LOIS
BALADO TOMÉ |
la voz de galicia-salud | 10/11/2022
En España existen cerca de medio millón
de personas que conviven con la esquizofrenia.
Suele diagnosticarse durante la adolescencia y, pese a que existen
cerca de medio millón de pacientes en España, las causas que generan este
trastorno siguen siendo desconocidas
La esquizofrenia es
un trastorno que afecta a, aproximadamente, la salud mental de
un 1 % de la población adulta en Europa y a casi medio millón de personas en
España. Pese a que es una condición sobre la que todos hemos escuchado
hablar en mayor o menor medida, la aceptación social de la esquizofrenia sigue
siendo un estigma por superar. Popularmente caracterizada por la presencia de episodios psicóticos que provocan en los afectados unas vivencias no
compartidas por su entorno (escuchan voces, tienen sensación de persecución o
creen que ocurren cosas que los demás no comparten), sus afectaciones anímicas
no son tan conocidas pese a estar ampliamente descritas. Pero, ¿qué es la esquizofrenia?, ¿qué es lo que la causa
y cuáles son sus síntomas?,
¿tiene cura?, ¿qué métodos existen desde la psicología y la psiquiatría y cuál
es el enfoque adecuado para tratarla?
Diferencias
entre psicosis y esquizofrenia
«Llamamos
genéricamente 'psicosis' o 'trastornos psicóticos' a aquellos trastornos en los
que aparecen alucinaciones,
delirios y desorganización del pensamiento. En ellos se pierde, decimos, el 'juicio de realidad'. Son
cuadros en los que el paciente tiene vivencias no compartidas con su entorno.
Oye voces que los demás no oyen, creen que ocurren cosas que los demás no
comparten, etcétera. Dentro de este paraguas, el trastorno psicótico
paradigmático es la esquizofrenia, un trastorno crónico que se inicia en la adolescencia y que cursa con brotes (cuadros psicóticos agudos), fases de
deterioro y síntomas negativos (apatía, retraimiento social, aislamiento). Pero
hay otros muchos cuadros psicóticos: las psicosis de origen tóxico (por
cocaína, cannabis, alucinógenos, alcohol), la paranoia o
trastorno delirante crónico y la psicosis aguda, que dura menos de un
mes», explica Guillermo Lahera
Forteza, profesor titular de Psiquiatría en
la Universidad de Alcalá y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad
Española de Psiquiatría y Salud mental (SEPSIQ).
Por su parte, Joseba Rico,
psicólogo de la Asociación Madrileña de Amigos y Familiares de Personas
con Esquizofrenia (AMAFE), acota un poco más la definición de esquizofrenia y
lo que a día de hoy se marca como criterios para avanzar hacia su diagnóstico.
«La psicosis tendría más que ver con ese momento en el que nos alejamos de
lo que entendemos por 'realidad compartida', cuando aparecen esos síntomas
psicóticos y se sufren esas ideas extrañas y alucinaciones. La diferencia
con la esquizofrenia la marca el plano temporal. La esquizofrenia, se
presupone, que va a mantenerse en el largo plazo. Tiene ese componente de cronicidad. Se trata de un diagnóstico que nos dice que esa persona
tiene mucha susceptibilidad de volver a sufrir psicosis, susceptibilidad que ha
de mantenerse durante, al menos, seis meses».
Desgrana Rico que,
evidentemente, un trastorno de este tipo está repleto de matices.
Imagínense que una persona sufre un episodio psicótico el 1 de enero y un
segundo el 30 de junio. Su cuadro encajaría dentro de los criterios que los
profesionales de la salud mental manejan para etiquetar la esquizofrenia. Sin
embargo, si el segundo episodio fuese el 2 de julio, ya no cumpliría los
criterios. Por eso, Joseba Rico explica: «Esos seis meses simplemente sirven
para decirle al clínico que una persona tiene una vulnerabilidad a la
psicosis suficientemente grave para plantearse el diagnóstico. A partir de
ahí, habrá que valorar y tener en observación a esa persona que, si sigue con
ese camino, acabará con ese diagnóstico. Como ves, las escalas temporales son
más por intentar lograr un mínimo consenso, por tratar de acumular la evidencia
que ha habido en otros países que acaben estableciendo estas categorías».
No obstante, el psicólogo aboga constantemente durante su discurso por «poner a
la persona en el centro» independientemente de lo que dicten las convenciones
médicas.
Causas
de la esquizofrenia
Apunta Lahera
que, si bien se estima que la esquizofrenia afecta a un 1 % de la ciudadanía,
«si utilizamos el concepto de 'espectro de la esquizofrenia', incluyendo
cuadros psicóticos más leves, llegamos al 5 % de la población». Con todo, la
razón por la que aparece la esquizofrenia, es todavía un misterio para la
ciencia. «Sus causas son diversas y aún no
están dilucidadas del todo.
Aparece una marcada heredabilidad y
hay modelos biológicos que explican sus síntomas (la desregulación de los
sistemas de dopamina, de glutamato y otros). Parece existir una vulnerabilidad
a desarrollar psicosis en algunos sujetos ante situaciones de estrés. La
aparición del trastorno es el resultado del balance entre la disponibilidad
individual y la 'carga' de estrés ambiental», explica el docente de la
Universidad de Alcalá.
Sobre esta
exposición prolongada a estresores y cómo pueden evolucionar hasta episodios
psicóticos —y la dificultad de que aparezcan en una etapa vital tan complicada
como la adolescencia— pone el foco Joseba Rico, psicólogo de AMAFE. Él
cree que se debe profundizar en las vivencias personales, individualizadas,
para poder realizar un abordaje correcto del problema. «La adolescencia, el
miedo a quedarse atrás, una ruptura... Todo son diferentes estresores que en
cada persona van a actuar de una manera diferente. Ahora mismo, cuando hablamos
de diagnóstico, hablamos de un conjunto de síntomas, que son las consecuencias
de esos estresores. Y uno de los problemas es que el tratamiento y toda esta lógica se centra en el abordaje de síntomas. En las voces, en el ánimo triste, la ansiedad o
la sensación de persecución. Pero se debe tener en cuenta qué desencadenante ha
habido en la vida de una persona para impedir que eso se repita. Las personas,
ante una misma situación, reaccionan de maneras diferentes. Hay quien, en vez
de expresarlo en una forma de trastorno mental, tiene una afectación física o
más ansiedad. Los hay más resistentes que otras, igual que hay personas que es
más difícil que se rompan un hueso si se caen. Tenemos diferentes
vulnerabilidades, tanto físicas como mentales», argumenta.
«Es importante
actuar sobre los síntomas, pero para evitar que eso vuelva a pasar hay que
trabajar en la prevención, en su ámbito social, en saber qué es lo que está
pasando. Y es una cuestión pendiente porque, a día de hoy, se hace poco para
que, a quienes tienen un problema de salud mental de tipo psicótico, no les vuelva
a ocurrir», explica y reclama: «La parte social tras una ruptura biográfica es
algo sobre lo que hay que intervenir».
Drogas
y esquizofrenia
Además, se sabe que
el consumo de determinadas drogas favorece la aparición de la esquizofrenia. «Está demostrado
que el consumo de cannabis o cocaína se
asocia a la irrupción de la enfermedad. Esto no significa que la cause, pero sí
que activan o despiertan una susceptibilidad individual. Por eso, como a día de
hoy aún no sabemos la vulnerabilidad de cada uno, es arriesgado consumir
cannabis en la adolescencia, pues el cerebro está en desarrollo y existe la
posibilidad de desencadenar psicosis».
Pese a que la causa
sea desconocida, sí se han observado diferencias anatómicas en el cerebro de
las personas que padecen esquizofrenia. «Si comparamos un grupo amplio de
personas con trastornos como el autismo, la esquizofrenia
o el trastorno bipolar, con
un grupo de control, observamos claras diferencias biológicas: desde
alteraciones de la estructura o el volumen de algunas áreas cerebrales a la
mayor o menor presencia de marcadores inflamatorios o de neuroplasticidad.
Pero, a día de hoy, ninguno de estos biomarcadores sirve aún para diagnosticar
o predecir el inicio de la enfermedad. Todavía les falta especificidad —es
decir, que se asocie a un trastorno concreto— y capacidad predictiva. Pero esto
no debe llevarnos al pesimismo o a volver a la idea obsoleta de que los
trastornos de la mente no tienen ningún sustrato corporal, sino a impulsar con
determinación la investigación en psiquiatría», reclama Guillermo Lahera,
miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud mental.
¿Cómo
se crean en nuestro cerebro las voces que escuchan los pacientes de
esquizofrenia?
Aunque existen
pacientes que refieren experiencias agradables con respecto a las voces
que escuchan, muchos de ellos las describen como atemorizantes y agresivas.
¿Pero cómo trabaja nuestro cerebro para generar estas 'ficciones' que los
afectados viven como algo completamente real? «Las alucinaciones auditivas de
la esquizofrenia se asocian a una
activación de áreas del lenguaje y el pensamiento, más que auditivas. Esto significa que probablemente sean
pensamientos que cambian de cualidad, que no se reconocen como propios y que se
vivencian como fenómenos impuestos desde fuera, generalmente atemorizantes y
agresivos. Son frecuentes las voces psicóticas que insultan, amedrentan u
ordenan acciones al sujeto». Explica el psiquiatra que, para paliarlos, se
dispone del «indudable efecto de la medicación para reducir su intensidad».
«Trabajamos con el paciente que no se identifique con ellas y que consiga
tolerarlas sin repercusión afectiva. Pero no es fácil», asegura.
Cómo identificar los primeros síntomas de la esquizofrenia
«Es bueno que la gente conozca e identifique los síntomas de pródromos o inicio de la psicosis. El sujeto se encuentra inquieto, alerta, duerme mal, tiene un
discurso distinto, se le entiende peor, puede llegar a decir algo bizarro o
extraño, inhabitual en él. Se muestra suspicaz, retraído, a la defensiva. Ahí
los síntomas ya están emergiendo, y característicamente, el paciente no tiene
ninguna conciencia de estar enfermo ni de necesitar tratamiento. Conviene que
la familia y el entorno le convenzan para acudir a un médico o psiquiatra, o a
un centro hospitalario, para evaluación», explica Guillermo Lahera.
¿La
esquizofrenia se 'cura'? Cronicidad y tratamientos
«La esquizofrenia es crónica y tiene una tendencia a la
recidiva, es decir, que sin tratamiento
suele tener nuevos episodios. Sin embargo, es una enfermedad muy heterogénea, y
al menos el 10-15 % de pacientes tienen un solo episodio y luego no recaen. En
general, la esquizofrenia se controla con el tratamiento, no se cura. Y
este tratamiento es farmacológico y psicosocial», detalla Guillermo Lahera Forteza, profesor
titular de Psiquiatría en la Universidad de Alcalá.
Explica el
directivo de la SEPSIQ que, a día de hoy, el tratamiento habitualmente
recomendado se fundamenta sobre tres patas:
§
Fármacos antipsicóticos:
«Actualmente se toleran mucho mejor que hace décadas y ya no producen esos
molestos efectos secundarios. Algunos son pastillas y otras inyecciones
mensuales, que se liberan poco a poco. Las dosis son ajustadas por el
psiquiatra, para que sean eficaces y bien tolerados»
§
Intervenciones psicosociales:
«Como psicoeducación, técnicas cognitivo-conductuales de manejo de los síntomas
psicóticos o terapia familiar para mejorar el clima de convivencia»
§
Integración social:
«Con recursos sociales que favorezcan el empleo y desarrollo del sujeto»
Defiende el
profesional de la psiquiatría que los medicamentos son «bastante efectivos,
pero deben aplicarse de manera mantenida en el tiempo y con determinación». «La
respuesta es variable, pero en torno a un tercio de los pacientes puede
llevar una vida bastante normal, salvo algunas recaídas; otro tercio tiene más
dificultades, no consigue ser independiente ni un trabajo o una
familia; el último tercio es el que requiere hospitalizaciones periódicas.
Pero, en general, el pronóstico de la
esquizofrenia es más esperanzador ahora que hace treinta años», asegura, lanzando un mensaje de optimismo.
Preguntado sobre
los tratamientos alternativos a los fármacos, sobre si se utiliza algún tipo de
intervención más invasiva para mejorar el desarrollo de la enfermedad, Lahera
comenta que el uso de la psicocirugía es anecdótico, pero que, sin
embargo, el electroshock arrastra tras de sí abundante literatura científica.
«A veces es útil la terapia
electro-convulsiva (antiguamente, electroshock), que está rodeado de una leyenda negra y, en realidad, tiene
mucha evidencia científica de eficacia. Se añade al tratamiento farmacológico
en pacientes especialmente graves, con algunos síntomas concretos o que no
toleran los fármacos —asegura Lahera—. Pero donde podemos mejorar mucho es en
implementar terapias psicológicas eficaces en estos pacientes. Todas las guías
internacionales las recomiendan y, pese a los avances que hemos tenido en
España, aún hay zonas con dificultades para acceder a centros de rehabilitación
psicosocial».
El
estigma social y la visión académica: presente y futuro del abordaje de la
esquizofrenia
«Uno de los
problemas a los que te enfrentas con la esquizofrenia y con la salud mental en
general, es que se cree que se sabe mucho. Pero es que a veces el problema no
es tanto que no sepamos, sino el no reconocerlo. Cuando reconocemos que no
sabemos, ese es el posicionamiento adecuado. Manejamos un histórico de lo
que creemos que sabemos, también a nivel social, de lo que son los
problemas de salud mental. Eso nos sesga muchísimo. Con la
esquizofrenia pasa. A nivel de población general, con todo el tema del estigma,
pero también a nivel académico. Muchos de los modelos iniciales médicos del
siglo pasado han marcado mucho la manera de intervenir y las expectativas de
recuperación. A todo eso hay que darle una mirada crítica», explica el
psicólogo Joseba Rico con las perspectivas puestas en el abordaje actual y
futuro del problema.
Argumenta que, a
diferencia de otros problemas puramente fisiológicos, las fronteras en salud
mental no siempre están claras. La esquizofrenia es un trastorno que
combina las alucinaciones o los delirios con cuestiones más de apatía y de
un aplanamiento afectivo. «A lo largo del tiempo se han ido incorporando otras
áreas sintomáticas que tienen que ver más con lo afectivo y con lo cognitivo»,
apunta. Ahí surge un nuevo reto para el diagnóstico. «En cuanto nos ponemos
finos, vamos a ver que esto va a tocar otras áreas diagnósticas como el
trastorno bipolar o el trastorno del ánimo. En depresiones muy graves hay
síndromes psicóticos; en un una esquizofrenia también hay síndromes depresivos.
¿Dónde nos ponemos?», reflexiona Joseba Rico.
El psicólogo de
AMAFE evidencia la dificultad a la que se enfrentan los profesionales de
la salud mental a la hora de categorizar en compartimentos estanco los
distintos trastornos. «Hay una parte más profesional, más científica, de
intentar establecer categorías que es importante para aspirar a esa
universalidad del tratamiento; por otro lado, te tienes que ajustar y poner a
la persona en el centro. Que se sienta escuchada. La adaptación a su
propia biografía y a sus necesidades concretas es fundamental. Y es uno de los
grandes retos. Identificar qué puntos son comunes en la problemática de salud
mental. Se irá revisando y avanzando. Pensemos que la salud mental es una
disciplina relativamente joven en términos históricos y queda mucho
trabajo por hacer a la hora de perfilar qué es lo que le ocurre a las personas,
por qué hay estos desencadenantes y comprender que, si no se hace algo
individualizado, es muy difícil que la persona se sienta comprendida», dice.
Retos para el futuro y para el presente