miércoles, 30 de marzo de 2016

¿Vale la pena esperar?. La ciencia dice que sí.


En un reciente estudio realizado por Amit Kumar, junto a un equipo de la Universidad Cornell en Estados Unidos, denominado Esperando el Merlot: Consumo anticipatario de compras experienciales y materiales se llega a la conclusión de que la anticipación y la espera juegan un rol primordial en cuanto al disfrute.

En estudios anteriores se había llegado a la conclusión de que invertir nuestro dinero en experiencias resulta ser mucho más satisfactorio que comprar cosas y que además si esas experiencias son compartidas con otras personas, aún mayor bienestar experimentamos.
Amit Kumar en este nuevo trabajo comparte que además de lo previamente concluido, la anticipación por esas lindas experiencias genera un monto importante de satisfacción y que se puede sacar provecho de esto para disfrutar aún más.
Cuando tú esperas llevar a cabo una buena experiencia el tiempo de espera es mucho más emocionante y menos estresante que cuando estás pensando en adquirir algo material. Una de las explicaciones de esto es que cuando vas a comprar algo material resulta que provoca mucha ansiedad, ya que puedes llegar a comprar para demostrar mejor status o porque queremos tener determinado objeto mejor que el de tus amigos o conocidos. Cuando entran en juego las comparaciones sociales el placer por lo que vas a adquirir culmina siendo más tortuoso que disfrutable.
Otra de las razones que arroja la investigación es que no puedes dar rienda suelta a demasiados pensamientos acerca de la cosa que comprarás, ya sabes lo que es, un bolso es un bolso, un tapado es un tapado, limita tu imaginación. Sin embargo, ante las experiencias puedes saborear más desde el pensamiento y por ende sentirlas más gratificantes.
¿Cómo puedes explotar al máximo el disfrute por las experiencias?
Esperar. Mientras más esperas y anticipas esa hermosa experiencia más placentera resultara. Por ejemplo puedes organizar una escapada de fin de semana con anticipación, o una linda cena, alguna salida con amigos. Todo lo que puedas ir planificando y anticipando mejores efectos tendrá en tu cuenta de felicidad.
Así que ya lo sabes, invierte en experiencias, disfruta con las personas que quieres, espera y anticipa con regocijo toda la dicha que eso que quieres te brindará.
¿Cuál es tu próximo plan?


lunes, 28 de marzo de 2016

"Padecer una enfermedad mental no te hace menos humano" (Día Mundial de la Salud Mental)

Natasha Hinde | El Huffington Post |10/10/2015
Como la mayoría de personas con alguna enfermedad mental sabrán, la dignidad es algo que se les da en dosis muy pequeñas, cuando son otros los que toman decisiones por ellos o hacen suposiciones sobre sus facultades mentales.
Por esta razón, este año el Día Mundial de la Salud Mental está centrado en la dignidad para ayudar a acabar con la estigmatización. Nuestros compañeros de Reino Unido han hablado con gente que padece enfermedades mentales para saber qué significa para ellos la dignidad.

1. Amy Smith, 25 años, con depresión
No hay dignidad alguna en la depresión. Ni en los días sin ducharse ni en llorar sin parar por ninguna razón. Con la gente más cercana a ti no te quedan fuerzas para avergonzarte. No podía acordarme de la dignidad.
Pensé que podría mantener algo de dignidad llevándolo en silencio, pero eso fue peor. Me di cuenta de que puede haber dignidad en la sinceridad, en saber y compartir, si puedes, lo que te ha pasado a ti. No tiene por qué ser tu secreto mejor guardado. La dignidad se puede volver a encontrar.
2. Andrew Voyce, 64 años, con esquizofrenia
Que los medios no se refieran a mi enfermedad utilizando palabras ofensivas como loco o psicópata. Eso es lo que significa la dignidad para mí.


3. Ella Robson, 22 años, sufre trastorno de estrés postraumático
Para mí, dignidad significa que los demás me acepten por quien soy, en vez de que me reconozcan únicamente por mi enfermedad mental.
Soy muy abierta en cuanto a mis experiencias relacionadas con la salud mental, con los que me rodean y a nivel público. Escribo un blog sobre mi recuperación y defiendo lo que creo que es lo correcto, especialmente cuando se trata de que se deje de percibir a las enfermedades mentales como algo de lo que avergonzarse.
Para mí la dignidad es ser tratada como una persona. Lo he dicho muchas veces y seguiré diciéndolo: padecer una enfermedad mental no te hace menos humano.
Si no hubiera tanta energía negativa alrededor de la representación y la aceptación de las enfermedades mentales, podría sentirme más cómoda pidiendo ayuda. En mi opinión y según mi experiencia, la estigmatización afecta a la dignidad. Para mí la dignidad es ser respetado, comprendido y aceptado.
Para mí la dignidad significa ser tratado justamente, como se trataría a cualquiera, tenga una enfermedad mental o no. Sigo siendo una persona digna, como todas las demás. La dignidad se basa en ser considerado, comprensivo y educado; pero sobre todo en ser respetado sin sentirse degradado, sin degradarse a uno mismo de ninguna manera y con la cabeza bien alta.
5. Tom Haward, 34 años, con depresión
Tengo el cuerpo lleno de cicatrices, consecuencia de autolesionarme. Al principio, vivir con esas cicatrices es una experiencia humillante; incluso aunque la causa de esas cicatrices sea una enfermedad que está machacándote, es asqueroso tener que llevarlas en la piel. Para mí, la dignidad es ser capaz de mostrar mis cicatrices sin vergüenza, porque la depresión es una enfermedad contra la que ahora estoy luchando conscientemente.
Ya no escondo mis cicatrices porque cuentan una historia que quiero compartir con el mundo. Si mis cicatrices pueden ayudar a alguien a encontrar el valor para luchar contra la oscuridad, eso es la dignidad para mí y para esa persona a la que estoy ayudando.
6. Kat Pugh, 26 años, con un trastorno alimenticio
Dignidad, empatía y estigmatización son palabras que se asocian con frecuencia cuando se trata de enfermedades mentales. A menudo, cuando mencionas que padeces una enfermedad mental, los estereotipos entran en juego. Por ejemplo, la gente asume que un trastorno alimenticio es autoinfligido y que implica estar delgada como un palo y al borde de la muerte. Quizá sea una adolescente que se puso a dieta y acabó mal. O que elegí que me pasara esto y simplemente tengo que comer para ponerme bien (como si fuera así de sencillo).

Es fácil quedar mal y, con un mecanismo de respuesta negativo, muy fácil caer en ello. Cuando se tiene una enfermedad mental, los pensamientos racionales son reemplazados muy rápidamente provocando que el que la padece pierda la dignidad, cosa que puede interpretarse como incompetencia, irascibilidad o inmadurez, entre otras cosas. 
Una mejor comprensión de las enfermedades mentales es de vital importancia. Tenemos que pensar desde una perspectiva más amplia cómo se perciben la empatía y la comprensión cuando se goza de una buena salud mental.
7. Paul Stevens, 32 años, con esquizofrenia
No puedo pensar en lo que ha pasado ni exteriorizar mis sentimientos sobre ello tras haberme encontrado sumamente indispuesto hasta que no me encuentre en un lugar más estable. Solo entonces soy capaz de reflexionar sobre las personas que me han tratado con dignidad y las que podrían haber demostrado más.
8. Katie Higgins, 26 años, con trastorno bipolar
Siempre he asociado la dignidad, o, más bien, la falta de dignidad, con el fracaso. Desde que era joven he tenido miedo al fracaso en todos los ámbitos. Las medias tintas no existían para mí: o era la mejor en algo, o no valía la pena ni siquiera que lo intentara.
Esto es algo muy común dentro del trastorno bipolar, y se ha convertido en una de las características definitorias de mi vida. Hay ocasiones en la que me siento muy segura, contenta con la dirección que lleva mi vida y con las cosas que estoy haciendo, pero, con más frecuencia, me siento llena de frustración y miedo, y estoy segura de que nunca conseguiré nada de lo que me proponga.
Eso es lo que me hace sentir indigna: el contraste constante (y la coexistencia) entre la obsesión conmigo misma y el odio por mí misma que implica el trastorno bipolar.
Yo no veo a otros enfermos mentales como personas dignas: las veo como enfermas mentales. Las enfermedades mentales son únicas en cuanto a que nos permiten ampliar la simpatía, el respeto y el apoyo a los demás, pero rara vez a nosotros mismos.
9. Jake Mills, 26 años, con depresión
Dignidad es algo personal que deberíamos cuidar y proteger. No consiste en cumplir todas las expectativas ni en ser alguien que no eres. Es algo más que elegancia y grandeza. Consiste en respetarte y en no comprometer eso por nadie. Pero, en general, la dignidad es algo que controlamos y que utilizamos para proteger nuestro nombre.
La dignidad es tu amiga. Es tuya, de nadie más; es lo que la hace tan especial. Y cada cual tiene que estar atento a la suya. Habrá veces en las que otras personas intenten quitártela, veces en las que la pierdas por completo, veces en las que pienses que se ha ido para siempre. Pero no. Siempre que estés presente, tu dignidad también lo estará.
Este artículo fue originalmente publicado en la edición de Reino Unido de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.

viernes, 25 de marzo de 2016

La molécula "antibotellón"

HALLAZGOS | Efectos cerebrales
·        Una investigadora española ha comprobado los efectos protectores de la oleiletanolamida
·        Es una sustancia grasa que a su vez fue descubierta por investigadores de nuestro país
·        Por el momento, se ha ensayado en ratones, aunque próximamente se hará en humanos

LAURA TARDÓN | Madrid | El Mundo | 30/07/2015

Más que eliminar el fenómeno binge drinking, o atracón de alcohol, la insólita molécula antibotellón ha demostrado ser capaz de proteger al cerebro de los efectos que produce este modelo de consumo, caracterizado por la ingesta de una elevada cantidad de alcohol en apenas unas horas. Al menos lo ha logrado en animales, en un laboratorio de la facultad de Psicología de la Universidad Complutente de Madrid.

Como explica la principal investigadora, Laura Orío, no se trata de una molécula desconocida. Un grupo de científicos internacionales, liderados por el español Fernando Rodríguez de Fonseca (del Instituto de Investigaciones Biomédicas, en Málaga), descubrió la oleiletanolamida en el año 2001. Se describió como una sustancia grasa, producida por el intestino, que controla el apetito. Así lo publicaba la revista británica Addiction Biology, una de las más prestigiosas en el campo de las adicciones y la salud mental.

Desde entonces, otros estudios han ido apuntando que "el organismo produce esta molécula cuando el cerebro sufre daños", argumenta Orío. Se sabe que el botellón es uno de los fenómenos que más preocupa a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre otros efectos sobre la salud (del corazón, el páncreas y el hígado), su repercusión en el cerebro es incuestionable. Su acción tóxica provoca cambios negativos en la neurotransmisión cerebral y entorpece sus funciones. Un trabajo publicado en la revista Alcoholism: Clinical and Experimental Research en 2004, y realizado en San Francisco, afirmaba que las personas bebedoras tenían menos concentración de neurotransmisores (sustancias que permiten que el impulso eléctrico se transmita) que los no bebedores.

El órgano gris de los jóvenes, que son los más aficionados al binge drinking, es especialmente sensible al alcohol. Según los expertos, provoca alteraciones agudas y afecta a las funciones cognitivas y de desarrollo del órgano. Según un estudio publicado en la revista Archives of Neurology en 2008, la ingesta continuada de este tipo de bebidas encoge el encéfalo más rápido de lo normal. Junto a la atrofia, aparece, además, un creciente número de lesiones en la sustancia blanca encefálica.

Dado el impacto que tiene el atracón de alcohol sobre el cerebro, Orío y su equipo de expertos han analizado en un modelo animal los efectos del consumo excesivo de alcohol en pocas horas y el papel de la molécula oleiletanolamida en este proceso. "Hemos visto que se activa el sistema inmunitario y hay una respuesta inflamatoria exacerbada, lo que provoca liberación de marcadores de daño neuronal en la corteza cerebal", expone la investigadora.

Pero lo realmente novedoso de su trabajo, subraya Orío, es que "hemos descubierto las propiedades antiinflamatorias y neuroprotectoras de esta molécula que podría prevenir la neuroinflamación y los efectos tóxicos que el consumo intensivo de alcohol en atracón produce en el cerebro". Precisamente por este hallazgo, este equipo de científicos ha recibido el Premio Joven Investigador de la Sociedad Internacional de Investigación sobre drogas.

"Pensábamos que quizás, con un consumo tan rápido e intenso de alcohol, al organismo no le daba tiempo a producir suficiente cantidad de oleiletanolamida como para proteger al cerebro, y decidimos administrar de forma exógena la molécula a los ratones", relata la responsable del trabajo. Efectivamente, los autores comprobaron el papel protector de esta sustancia, que redujo la inflamación en el cerebro y también la liberación de marcadores de daño neuronal. Además, agrega la experta, "puede mejorar el estado de ánimo. Creemos que tiene efectos sobre el estado emocional negativo".

Orío presentará este trabajo en el próximo congreso científico de la Sociedad Internacional de Investigación sobre Drogas, que se centra en el estudio de la neuroinflamación inducida por determinadas drogas como el alcohol o la cocaína, y su relación con los efectos tóxicos en el cerebro, estudiando terapias farmacológicas que puedan prevenirlos.
En este sentido, esta investigación abre una vía a futuros tratamientos que "puedan prevenir el daño cerebral causado por el alcohol y que pueda mejorar los síntomas de abstinencia", apunta Orío. De momento, el próximo paso será corroborar estos resultados en humanos, una línea de investigación que ya han puesto en marcha en la Universidad Complutense de Madrid.


domingo, 20 de marzo de 2016

El estigma sobre la salud mental pesa más que la enfermedad.


Campaña de las personas con un diagnóstico de trastorno mental para que los jóvenes rompan sus prejuicios

Vida | La Vanguardia |09/10/2015  

Es necesario romper la burbuja de silencio, el rechazo social por desconocimiento al que se somete a las personas que tienen o han tenido un diagnóstico de trastorno mental.

Un estigma social que dificulta a estas personas trabajar, relacionarse, vivir con normalidad debido los prejuicios con los que se las mira. Y en esta mirada esta gran parte del problema.

La asociación Obertament, que trabaja para acabar con este estigma, ha vuelto a la calle para “romper el silencio” y pedir a la gente que conoce a alguien con un problema de salud mental a que hablen de ello. La campaña en esta ocasión a jóvenes de entre 20 a 40 años para animarlos a romper sus prejuicios. “Todas estas personas sufren un rechazo clarísimo que les obliga a mantener en silencio su problema porque si lo revelan se exponen al rechazo, y a la muerte laboral en su puesto de trabajo”, explica Enric Arqués, presidente de Fórum Salut Mental y Joia . Tienen un problema pero son gente competente, indica, y en cambio se la presenta como poco productiva o frágil. O se las vincula con la violencia, cuando son ellos las principales víctimas de la violencia de los otros.

La campaña de Obertament, coincidiencido con el Día de la Salud Mental, quiere romper con la idea preconcebida de que hablar de salud mental con alguna persona que ha tenido algún trastorno es complicado, cuando es muy sencillo. Por ello, se invita a este colectivo de 20 a 40 años a cambiar su actitud ante este colectivo, a iniciar conversaciones o tomarse un café para que caigan una serie de estereotipos.”Es necesaria una relación de respeto y la realidad hoy es que cuando alguien dice que ha tenido un problema de salud mental no despierta precisamente una ola de solidaridad”, remarca Arqué. Y los afectados subrayan que este asilamiento social debido al temor a lo desconocido es más dañino que el problema en sí. En Obertament los que salen a la calle a explicarse son las propias personas que tiene algún diagnóstico de trastorno mental.


Junto a esta iniciativa, el Col.legi de Psicòlegs de Catalunya (Copc) organizó el jueves un concierto en el que grupos de Barcelona (Knurfettes, Me and the bees y Mujeres) versionaron canciones de artistas que han tenido algún trastorno mental como Brian Wilson (The Beach Boys), Daniel Johston o el fallecido Joey Ramone (The Ramones). El decano de Copc, Josep Vilajoana, señala que con ello se quiere subrayar que estos artistas, que expresaron sus problemas, demostraron que podían hacer cosas y salir adelante. “La sociedad no acepta que tiene un prejuicio, y hay que buscar las herramientas para hacerlo entender”. Las cosas han mejorado pero van lentas, señala. Según los datos de Obertament, un 29% de los catalanes creen que una de las principales causas de la enfermedad mental es la falta de autodisciplina, y un 17% no daría ninguna responsabilidad a personas con un trastorno de este tipo. Mientras se estima que uno de cada cuatro ciudadanos tendrán durante su vida algún tipo de problema de salud mental. Cada problema es diferente, se puede estar diagnosticado de esquizofrenia o de depresión, pero siempre va a haber exclusión, señalan los expertos.

viernes, 18 de marzo de 2016

"Uno de cada tres pacientes tiene una enfermedad imaginaria"

ENTREVISTA | Suzanne O'Sullivan
 BERNARDO DÍAZ | Madrid | El Mundo | 29/01/2016

La carrera médica ha convertido a esta mujer británica en una experta en enfermedades invisibles, y también en escritora. Acaba de publicar Todo está en tu cabeza, historias reales de enfermedades imaginarias (Editorial Ariel), donde aúna el relato de su aprendizaje y la historia médica en lo que a enfermedades psicosomáticas se refiere con las vivencias de sus pacientes en el hospital británico más especializado en Neurología y Neurocirugía (National Hospital for Neurology and Neurosurgery). O'Sullivan viene con Pauline, entre otros nombres propios, que vive enferma desde los 12 años y a la que conoce con 27, teniendo convulsiones en una cama de hospital. A la que tuvo que explicarle que su enfermedad no era real, sino que estaba únicamente en su cabeza.

¿Existe una lucha entre mente y cuerpo?--/-- Todos en algún momento tenemos síntomas psicosomáticos que no constituyen una enfermedad. El hecho de que yo venga aquí, a esta entrevista, hace que mi corazón lata más rápido y mis manos tiemblen. Esto es tan común que no solemos prestar atención. Pero, para mucha gente, esto que yo estoy sintiendo ahora, que no es una enfermedad, puede suponer un problema. En una de cada tres personas esto puede ser tan extremo que se acabe convirtiendo en un problema médico grave. Una historia como la de Pauline es grave pero, en menor medida, muchas personas somatizan: dolores estomacales fuertes, dolores de cabeza, sarpullidos, mareos... Cada especialidad médica tiene sus propias somatizaciones.

¿Cree que hay una preocupación global por este asunto y por lo que se podría ahorrar?--/-- Sólo muy recientemente se ha generado cierto interés entre los médicos por las enfermedades psicosomáticas, pese a que, como dije, una de cada tres personas que entra en una clínica neurológica las presenta. Cuando me formaba en Neurología, este tipo de enfermedades no se mencionaron en ninguna de las conferencias a las que asistí. Y se trata de un 30% de las enfermedades. En los últimos cinco años, se ha comenzado a desarrollar mayor implicación por todo esto. Creo que el problema radica en cómo nos formamos los médicos como especialistas. El neurólogo, el reumatólogo... todos se entrenan para diagnosticar enfermedades de su área y a descartar lo que no forma parte de ella, pero esto está cambiando.

¿Debería haber en la carrera de Medicina asignaturas específicas que aborden la enfermedad imaginaria?--/-- Sin duda, pero no las hay. El problema es que se consideran enfermedades psicológicas, es decir, los psiquiatras sí reciben formación al respecto. Pero los psiquiatras no ven a los pacientes a los que les duele algo físico. Una persona a la que le duele algo va a ver al médico correspondiente. Al final, quien está entrenado para detectar a este tipo de pacientes no los ve, y quien no lo está, sí.

Entonces, ¿todo hospital debería tener un especialista en enfermedades psicosomáticas?--/-- En efecto. Hay médicos para todo tipo dolencias pero no para ésta. Esto es un ejemplo de nuestra falta de respeto por los pacientes. No existe un protocolo, y es algo que forma ya parte de la cultura médica, que habría que cambiar para poder ayudar a todas estas personas que están sufriendo.

¿Hay un campo médico por delante?--/-- Absolutamente. Tradicionalmente, la enfermedad psicosomática se ha encontrado entre la Medicina, la Psiquiatría y la Psicología, así que nadie se ha hecho completamente responsable del asunto. Existe también un estigma entre los médicos, como en el conjunto de la sociedad. Si nos encontramos con dos personas paralizadas, una por un accidente de tráfico y otra por una enfermedad psicológica, tendemos a creer que quien tiene más urgencia es la persona que ha sufrido el accidente. En cambio, es la otra persona quien tiene más posibilidades de que su parálisis se revierta. Deberíamos tomárnoslo más en serio.

¿Desarrollar una enfermedad psicosomática es una manera de enmascarar un problema psicológico?--/-- Existen diferentes mecanismos. Hay quien desarrolla una enfermedad porque no consigue superar un trauma, y lo entierra. Como no lo acepta, el sentimiento negativo se transforma a través de la somatización. Pero no es el único motivo. También se relaciona con cómo la mente reacciona al cuerpo. Si tengo un dolor en el pie y decido no preocuparme, tal vez se me pase, pero si decido preocuparme constantemente por ello puede convertirse en un dolor más obvio, en una debilidad. En muchas personas, la enfermedad psicosomática es un grito de ayuda. Para otros, una manera disfuncional de lidiar con lo que su cuerpo hace.

¿Se puede vivir una vida feliz con una enfermedad imaginaria?--/-- Desde luego. Cualquier persona, hasta cierto punto, puede tener una enfermedad imaginaria, la clave está en saber reconocerla. Si me despierto y tengo palpitaciones y mareo puedo intentar leer mi cuerpo, detectar qué me está perturbando. Entonces, es completamente manejable. Por eso es importante poner nuestra consciencia en esto, ver si hay una tendencia, si es una señal de advertencia temprana, de que algo no va bien.

¿Existen características comunes en los pacientes que somatizan?--/-- Odio tener que admitirlo pero son sobre todo mujeres. Como mujer, me he resistido a esta idea durante muchísimo tiempo. Pensaba que los propios médicos se negaban a identificar este tipo de enfermedades en los hombres, pero la mayoría de mis pacientes son mujeres. También es más probable somatizar si uno sufre depresión o ansiedad, pero caracterizar la somatización de esta forma perpetúa el estigma. No debemos decir que la enfermedad psicosomática es propia de mujeres estresadas porque en cuanto lo hagamos estaremos fallando en la manera en que vemos a los demás. Esto le puede pasar a cualquiera, nadie es inmune.

¿Puede uno terminar enganchado a la somatización?--/-- Absolutamente. Es algo que se refuerza con la conducta: cuanto menos haces, menos puedes hacer. En el momento en que empiezas a buscar síntomas, empiezas a encontrar síntomas, sí, es un rasgo común. No es sano, lamentablemente, prestar demasiada atención al cuerpo. A veces, cuando uno está enfermo, se le permiten cosas que, de estar sano, no se le permitirían. Cuando antes se frene, antes se puede salir de ello.

¿Cuál es la diferencia entre somatización e hipocondría?--/-- Un hipocondriaco está discapacitado por su preocupación por la enfermedad. Su problema es la ansiedad de la preocupación. Y puede ir o no acompañado de síntomas pero si acaso algo muy menor. Pero se preocupa tanto que se genera una discapacidad a sí mismo por la propia ansiedad. Alguien con un trastorno psicosomático tiene una discapacidad significativa que le inhabilita, que le causa estragos reales, con ansiedad o no, es la discapacidad en sí, ya sea el dolor, las parálisis, las convulsiones o la ceguera.

¿En qué sufre parecido un enfermo imaginario y una personas con esquizofrenia o depresión crónica?--/-- Todas son enfermedades que socialmente cuestionan la personalidad de una persona, cosa que no sucede con la artritis. Con los trastornos mentales la enfermedad deja de ser enfermedad y se convierte en debilidad.

¿Cuál es el enfermo imaginario que más le ha impresionado en su carrera?--/-- Cualquier síntoma que te puedas imaginar ahora mismo ha sido presentado como una enfermedad psicosomática. El caso más impactante del libro es Pauline, personas que terminan en una cama, o en una silla de ruedas, con un tubo en la vejiga, con alimentación asistida. Nunca se debería llegar tan lejos, y menos desde los 15 hasta los 27 años, el caso Pauline nunca debería haber llegado tan lejos, alguien a sus 17 o 18 años debería haber visto el patrón recurrente.

¿Podría Pauline presentar algún tipo de denuncia por negligencia?--/-- No creo que haya un suelo legal para ello, porque los médicos están especializados y su tarea es descartar una enfermedad de su especialidad y enviar al paciente a su médico de cabecera.

Usted dice en el libro que la Medicina es un arte. Entonces, ¿el talento médico sería de algún modo innato?--/-- Creo que hay un talento innato, en particular en la Neurología hay mucho de escuchar cómo las personas cuentan las cosas, sus propias historias, cómo personas con educaciones y vivencias distintas describen su dolor de cabeza, de ahí que entender qué le pasa, y para ello no basta con fijarse en los hechos, también es necesario atender a las sutilezas del lenguaje. La mayoría de las cosas se pueden aprender, pero hay que tener un cierto talento innato.

¿El médico de familia es el héroe?--/-- Absolutamente. Los que detectan bien precisamente la enfermedad psicosomática son los médicos de cabecera. Son los que juntan las piezas, los aspectos sociales, médicos y psicológicos.


Nota.- He dejado de poner un par de preguntas-respuestas porque no las he considerado imprescindibles. En cualquier caso si alguien desea leer la entrevista completa puede buscarla en la referencia de la cabecera.

lunes, 14 de marzo de 2016

Un ejemplo de lucha contra el trastorno bipolar.

La escritora May González Marqués brinda su testimonio y desmitifica algunas creencias y prejuicios sociales en torno a esta enfermedad mental.

IVÁN HELBLING | Madrid | El País | 08/02/2016

 A May González Marqués (París, 1968), una escritora que ha vivido toda su vida en España, le diagnosticaron un trastorno bipolar hace 14 años, cuando tenía 33. Una serie de situaciones estresantes en su familia y con una amiga muy cercana le desencadenó un brote que la dejó sin dormir durante dos semanas hasta que terminó una noche de Navidad ingresada en urgencias. González Marqués sabe que esa enfermedad arrastra un fuerte estigma social. Pese a que asegura que "nunca" ha sufrido tal estigma, ha visto que es una cuestión muy común en las reuniones de la Asociación de Familiares de Enfermos Mentales, de la que es miembro. En su primer libro, Entre dos mundos. Más allá de los trastornos mentales (Miret Editorial, 2012), ofrece un testimonio que representa un ejemplo de lucha por mantener la dignidad y una saludable calidad de vida. Se siente "una privilegiada" dentro del alrededor del 1% de la población española que padece problemas de salud mental grave, incluidas 46.100 personas con trastorno bipolar, según los últimos datos del INE.
  
Detrás de la puerta espera una mujer optimista y sonriente. Se sienta en uno de los sofás del salón de su casa, en el barrio madrileño de Sanchinarro, y cuenta que la reacción de su familia fue fundamental para su recuperación y no ser discriminada: “He tenido la gran ventaja de que nunca me trataron como a una enferma sino igual que a todos”, dice agradecida. Cuando fue diagnosticada trabajaba con su madre como secretaria. Ahora, disfruta con su marido de una vida de ama de casa mientras en sus ratos libres escribe Margaritas amarillas, su segundo libro, un testimonio que da consejos en primera persona sobre el pensamiento positivo que publicará próximamente acompañado de un centenar de alegres dibujos hechos por ella. Con él intenta ayudar a las personas que sufren enfermedades mentales.

Cada caso es diferente, ya que la evolución de su enfermedad depende mucho de la experiencia de vida, su contexto familiar y personalidad de cada paciente. Gonzalez Marqués es la única persona con trastorno bipolar que forma parte de la junta directiva del Asociación de Familiares de Enfermos Mentales (AFAEM 5) de Feafes (acrónimo de la organización que ahora se llama Confederación Salud Mental España). "En la reuniones aporto una perspectiva que generalmente no tienen en la junta", explica orgullosa.

El trastorno bipolar afecta a entre el 1 % y el 3,3 % de la población mundial y en su mayoría a jóvenes, según un estudio publicado por el Journal of the American Medical Association en 2011. Sus causas son una combinación de factores genéticos, alteraciones hormonales, estrés y el uso de drogas y fármacos. Esta disfunción es una alteración cíclica en el estado de ánimo: los pacientes pasan rápidamente de la euforia, denominado como estado de hipomanía o manía, a la depresión. Según el doctor José Manuel Montes, jefe de Psiquiatría del Hospital del Sureste de Madrid, con amplia experiencia clínica en el tratamiento de la depresión y del trastorno bipolar, "la manifestación más frecuente de inicio de esta enfermedad son los síntomas depresivos".

Lo normal es que el primer episodio ocurra a finales de la segunda década de vida o a principios de la tercera, entre los 18 y los 25 años. El caso de González Marqués, que tenía 33 años cuando se le manifestó la enfermedad, es lo que los expertos denominan "episodio mixto", es decir, uno que combina síntomas maníacos y depresivos. Con el tiempo ella entendió que la manía era un recurso instintivo para escapar de una situación muy dolorosa que la desbordó. "Cada caso es diferente, pero si hay algo en común es que cuando uno tiene un brote es un caos total, un momento en la vida en la que todo se te va de las manos", explica.
USUE ESPINÓS, PSICÓLOGA DE LA ASOCIACIÓN BIPOLAR DE MADRID
El tratamiento farmacológico es la piedra angular de la recuperación. El promedio hasta que un paciente termine siendo diagnosticado suele ser de ocho años. El doctor Montes asegura que, aunque el tratamiento dure años, un paciente con trastorno bipolar estabilizado -que lleva años sin recaídas-, llega a tener una vida normal “tal como un enfermo de diabetes”. Solo deberá tomar una simple medicación diaria y no olvidar sus límites emocionales, así como qué personas o situaciones cotidianas debe evitar.
Una dificultad importante e histórica para la estabilización de los pacientes con esta enfermedad es la estigmatización social. Usue Espinós, psicóloga que trabaja para la Asociación Bipolar de Madrid, sostiene que “el peor estigma es el autoasumido por el paciente al notar que es diferente del resto”. Históricamente, el cine, la literatura y los medios de comunicación han fomentado estereotipos contra personas que padecen enfermedades mentales. Reiteradas veces desde la cultura se la ha asociado a personas extravagantes (la película Una mente maravillosa, de Ron Howard), violentas (El resplandor, de Stanley Kubrick), peligrosas (El silencio de los corderos, de Jonathan Demme) y, entre otras cosas, individuos carentes de pensamiento racional (La Naranja mecánica, novela de Anthony Burgess también llevada al cine por Kubrick). Según un estudio de 2005 de la Asociación Americana de Psicología, titulado El Impacto del estigma de la enfermedad mental, estos “estereotipos, prejuicios y discriminaciones (...) pueden privar a quienes la padecen de oportunidades para el logro de sus objetivos vitales, especialmente aquellos que tienen que ver con su independencia económica y personal”. Esta creencia social ignora que, según los expertos, un porcentaje menor de los enfermos mentales tiene conductas violentas. “Muchas veces la sociedad prefiere culpar y responsabilizar a los más vulnerables por las conductas indeseables [por ejemplo, los crímenes violentos] que podría cometer cualquier persona”, razona Espinós.

En Madrid existen Centros de Rehabilitación Laboral (CRL), que forman parte de la Red de Atención Social a personas con enfermedad mental y forman a los pacientes para reinsertarse laboralmente. May González Marqués, pese haber trabajado en diversas cosas, tuvo la suerte de poder trabajar con su madre en el momento en que sufrió su primer brote: "Tuve la suerte de poder descansar después de mi hospitalización y comenzar a trabajar cuando consideré que estaba lista", recuerda. Pocos tienen esa posibilidad y terminan perdiendo sus trabajos. Por eso, lugares como los CRL en Madrid o centros privados como la Fundación Manantial son fundamentales a la hora de planear una progresiva reincorporación laboral.
    
Otro de los problemas durante los primeros años de tratamiento es la falta de adherencia de los pacientes con trastorno bipolar al diagnóstico farmacológico. "A uno, de pronto, le dicen que tiene una enfermedad mental y que debe tomar una serie de medicamentos. Es difícil de asimilar y lleva a que los enfermos abandonen en las primeras etapas, cuando sabemos ese periodo es fundamental para evitar las recaídas", detalla el doctor Montes. Frente a esta situación, este médico explica que tanto él como sus colegas suelen recomendar a sus pacientes que cuenten con “un referente familiar" para que se garantice un mejor tratamiento y ayude a "detectar las más pequeñas variaciones anímicas y lograr contrarrestarlas lo antes posible”. La psicoeducación, dicen los especialistas, es clave para que los pacientes y sus familiares entiendan la dimensión del problema y sean capaces de identificar cuáles son las situaciones que agravan o benefician la estabilidad emocional de los afectados.

A González Marqués se la ve segura y muy cómoda con su condición, pese a los momentos difíciles que ha atravesado y sobre los que prefiere no ahondar. Pese a no sentir el estigma social ni el autoestigma reconoce que ha tenido que ser muy cautelosa al informar sobre su condición cuando ha tenido que trabajar en un entorno no familiar o desenvolverse en otros ámbitos sociales. Confiesa que lo que la mantiene estable es su vocación por ayudar a los demás con sus libros y como voluntaria en la directiva de la Asociación de Familiares de Enfermos Mentales. La luz del sol entra al salón decorado de plantas e ilumina su rostro. Con una mirada seria y expresión relajada dice: “Yo hago meditación en movimiento, que quiere decir estar activa lo más posible. Ahí es dónde estoy mejor. Los que tenemos problemas de salud mental debemos escaparle a la mente”.