martes, 30 de marzo de 2021

¿Te tomas todo muy a pecho?. Quizás seas PAS, una persona altamente sensible


ALBERT MOLINS RENTER     |   bARCELONA    |   la Vanguardia  |   17/06/2020 

Es un rasgo que, bien gestionado, es positivo, pero sin la atención apropiada puede llevar a la ansiedad y la depresión.


Si siempre se ha sentido un poco bicho raro o si siempre le han dicho que era un llorón o una llorona y que no debía tomarse las cosas tan a pecho, puede estar de suerte. Hay muchas posibilidades de que sea usted lo que se conoce como una Persona Altamente Sensible (PAS), algo que “bien comprendido, gestionado y canalizado, es un rasgo muy positivo”, asegura el psicólogo José María Guillén Lladó.

La alta sensibilidad es un concepto relativamente nuevo, en pleno proceso de estudio y evolución, que afecta a entre un 15% y un 20% de la población. Empezó a ser estudiado en 1991 por la psicóloga estadounidense Elaine Aron bajo la denominación científica de Sensibilidad de proceso sensorial, y que dio a conocer mediante su libro El don de la sensibilidad. “En general, consiste en personas que tienen un mayor nivel de percepción y estimulación neurosensorial y cognitiva, por lo que pueden tener una mayor activación ante ciertos estímulos, tanto externos como internos”, explica Guillén Lladó. 

Es muy importante destacar que no estamos ni ante una enfermedad mental ni ante un trastorno, sino ante un rasgo. Se trata de “un rasgo neutral que constituye una ventaja evolutiva en algunas cosas y una desventaja en otras”, dice Teresa Nandín, presidenta de la Associació Catalana de Persones amb Alta Sensibilitat (Acpas).

“Las PAS son personas que tienen una sensibilidad más elevada en la adaptación a su ambiente, en sentido físicoemocional y social”, dice Jordi Isidro Molina, psicólogo de Cedipte. Lo que sí puede suceder, si no se gestiona bien, es que –dependiendo de la personalidad de cada persona– aparezcan “ansiedad, depresión y, en casos muy extremos, trastornos límites de la personalidad”, asegura la psicóloga de adultos Claudia Pradas.

 

Estas personas “son muy sensibles a los ruidos, a los olores, a las sensaciones corporales, a los cambios de temperatura, al contacto físico y a todo lo que les rodea y que sale de la rutina o de la normalidad. Socialmente son muy sensibles a los cambios de humor de los demás, pero eso las hace ser muy empáticas con el sufrimiento y malestar de las personas que están con ellas, incluso aunque no sean directamente amigos o familiares”, dice Isidro Molina.

Se sabe muy poco de las causas de la alta sensibilidad. “Es un rasgo genético y hereditario, pero hay quien asegura que está modulado por las circunstancias vitales de la infancia y la crianza”, explica Nandín. Es cierto que está “muy relacionado con los artistas y el proceso creativo, pero no tiene que manifestarse sólo en el mundo artístico”, añade. También “hay muchos estudios en curso sobre su relación con las altas capacidades y la hipótesis es que se tocan, pero de momento no hay conclusiones”, explica la presidenta de la Acpas. (Associació Catalana de Persones Altament Sensibles)

Judith Abad siempre se había sentido un bicho raro e incomprendida. “Al principio crees que forma parte del proceso de hacerte mayor y que es inmadurez, pero al llegar a la universidad sufrí mucho estrés y ansiedad, desarrollé miedo a hablar en público y me volví super susceptible: pensaba que tenía a todo el mundo en contra. Pero al mismo tiempo era capaz de captar detalles en determinadas situaciones que se le escapaban a la mayoría de la gente”, explica Abad.

 

Al final acudió a un psiquiatra que le hizo un test de personalidad y la identificó como PAS. “Me ha costado mucho ir de fiesta o ir a lugares donde hay mucha gente o mucho ruido, y he llegado a la conclusión que lo mejor es evitar todo lo que me afecta”, añade Abad. Y es que “vivimos en un mundo muy cargado de estímulos que una PAS percibe de forma más profunda, y eso puede llegar a sobresaturar. Llega a la sobresaturación antes. Se tienen que saber autorregular”, añade Nandín.

Por contra, Abad dice que tiene muy desarrollada “la empatía y la capacidad mediadora” y se considera una persona “muy intuitiva para comprender el estado de ánimo de los demás, porque somos personas flexibles e intuitivas, con un gran sentido de la justicia y muy perfeccionistas”.

Durante el confinamiento, Abad reconoce que “el exceso de información ha terminado por afectarme y me ha generado ansiedad. El cambio de rutina, ser una persona muy empática y tener mucho más tiempo para pensar me hizo entrar en bucle”, explica. Pero, por otro lado, “también ha sido una oportunidad para conocerme mejor, y en el fondo para las PAS, que normalmente llevamos una vida muy estresante, esta parada y este recogimiento que ha significado el confinamiento ya nos ha venido bien”, asegura Abad.

 

De todas formas, ha buscado sus propias estrategias de protección, que en su caso han sido “leer mucho, hacer ejercicio físico y meditación para superar esta situación de bloqueo en la que me econtraba”.

Este es el motivo por el que las PAS “somos una pieza muy valiosa en profesiones que necesitan empatía; y aunque no somos de respuesta rápida ni resolutivas, en el mundo profesional la PAS es la que es capaz de dar la visión de conjunto porque tiene en cuenta más variables”, dice Nandín. Claro que estas no son siempre virtudes que encajen bien en el medio laboral. “Trato de ser honesta y no soy nada competitiva. Te encuentras todo lo contrario y eso te frustra”, explica Abad.

 

Su gran capacidad de empatía “les lleva a sufrir por hechos de los que no son responsables ni pueden hacer nada por ayudar a la otra persona. Además, les lleva a evitar los conflictos o las situaciones potencialmente conflictivas. Desbordan sensibilidad y esto les puede hacer parecer más débiles y pueden sufrir de abusos o acoso”, explica Jordi Isidro Molina.

Los niños también pueden ser PAS, aunque puede no ser fácil de detectar. “En los bebés es más difícil, pero a veces se puede observar una mayor reactividad al entorno. Se les irrita la piel, les molestan las etiquetas de la ropa, la luz o el pañal. Cuando crecen suelen ser más inhibidos, más profundos y te hacen preguntas que no les corresponden por la edad”, explica la presidenta de la Acpas.

 

El niño que es altamente sensible es más observador, ve si está en un lugar seguro y, en un tobogán, siempre es el niño prudente. Es el típico crío que “se preocupa mucho por el amigo triste o la profesora que está enferma”, añade Nandín.

 

Desde la Acpas recomiendan a los padres que “se informen en fuentes rigurosas, que procuren estar en contacto con los educadores, que busque el equilibrio entre dotar a su hijo de una buena autoestima y seguridad y el darle valor a las cualidades que tiene”. Acompañar sin sobreproteger sería la idea básica, además de “no forzarlo a hacer cosas que no le gusten y que le hacen sentir mal y que para él sean abrumadoras emocionalmente”, concluyen.

 

Los adultos pueden hacer este test, que diseñó en su momento la doctora Aron y “que tiene, hoy por hoy, un carácter orientativo, pero cuya utilidad está fuera de toda duda”, asegura Guillén Lladó. Sólo aquellas personas –niños o adultos– que vivan mal su condición de PAS acuden a terapia. “No todas las terapias van dirigidas a un trastorno y, con técnicas diferentes, a las PAS les pueden ayudar a mejorar su tolerancia al malestar”, explica Pradas.

 

Vivimos en una sociedad que lo de las emociones lo lleva fatal. “La sociedad valora muy poco las emociones. El sistema educativo no educa en las emociones ni la inteligencia emocional”, asegura Abad. “La dictadura de ser feliz hace que cuando aparece la tristeza, haya gente que no lo tolere, y hay que aprender a aceptar estas emociones”, añade Claudia Pradas.

 

De todas formas y aunque Judith Abad reclama que “hay que saber dirigirse a las PAS y no hacerlo de forma brusca”, también dice que “hay que entender como eres, pero también hay que entender como son los demás”. Y desde las Acpas tienen claro que “la sociedad no se tiene que adaptar a nosotros, somo nosotros los que tenemos que vivir en sociedad”, dice Nandín.

sábado, 27 de marzo de 2021

Efecto heliotrópico, la búsqueda de lo positivo


CRISTINA BARREIRO    |     La Mente es Maravillosa    |    18/12/2020

El efecto heliotrópico simboliza nuestra esperanza y fe. Igual que las plantas necesitan de la luz del sol, nosotros, para desarrollarnos, también necesitamos un punto de optimismo: pensar que todo irá bien.

El efecto heliotrópico simboliza la querencia del ser humano hacia lo positivo. Tiene un efecto beneficioso en la salud y en el trabajo, además tienen la particularidad de ser contagioso. A continuación, te lo explicamos.

 

La palabra heliotropo proviene del griego helios, que significa ‘sol’, y trepein, cuyo significado es ‘girar’. El concepto de heliotropía o efecto heliotrópico es un concepto extraído de la botánica y se define como el movimiento que realiza un organismo vivo buscando la luz del sol.

 

Por tanto, se trata de un concepto universal que compartimos los seres vivos. Como las plantas, los seres humanos buscamos la energía positiva en nuestro entorno. Sin embargo, muchas veces somos nosotros mismos quienes lo impedimos focalizándonos solo en lo negativo.

 

El efecto heliotrópico y su relación con la longevidad

El efecto heliotrópico está relacionado con las emociones positivas y hay estudios que han detectado una relación entre las emociones positivas y la longevidad. Barbara Fredrickson ha investigado a través de diferentes estudios cómo las emociones positivas predicen la felicidad y el bienestar.

Uno de estos estudios es el llevado a cabo por monjas en el que se evidenció la relación de las emociones positivas con la longevidad. A estas monjas se les pedía escribir en un diario sus emociones. Al cabo de un tiempo, se descubrió que las que escribían en su diario emociones positivas vivían más años que aquellas en las que predominaban en sus diarios emociones negativas.

De 90 monjas que escribieron emociones positivas, 70 fueron longevas; mientras que del segundo grupo solo fallecieron 30. Fredrickson también descubrió que mantener un enfoque vital en el que predominen las emociones positivas ayuda especialmente en las etapas difíciles, favoreciendo el alejamiento y, por lo tanto, la visión del problema desde una mejor perspectiva.


Somos seres heliotrópicos


La investigación en psicología y el efecto heliotrópico ha demostrado que los seres humanos tendemos hacia la positividad. El profesor Kim Cameron de la Universidad de Michigan ha recopilado algunos de los hallazgos más importantes en psicología en esta área, que respaldan esta querencia humana hacia lo positivo.

·    En el área de la percepción y la memoria (Cameron y Caza, 2008 citados por Peña, 2015):

o   Tendemos a recordar y aprender palabras con connotaciones positivas más que negativas o neutras.

o   Recordamos con mayor precisión los estímulos positivos.

o   En las tareas de asociación libre, respondemos más con términos positivos que negativos.

o   Solemos recordar más nuestras experiencias positivas que las negativas, y con el paso del tiempo los recuerdos positivos van sustituyendo a los negativos.

o   En general, buscamos los estímulos positivos y evitamos los negativos.

·    Así mismo, las lenguas muestran también este sesgo positivo: en español, francés, inglés, alemán, chino, urdu, ruso, italiano, holandés, flamenco, farsi, español de México, sueco, turco y serbo-croata hay más palabras positivas que negativas.

 

·    Los efectos de la visualización positiva. Se ha demostrado que cuando visualizamos un hecho positivo es más probable que suceda.

·    La relación de las emociones positivas con la salud y el bienestar. 

A nivel individual (Cameron & Lavine, 2006; Cameron, 2007), el efecto heliotrópico genera un efecto de abundancia:

·     Más anticuerpos después de vacunas.

·    Expresión genética más fuerte.

·    Mejor atención sostenida, memoria más ágil, y, por lo tanto, periodos de aprendizaje más cortos.

·    Filtración mejorada, intercambio de fluidos corporales, eficiencia energética, coherencia.

·    Más curiosidad, creatividad y exploración.

·    Mayor nivel de productividad y calidad.

·    Recuperación de la enfermedad y evitación de la depresión después de la pérdida del cónyuge.

A nivel grupal, se ha estudiado el efecto heliotrópico en los líderes. Se ha demostrado que los líderes con actitud positiva transmiten esta positividad a los trabajadores. Tal y como expresa Cameron (2016): “un líder puede ser un ente que genere vitalidad o que la reste, dependiendo de sus comportamientos o acciones”.

Trabajar la parte sana para fomentar la heliotropía

Para Kim Cameron, en muchas ocasiones, los clínicos y la psicología se enfocan en la parte enferma del paciente. Es decir, en la parte negativa o en el mero hecho de padecer un trastorno, olvidándose de la parte positiva de la persona.

Ahora bien, tanto los profesionales como las personas si nos centramos en la parte sana de cada uno, se potenciarán otras partes positivas y disminuirán las negativas. Poner el foco de atención en lo positivo ayuda a nuestro desarrollo en distintos planos: social, laboral, deportivo, etc.

 

El efecto heliotrópico es un efecto que suma y multiplica. Se ha demostrado que influye a nivel intrapersonal, pero también interpersonal. Sin embargo, no solo las personas son fuente de heliotropía. Existen actividades, tan simples como caminar, escuchar música, hacer pasatiempos, etc. que tienen un efecto heliotrópico en la salud y cuyo origen es intrapersonal, por lo que fácilmente podemos generarlo.


Para conocer qué actividades nos generan una respuesta heliotrópica es imprescindible el autoconocimiento. Conocer qué actividades promueven la positividad en cada uno es fundamental para encontrarla. Trabajemos, entonces, en ello. En el fondo, somos como las plantas y necesitamos de nuestra propia luz para florecer.

 

“Sabemos que el 95 % de la investigación en psicología se basa en la parte negativa, la del trastorno”.

-Cameron-

 

 

 


viernes, 26 de marzo de 2021

Estrés crónico: causas, síntomas y tratamiento


JONATHAN GARCÍA-ALLEN     |     Psicología y Mente 

Una fuente de ansiedad constante que, si no se trata, puede tomar el control de nuestras vidas.

 

El estrés es un fenómeno muy extendido en la actualidad. Las causas que propician la aparición de sus síntomas son muchas, sin embargo, el estilo de vida y la cultura de las sociedades occidentales contribuyen notablemente al surgimiento de esta afectación.

 

Existen distintos tipos de estrés: estrés agudo, estrés crónico, estrés post-traumático, etc. Si quieres saber más sobre las distintas clases de estrés, puedes visitar nuestro artículo: “Tipos de estrés y sus desencadenantes”.

 

Estrés crónico y estrés agudo

Es importante diferenciar entre el estrés agudo y el estrés crónico. El estrés agudo se produce en momentos puntuales y de forma temporal, como respuesta a la experimentación de uno o varios sucesos altamente estresantes, y como resultado la persona padece un cuadro de ansiedad. Aunque el estrés puede ser positivo en pequeñas dosis, en dosis elevadas puede afectar a nuestra salud tanto mental como física: dolores musculares, dolores de cabeza, agotamiento, problemas gástricos, taquicardia, etc.

 

El estrés, sin embargo, también puede ser crónico, que es una forma más dañina de experimentar esta condición. Cuando el estrés se prolonga en el tiempo, se produce un agotamiento físico, emocional o mental que tiene consecuencias en la autoestima y la salud de la persona afectada, provocando incluso una severa depresión. Ya sea porque la persona vive en un entorno hostil en tiempos de guerra, es incapaz de pagar una deuda hipotecaria, sufre el síndrome del quemado en el trabajo o no es capaz de afrontar el divorcio, el resultado es devastador y tiene un fuerte impacto en su bienestar emocional y general.

 

Causas

El estrés crónico tiene una característica particular que le diferencia de otros tipos de estrés. Y es que el evento o factor estresante se manifiesta una y otra vez, es decir, que el estresor no es temporal y permanece inmodificable a lo largo del tiempo.

 

Por ejemplo, un estudiante universitario puede vivir una situación estresante cuando se acercan los exámenes y se da cuenta de que ha dejado pasar el tiempo este curso. Durante un mes intenta estudiar todo lo que debería haber estudiado durante el año, pero no tiene suficiente tiempo ni recursos para aprobar la asignatura. Una vez superada la época de exámenes, ese evento estresante desaparecerá, y el estudiante podrá planificar y gestionar mejor su tiempo para el curso siguiente. El alumno ha vivido una situación de estrés agudo.

 

Un ejemplo de estrés crónico

No ocurre lo mismo en el estrés crónico, porque el evento estresante se presenta una y otra vez, de forma repetida a lo largo del tiempo. Puede ocurrir que se sienta quemado en el trabajo porque el estilo de liderazgo de su superior le está provocando una situación angustiosa día sí día también, pues su jefe no tiene en cuenta su potencial, le critica constantemente y, al no darle órdenes claras y concretas, le está provocando ambigüedad y conflicto de rol.

 

También puede ocurrir que un individuo se vea envuelto en una deuda hipotecaria que le obliga a pagar una cantidad a la que no puede hacer frente. Los meses pasan y cada vez está más endeudado, lo que le está provocando ansiedad, desesperación, insomnio, una depresión severa y, además, no le ve salida. Ambos casos son ejemplos de estrés crónico.

 

Como ves, las causas pueden ser variadas, no obstante, la frecuencia de presentación del estresor es lo que provoca las consecuencias dañinas para la salud mental. Ahora bien, hay que tener claro que, en ocasiones, no es el evento estresante en sí lo que provoca el estrés, sino cómo interpretamos este evento y cómo lo afrontamos. Nuestras creencias y nuestros recursos tienen gran importancia. Por eso, lo que para una persona puede ser estresante, para otra no lo es.


Síntomas del estrés crónico 

La persona con estrés crónico, a diferencia de la que sufre estrés agudo, muchas veces no es consciente de lo que le está ocurriendo, pues se ha acostumbrado a esta situación pese a no haberla superado. Esto puede provocar un efecto muy perjudicial, lo que se conoce como indefensión aprendida (pincha aquí para saber más). La indefensión aprendida dificulta seriamente la búsqueda de ayuda y el tratamiento.

 

Así que es importante prestar atención a sus síntomas tanto físicos como psicológicos para poder salir de esta situación. Generalmente, el estrés crónico se manifiesta de distintas maneras:

·        Enfermedades del aparato digestivo, enfermedades cutáneas y problemas cardíacos.

·        Sentimientos de inseguridad y el sentimiento de indefensión aprendida.

·        Insomnio

·        Ansiedad

·        Depresión

·        Fatiga emocional

·        Abuso de alcohol o sustancias

 

Estos síntomas y muchos otros no solo afectan a la persona, sino también a su entorno más cercano, dificultando, en muchas ocasiones, las relaciones interpersonales sanas con su familia o su pareja.

 

Burnout o estrés crónico en el trabajo

Uno de los tipos de estrés crónico más frecuentes es el burnout o síndrome del quemado, que ocurre en el entorno laboral y que, en los últimos años, se ha agravado en muchos sectores profesiones debido a la crisis y los recortes de personal.

 

Las causas del burnout pueden ser diversas, y tienen su origen tanto en las expectativas de los empleados o su capacidad de hacer frente al problema, como en distintos factores que dependen pura y exclusivamente de las prácticas de la empresa o la organización. Por ejemplo: los estilos de liderazgo, el fracaso en los procesos de selección o la sobrecarga de rol.

 

Los estudios en esta línea de investigación señalan que el burnout se manifiesta de la siguiente manera:

 

·        Desgaste y agotamiento emocional: fatiga y cansancio mental.


·        Despersonalización: actitudes negativas hacia la empresa y el trabajo, por ejemplo, irritabilidad o pérdida de motivación.


·        Falta de realización personal y profesional: efecto negativo en la autoestima personal, expectativas frustradas y manifestaciones de estrés a nivel fisiológico, cognitivo y conductual.

 

Tratamiento del estrés crónico

Desde las primeras investigaciones sobre el estrés, llevadas a cabo por Hans Selye, en la década de los 50, muchos expertos han ido aportando más y más conocimiento sobre qué es, cómo funciona y cuál es la mejor manera de tratar esta condición. Una de las teorías que más se ha empleado es el Modelo demanda-control-apoyo social de Karasek y Johnson (1986), que funciona especialmente bien para en lo que respecta al estrés laboral.

 

Desde este modelo se entiende que la fuente de estrés se encuentra en el desajuste entre las demandas existentes y el control que tiene la persona para afrontar dichas demandas. En otras palabras, lo que determina la aparición del estrés es la interacción entre la persona y la situación estresante. Por tanto, el problema puede atacarse de dos maneras: cambiando o evitando el evento estresante o, por contra, cambiando la manera como la persona percibe y afronta esta situación.

 

Acudir al psicólogo para superar el estrés

La mejor manera de superar el estrés crónico, evidentemente, es erradicando el factor causante, aunque esto no siempre es posible. Puede ser una alternativa dejar el trabajo o divorciarse cuando el problema esta en nuestro empleo o la relación con nuestra pareja, pero, ¿qué ocurre con un parado de larga duración o un miembro de una familia sin recursos económicos que es incapaz de pagar su deuda?.


Estos casos requieren ayuda psicológica profesional, porque esta situación puede suponer graves problemas en el futuro si no se combate adecuadamente este fenómeno. Dicho de otro modo, es necesario buscar tratamiento y aprender herramientas prácticas para afrontar esta situación negativa. La necesidad de acudir a un psicólogo clínico puede ser clave para aprender a gestionar las emociones y sensaciones negativas asociadas al estrés.

 

En el mejor de los casos, bastará con un cambio radical del estilo de vida, como cuidar la alimentación, practicar ejercicio físico de manera regular, dedicar tiempo al ocio y buscar momentos para la relajación.