• Sólo el 5% de las personas con enfermedad mental tiene un empleo
estable
• Trabajar mejora el curso de la patología y reduce las recaídas
• Un millón de personas sufre este tipo de patologías en España
• Los recortes están afectando a los programas de inserción y
formación
• La falta de atención social aumenta el riesgo de exclusión
• Con la crisis, crecen los trastornos de ansiedad, angustia y
depresión
Elena Mengual | Daniel Izeddin (Vídeo) | Madrid | 10/10/2012
Basilio García iba para
periodista, pero un brote de esquizofrenia le alejó de su objetivo. Desanduvo
los 700 kilómetros que separan Madrid de su Ceuta natal y se encerró en su
casa. Y en sí mismo. Allí pasó por todos los estadios. "Al principio te
sientes raro, desorientado. Luego viene el deterioro, la crisis, el rechazo...
Lo peor es levantarse cada mañana sin tener un sitio donde ir, sin tener un rol
social".
Hoy pertenece a ese escaso 5%
de personas con enfermedad mental que tiene un empleo estable, en concreto,
como funcionario en Ceuta. "Mi caso es un triunfo. Es sólo cuestión de una
oportunidad. El problema es que el 95% no la tiene".
Habla de esa barrera
invisible que impide la inserción laboral de la mayoría de los afectados por patologías
mentales. Una barrera compuesta casi al 50% por el estigma y los prejuicios que
lleva aparejados la enfermedad mental -"la locura", como se
diagnosticaba no hace tanto- y la autocensura del propio enfermo, que duda de
su capacidad para afrontarlo. De ahí a la exclusión social no hay más que un
paso.
Crisis económica y salud
mental
En España, el 9% de la
población padece este tipo de enfermedades, y el 15% las padecerá en algún
momento de su vida, según datos del Ministerio de Sanidad. Unas cifras que el
Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM) eleva hasta
el 25% de la población.
La crisis económica ha
implicado un empeoramiento de la salud mental de los españoles. "Las
cifras de patologías graves, como esquizofrenia o trastorno bipolar se
mantienen estables, pero han aumentado enormemente los casos de ansiedad,
angustia y depresión, que pueden desencadenar otros más graves", explica
José María Sánchez Monge, presidente de la Confederación Española de Agrupaciones
de Familiares y Personas con Discapacidad (Feafes).
"Con la crisis, han
aumentado enormemente los casos de ansiedad, angustia y depresión",
explica Sánchez Monge
La crisis también hace mella
en los programas de atención a las personas con enfermedad mental. Los recortes
están asfixiando a numerosas asociaciones. Personal que no cobra, centros que
cierran y una "disminución de la atención a los discapacitados, y
fundamentalmente a estos enfermos", explica Sánchez Monge, quien teme que
esto se traduzca en más situaciones de exclusión social.
Los recortes han barrido
buena parte de las iniciativas puestas en marcha para incorporar a estas
personas al mercado laboral: centros especiales de empleo y programas de
inserción en empresas 'normales' se quedan sin fondos.
Invertir en políticas de
empleo o en pensiones
Algo contraproducente desde
el punto de vista de Anna Cohí, presidenta de Feafes Empleo. "En épocas de
'vacas flacas' los niveles de inserción no pueden ser menores si queremos
garantizar la igualdad de oportunidades", afirma. Máxime cuando diferentes
estudios demuestran que las personas con enfermedad mental que cuentan con un
trabajo estable sufren menos recaídas (hasta un 54% menos), acortan sus
estancias en hospitales y, en consecuencia, se reduce el gasto. "¿Qué es
más rentable, invertir en políticas en políticas de empleo y prevención, o en
pensiones de incapacidad?", pregunta, retóricamente, Anna Cohí. "El
trabajo dignifica, mejora la autoestima y el curso de la enfermedad es mejor",
concluye.
"La atención de la
mayoría de los enfermos se reduce a una visita de 10 minutos al psiquiatra cada
tres meses"
Una visión que comparte Ángel
Lozano, trabajador social y gerente de Feafes Castilla y León. Recuerda que la
enfermedad mental suele irrumpir en torno a los 20 años, "cuando la
persona se está formando. De ahí la importancia de los centros de formación y
las políticas de inserción", explica. "El trabajo les convierte en
ciudadanos".
Lozano subraya, además, que
"el 80% de la inversión en enfermedad mental se va en ingresos
hospitalarios y urgencias, cuando en los hospitales está sólo el 7% de los
enfermos mentales". Aboga, por ello, por un cambio de modelo, que lleve a
los trabajadores sociales hasta los enfermos, y no al revés. "El enfermo
mental, cuanto peor está, más se aísla", recuerda, y se muestra seguro de
que cuando se dan situaciones de violencia es porque la persona no ha recibido
la atención adecuada.
Diagnóstico, pastillas y a
casa
"La mayor parte de las
familias guarda un amargo recuerdo del inicio de la enfermedad mental",
explica Lozano. "Salen del médico con un nombre -el de la enfermedad- y
unas pastillas. Se sienten solos". Es lo que le sucedió a Luz María Cañas.
A los 11 años, su hermano empezó a comportarse "de forma extraña".
Recuerda la angustia y el agobio de aquellos días. No sabían que hacer.
"En aquel entonces se tardaba mucho en saber", explica. Cuando llegó
el diagnóstico, esquizofrenia, su hermano fue internado en el psiquiátrico de
Ciempozuelos.
"Era necesario cerrar
los psiquiátricos. El problema es que lo hicieron sin dar alternativas",
afirma Cañas
"Las terapias le fueron
bien, De hecho, empezó a trabajar con 16 años como albañil en el Ayuntamiento
de Cuenca y hoy -con 56- sigue". La atención que recibe actualmente poco
tiene que ver con la de hace cuatro décadas. "Para empezar", recuerda
Cañas, "antes a los enfermos mentales no les atendía el sistema sanitario,
sino la beneficencia". Con la reforma sanitaria de 1986 se incorporaron a
la red general, lo que implicó el cierre de los psiquiátricos. "Había que
hacerlo, el problema es que lo hicieron sin dar alternativas", y todo el
peso recayó en las familias.
"La atención de la
mayoría de las personas con enfermedad mental se reduce a una visita de 10
minutos al psiquiatra cada tres meses", explica Basilio García. "No
es suficiente, hace falta más atención social, no sólo terapéutica".
"Si continúan las reducciones
presupuestarias, los retrasos en el pago de subvenciones, no se apoyan los
programas desde el ámbito sociosanitario y se reduce la atención a las recetas
médicas y los servicios de urgencias, se dará un gravísimo salto hacia atrás en
la calidad de vida de decenas de miles de personas", advierte Sánchez
Monge.
El título del artículo es muy sugestivo y el contenido muy veraz, por eso lo he incluído en mi blog. Yo contraje una enfermedad mental seria hace 35 años, de los cuales he podido trabajar 25 con muchísimo esfuerzo y voluntad, y teniendo que acostarme muchas veces al llegar a casa. No soy adinerada, ni tampoco mi familia, pero me ha ayudado a salir adelante la consulta privada, pues el primer ingreso y las visitas eran a consultas privadas. En un momento dado recaí y me ingresaron durante tres meses en un hospital de la Seguridad Social y al salir me remitieron al CSMA. Del ingreso prefiero no acordarme y pasar página. En cuanto a las pocas visitas que hice al CSMA es verdad que no nos pueden dedicar más que 10 minutos, cuando a veces no has podido expresar casi nada desde la última consulta de tres meses atrás. Pero la gota que rebasó el vaso en mi caso, fue que un día lo primero que le expliqué a la psiquiatra del CSMA fue un nuevo problema muy grande que había tenido y estaba aún muy presente en mi mente, y para remediarlo y sin mirarme a la cara, su respuesta fue; hacemos un nuevo ingreso para que descanses...Yo rápidamente le dije; no, gracias, para descansar puedo ir a casa de una de mis hermanas, y desde aquel día volví a la consulta privada hasta hoy.
ResponderEliminarEs muy lamentable que además de pasarlo muy mal cuando estás en crisis, tengas que gastarte dinero para mejorar tu estado, y además muchas personas con la crisis no pueden permitirse pagar una visita privada. Pero pienso sinceramente que hemos de vivir el día a día esperanzados, porqué la política de Sanidad no se sostiene y como dice el artículo si estamos peor gastamos más fármacos y tenemos que ingresar con más frecuencia, o personas que eran autónomas pasan a ser dependientes por no atenderles más a menudo, cosas todas ellas que generan más gastos a la Sanidad pública.
Pienso que debe haber un cambio en Sanidad y en la sociedad respecto al enfermo mental, pues cada vez hay más familias luchando por alguno de sus miembros en este terreno, y la unión hace la fuerza.