HEALTHY CENTER (Centro de Psicología en Valencia) | Psicología
y Mente | 27/09/2022
Asumir que la fuerza de
voluntad permite superar un trastorno alimentario es caer en una trampa.
Los trastornos alimentarios son un
problema social grave cuya conceptualización y reconocimiento han
experimentado un crecimiento exponencial en los últimos 10 años.
A día de hoy, la anorexia nerviosa (AN)
y la bulimia nerviosa (BM) no son los únicos trastornos de la conducta
alimentaria que permean el ámbito psiquiátrico, pues cada vez se tiene más
conocimiento social de otros descritos de forma reciente, como el trastorno por
atracón (binge eating disorder BED) o el trastorno de la alimentación selectiva
(avoidant/restrictive food intake disorder, ARFID).
Calcular la prevalencia de estos
desajustes tanto físicos como emocionales es muy difícil, sobre todo por la
naturaleza transitoria e inadvertida de muchos de los cuadros. Por ejemplo, se
estima que la prevalencia de la anorexia nerviosa a largo plazo en los
adolescentes es del 0,3 al 2,2% y la puntual del 0,1 al 1,5%. En lo que a la
bulimia se refiere, las cifras son similares: del 0,1 al 2% de la población joven.
Por impactante que suene, tal y como
indica el British Medical Journal (the BMJ), la anorexia nerviosa es la
patología psiquiátrica con una tasa de mortalidad más alta del mundo. Es la
primera causa de pérdida de peso grave en mujeres jóvenes y también se lleva el
podio en lo que a la tasa de admisión en centros especializados se refiere. Con
estos datos, hoy queremos traerte una idea que debe quedar más que clara: la fuerza de
voluntad no es la solución ante los trastornos alimentarios.
¿Qué son los trastornos alimentarios?
Antes de adentrarnos en terrenos
subjetivos, es necesario que establezcamos una serie de bases a nivel
diagnóstico.
Un trastorno alimentario se define
como una patología mental dictaminada por unos hábitos dietéticos que
afectan de forma negativa a la salud física y/o emocional del paciente.
Aquí se engloban la anorexia, la
bulimia, el trastorno por atracón, el trastorno de alimentación selectiva, la
pica, el síndrome de rumiación y otras condiciones. Cabe destacar que la obesidad
no se recoge dentro de este conjunto de cuadros clínicos.
No vamos a describir la sintomatología
de cada uno de los desórdenes, pues tampoco es nuestra intención recorrer el
espectro de todos los trastornos alimentarios. De todas formas, como ejemplo,
te presentamos el criterio diagnóstico que sigue el Diagnostic
and Statistical Manual of Mental Disorders (DMS-5) para
identificar la anorexia nerviosa:
· El paciente restringe la ingesta energética en relación con las necesidades, lo que conduce a un peso corporal significativamente bajo según la edad, el sexo, el curso del desarrollo y la salud física.
·
Miedo intenso a ganar peso o engordar. El paciente presenta un
comportamiento persistente que confluye de forma directa con un posible aumento
de peso.
·
Alteración en la forma en que uno mismo percibe su propio peso o
constitución. Existe una falta de reconocimiento de la gravedad que supone el
cuadro de infrapeso.
Según el ICD-10 (international
classification of diseases) para que una persona se pueda considerar anoréxica,
debe presentar un peso un 15% más bajo de lo esperable para su condición y
edad, tener un Índice de Masa Corporal (IMC) menor a 17.5, inducir de forma
voluntaria su propia delgadez, mostrar conductas que evidencian una imagen
corporal distorsionada y sufrir una serie de trastornos
endocrinos característicos (en mujeres, modificación del eje
hipotalámico-pituitario-gonadal)
¿Puedes llevar la anorexia solo?
La respuesta es tajante: no.
Recuperamos un dato que hemos citado con anterioridad, pero que no debe ser
olvidado: la anorexia es la enfermedad mortal con mayor tasa de mortalidad en
el mundo, por encima de la esquizofrenia y el trastorno bipolar, consideradas
más “graves” por la población general. Sin tratamiento, hasta
el 20% de las personas con trastornos alimentarios terminan muriendo, mientras
que esta cifra cae a un 2-3% con el abordaje médico y psicológico pertinente.
Además de estos datos (que ya hablan
por sí solos), el estudio Mortality Rates in Patients With Anorexia
Nervosa and Other Eating Disorders estipula que la anorexia
nerviosa es una enfermedad grave que debe tenerse en cuenta. Como producto de
un metaanálisis que comparó 36 estudios diferentes y diversas fuentes, se
descubrió que solamente el 46% de los pacientes tratados se recuperan
completamente de la patología, un 33% llegan a un estado de “normalidad” (con
residuos conductuales de anorexia) y un 20% permanecen enfermos crónicos a
largo plazo.
Se estima que solo 1 de
cada 10 personas con desórdenes alimenticios reciben tratamiento y,
de todas ellas, el 80% terminan con el abordaje clínico antes de lo que
deberían (son enviados a casa cuando aún no es el momento). Con estos datos no
pretendemos desanimar a nadie, sino evidenciar lo difícil que es abordar este
tipo de trastornos. Si ya resulta complejo eliminar toda traza de un trastorno
como la anorexia tras una internalización y una intervención médica y
psicológica, imagina la dificultad de afrontar un cuadro así de grave de forma
autónoma
El verdadero tratamiento de los
trastornos alimentarios
Ya hemos estipulado que la fuerza de
voluntad no es la solución ante los trastornos alimentarios, pues hasta 2 de
cada 10 personas que deciden llevarlos por sí solas terminan falleciendo.
Entonces, ¿qué hacer?
Quizá te sorprenda conocer este dato,
pero según el artículo científico Anorexia nervosa, publicado en el BMJ en el año
2007, se estima que la anorexia y otros trastornos requieren de un tiempo
medio de recuperación de 5 a 6 años después del diagnóstico, lo que conlleva
una monitorización regular y, en muchos casos,
intervenciones consecutivas. El 30% de los pacientes no se recuperan del todo
en ningún momento.
Además, se han desacreditado
mayoritariamente las intervenciones hospitalarias drásticas que privan al
paciente de toda libertad y autonomía: esto solo se lleva a cabo cuando la vida
del mismo corre peligro. A largo plazo, la terapia familiar en
adolescentes y la terapia cognitivo-conductual en adultos han mostrado buenos
resultados, siempre haciendo hincapié en la normalización de
los hábitos de consumo alimenticio ideales y en promover un cambio en el
paciente en lo que a sus pensamientos distorsionados en torno a la imagen se
refiere.
Es necesario aceptar, pero no
normalizar
Una de las mayores dificultades en el
tratamiento de los trastornos alimentarios es que muchos pacientes no ven su
cuadro como una condición patológica, sino como una elección y estilo de vida.
Vomitar la comida es un signo evidente de una enfermedad, pero elegir
selectivamente y de forma obsesiva en todo momento qué se come o “dejar de
comer unos días porque me veo gordo” entra en un terreno gris que, en muchos
casos, se excusa dentro de la normalidad.
La realidad es que ningún
comportamiento obsesivo es normal. Si cuentas cada caloría de cada alimento, si
dejas de comer en cuanto subes un kilo de peso, si te avergüenzas de tu aspecto
físico o si notas que tu vida gira en torno a una relación conflictiva con la
comida, necesitas ayuda. La anorexia, la bulimia y otros trastornos tienen
solución, pero solo si el paciente está dispuesto a reconocer su problema y
decide ponerse en manos de un equipo multidisciplinar de profesionales.
· El paciente restringe la ingesta energética en relación con las necesidades, lo que conduce a un peso corporal significativamente bajo según la edad, el sexo, el curso del desarrollo y la salud física.
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