida son diferentes ambos procesos cognitivos? Lo cierto es que podemos identificar muchas diferencias significativas entre ellas y, de hecho, cada una toma especial protagonismo en dos trastornos: el TAG y el TOC.

 

Para valorar sus diferencias, empecemos viendo cuáles son sus definiciones.

 

¿Qué es una preocupación?

 

Una preocupación podemos definirla como una cadena de pensamientos que se centran en un peligro o desgracia futuros, en la que hay incertidumbre acerca de los resultados y hechos que puedan darse a corto, medio o largo plazo. En este proceso cognitivo, la amenaza futura se interpreta como impredecible e incontrolable en mayor o menor medida, lo cual hace que traiga consigo un cierto grado de ansiedad, aunque en función de lo intensa que sea la preocupación esta emoción será más o menos soportable.

 

La temática de las preocupaciones, manifestadas en forma de pensamientos y/o imágenes, se enfocan ante situaciones cotidianas de la vida diaria y pueden entenderse como un primer intento de resolver un problema que se ve como una amenaza o se percibe como peligroso, ensayando en la mente lo que la persona debería hacer para poder enfrentarse a él.

 

Aunque ocupan parte de nuestra atención, por regla general las preocupaciones no interfieren en la realización de actividades y responsabilidades diarias, son fáciles de controlar. Producen un poco de malestar, pero este es soportable y no traen consigo un deterioro en áreas importantes del funcionamiento de la persona, al menos si no se producen en un grado demasiado intenso. En caso de que sea así, hablaríamos de preocupaciones excesivas.

 

Las preocupaciones excesivas y el TAG

Como hemos visto, todo el mundo tiene preocupaciones a lo largo del día. Sin embargo, estas pueden incrementar en el grado de intensidad, volverse excesivas y venir acompañadas con unos niveles de ansiedad muy elevados, rasgos que forman parte como componentes nucleares del trastorno de ansiedad generalizada o TAG. Este tipo de preocupaciones comparten rasgos con las “normales”, solo que aquí se dan de forma más intensa.

 

Por regla general, las preocupaciones, tanto las normales como las patológicas, son egosintónicas, es decir, se dan en consonancia con los propios valores de la persona. Vienen acompañadas de síntomas tales como inquietud, fatiga, dificultad para concentrarse, quedarse con la mente en blanco, irritabilidad, tensión muscular y, también, pueden haber alteraciones del sueño, aunque estos síntomas son más propios de las preocupaciones excesivas que no las corrientes.

 

Contextualizándolas dentro del TAG, podemos decir que las preocupaciones se pueden convertir en un síntoma muy problemático, sobre todo porque contribuyen a que los pacientes desarrollen creencias muy rígidas sobre las ventajas que tiene preocuparse. Se podría decir que se vuelve su método de afrontamiento para los miedos que creen que se harán realidad en un futuro, a pesar de que las propias preocupaciones se convierten en aquello que les provoca ansiedad y malestar psicológico.

 

El contenido, es decir, el tema sobre el que versan las preocupaciones, tanto las normales como las de las personas con TAG, no se diferencian demasiado. Pueden centrarse en todo tipo de aspectos importantes en la vida del paciente, como pueden ser la salud, los amigos, la familia, el trabajo, la escuela, la economía y otros aspectos cotidianos.

 

La única diferencia en este sentido sería que los pacientes con TAG se preocupan en más cosas, haciéndolo con más frecuencia, duración y con menor grado de control. En su vertiente patológica, las preocupaciones se asocian con hipervigilancia y baja tolerancia a la incertidumbre.

 

¿Qué es una obsesión?

 

Una obsesión es un pensamiento, imagen o impulso recurrente y persistente que es experimentado de forma especialmente intrusa y vistos como muy inapropiados. Son egodistónicas, es decir, van en contra de los valores de la persona, provocándole un alto grado de malestar y ansiedad. Este tipo de procesos cognitivos pueden adueñarse del pensamiento del paciente, haciendo que esté la mayor parte del día pensando en el contenido de sus obsesiones y, en la mayoría de las ocasiones, vienen acompañadas de compulsiones dirigidas a reducir la ansiedad asociada.

Las obsesiones son síntomas clave dentro del trastorno obsesivo compulsivo o TOC. Si bien no todas las personas que tienen obsesiones presentan este trastorno, de hecho, es común que alguna vez en nuestras vidas pasemos por una fase en la que nos obsesionamos con algo, sí que es cierto que en caso de ocupar la mayor parte de nuestra vida diaria suponen un problema, relacionándolo directamente con el TOC.

 

El DSM-5 describe a las obsesiones propias del TOC como pensamientos, impulsos o imágenes intrusivas, irracionales y recurrentes que provocan en el paciente un alto grado de ansiedad, temor y malestar. Estas vienen acompañadas de compulsiones, entendidas como comportamientos o actos mentales de carácter repetitivo que la persona se siente obligada a realizar como respuesta a la obsesión, a modo de control de esta última. Ambos síntomas provocan un alto grado de afectación en el paciente, haciéndole perder el tiempo e interfiriendo en su rutina diaria.

 

Algunos ejemplos de obsesiones y compulsiones (por ejemplo, miedo a contagiarse y lavarse repetidamente las manos); necesidad de tener todo correctamente ordenado para sentirse tranquilos; conciencia exagerada sobre sensaciones corporales como las arrugas de la ropa sobre la piel y necesidad de tener todo bien planchado… Estas y otras obsesiones y compulsiones más pueden ser perfectamente reconocidas por el paciente como irracionales, aunque las seguirá llevando a cabo.

 

Principales diferencias entre una preocupación y una obsesión

 

Habiendo visto las definiciones entre preocupación y obsesión, podemos hacer un repaso a las principales diferencias entre ambos fenómenos psicológicos.


1. Egosintonía y egodistonía 

Las preocupaciones, tanto las normales como las excesivas, son egosintónicas, lo que quiere decir que son acordes a los valores de la persona. No son vistas como irracionales o contrarias al sentido común (p. ej., preocuparse por suspender el curso).

 

En cambio, las obsesiones son egodistónicas, vistas como contrarias a los valores de la persona. El propio afectado puede considerar que preocuparse en un determinado aspecto de su vida de forma constante no le lleva a ninguna parte y que, de hecho, él no es así ni quiere serlo, pero no puede evitarlo.

 

2. Relación con los problemas de la vida.

Las preocupaciones tienen directa relación con problemas plausibles de la vida diaria (p. ej., llegar a fin de mes, tener una caries, que se estropee el coche...), mientras que las obsesiones puede que o bien sí estén relacionadas con la vida del paciente o bien no, con ideas muy rebuscadas sobre supuestas problemáticas de su vida (p. ej., tener un accidente por no haber ordenado los libros...).

 

3. Aceptabilidad 

Las preocupaciones, al menos las normales, se perciben como aceptables, en el sentido de que vienen a la mente y luego se van. Están ahí como cualquier otro pensamiento recurrente que se nos pueda venir, solo que en este caso es acerca algo que pensamos que podría ir mal.

 

En el caso de las obsesiones, su contenido es inaceptable, viniendo a decir que causan un elevado malestar en el individuo y cuando se presentan pareciera que no quisieran irse. El paciente tiene que hacer compulsiones para deshacerse tanto de la obsesión como de la ansiedad que le provoca de forma momentánea.

 

4. Frecuencia de aparición 

Las preocupaciones se presentan en un número diario moderado y tienen un contenido realista. En el caso de las preocupaciones excesivas podríamos decir que se presentan de forma más amplia, siendo menos realistas. En cambio, las obsesiones giran en torno a un contenido determinado, van cambiando y su aparición a lo largo del día es mucho más frecuente, ocupando la mente de tal forma que el sujeto no pueda hacer otras cosas.

miércoles, 27 de octubre de 2021

¿Cómo puedo lidiar con la gran cantidad de información que recibo a diario? Me siento como si me estuvieran "bombardeando" con información.

 

   Edward T. Creagan, M.D.     |     Mayo Clinic     |     05/05/2020                                        

Hay dos conceptos que pueden ayudarte a afrontar la cantidad de información que recibes cada día a través de los medios de comunicación social, los sitios en línea, el correo electrónico y otros medios.

·        Reconoce que tienes un ancho de banda limitado. Tienes una capacidad limitada en tu disco duro mental y emocional. Solo puedes tomar cierta cantidad de información a la vez. Un disco duro sobrecargado no puede funcionar correctamente.

 

·        Practica la escucha selectiva. Aprende a concentrarte en lo que es importante en medio de la avalancha de información y charla. Este "ruido" puede distorsionar los mensajes que importan y puede impedir que prestes atención a lo que tienes que hacer.

Solo puedes concentrarte en un cierto número de cosas a la vez. Considera ser selectivo con la información que recibes en los medios sociales, sitios en línea, correo electrónico y otros medios.

Intenta esto: al comienzo de cada día, escribe tres tareas mensurables y alcanzables. Esto podría ser algo tan simple como lavar el coche o hacer una cita con el médico. Luego arma tu día alrededor de hacer estas tareas.

lunes, 25 de octubre de 2021

Un implante cerebral logra eliminar la depresión


SARAH ROMERO     |    Revista Muy Interesante    |    05/10/2021

Científicos han conseguido, mediante un implante personalizado, aliviar la depresión severa de una mujer que no respondía a ningún otro tratamiento.

Un equipo de investigadores de la Universidad de California en San Francisco (EE. UU.) han conseguido, mediante un implante cerebral personalizado, aliviar los aplastantes síntomas de la depresión severa de una mujer, Sarah, de 36 años de edad, permitiéndole ver una vez más la belleza del mundo y de la vida. "Es como si mi lente sobre el mundo hubiera cambiado", dijo Sarah, la paciente voluntaria que solicitó ser identificada solo por su nombre de pila.

Sarah llevaba con depresión severa varios años.

Los científicos implantaron electrodos de alambre delgado temporales en su cerebro. Estos electrodos permitieron a los investigadores monitorear la actividad cerebral correspondiente a los síntomas de depresión de Sarah, un patrón que los investigadores podrían usar como biomarcador. En el caso de esta paciente, surgió un signo en particular: una onda cerebral rápida llamada onda gamma en su amígdala, una estructura cerebral que se sabe que está involucrada en las emociones.

Estimulación cerebral profunda

Así que le prepararon un dispositivo a medida: el implante fue construido específicamente para el cerebro de Sarah. Basándose en estimulación cerebral profunda, el procedimiento utiliza la comunicación eléctrica entre dos componentes implantados en el cuerpo: un electrodo con varios puntos de contacto, implantado en el cerebro, y un generador de impulsos programable, implantado en algún lugar debajo de la piel. Mediante ensayo y error, los científicos identificaron un área cerebral estrechamente conectada, el estriado ventral, donde una pequeña dosis de electricidad parecía tener un impacto inmediato y profundo.

Los electrodos implantados en su cerebro, enviaron impulsos eléctricos a otras estructuras implantadas, casi como "un marcapasos para el cerebro". La estimulación de alta frecuencia en el área objetivo del cerebro hizo que se bloquearan las señales que causaban los síntomas de la depresión.

Tras el tratamiento, la mujer mostró una "mejora rápida y sostenida" en la gravedad de la depresión, explican los investigadores en su estudio publicado en la revista Nature Medicine.

"Se requiere trabajo futuro para determinar si los resultados y el enfoque de este estudio de paciente único se generalizan a una población más amplia", aclara la neurocientífica de UCSF Katherine Scangos, quien dirigió el estudio.

El dispositivo cuesta alrededor de 35.000 dólares (unos 30.000 euros) y es una versión adaptada de uno que se usa normalmente para tratar la epilepsia, llamado NeuroPace RNS System. El enfoque utilizado por los investigadores requirió una gran cantidad de tecnología sofisticada de imágenes y aprendizaje automático.

Aunque la terapia se ha probado en un solo paciente, y solo sería adecuada para aquellos con una enfermedad grave, el éxito se considera enormemente significativo. Gracias a este avance, la depresión pronto podría tratarse simplemente mediante un implante cerebral, a tenor de los exitosos resultados de este pionero experimento y también poder ofrecer un tratamiento personalizado para todos aquellos trastornos neurosiquiátricos difíciles de tratar.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 264 millones de personas en todo el mundo padecen TDM y otros 20 millones padecen esquizofrenia. Ambos se encuentran entre los precursores más comunes del suicidio. 

Por el momento, los investigadores ya han inscrito a dos pacientes más y esperan reclutar a nueve más para evaluar si la técnica se puede aplicar de forma más masiva.

sábado, 23 de octubre de 2021

7 preguntas clave acerca del TOC


DR. JOSÉ FERNANDO CRUZ FOURCADE     |     TOPDOCTORS     |     29/09/2021

Editado por Cristina Mateo

El TOC es un trastorno obsesivo-compulsivo, que muchas veces se confunde con síntomas o pensamientos obsesivos, pero realmente se trata de un trastorno que afecta a la vida y a la manera de ser. 

En pacientes con TOC normalmente existen pensamientos intrusivos, persistentes y recurrentes, que hacen sentir ansiedad o temor. Esta ansiedad puede generar conductas, llamadas compulsiones, para disminuir dicha ansiedad originada por las propias ideas. Unas ideas que el paciente sabe que no son verdad pero que no consigue evitarlas.

¿Existen distintos tipos de TOC? 

Podemos identificar muchas variedades de TOC, por ejemplo:

  • De limpieza
  • De verificar
  • De orden
  • Acumular cosas
  • Más perfeccionistas

Es importante añadir que en algunas ocasiones se mezclan algunos síntomas con otros.

¿Cuáles son las causas del TOC? ¿Es hereditario?

Como muchas enfermedades en psiquiatría hay una parte de genética y otra adquirida, por ejemplo, durante la crianza. El estilo de crianza y como hemos aprendido a relacionarnos tiene una gran importancia. Por ejemplo, tener padres con TOC y que además nos críen con cierta actitud TOC, marcará a la persona. 

Asimismo, en estudios se ha visto que hay personas con TOC con alguna anormalidad en ciertas partes del cerebro. 

¿A qué edad puede aparecer el TOC? 

La mayor parte de las veces es diagnosticado en la adultez, pero ya en la infancia se puede empezar a ver. 

Es posible detectar niños con ciertas obsesiones, que van aprendido de sus padres y que al final, si no hacen algo para aliviar esta angustia, van a terminar desarrollando una personalidad un tanto obsesiva, que puede terminar desembocando en un TOC. 

¿Qué soluciones existen para pacientes con TOC? 

El TOC está más estudiado con psicofármacos, habitualmente inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) u otros fármacos concretos para casos de TOC más resistentes, así como en casos puntuales el uso de antipsicóticos.

En cualquier caso, debe ir acompañado de psicoterapia, puesto que siempre es mucho más favorable para el paciente combinar los psicofármacos y la psicoterapia. 

¿El tratamiento para el TOC es de por vida?

Depende de cada caso. Como en cualquier tratamiento de psiquiatría, se trata de procesos largos, que generalmente suelen durar meses.

En función del trabajo de cada paciente y su evolución, si consigue aprender a luchar contra los rasgos compulsivos, podrá llegar a controlar el nivel de predisposición para formular un cambio en el tratamiento psicoterapéutico. 

¿Un paciente cuándo puede pensar que necesita la ayuda de un especialista? 

Cuando note que algo no va del todo bien. En el momento en el que alguien empieza a preocuparse por algo sobredimensionado, siendo consciente de ello, pero sin ser capaz de controlarlo. Se trata de ideas intrusivas que el paciente sabe que no deberían existir, pero que aparecen en la cabeza sin tener un control.

jueves, 21 de octubre de 2021

Nacho Coller-Entrevista: "El humor es terapéutico, ayuda a desdramatizar y a tomar distancia de los problemas"

 

BERTRAND REGADER    |    Psicología y Mente 

Un psicólogo único y con un particular estilo del humor.

Un conversador infatigable que sabe generar optimismo y buenas vibraciones a su alrededor Así es Nacho Coller (Valencia, 1969), un psicólogo y profesor que conjuga su faceta profesional de psicólogo clínico con múltiples inmersiones en la escena mediática española.

 

Nos hemos reunido con él para conversar acerca de su vida personal y laboral, para conocer de cerca su visión sobre la profesión de psicólogo y sobre sus planes presentes y futuros. Hoy conversamos con el gran Nacho Coller.

 

Bertrand Regader: Nacho, tu labor como psicólogo clínico cuenta ya con una trayectoria de más de 20 años. Eres uno de los psicoterapeutas más reconocidos en España, y sin embargo parece que siempre estás formándote y embarcándote en nuevos proyectos. ¿Es esta actitud vitalista la que te llevó a querer dedicarte a la práctica clínica?

 

Nacho Coller: Si te digo la verdad, la actitud que tenía hace 20 años hacia la profesión no se parece en nada a la que presento ahora; en aquellos años la inseguridad y los miedos me impedían hacer muchas de las cosas que hago ahora. Me angustiaba la crítica y además pensaba que el resto de psicólogos eran mejores que yo. 

 

Así que imagínate, por un lado las ganas que tenía de comerme el mundo y hacer cosas, y por otro, el freno que tenía en mi sesera fruto de mi Darth Vader y de mi Lado Oscuro de la Fuerza. En mi caso y a base de trabajo personal, de experiencias vitales de todo tipo y de lo mucho que he aprendido de mis pacientes, ha ganado la parte chula, la parte que suma y que se arriesga. Mi Darth Vader sigue hablando, pero intento no hacerle mucho caso.

 

B. R.: ¿Cuáles son para ti las tres virtudes necesarias para tratar casos clínicos? Y, ¿cómo has logrado desarrollar tu talento en cada una de estas facetas?

 

Ser un buen bicho humano, estar bien formado y aceptar las propias limitaciones e imperfecciones. No entiendo ser un buen psicólogo sin ser buena gente, sin ser una buena persona. Estar a la última en formación, leer, estudiar, formarse, preguntar cuando no sabes y esforzarse y perseverar. Adaptando una frase del gran Bertrand Russell, diría que la psicoterapia tiene que estar guiada por el amor y estar basada en el conocimiento. Una tercera virtud es reconocer nuestras propias limitaciones psicológicas y emocionales. Los psicólogos también lloramos, nos deprimimos, tenemos ansiedad y sufrimos como el resto de personal. Lo importante es aceptar nuestros errores y trabajar en ellos para mejorar. ¿Cómo podemos pedir a un paciente que se esfuerce en cambiar si nosotros no somos capaces de hacerlo? Para desarrollar las virtudes intento tener claro mi proyecto vital; reconocer mis limitaciones y saber pedir ayuda, aceptar mis muchas imperfecciones, intentar currarme al máximo lo de ayudar a la gente que tengo alrededor y por último, rodearme de buenas personas que aporten equilibrio y valor a mi vida. Las personas tiñosas, las que restan, las que ven el mundo bajo kilos de caspa, cuanto más lejos, mejor.

 

Aun así y teniendo más o menos claro lo que quieres, con un humor positivo, llevando una vida equilibrada o por lo menos intentarlo y tener buena gente alrededor, uno no está libre de trastornos psicológicos.

 

B. R.: Has hablado en alguna ocasión de los malos momentos que viviste en el pasado.

 

Sí. Fíjate que yo he tenido una depresión que lo narro en este articulo: nachocoller.com/depresion-un-perro-negro-y-un-psicologo-sorprendido/ 

 

Si supieras la cantidad de colegas que me han felicitado públicamente y en privado por este acto de sinceridad y supuesta valentía.

 

Con los trastornos psicológicos hay mucho estigma y los psicólogos unimos los verbos copulativos ser, estar y parecer con la palabra bien o perfecto, menuda obligación y menudo rollo no permitirse ser una persona imperfecta. Además, hay colegas de profesión que venden que son megafelices y que tienen el método para tener el control de los pensamientos y de las emociones a tiempo completo (cuánto daño hace vender falacias). Fíjate que cuando tuve depresión lo viví en silencio y con mucha vergüenza y ahora soy docente en el campo de la depresión, justamente.

 

Un psicólogo como yo deprimido ¡uf! lo pasé fatal no, lo siguiente, además de la tristeza se juntó la culpa. Escribir el artículo fue balsámico, me ayudó a desterrar el postureo del ‘todo va bien’ y el ‘yo puedo con todo’ y poder decirle a los demás: “¡pues sí, yo también he tenido depresión! ¿pasa algo?”. Me consta por la cantidad de mensajes que he recibido en público y por privado que ese post ha ayudado a más de un colega, especialmente a los más jóvenes a desculpabilizarse por sentirse mal. ¿Y lo mejor? Tendrías que ver la cara de muchas personas que vienen a la consulta por primera vez angustiados y deprimidos cuando les digo que yo también tuve depresión. Les hablo del artículo y les animo a que lo lean, que se puede salir de ahí, que es normal, que cualquiera puede caer, incluso el psicólogo que está ahí delante con una medio sonrisa y que parece Superman, también tuvo su dosis de Kriptonita.

 

B. R.: Además de tu faceta profesional como terapeuta, eres uno de los psicólogos más seguidos en redes sociales. De hecho, recientemente fuiste nombrado por nuestra revista digital como uno de los 12 mayores ‘influencers’ en el ámbito de la salud mental. ¿Cuál es tu principal motivación a la hora de cuidar tus redes sociales?

 

¡Guau! Te aseguro que el principal es disfrutar y pasarlo bien; el día que deje de reírme y de divertirme mi trabajo como clínico, publicando artículos, participando en algún medio de comunicación o dando clases, me plantearé qué diantres me pasa; seguramente significará que he perdido el norte. Y te mentiría si no le añado otro factor motivacional a seguir haciendo cosas y no es otro que el ego personal y cierta vanidad. 

 

Saber que mi trabajo gusta y tiene reconocimiento social, me mola. Me alegra mucho saber que con mis aportes puedo facilitar que algunas personas puedan hacer de su vida un lugar un poco más divertido y más seguro. Y si además saco alguna sonrisa al personal, objetivo cumplido.

 

B. R.: Recientemente te vimos protagonizando una charla TEDx en Valencia. ¿Cómo surgió esa posibilidad?

 

Mi experiencia en TEDx fue fantástica y desde el punto de vista intelectual uno de los retos que más me ha exprimido las neuronas. Parece una cuestión fácil una vez que ves el vídeo, pero preparar algo original, con tu estilo propio y sin copiar, con más de 300 personas en el aforo y saber que lo que dices va a quedar grabado y puede ser utilizado en tu contra… (risas). Fue un reto mayúsculo y muy gratificante. 

 

La historia surgió tras una conversación con la licenciataria de TEDxUPValenciaBelén Arrogante y con César Gómez Mora (un excelente preparador). Hablamos de la ira, de las pérdidas de control que tenemos en el coche, de los vendedores de humo y de los excesos en los mensajes de los talibanes de la psicología positiva y ahí empezó la historia del neandertal interior. El vídeo vino después.

 

B. R.:  Los que te conocemos sabemos que conjugas tu experiencia de muchos años con un notable sentido del humor. ¿Crees que el humor puede ayudar durante la terapia? ¿Hay que desdramatizar la vida?

 

Yo no entiendo vivir la vida sin humor y sin risas. El humor es terapéutico, ayuda a relativizar, a desdramatizar y a tomar distancia de los problemas. En mi consulta, se llora, nada más faltaba, y en ocasiones lloramos (en más de una ocasión me han salido las lágrimas y que me sigan saliendo, esto significará que sigo vivo), pero te aseguro que si ponemos la balanza, hay más risas que llantos. Es sorprendente cómo somos capaces de utilizar el humor incluso en situaciones límite.

 

B. R.: Leímos en tu blog un incisivo artículo en que reivindicas el papel del psicólogo respecto a otros profesionales, como los ‘coaches’. Este es un asunto polémico y desde los distintos Colegios de Psicólogos empiezan a hacer frente a estas formas de intrusismo. ¿Cuál crees que debe ser el posicionamiento de los psicólogos respecto a esto?

 

Yo estoy muy enfadado con este tema. Nuestro colectivo profesional es un tanto peculiar, en el momento que vemos a un colega que despunta, que sale en la tele en un debate o en una entrevista, nos ponemos a criticarlo y a elucubrar sobre a qué escuela pertenece o que éste no es de los míos; vamos directamente al error. Yo no me imagino a dos traumatólogos haciendo lo mismo que nosotros o a dos psiquiatras o a dos abogados.

En el resto de profesiones hay respeto hacia el compañero, en la nuestra no lo hay en general. Te comento esto, porque mientras los psicólogos estamos con la crítica y nos la seguimos cogiendo con papel de fumar y anclados exclusivamente en la patología, en los problemas y en que hay cosas que no tenemos que decir o hacer en consulta porque así lo indica el sesudo manual universitario, ha venido un colectivo sin formación que nos ha pillado con el paso cambiado. Un colectivo que, amparándose en la falacia de que todo el mundo puede ser feliz si lo desea, en el “si quieres puedes” y el infinito poder de la mente para mejorar en la vida; con el viento a favor de la presión mediática de que hay que ser feliz a toda costa (la industria de la autoayuda mueve en USA 10.000 millones de dólares anuales) y aprovechándose de cierto vacío legal, venden felicidad de todo a cien y venden desarrollo personal sin tener la más mínima base de estudios en psicología (el Grado, claro está).

 

Me da mucha pena ver a un montón de psicólogos preparados, con una formación excelente, con muchas ganas de trabajar y de aportar su granito de arena a la mejora de la sociedad, que las ven canutas para hacerse un hueco laboral y que llegue un tipo o tipa que sea un buen comunicador, con alguna experiencia vital negativa de la cual luego se va a aprovechar para venderse, que utilice algunas palabras de powerpoint o lema de azucarillo y que venda humo y se lleve el gato al agua. Algo no estamos haciendo bien los psicólogos, y creo que hay que hacer un ejercicio de autocrítica. Estamos en una sociedad de imagen, de fotografías perfectas y hay que reconocer que muchos coaches, mentores, acompañantes y tarotistas manejan muy bien la imagen. Los psicólogos no solo vamos a la foto, a lo estático, vamos a la radiografía, que es más precisa y vamos a la película, que es más completa. Por cierto, los psicólogos trabajamos el crecimiento personal; yo de hecho lo hago habitualmente en consulta, no sólo estamos en la patología. Con la salud mental no se juega y el coaching no es ni más ni menos que una herramienta de la psicología.

 

B. R.: ¿Es tan difícil ser feliz? ¿O nos han hecho creer que la felicidad es un bien de consumo?

 

Si por felicidad entendemos vivir en congruencia con tus valores y con tu proyecto vital, ser buena gente, mostrar actitudes de generosidad con las personas de tu alrededor y aceptar que de vez en cuando uno va a estar mal; se puede conseguir ser feliz, sí. Pero claro, aceptando que el sufrimiento no va a desaparecer, que no podemos controlarlo todo, que no somos supermanes y que en muchas ocasiones vamos a perder batallas por nuestra propia incapacidad para afrontar retos o conflictos, o porque la vida más pronto que tarde nos va a regalar noticias que nos van a hacer sufrir, a veces sufrir mucho. 

 

Cuando oigo a gente que va por la vida diciendo que es megafeliz o feliz a toda hora, me da dentera, no los soporto. Igual que me dan cierta grima aquellas personas que hacen de la queja un arte y un medio para manejarse por la vida.

 

B. R.: Últimamente estás “de gira” junto a Miguel Ángel Rizaldos, Iñaki Vázquez y Sònia Cervantes. ¿Qué te está aportando en lo personal y en lo profesional esta experiencia como conferenciante?

 

Nuestra profesión es muy individual y solitaria, y encontrarte con un grupo de colegas con los que compartes escenario y que ven la vida y la psicología de una manera muy similar a la tuya te reconforta. En lo profesional, me aporta un aprendizaje continuado de la mano de los mejores y en lo personal, me llevo nuevos retos, nuevas experiencias, muchas risas y buenos amigos para seguir de viaje, y por muchos años que pueda llevar la maleta.

martes, 19 de octubre de 2021

No solo la tristeza indica depresión, también la irritabilidad

Raquel Aldana     |   La Mente es Maravillosa     |     27/09/2021

La irritabilidad no suele ser considerada a la hora de hablar sobre los síntomas de depresión, pero en realidad es bastante común que se presente en las personas afectadas. Te lo explicamos. 

No solo la tristeza continua e intensa o, mejor dicho, el estado de ánimo desesperanzado, desanimado o “como en un pozo” es indicativo de depresión. De hecho, la tristeza como síntoma puede no manifestarse en una persona deprimida, siendo su prima hermana la irritabilidad. 

Sí. Por rara que parezca esta afirmación una persona deprimida puede no mostrarse triste pero sí manifestarse irritable, inestable o frustrada. Las quejas somáticas, el mal humor, las molestias, los dolores físicos, las montañas rusas emocionales, etc. Todo esto puede sustituir a la tristeza como síntoma de un problema emocional como la depresión. 

Así, podríamos decir que las manifestaciones de rabia como la insensibilidad, la irritabilidad, la agresividad y el comportamiento “autoritario” son a veces gritos que piden salir del pozo de negrura en el que nos ahoga la depresión. 

La irritabilidad como criterio diagnóstico de depresión

Según criterios tanto del Manual Diagnóstico de los Trastornos mentales en última versión (DSM-5) como de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10), un diagnóstico clínico de depresión puede llevarse a cabo si la persona, entre otras condiciones, muestra irritabilidad en vez de tristeza.

Es decir, que una persona constantemente malhumorada que muestra una ira persistente, una tendencia a responder a los acontecimientos con arranques de ira o insultado a los demás o un sentimiento exagerado de frustración por cosas sin importancia, puede estar sumida en un estado de ánimo depresivo patológico. 

En niños y adolescentes puede presentarse un estado de ánimo irritable o inestable más que un estado de ánimo triste y desanimado. Esto debe diferenciarse de lo que se considera el patrón de “niño mimado” con irritabilidad ante las frustraciones. 

No obstante, cabe recalcar que al igual que la tristeza por sí misma no es criterio suficiente de depresión y necesita de otras connotaciones para ser considerada patológica, lo mismo ocurre con la irritabilidad. 

Concretamente, para hacer un diagnóstico de depresión según los sistemas clasificatorios citados, estas dos condiciones por separado y suficientes en intensidad son necesarias pero no suficientes. Por lo tanto, así lo debemos considerar, no vayamos a entender que basta con estar tristes o irritados para estar deprimidos. 

La tristeza y la irritabilidad son estados emociones injustamente tratados 

La tristeza y la irritabilidad por sí mismas son estados emocionales sanos, pues pretenden informarnos de que hay algo que nos incomoda y nos está perjudicando. Solo se convierten en patológicos cuando distorsionan nuestra vida y deterioran enormemente nuestras esferas personales, sociales y laborales durante mucho tiempo. 

Con la irritabilidad generalmente hay que tener cuidado porque a través de ella podemos hacer cualquier cosa sin que nos importe que pase algo negativo. Así, un estado persistente teñido de esta característica inestabilidad puede llegar a ser devastador. 

Perder los estribos con facilidad, hacer comentarios desagradables, ser poco tolerante, mostrar impaciencia, sentir nerviosismo, manifestar agitación, tener reacciones impropias, empezar a alejarse de ciertas personas por ser desagradable, etc. Todo ello es indicativo de que algo no está bien en nuestra vida y de que tenemos que tomar medidas.

Así, la ira o irritabilidad que se manifiesta cuando padecemos una depresión es una manera de externalizar los que se siente y no se expresa. Digamos que la persona deprimida tiene la sensación de estar oprimida, de llevar alrededor de su cuello una bufanda que pesa toneladas.

Esto le hace sentirse hundida, sentir que su vitalidad se desvanece y que esa bufanda no le deja caminar, entorpeciendo su vida y descompensando su ánimo. Esto da cuenta de la inestabilidad y de la dificultad que estas personas tienen para llevar a cabo actividades en su día a día. 

Así, con las pocas fuerzas que esa tenebrosa bufanda les deja mantener, consiguen como mucho comer algo y dormir. Este es el peso de la angustia, la cual se traduce en una realidad asfixiante de tristeza o irritación según la persona y, por supuesto, según el momento.