domingo, 30 de mayo de 2021

¿Son nuestros alumnos nativos digitales?

 

Catherine L’Ecuyer -Doctora en Educación y Psicología-, publicado en EDUforics el 26/10/18. 

“Nuestros alumnos han cambiado radicalmente. Los alumnos de hoy no son los alumnos para los que fue diseñado nuestro sistema educativo… Nuestros profesores son Inmigrantes digitales, que hablan un lenguaje arcaico (el de la era pre-digital), luchan para enseñar a una población que habla un idioma completamente nuevo.” En un artículo publicado en 2001 en la revista New Horizon, (Mark Prensky, 2001) acuñaba un término que en poco tiempo fue popularizado en todo el mundo: Nativo digital.

El nativo digital se define como aquel que, por haber nacido en la era digital, concretamente después del 1984, está acostumbrado a recibir y procesar la información de una forma que no puede hacerlo el que nació antes de esa era (el llamado Inmigrante digital). Según esa “hipótesis”, los nativos digitales tendrían ventajas cognitivas que afectan positivamente en su aprendizaje, sobre la generación que les precede. Por ejemplo, tendrían una ventaja respecto a la multitarea tecnológica.

A pesar de su popularidad, ese concepto fue puesto en cuestión en varios estudios, desde 2008. Concretamente, un informe publicado por un grupo de académicos (Rowlans et al., 2008), estima que el concepto de Nativo digital está sobrevalorado. Si bien, reconoce que los jóvenes demuestran una gran familiaridad y agilidad técnica con las tecnologías, el informe concluye que dependen demasiado de los motores de búsqueda y carecen de las competencias críticas y analíticas para poder entender el valor y la originalidad de la información en la Web. En conclusión, el informe considera que la llamada “Generación Google” no alcanza el nivel de alfabetización digital que se le atribuye. 

En 2017, la revista Teaching and Teacher Education publica un artículo en el que se hace una revisión de la literatura sobre el concepto de Nativo digital (Kirschner y De Bruyckere, 2017). Los autores concluyen que el concepto carece de fundamento científico. La creencia de que una persona nacida en la era tecnológica tiene más capacidades cognitivas relacionadas con el uso de la tecnología es un mito. Y la multitarea tecnológica también lo es.

Si bien es cierto que el ser humano tiene una gran capacidad de adaptación al entorno, una aplicación demasiado simple y sin matices del concepto de plasticidad cerebral en el contexto educativo se puede prestar a malas interpretaciones. Tal como indica el Consejo Interamericano para el Desarrollo Integral, la plasticidad tiene sus limites. Por lo tanto la tensión a la que una persona esta sujeta es posible dentro de unos márgenes, más allá de los cuales los estímulos pueden inducir cambios que comprometen su integridad, y por lo tanto el aprendizaje (Executive Secretariat for Integral Development: Department of Education and Culture, 2007). De hecho, un estudio realizado por Clifford Nass (Ophir, Nass y Wagner, 2009), en la Universidad de Stanford, habla de las tres facturas que pasa la multitarea tecnológica1) un empeoramiento de la memoria de trabajo 2) una pérdida de la eficacia en la oscilación de una tarea a otra y 2) una pérdida del sentido de relevancia. Nass concluye: “los que hacen multitarea tecnológica están enamorados de la irrelevancia”. 

Respecto a la educación digital, una recomendación europea de 2006 describe la importancia de desarrollar las siguientes competencias digitales: el uso del ordenador para poder encontrar, valorar, producir, presentar e intercambiar información, así como la participación en redes de comunicación en las redes. Ahora bien, desde 2006, ha pasado tiempo y el uso de los dispositivos electrónicos (Smartphone, redes, Internet, tabletas, ordenadores) ha cambiado y se ha multiplicado y normalizado entre jóvenes y también entre adultos, hasta el punto de convertirse en una preocupación a nivel educativo y social. En ese sentido, los resultados de muchos de los datos sobre los cuales se apoyan esos documentos están completamente desfasados. 

De hecho, las competencias en las TICs se han enfocado, en muchas ocasiones, desde un punto de vista demasiado técnico (ej. manejo técnico de la herramienta, motores de búsqueda, etc.). Sabemos que el uso técnico de esas herramientas es relativamente fácil, puesto que la tecnología está diseñada para ser intuitiva. Es Plug & Play. La verdadera preparación para un buen uso de las tecnologías reside en la comprensión del contexto, que no se desarrolla en un entorno descontextualizado como es el contexto online. La mejor preparación se adquiere en el entorno offline, que es el mundo real. Lo que a menudo falta en el joven usuario es el criterio para poder valorar la información que se le propone. En realidad, ese espíritu crítico, poco tiene que ver con unas competencias digitales meramente técnicas. De hecho, el UNESCO propone ahora un concepto mucho más actual y pertinente: la competencia (alfabetización) mediática o informacional. 

Por otro lado, es crucial no confundir aprendizaje “individualizado” (un dispositivo por niño) con aprendizaje “personalizado”, o que se adapta al aprendiz mediante la sensibilidad del educador (sensibilidad de la que carecen los algoritmos). Un estudio realizado en el 2007 por McKinsey (Barber y Mourshed, 2007), compara 25 sistemas educativos exitosos en todo el mundo y concluye diciendo: “la calidad de un sistema educativo nunca estará por encima de la calidad de sus docentes”. ¿Por qué? El docente es aquel que conoce y ama a su materia y la trasmite con pasión, afecto, intuición y sensibilidad, cualidades que nunca tendrán los dispositivos tecnológicos, por mucho que el Silicon Valley esté dispuesto a invertir todo lo que quiera en ello. La educación es un asunto profundamente humano, no tecnológico. 

La tecnología es una herramienta estupenda, pero como decía Steve Jobs:

“Había llegado a pensar que la tecnología podría ayudar en la educación. Probablemente haya encabezado esa creencia …. Pero llegué a la conclusión inevitable de que el problema no es algo que la tecnología pueda esperar solucionar. Lo que no funciona con la educación no se arregla con la tecnología (Wolf, 1996).”

Quizás entonces nuestros hijos no hayan cambiado demasiado con respecto a como nosotros aprendíamos. Si es así, habrá que buscar otras explicaciones y soluciones a la desmotivación y el desencanto que encontramos hoy en nuestras aulas. Steve Jobs también dijo, en otra ocasión, que cambiaría si pudiese toda su tecnología por una tarde con Sócrates. Siguiendo sus buenos consejos, quizás haya llegado el momento de retroceder y de preguntarnos ¿qué podemos hacer para que nuestros hijos vuelvan a enamorarse de lo relevante?. Como decía Newton, “solo se puede entender algo que tiene sentido”. Quizás no nos vendría mal entonces hablar un poco menos de alfabetización digital, y un poco más de alfabetización filosófica.   

jueves, 27 de mayo de 2021

Reafirmación positiva: cómo ser tú mismo sin herir a los demás


VALERIA SABATER      |     La Mente es Maravillosa      |     19/04/2021 

Reafírmate de manera positiva y verás cambiar tu realidad. Nadie peca de egoísmos o altanería por confiar en su potencial, por priorizarse cuando lo necesita y por validar su autoestima para hacer frente a entornos estresantes.

La reafirmación positiva es un ejercicio de bienestar psicológico que todos deberíamos practicar. No hay nada malo en validarnos a nosotros mismos. Nadie debe sentirse herido o molesto si defendemos nuestros propios derechos con asertividad. Asimismo, pocas dimensiones refuerzan tanto la identidad, la motivación y la autoconfianza como reforzar lo que somos y lo que valemos.

Todos nosotros estaremos de acuerdo en dichas dimensiones. Sin embargo, en un mundo que en ocasiones se excede en materia de individualismos, llama la atención cómo el cuidado del yo se ve en ocasiones con malos ojos. De ahí, por ejemplo, que se le llame “egoísta" a quien se prioriza a sí mismo en medio de contexto familiar adverso y disfuncional.

Por tanto, siempre es buen momento para abrirnos camino sin miedo al arte de la reafirmación. Aunque nos cueste al principio, a largo plazo el beneficio se nota. Lejos de parecernos un simple recurso sacado de los manuales de crecimiento personal sin mucha base científica, lo cierto es que existe un gran respaldo académico detrás. Lo analizamos.

“Te has estado criticando a ti mismo durante años y no ha funcionado. Intente aprobarse a sí mismo y vea qué sucede". – Louise Hay - 

Claves para practicar la reafirmación positiva 

La reafirmación positiva es una estrategia que se usa de manera frecuente en terapia psicológica. Es una forma de identificar muchos de los mensajes negativos que nos decimos a nosotros mismos y cambiar ese discurso interno. De esta manera, podemos disminuir la rumia y los procesos de estrés (Koole et al., 1999; Wiesenfeld et al., 2001).

No basta con decirnos aquello de “yo soy valiente, yo puedo con todo". Esta técnica va mucho más allá porque permite detectar lo que no es saludable ni funcional para activar otro tipo de respuestas cognitivas y conductuales. Investigaciones, como los realizados en la Universidad de Pensilvania, señalan que las reafirmaciones activan los sistemas de recompensa cerebrales. 

Es decir, validarnos y reforzarnos a nosotros mismos no solo fortalece la autoestima, sino que además eleva nuestra percepción de logro. Nos sentimos más motivados para lograr cosas, para esforzarnos por aquello que queremos y deseamos. Todo ello nos demuestra sin duda algo innegable. Aquello que nos decimos a nosotros mismos tiene un impacto en el universo neurológico.

Ahora bien, ¿cómo poner en práctica la reafirmación positiva en nuestro día a día? ¿Cómo hacerlo sin que los demás nos tilden de individualistas o egoístas por elegir validarnos a nosotros mismos? Lo analizamos. 

Confío en mí, tengo en cuenta las propuestas ajenas, pero la última decisión siempre es mía.

Reafirmarnos para posicionarnos en la vida. Hacer uso de la reafirmación positiva para fortalecer la autoconfianza. ¿Practicas a menudo estos ejercicios? Si no es así es momento de hacerlo sin miedo porque para avanzar tu cotidianidad es necesario tomar buenas decisiones y estas necesitan como valioso ingrediente el poder de la confianza en uno mismo.

En estos contextos complicados, siempre es bueno tener en cuenta consejos ajenos. Atender toda propuesta, perspectiva y sugerencia. Sin embargo, nada es tan importante como decidir por ti mismo hacia dónde quieres ir. Todo ello también es autoafirmación.

Asertividad para reafirmarme y comunicar con eficacia 

Amabilidad, franqueza, respeto y valentía. La asertividad también conjuga esa reafirmación positiva con la que proteger tus necesidades y valores ante los demás.

De este modo, la persona hábil en esta competencia es capaz de expresar de manera directa y adecuada aquello que quiere sin recurrir a la agresividad. Es dejar a un lado la pasividad para alzarnos como protectores de las propias esencias.

Reafirmación positiva para recordarme todo lo bueno que me envuelve

En tu vida tienes cosas realmente valiosas. En tu realidad habitan personas extraordinarias y cuentas con tesoros únicos: buenos amigos, pareja, familia, etc. Reconocerlo no es de narcisistas, es de mentes inteligentes que saben apreciar lo que vale la pena. Asimismo, hay otro factor que debes considerar. 

La reafirmación positiva te recuerda todo lo mágico que tienes en tu vida, pero también te ayuda a clarificar lo que no te es beneficioso, ni útil ni satisfactorio. Siempre que detectes esto último, es adecuado que decidas si vale la pena o no mantenerlo en tu día a día.

En cada circunstancia y en cada momento, me comprometo a cuidar de mí 

Una reafirmación positiva no va de repetirte a ti mismo frases como “me libero de los pensamientos negativos para abrazarme a la felicidad" o “soy mejor que nadie y por eso me quiero". Hablamos de ir más allá; estas ideas, aunque inspiradoras, no siempre son prácticas. 

Para que tenga un impacto en el universo neurológico, la autoafirmación debe ser útil y aplicable a cualquier circunstancia. Por ejemplo, requiere que pensemos en lo siguiente: “en el viaje de mi vida me encontraré con situaciones complicadas y con instantes de calma. Sea cual sea el contexto que me rodee, confío en mí y en mis recursos. No siempre puedo cambiar mis circunstancias, pero sí el modo en que me enfrento a ellas". 

Esa es la clave. Nutrir la confianza, alimentar la autoestima en cada momento y tratarse como al mejor de los aliados. No como al peor enemigo. Piensa en ello, perspectivas como estas pueden traerte mucho bien. 

 

lunes, 24 de mayo de 2021

¿Quieres criar un adulto exitoso?. Implica al niño en las tareas de casa.

ROXANA IBAÑEZ MACHADO     |   La Vanguardia     |     21/08/2020 

La colaboración de los peques en el hogar aporta unos valores educativos que los padres no deberían despreciar

Limpiar la casa, hacer la cama, tirar la basura, poner la ropa en la cesta… ¡las tareas de la casa siempre están a la orden del día! Y a nadie le gustan, pero toca hacerlas, y sin excusas de edad y mucho menos de sexo. Pero, además, repartir las tareas entre todos los miembros de la familia aporta unos valores educativos que los padres no deberían despreciar. ¿Por qué es tan importante que los hijos colaboren en casa? ¿Qué tareas son aconsejables según su edad?

 

Los niños que realizan tareas en casa terminan convirtiéndose en adultos exitosos en su vida profesional, apunta un estudio realizado en la Universidad de Harvard y en el cual se basa el libro Cómo criar un adulto, de Juie Lythcott-Haims, exdecana de la Universidad de Stanford. Pero además es una manera ideal de contribuir a reducir la brecha de género ya en edad temprana, porque la realidad es que la desigualdad entre hombres y mujeres empieza muy pronto.

 

Hay múltiples razones para ponerlos a colaborar

 

Los datos corroboran la discriminación de género. Una investigación del Centro de Estudios Demográficos de la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB) publicado en 2019 concluía que la desigualdad es patente en la adolescencia, pues las niñas dedican media hora más, de promedio, que los niños a las tareas domésticas. La diferencia se va ensanchando con los años y aumenta quince minutos de media en la franja de edad de 18 a 29.

 

A menudo tenemos tendencia a pensar que los niños no deberían hacer nada en casa. Pero es fundamental que se impliquen en las tareas del hogar porque les ayuda desde el punto de vista moral o ético, en el sentido de que es de justicia que cada uno se responsabilice de aquello que le corresponde, señala Roger Ballescà, psicólogo infantil y coordinador del Comité de Infancia y Adolescencia del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya (COPC).

 

También desde el punto de vista práctico les ayuda a organizarse como personas mentalmente, y a afianzar el valor de la responsabilidad. Pero sobre todo les hace más autónomos, agrega el experto. “Aunque en nuestra sociedad hay cierta tendencia a la sobreprotección – reflexiona Ballescà –, se debe tener en cuenta que cuando a un niño o a una niña no se le deja hacer aquellas cosas para las cuales ya está preparado, lo que hacemos es limitar sus propias capacidades y autonomía”.

 

Asimismo, cuando los hijos colaboran con las tareas del hogar y ayudan a sus padres se ven como uno más dentro del seno familiar, con sus tareas, obligaciones y responsabilidades, como el resto de miembros de la casa, lo que favorece su autoestima y confianza, comenta Laura Aguilera, psicóloga infantil y fundadora de la web psicoayudainfantil.com.

 

Y hay más razones de peso para hacerles participar de los trabajos domésticos, según Aguilera. Además de ser autónomos y organizados, son capaces de incorporar nuevas rutinas, por lo que se adaptan con más facilidad. “Fomenta su desarrollo motor ya que deben trabajar la coordinación ojo-mano en las tareas, y ganarán en seguridad, ya que se verán capaces de hacer sus quehaceres, lo que les prepara para verse capaces de afrontar nuevas tareas en ámbitos distintos de su vida, como son los estudios y la escuela, así como su adaptación social con sus compañeros y amigos”, reflexiona Aguilera.

 

¡Hay una edad para empezar con los quehaceres de la casa?

 

Ya sabemos que hay más de una razón para implicar a los niños en los quehaceres del hogar. Pero, ¿a partir de qué edad es aconsejable inculcarles este hábito? Los niños son capaces de hacer ciertas cosas que tienen que ver con ellos desde que son bien pequeñitos; por ejemplo, coger un pañal y lanzarlo ellos mismos a la papelera, comenta el experto del COPC. “Y hay que aprovecharnos de eso –aconseja Ballescà–, porque si les acostumbramos desde temprana edad, lo viven como una tarea incorporada y muy asumida para ellos, y les cuesta mucho menos, porque lo han incorporado como una rutina o un hábito”.

 

Si empezamos a pedirles que hagan cosas en casa a una edad más avanzada puede que cueste más, agrega Roger Ballescà, quién además insiste en que el peor momento para empezar a enseñar estas tareas es la adolescencia. Porque si a algo le tiene alergia el adolescente es a sentirse obligado o forzado por el adulto a hacer determinadas cosas. Pero si desde pequeños han interiorizado las tareas del hogar como algo habitual, a esa edad probablemente no sea tan difícil, matiza.

 

Tanto en los pequeños como en los adolescentes lo más prudente es seguir el ritmo evolutivo de cada niño, puntualiza el psicólogo. Y la clave para implicarlos está en la perseverancia, la firmeza y el cariño de los padres. Se puede ser cariñoso con los peques pero al mismo tiempo firmes. Una cosa no está reñida con la otra, añade. También es importante tener claro que si no cumplen con una de sus responsabilidades a quien le debería generar un problema es a ellos, no a los que están a su alrededor. Por ejemplo, si un adolescente no lleva la ropa a lavar debería quedarse sin ropa limpia hasta el momento que eso le cause el suficiente problema como para que empiece a moverse y aprenda una cierta lección de ello. Pero si los padres convierten su problema en el de ellos, entonces va ser muy complicado que se muevan, advierte el experto.

 

Errores que los padres deben evitar

 

Pero también es cierto que hay ciertas actitudes o errores que los padres deben evitar a la hora de designarles ciertas tareas. Ballescà enumera algunos. El primero es pensar que es una elección del niño o la niña. Según el experto, se debe dejar claro que es una responsabilidad suya que, si no la cumple, tendrá consecuencias para él o ella.

 

Otro fallo sería exigirle por debajo o por encima de sus capacidades, de lo que puede hacer el niño en cada momento evolutivo.

 

Un tercer error, y garrafal a juicio del especialista, sería repartir las tareas dividiéndolas por su género, “porque además de generar una serie de estereotipos que son absurdos en la época en la que estamos es muy contraproducente para su desarrollo”, puntualiza.

 

Además, cuando los niños no cumplen con ciertas responsabilidades, los padres deberán evitar hacerlas en su lugar. Por ejemplo, cuando el niño o la niña no ordena su habitación y nos pasamos el día persiguiéndoles para que lo hagan o acabamos haciéndolo nosotros. ¡Error! Porque el que no está cumpliendo la norma es el pequeño, y es quién debería salir perjudicado de esa situación. No es un castigo, es que la vida funciona de esta manera. Tenemos una serie de responsabilidades y después de nuestro trabajo o desempeño nos retornan una serie de beneficios; esto es así para todas las personas, dice Roger Ballescà.

 

Más errores frecuentes: perdonar las tareas domésticas cuando los hijos están estudiando. “Igual que los adultos tenemos nuestro trabajo y a la vez nuestras obligaciones domésticas, los niños y los adolescentes deben tenerlas”, opina Ballescà, quien concede algunas contadas excepciones. “A veces los adultos nos liberamos de esas tareas cuando vamos sobrecargados, pero una cosa es una excepción, y la otra es que se convierta en una norma: niños y adolescentes deben incorporar dentro de sus rutinas diarias el hecho de cuidar de sus propias cosas y colaborar en las tareas familiares”, argumenta el psicólogo infantil.

 

Qué tarea aplicar según la edad

 

No se trata de promover el trabajo infantil o de poner toda la carga en los niños, sino de ver las responsabilidades que pueden ir asumiéndose en función de la edad y la evolución de cada pequeño. Además, siempre hay que tener presente que los niños necesitan su tiempo para jugar, y este debe respetarse, por lo que las tareas domésticas deberán ser equilibradas y permitir que el hijo tenga tiempo para él o ella, para disfrutar o hacer sus actividades extraescolares, puntualiza la psicóloga infantil Laura Aguilera.

 

Para discernir qué tareas y en qué edades, Aguilera ofrece algunos ejemplos:

Ø 2-3 años. Comer solo, ordenar sus juguetes, tirar cosas a la basura, recoger su ropa y regar las plantas.

 

Ø 4-5 años. Asearse y vestirse solo, poner y quitar la mesa cuando sea la hora de comer, pueden ayudar a fregar los platos pero siempre con supervisión, ordenar sus juguetes y darle de comer a la mascota si tienen, lo que implica cuidarse no solo a si mismo, sino la responsabilidad de cuidar a otro.

 

Ø 6-7 años. Hacer su cama, ordenar sus juguetes, preparar la mochila del colegio, organizar su escritorio y zona de estudio, barrer o pasar la aspiradora, y quitar el polvo de los muebles.

 

Ø 8-9 años. Barrer el suelo, ordenar sus juguetes, cuidar de su mascota, limpiar el polvo de los muebles, bañarse solo, escoger y preparar su ropa, usar el lavavajillas, preparar el desayuno y cocinar platos sencillos.

 

Ø 10-11 años. Limpiar su habitación, ordenar sus juegos, sacar de paseo a su mascota, sacar la basura, tender la ropa y cuidar de un hermano menor si tiene.

 

Ø Mayores de 12 años. Sacar la basura, limpiar los platos, coser un botón, hacer pequeñas compras y cuidar del jardín.

 

Niños que se resisten a las tareas del hogar… ¿qué hacer?

 

Claro que hay niños a los que les cuesta ayudar, que se resisten a hacer las tareas. Tampoco se puede pretender que los hijos obedezcan a la primera. Cuando el niño no sea precisamente colaborador a la hora de hacer las tareas del hogar, se deben buscar refuerzos positivos para que encuentre motivos para serlo, comenta Laura Aguilera. “Cuando empiece a ayudar irá viendo por sí mismo las ventajas de cooperar en casa e irá interiorizando sus rutinas de forma natural, al inicio siempre con la guía de sus padres – continúa-. Es decir, lo primero que se debe hacer es explicarle el motivo por el que debería ayudar, hacerle ver las ventajas, como que si ayuda a recoger la mesa después de comer, acabaréis todos antes y antes podréis poneros a ver esa película que tanto queríais ver juntos en el sofá…”, ejemplifica la psicóloga.

 

Es importante que se genere esa responsabilidad de forma real, y que comprenda que ayudar a los padres para acabar antes de hacer las tareas domésticas le permite disfrutar juntos del tiempo de ocio. Las tareas domésticas jamás deben plantearse de forma negativa, sino como algo positivo que le permite crecer, colaborar y aportar su granito de arena, resalta la experta en psicología infantil.

 

Los deberes y obligaciones de cada persona forman parte del día a día. Y si nosotros las vivimos como algo negativo, el niño también las vivirá como algo negativo, apunta Roger Ballescà. “De modo que tenemos que acostumbrarnos a trasladarles la idea de que todas las personas, no solo los niños, los adultos también, estamos sujetos a una serie de normas y de obligaciones y que si las asumimos con naturalidad podemos vivir tranquilamente con ellas.

 

¿ Y si no reacciona a la hora de hacer una tarea? Se le puede recordar, dice Aguilera. Pero siempre dándole cierto tiempo para que acabe de hacer lo que está haciendo, ya que si no, verá sus obligaciones desde una perspectiva negativa que le interrumpe sus momentos de disfrute. Es mejor no presionarle, aunque sí estar al tanto y recordarle si no las hace, matiza.

 

Las recompensas en contadas ocasiones

 

Las tareas domésticas no deberían recompensarse, responden de manera tajante los especialistas. Forman parte de la convivencia familiar y los miembros de la casa deben aportar y colaborar, enfatiza Aguilera. “Pero -prosigue- hay que tener en cuenta que las principales tareas que debe atender un hijo son las de encargarse de sus propias cosas (como ordenar su habitación, hacerse la cama, etcétera) y lo relacionado con las tareas escolares (tener preparada su mochila, hacer los deberes…)”.


Ahora bien, hay excepciones a la hora de recompensar alguna tarea doméstica, puntualizan los expertos en psicología infantil. Es decir, aquello que es extraordinario o que no forma parte de la responsabilidad del niño pero que se hace para ayudar a los padres en un momento dado y que requieren de un esfuerzo extra. Por ejemplo, si los padres están cocinando porque vienen invitados a casa y tienen mucha faena con la elaboración de los platos, el hijo podría ayudarle a cortar las verduras, a escoger los platos para los comensales, a poner la mesa y decorarla para que quede bonita, etcétera.

 

Si simplemente ese niño está haciendo la tarea que le corresponde de forma habitual la recompensa ya viene implícita en el propio hecho de cumplir con el deber y de que los padres estén satisfechos con su desempeño, añade Ballescà. “Es decir, a veces es un premio verbal, una caricia o una frase de refuerzo. Pero no necesariamente tendríamos que mercantilizar las tareas porque entonces le quitamos todo ese sentido de lo que es justo, de lo que es éticamente adecuado, y lo convertimos todo en un comercio”, concluye.

 

domingo, 23 de mayo de 2021

Asertividad empática: qué es y cómo tener un comportamiento asertivo


ALEJANDRO VERA     |     grullapsicologiaynutrición.com    |     25/3/2021 

Una buena comunicación es la base de toda relación. La asertividad y la empatía son dos habilidades que impulsan de manera positiva todas las relaciones. En este artículo vamos a ver qué es la asertividad empática y como tener un comportamiento asertivo.

¿Qué es la asertividad empática?

Una persona que cuente con asertividad empática es aquella que es capaz de expresar sus ideas de manera clara y firme, teniendo en cuenta la perspectiva de los demás. Claramente es la unión entre asertividad y empatía, términos que definiremos más adelante.

Es recomendable enseñar a lo demás estas habilidades desde niños porque son muy buenas herramientas durante todas las edades.

Asertividad vs. empatía: ¿Son lo mismo? 

Para poder comparar, primero debemos conocer el significado de cada una. 

La asertividad trata sobre ser directo y confiado al defender los derechos propios o exponer los diferentes puntos de vista. Pero sin olvidar que hay límites, se tiene en cuenta el respeto que todos merecemos y los sentimientos de los demás. Lo especial en la asertividad es que es un balance entre expresar sin miedo los pensamientos, deseos o necesidades, y la consideración de las necesidades de los otros.

La empatía está definida como la acción de ser consciente, comprender, ser sensible y experimentar de forma indirecta los sentimientos, pensamientos y experiencias de otro, ya sea del pasado o del presente, sin que los sentimientos, pensamientos y experiencias se comuniquen por completo de manera explícita.

El individuo empático puede sentir el dolor o el sufrimiento al ponerse en el lugar de la otra persona. Para lograr esto es necesario abandonar el juicio propio, porque no todos afrontamos una situación del mismo modo, se debe intentar pensar igual que el otro.

Ahora sí podemos resolver la pregunta inicial, ¿se parecen? Sí ¿Son lo mismo? No. 

La empatía está orientada al exterior, a los otros; la asertividad hacia el interior, uno mismo. Esto significa que son dos habilidades complementarias. No hay por qué ser lo uno o lo otro si puedes ser las dos cosas. 

Los dos pilares fundamentales serían la honestidad del asertivo, con relación a sus propias necesidades, y el otro es el poder de comprensión de quien actúa con empatía para llegar a entender el sentimiento de quien está enfrente. 

Una comunicación que tenga presente estas dos habilidades permite aprender sobre los otros puntos de vista, descubrir nuevos sentimientos sobre cierto tema. Y es probable, que se cree un vínculo entre quienes hablan gracias a la buena conexión.

¿Es posible ser una persona más asertiva? 

Siempre es posible mejorar y hay muchos materiales para ayudarte. Aunque en internet puedes encontrar muchos consejos, es aconsejable visitar al psicólogo, en donde quizá podrás entender por qué haces lo que haces. Sigue leyendo para saber cómo mejorar tu asertividad.

Ser una persona asertiva tiene beneficios como:

·        Orienta hacia el desarrollo del respeto mutuo con los otros.
Aumenta el autoestima
Reduce la ansiedad
Minimiza lastimar a otras personas

Algunas personas podrán sentir miedo de decir las cosas directas porque siempre se está pensando en que pensará o dirá el otro. Si practicas la asertividad empática dirás lo que sientes sin herir a nadie a propósito.

Cómo desarrollar un comportamiento asertivo 

Poniendo en prácticas estas actitudes podrías mejorar tu asertividad:

1-Aprende a decir NO. Rechazar algo que te molesta o que te incomoda no es ser grosero; pues no estás hiriendo a nadie a propósito. Tampoco es necesario dar explicaciones sobre ese no, las otras personas también deben aprender a respetar tus decisiones.

Ya lo dijo William Glasser“Muchos de nosotros no podemos satisfacer nuestras necesidades, porque decimos sí, cuando deberíamos decir no”.

2-En las relaciones y amistades, en las conversaciones importantes, las dos partes se deben sentir escuchadas, realmente escuchadas y entendidas. Y basándose en ambos aportes llegar a un acuerdo en que todos estén cómodos ya que sienten que se satisficieron sus necesidades.

3-Es posible expresarte sin perder los papeles. Por ejemplo, si alguien te acusa de algo malo que no hiciste, no es prudente agrandar el problema respondiendo con gritos e insultos. A pesar de que parezca la otra persona no está haciendo bien al acusar, puedes decirle amablemente que tu no lo hiciste, que confronten versiones para encontrar el error.

4-Ante un desacuerdo lo mejor es no estar a la defensiva. Suele pasar que pequeños problemas inician por una falta de comunicación. Estos puedes ser resueltos al explicar el por qué de tus acciones.

5-Perdonar significa no guardar rencores, enojo o amargura. Pero es diferente pretender que todo sigue igual. Si lo consideras necesario, así cueste hacerlo, la decisión sana es mantener a esa persona distanciada de tu vida. ¿Qué sentido tiene relacionarse con alguien que te ha hecho daño?

6-Es importante que parezcas confiado al expresarte, así que añade un buen lenguaje corporal y maneja el tono de voz. Acciones como: contacto visual, no cruzar los brazos, tono de voz alto y firme, gesticulación activa (sin exagerar), sonrisa y un buen apretón de manos.

7-Cuando comuniques algún deseo o solicitud no hace falta pedir perdón por ello. A menos que sea algo grosero o inapropiado. No hay razón para sentirte culpable por expresar lo que quieres.

Aunque la asertividad es una herramienta muy útil, no garantiza que siempre consigas el resultado que quieres, es situacional. Habrán casos en que la mejor opción sea adoptar una postura más paciente o agresiva.

Sin importar el resultado, de cada práctica vas aprendiendo algo y reforzando tu asertividad. 

Algunas frases sobre asertividad para practicar 

-Mira con los ojos de otro, escucha con los ojos de otro y siente con el corazón de otro. Alfred Adler

-La atención es la más extraña y más pura forma de generosidad. Simone Weil

-Aprender a estar en la piel de otro, a ver a través de sus ojos, así es como comienza la paz. Y depende de ti hacer que ocurra. Barack Obama

-Si quieres ser respetado por los demás, lo mejor es respetarte a ti mismo. Sólo por eso, sólo por el propio respeto que te tengas, inspirarás a los otros a respetarte. Fedor Dostoievski

-Es mi responsabilidad apartarme de lo que me daña. […] Es mi responsabilidad hacerme cargo de lo que me pasa y saber mi cuota de participación en los hechos. Jorge Bucay