martes, 5 de abril de 2022

Laura Rojas-Marcos: "Hay que tratar el dolor, el duelo y la pérdida con amor, no como si fuesen parásitos" - ( I )


RAQUEL NOGUEIRA      |      EL ESPAÑOL      |      24/11/2021 

La psicóloga hispano estadounidense analiza las consecuencias en la salud mental y emocional de eventos traumáticos como atentados o la pandemia de la covid-19.

Laura Rojas-Marcos (Nueva York, 1970) llega a la redacción de EL ESPAÑOL con una sonrisa en la boca. "Mi libro está teniendo muy buena acogida", dice. Y luego reconoce que se "siente feliz" por haber vuelto a su ciudad natal, la Gran Manzana, después de casi dos años de restricciones de viaje. 

Entrevista a Laura Rojas-Marcos, Silvia P. Cabeza

Esta doctora en Psicología Clínica y de la Salud acaba de publicar Convivir y compartir (Grijalbo, 2021), un compendio de claves para relacionarnos "saludablemente contigo y con los demás". Rojas-Marcos reflexiona en su texto sobre salud mental y emocional y cómo vivimos con otros y con nosotros mismos.  

Su último libro arranca con un capítulo titulado El arte de convivir, y yo le pregunto: ¿sabemos convivir con los demás?

No deja de ser un arte que ya viene con nosotros, por lo menos estamos todos predispuestos, genéticamente, a poder convivir. Dependiendo de nuestra personalidad, de nuestro aprendizaje y demás, quizás tengamos más o menos facilidad para ello. No obstante, la capacidad para aprender a relacionarnos, a conectar es algo con lo que venimos a este mundo. 

Evidentemente, hay situaciones o entornos de convivencia donde quizás es muy protagonista la agresividad, la negligencia, el rechazo… y son más complejos. No obstante, es muy importante señalar que, a pesar de lo duro que a veces puede ser una infancia o un periodo de vida, es posible retomar, aprender y seguir avanzando. 

Convivir es un arte como lo es bailar. Porque es el arte de compartir espacio, energía, tiempo, emociones, intereses, y también el arte de aprender a gestionar los conflictos, las adversidades, los pisotones, como puede ocurrir, por ejemplo en un pasodoble. ¿No? O a la hora de bailar el tango, entonces requiere, evidentemente práctica. Requiere interés y requiere, también, paciencia, paciencia. 

¿Es más complicado convivir con otros o con nosotros mismos?

Convivir con uno mismo y con los demás es algo diferente. Convivimos con dos grupos o dos tipos de personas diferentes. El primero son los elegidos: nuestros amigos, las parejas, esas personas que elegimos, que no nos vienen dadas, sino que las elegimos a lo largo de la vida. 

Después están las personas no elegidas. ¿Y quiénes son esas no elegidas? Ahí están todos los demás: la familia –no elegimos la familia en la que nacer–, los compañeros de trabajo, los vecinos… Los no elegidos pueden ser conocidos o desconocidos. Pero, nuestro mayor no elegido, el que va a marcar nuestra vida, somos nosotros mismos. 

Nosotros no nos elegimos. Pero sí estamos forzados a convivir mientras estemos aquí: desde el momento en que nacemos hasta nuestro último suspiro.  

Pero ¿es fácil convivir con uno mismo?

Para poder convivir con nosotros mismos necesitamos, sobre todo, aprender a escucharnos, a hablarnos, a convivir con distintas emociones –positivas, negativas, incluso emociones que desconocemos–. Es importante conocerse, conocer y aprender a identificar quién soy, qué quiero, qué es importante para mí, cuáles son mis necesidades o mis deseos. Todo eso, puede ir cambiando a lo largo de la vida.

El aprender a convivir contigo mismo es quizás el pilar esencial para aprender a convivir con los demás, para poder mantener ese equilibrio, para poder comunicar bien, para poder desarrollar la actitud asertiva, para aprender y saber poner límites.  

Con la pandemia y los confinamientos hemos tenido como una masterclass de conocernos a nosotros mismos, pero ¿hemos sacado alguna enseñanza positiva de esta situación?

Por supuesto que sí. Tenemos que partir de que no ha sido una experiencia positiva, porque todos hemos perdido, ya sea a personas, trabajo o seguridad. Todos hemos tenido que aprender a convivir con los sentimientos de incertidumbre, de ansiedad, de miedo. Ha habido muchas emociones. Evidentemente, hay personas que lo han tenido muchísimo peor y han vivido una serie de experiencias traumáticas, dolorosas, de desgarro, de las que les va a llevar muchos años recuperarse.

Ninguna experiencia dolorosa es algo bueno. Pero, y aquí viene el aprendizaje, frente a la adversidad, siempre hay algo que en un momento dado podemos trabajar para aprender, para poder crecer, conectar y entender qué es lo que ha pasado, y qué, de toda esta tragedia, me llevo. 

Entonces, ¿qué aspectos positivos saca?

Como terapeuta, he podido observar que muchas personas, frente al confinamiento, sobre todo esos meses más duros, han aprendido y han redescubierto a las personas con las que conviven. Han vuelto a conectar, a hablar, a compartir… Quizás, incluso a resolver una serie de cosas que a lo mejor llevaban años pendientes, han resuelto fantasmas del pasado o resentimientos. Y eso es algo muy positivo. 

En el día a día, muchas familias, e incluso personas que han estados solas, han aprendido a organizarse y a compartir. Y algo que a mí personalmente me ha emocionado, es la generosidad hacia desconocidos, hacia tus familiares y amigos. Todos hemos querido –incluso necesitado o exigido– querer ayudar a otros. 

Pero también hay mucho trauma y lo que se denomina síndrome de estrés postraumático en la población general y en los profesionales esenciales. Y, sobre todo, y tengo que decir que a mi también me ha pasado, lo que se denomina el trauma vicario. 

¿Trauma vicario?

Nos pasa sobre todo a los que nos dedicamos a ayudar, o somos cuidadores, o estamos dentro del sistema de salud. Llega un momento en que el sufrimiento ajeno se convierte en propio, además del que tú también tienes. 

Volvamos a los aprendizajes…

Ha habido muchos aprendizajes, sigue habiendo. Esto todavía no ha terminado, lamentablemente. Muchos –no todo el mundo– hemos tenido la oportunidad de revisar y de aprender a no dar por hecho y a ser agradecidos. Y sobre todo un concepto que trabajo mucho, especialmente con gente joven: además de esos derechos que uno siente que debe reivindicar, tenemos una serie de deberes. Y para una buena convivencia es importantes colaborar, contribuir y ser coherente entre lo que pensamos, lo que decimos, lo que sentimos y lo que hacemos. 

¿Han cambiado las prioridades de la gente?

Pues sí, he visto que para muchas personas han cambiado las prioridades. Por ejemplo, prioridades en relación a las relaciones familiares o incluso sobre a qué dedico mi vida. Personas que a lo mejor no eran felices o no les gustaba su trabajo. O incluso personas que estaban involucradas en relaciones tóxicas y dañinas. Después de esta experiencia y de la reflexión y del análisis, han decidido ser valientes y dar un paso no solamente a la hora de buscar ayuda, sino de cambiar y de darse la oportunidad de mejorar. 

He trabajado con muchísimas parejas cuya relación estaba deteriorada, y esta situación tan dramática y dolorosa les ha ayudado o empujado a revisar su vida, cuáles son sus prioridades o sus objetivos. Y quizás también a priorizar el autocuidado. Y esto está directamente relacionado con la propia salud, no solamente la física, sino también la mental y emocional.  

La salud mental, la física, la emocional y la relacional son pilares esenciales, y si tenemos las cosas claras, si nos conocemos y sabemos esa diferencia entre lo que quiero, lo que necesito, lo que creo que debo hacer, dónde están mis compromisos y propósitos, podremos ordenar nuestras prioridades, y también trabajar la diferencia entre lo que es urgente, lo que es importantes y lo que puede esperar. 

Las redes sociales han jugado un papel bastante importante en nuestras vidas, especialmente estos dos últimos años. ¿Hemo desaprendido lo que es la convivencia con ellas?

Más que desaprender diría que continúanos aprendiendo. Parto de la idea de que las redes sociales, las nuevas tecnologías, son algo muy positivo. No solamente nos acercan al que está más lejos, sino que también nos da la oportunidad de poder informarnos libremente. Evidentemente es bueno saber dónde buscar. Pero que exista eso es libertad. 

Tenemos la libertad, pero como en todo entorno libre, también todo tiene su otra cara, ese lado oscuro. Las nuevas tecnologías no son el problema, es el uso que se hace de ellas. Son las personas que las utilizan. Hay quienes las quieren utilizar para algo constructivo, para aportar, para dar, para compartir, para enseñar, para ofrecer información, o para enseñar a pensar.  

Pero el ser humano es imperfecto, y ahí todos tenemos un lado oscuro. Quizás algunas personas son más perversas, más psicópatas, más dañinas y utilizan o manipulan. Ya sea o para fomentar el miento, o para controlar, o para hacer a las personas sumisas, y robarles esa libertad. El lenguaje, la comunicación, es fundamental, y qué comunicamos, o cómo comunicamos. Ahí hay un papel de responsabilidad que tenemos todos los que comunicamos. 

…sigue en el siguiente artículo…( II)

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