lunes, 19 de diciembre de 2016

¿Qué es la culpa y cómo podemos gestionar esta sensación?

PSICOLOGIA
Marianela Esquivel | Psicóloga |psicologiaymente.net | 12/09/2016
En mis años como terapeuta he presenciado como muchas personas viven presas de un gran fantasma que les atormenta: su nombre es culpa. Son personas que no logran disfrutar plenamente su vida porque suelen privarse de experiencias, tomar decisiones, asumir retos, cerrar círculos en su vida por sentirse culpables.

Lo que entendemos por culpa.

Comencemos por explorar un poco el término: la culpa. Solemos definir este concepto como un sentimiento desagradable nacido de la sanción, el señalamiento acusador o la condena producida por “algo que hicimos o que no hicimos y se asumía que debíamos hacer o no hacer”. 

Este señalamiento genera sentimientos como la tristeza, el remordimiento, el lamento, la angustia, la impotencia y la frustración.

Los pequeños juicios imaginarios.

Precisamente, sobre este punto me interesa reflexionar. En consulta suelo mencionarles a mis pacientes que, consciente o inconscientemente, suelen vivir en un constante “juicio” en el que, lamentablemente, ellos mismos son quienes se obligan a sentarse en la “silla de los acusados”.

De esta manera, se trata de ejemplificar lo desgastantes que suelen ser sus vidas, por la propia decisión de “sancionarse o reprocharse” por “lo que se hace o no se hace en la vida”. Es decir, en muchas ocasiones no existe ese “otro que señala”, sino que es la misma inflexibilidad del sujeto la que se acusa.

Cuando la culpa se la pone uno mismo.

La crianza y la educación recibida en general puede influenciar en la adquisición de conductas auto-punitivas, pero una vez que se pasa a la vida adulta, somos responsables de cambiar nuestro repertorio de tal manera que adquiramos cada vez más herramientas emocionales asertivas.

El ejemplo del segundo idioma.

Para aclarar este punto suelo ponerle el siguiente ejemplo a mis pacientes. Cuando se es niño, muchas veces, los padres no pueden brindarles a sus hijos la opción de adquirir una segunda lengua; mientras son niños y adolescentes, están sujetos a las posibilidades que le permitan sus padres. Y si les preguntan por qué no hablan otro idioma, con mucha naturalidad dirán que sus padres no pueden brindarles esa opción.


Pero cuando se es adulto, ya no pueden justificarse hablando sobre lo que sus padres no pudieron brindarles, pues teóricamente ya es absoluta responsabilidad de ellos proveerse de todas las herramientas profesionales necesarias para competir en el mercado laboral, y cuanto más necesitados estén de una herramienta para destacar en el campo profesional, mayor debería ser su esfuerzo por conseguirlo.

De esta misma manera, si nuestros padres no pudieron brindarnos las herramientas necesarias para tener salud mental y por ende, calidad de vida, de adultos es nuestra responsabilidad adquirir nuevos recursos. Por eso, utilizar la culpa asertivamente es una decisión absoluta de la persona. Lo ideal es saber gestionar estas creencias y sentimientos para hacer que nuestra calidad de vida mejore en aquellas áreas en las que puede mejorar.

¿Por qué se debe exterminar la culpa cuando no es asertiva?

La culpa genera sentimientos desgarradores, porque hace prisionera a la persona ante una situación emocional.

Ejemplo: imaginemos que cerca de donde vivimos ocurre un desastre natural y muchas personas queridas se vieron afectadas; sentimos su dolor y preocupación, por tanto, si está en nuestras posibilidades corremos a auxiliarlos, procurando dar lo mejor de nosotros ante tal catástrofe; casi impensable sería que una persona se coloque unas esposas en sus manos y se ate a la cama, de tal manera que sienta el dolor de sus amigos pero sin poder hacer nada.
Este precisamente es el panorama que asumen las personas que se culpan; se quedan paralizadas, se lamentan, sienten dolor, pero no asumen acciones que le permitan mejorar el panorama. Se quedan “atadas”, “prisioneras” en su sentimiento sin capacidad de colaborar.

Formas de compensación.

Es necesario aclarar que en ocasiones las personas claramente asumen la responsabilidad de sus actos, en tanto buscan maneras de compensar su error. Por ejemplo, si en una pareja uno de los dos fue infiel, es posible que se reconozca el error y que la persona luche por recuperar la confianza, de tal manera que no se queda en lamentaciones o sanciones, sino en la manera de volver a recuperar la estabilidad emocional de la pareja en caso de querer continuar juntos. Es decir, la culpa nos permite sensibilizarnos ante el sentimiento humano y por ende, delimitar ciertas acciones para la sana convivencia. Está sería la utilización asertiva de la culpa.

No obstante, en muchas ocasiones las personas se sienten culpables por acontecimientos que no son su responsabilidad. Volviendo a uno de los ejemplos, sería como si la persona se sintiera responsable por el desastre natural, el cual arrasó con el vecindario y por ende, comience a disculparse con los otros y no logre continuar con su vida por la tristeza que le ocasiona la experiencia.

La culpa que nos ata.

De esa misma manera, las personas pasan gran cantidad de su vida sumidas en esta “creencia irracional” de que se es responsable de acontecimientos que pertenecen al propio transcurso de la vida. Y lo difícil del caso es que se genera un círculo, pues al “paralizarse” y no buscar maneras alternas de mejorar la situación, se cae en el reclamo o a las lamentaciones constantes.

Por eso, cuando se les ayuda a las personas a encauzar la culpa se les cuestiona si realmente desean liberarse de esos sentimientos desagradables. La pregunta más importante que debo hacerles como terapeuta es: “¿Quiere asumir la responsabilidad de su vida?”. Porque eso implica en muchas ocasiones emprender acciones que inconscientemente evitamos asumir. En algunos casos, de hecho, se dan cuenta que es más cómodo estar lamentándose por el pasado que empezar a construir el presente.

La temporalidad.

Otro aspecto importante mencionar en el tema de la culpa es su temporalidad. La culpa, como ya se mencionó, nos ayuda para sensibilizarnos ante aquellas acciones que hacemos o dejamos de hacer y que nos permite enmendar o mejorar como personas; pero debe estar inscrita dentro de un tiempo. Tiene un inicio y un fin, así como un objetivo que como se menciona se centra en la superación.

No obstante, se distorsiona su uso cuando inicia pero no finaliza, es decir, cuando nos sentimos mal por una falta que cometimos pero continuamente nos estamos recriminando una y otra vez.

En este punto suelo hacerles la siguiente pregunta a mis pacientes: ¿cuál es el fin de convivir con ese sentimiento de culpa? ¿Será acaso que nos funciona para victimizarnos, manipular, o evitar asumir responsabilidades? Es sumamente importante que las personas encuentren la verdadera razón por la cual se culpabilizan. Es el inicio para lograr obtener cambios.

Nota.- Perdonad que la presentación no sea correcta, el interlineado no obedece mis órdenes. Saludos.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Las diferencias entre síndrome, trastorno y enfermedad.

PSICOLOGÍA CLÍNICA

Explicamos las similitudes y diferencias entre estos conceptos

En el ámbito de la salud y de la psicología, es muy frecuente el uso de tres conceptos clave: el síndrome, el trastorno y la enfermedad

Se trata de palabras con mucha fuerza, porque a nivel popular acostumbran a asociarse a la falta de salud y los problemas en el organismo, algunos de los cuales podrían ser crónicos y por lo tanto no tener cura. Sin embargo, eso no significa que en los entornos científicos, académicos y de la salud se utilicen como sinónimos. De hecho, no lo son.

A continuación examinaremos las diferencias entre la enfermedad, el síndrome y el trastorno, pero antes debemos aclarar el significado de la palabra "síntoma" para poder entender todo el resto.

¿Qué es un síntoma?.-  En el ámbito de la salud, un síntoma es la expresión de un estado anómalo, es decir, la consecuencia de un fenómeno que se está manifestando en un cuerpo. De este modo, un síntoma podría ser una señal de alerta de que un paciente puede tener su salud comprometida de algún modo, o podría ser una "falsa alarma".

Es decir, un síntoma puede ser muchísimas cosas, y el hecho de que estén presentes no sirve como confirmación definitiva de que la salud de alguien se vea comprometida: por ejemplo, un paciente puede decir que le duele la cabeza (síntoma) sin que esto sea señal de que se tiene una enfermedad.

El síndrome.-  Un síndrome es un conjunto de síntomas que se dan juntos y que ya ha sido estudiado previamente y que, por tanto, ha sido identificado como un cuadro clínico vinculado con uno o varios problemas de salud. Así pues, en un síndrome hay una serie de síntomas que se dan juntos con mucha frecuencia. Sin embargo, los síntomas que componen un síndrome pueden variar con el tiempo y por lo tanto este puede llegar a desaparecer.

¿Cuál es la diferencia entre un síndrome y una enfermedad? Ahora lo veremos.

La enfermedad.-  El concepto de enfermedad, como el de síndrome, es una entidad clínica, y por tanto tiene que ver con los problemas de salud. Sin embargo, si un síndrome no es más que un conjunto de síntomas ya estudiados e identificados como algo que tiene una entidad propia al tener una forma típica de manifestarse, una enfermedad debe presentar, además de uno o más síntomas, o cambios reconocibles en el cuerpo o bien una causa biológica conocida (o ambos elementos).

Es decir, que un síndrome, al ser esencialmente un conjunto de síntomas, no tiene por qué tener una causa conocida ni desarrollarse a la vez que alteraciones anatómicas.
Así pues, algunos síndromes pueden ser la manifestación de una enfermedad, pero otros no, ya que sus causas pueden ser tan biológicas como, por ejemplo, sociales.

¿Qué es un trastorno?.- En términos genéricos, por trastorno puede entenderse simplemente una alteración del estado de salud normal debido o no a una enfermedad. El ámbito en el que es más frecuente hablar de trastornos es del de la salud mental. Un trastorno mental suele ser entendido como un cambio desadaptativo (y, por tanto, problemático) que afecta a los procesos mentales.

Muchas veces el término trastorno se utiliza como un modo más laxo de referirse a la enfermedad en aquellos casos en los que las causas no están muy claras y las posibles alteraciones anatómicas con las que está asociado pueden ser a la vez causa o consecuencia suya. En el caso de los trastornos mentales esto se hace mucho, ya que muchas veces no queda muy claro si los desequilibrios bioquímicos asociados a algunos trastornos son lo que produce los síntomas o son un producto de una dinámica de interacción entre la persona y su entorno.

De este modo, el concepto de trastorno sirve simplemente para describir las señales del estado de anormalidad y de alteración de la salud en el que se encuentra una persona, mientras que el de enfermedad señala una relación de causalidad, porque incluye las causas concretas (etiología) de la falta de salud.


Nota.- La Psicología clínica se encarga de investigar las distintas funciones mentales de individuos que sufren algún tipo de alteración o padecimiento, no solamente trastornos mentales sino también trastornos relacionados con la potencialidad de cada ser humano para lograr sus metas. Para ello, los psicólogos clínicos se apoyan en distintas metodologías y pruebas para trazar la mejor terapia posible.