Fran Sánchez Becerril | Alimente + |
13/10/2022
El prestigioso epidemiólogo acaba de ser reconocido con el premio Gregorio Marañón de Medicina que otorga el Ministerio de Ciencia e Innovación por sus aportaciones sobre la relevancia de la nutrición en medicina preventiva
Miguel Ángel Martínez-González (Málaga, 1957) lleva toda una vida profesional
dedicada a velar por la
salud de la población con la nutrición como punto
fundamental de análisis. Su formación, más de mil investigaciones, libros y,
sobre todo, una carrera intachable sin sombra alguna de la industria alimentaria le
acaban de valer el premio Gregorio
Marañón de Medicina que otorga el Ministerio de Ciencia e
Innovación, el reconocimiento más importante de España en el ámbito de la investigación científica.
El catedrático de la Facultad
de Medicina de la Universidad de Navarra y de la Universidad de Harvard ha
sido premiado por sus singulares aportaciones sobre la relevancia de la
nutrición en medicina preventiva y, en particular, de la dieta mediterránea, así
como sobre la intervención conductual para cambiar los estilos de vida. El
epidemiólogo es el responsable de varios
proyectos de investigación como Ciberobn, Sun o Predimed, que, desde España, han arrojado una luz y una evidencia científica sin
precedentes con impacto mundial.
Aunque ya tenga 65
años, no piensa en jubilarse, pero sí en apartarse para
dar más protagonismo a compañeros más jóvenes, y considera que este
“reconocimiento no es a Miguel
Ángel Martínez, sino a todo el equipo de Medicina Preventiva y
Salud Pública de la Universidad de Navarra y todos los grupos de investigación que
han trabajado con nosotros”.
Charlamos con el prestigioso especialista en salud pública sobre la
importancia de la prevención mediante la nutrición, la industria alimentaria y
la gran controversia que hay
con el alcohol, entre otras cuestiones.
PREGUNTA. Hasta la pandemia, la epidemiología era una
profesión desconocida para el común de los mortales, y ahora todo el mundo la
asocia al coronavirus. ¿Por qué es tan importante el método epidemiológico en
nutrición?
RESPUESTA. Porque hay que llegar a los problemas antes de que se
conviertan en un asunto de medicina clínica. Los médicos clínicos tratan a personas enfermas; los
epidemiólogos, especialistas en medicina preventiva y salud pública, tratamos
de curar sociedades enfermas.
Es muy llamativo que tengamos una sociedad que está enferma por unos
patrones alimentarios de mala calidad que han conllevado un aumento sin
precedentes de la obesidad, que es la gran
pandemia del siglo XXI.
Lamentablemente, detrás de ella vienen la diabetes y las enfermedades
cardiovasculares. Y esto tiene que ver con la sobrealimentación, el
sedentarismo, patrones alimentarios de mala calidad, una americanización del
patrón alimentario... La comida basura ha invadido los países
mediterráneos.
Todo esto ya no es una patología individual, sino que tiene mucho de una
patología que afecta a toda una sociedad y, por tanto, hay que intervenir con
las herramientas de salud pública.
La medicina ha arreglado los grandes problemas de salud de la humanidad,
pero no solo tiene que estar presente cuando ocurre un brote epidémico como el
del covid-19, también cuando hay graves lacras para la población
que producen una carga global de enfermedad sin precedentes y que hay que
afrontar desde sus raíces. Porque mientras se pongan parches no estamos
arreglando el problema, sino poniendo un dique, como pasa con los tratamientos
de hipertensión, diabetes, colesterol.
Por ejemplo, uno de cada 10 adultos en España tiene diabetes tipo 2, pero con esta enfermedad no se actúa hasta que se
padece, cuando lo que hace falta es otro tipo de medicina que trate a la gente
para que no se convierta en diabética.
Como decía Einstein, las personas inteligentes aportan soluciones, pero las sabias evitan los problemas. Hay que adelantarse a los problemas, y esto es lo que hace la medicina preventiva y de salud pública.
P. Precisamente por lo que está contando, ¿cree que
realmente se presta la atención necesaria a la salud pública desde las
instituciones?
R. No se le presta la atención necesaria. Pero creo que este premio
es un acierto, al elegir los temas de salud pública como prioritarios, y pienso que el siglo XXI
tiene que ser el siglo de la salud pública.
P. Su libro ‘¿Qué comer?’ lleva el subtítulo de 'Ciencia y
conciencia para resistir'. ¿A qué debemos 'resistir' exactamente?
R. Tenemos que resistir a varios tipos de presiones. Por un lado, hay unas
presiones de tipo estructural que hacen que estemos en una sociedad enferma:
enferma de consumismo, de gratificaciones inmediatas a corto plazo, lo que se
llama el hedonismo; está enferma de presiones comerciales sin precedentes. Hay
ciertos sectores de la industria
alimentaria que están diseñando
alimentos específicamente para el sobreconsumo, para que la gente coma más de
lo que necesita, y están promoviendo una epidemia de obesidad…
Por otro lado, están las presiones de uno mismo, hay que resistir a la
propia apetencia. Hay que tener más dominio de uno mismo y aquí creo que hay
mucho terreno para el desarrollo de la educación desde la infancia. Nos
preocupa mucho que en España estemos siempre en la lista negra de los peores
países de Europa en cuanto a obesidad infantil. Hay una gran
necesidad de apoyo a los padres, de apoyo a las familias, para educar desde
pequeños, en sentido de autocontrol y autodominio.
No se puede ser maniqueo y decir que todo son medidas estructurales, que
hay que regular la industria alimentaria. Hay que actuar como se actúa con la
industria farmacéutica, a la que se está limitando su capacidad de presión
sobre los profesionales. Sin embargo, queda mucho terreno por ganar en la industria
alimentaria, porque así como los
fármacos son solo para los enfermos, todos tenemos que alimentarnos. Está
más regulado todo el tema de conflictos de interés de científicos con la
industria farmacéutica que con la industria alimentaria. Y por eso también
hablo de 'resistir'.
P. Se publican y difunden una gran cantidad de análisis
relacionados con la salud y la nutrición, aunque muchos de ellos responden a
intereses comerciales o particulares. ¿Cómo podemos saber si un estudio es
fiable o no lo es?
R. Es un tema difícil y hay que saber separar el grano de la paja, porque en
ningún terreno de la medicina hay tanta pseudociencia como en la relación
entre nutrición y salud.
Para saber si es de fiar, hay algunas pistas como, por ejemplo, si se han
hecho estudios
epidemiológicos con miles de
personas a largo plazo y lo que se ha medido como resultado no es un cambio en
la molécula, en la sangre, un lípido por el cambio, la tensión arterial o el
cambio en la microbiota intestinal, sino el número de infartos, cánceres, casos
de diabetes, casos de depresión, etcétera. Lo que se llaman estudios clínicos,
que tienen por lo menos 5.000 personas y por lo menos cinco años de
seguimiento. A partir de ese momento, te lo puedes creer.
Además, no te creas nunca un solo estudio, tienen que ser varios estudios
que coincidan en lo mismo.
P. Para mantener la independencia de los estudios, ¿la
financiación debe ser 100% pública?
R. Sí, sin ninguna duda. Yo soy muy partidario de esto. Aunque lo cierto
es que actualmente es más fácil conseguir financiación de la industria
alimentaria, sobre todo cuando les halagas el oído a los productores de
determinados alimentos.
P. ¿La industria alimentaria es una de las causantes de
muchos de los problemas de salud pública?
R. Sí, pero no toda la industria alimentaria. Hay ejercicios de
responsabilidad muy bien hechos por parte de algunas empresas alimentarias y no se puede demonizar a todas. Pero sí que hay
algunas empresas alimentarias con grandes corporaciones multinacionales detrás
que han hecho mucho daño.
Hay muchos ejemplos de que han intoxicado la literatura científica, han comprado a científicos que casi están en nómina en algunas industrias alimentarias y han diseñado unos productos que ellos sabían que eran dañinos.
P. ¿Se puede comparar la industria alimentaria con la
tabacalera?
R. Hay analogías, yo no diría identidades, pero sí analogías. Alguna industria
alimentaria se ha comportado de una
manera análoga a lo que hizo la industria tabacalera.
Hay que tomarse muy en serio la alimentación y pienso que muchas veces se
ha negado la evidencia científica por gente interesada. Hay casos clamorosos de
análisis que han negado estudios que han llevado décadas de trabajo con miles
de personas y luego se ha destapado que estaban financiados por la industria de
los cárnicos o por la industria de las bebidas azucaradas. Lógicamente, es perverso que se niegue la evidencia
científica porque alguien está cobrando, pero hay industrias que están haciendo
ese daño, como pasó con el tabaco.
(Sigue en el siguiente artículo ( II)…
No hay comentarios:
Publicar un comentario