viernes, 31 de diciembre de 2021

La lista de cambios fáciles para recuperar las ganas de tener ganas


M. GONZÁLEZ     |     ABC     |     31/12/2021    

Estos son diez de los cambios que deberías hacer de cara al nuevo año para soltar lastre

 

Finales de diciembre. Ha llegado ese momento en el que la motivación aflora y se nos ocurren mil propósitos para incorporar con la llegada del nuevo año. De repente, tenemos la oportunidad de empezar una página en blanco, una página que aún no se ha ensuciado de ningún imprevisto, ningún percance ni ninguna mala noticia, y así todo parece posible.

 

¿Cuántas personas empiezan el año con las mejores intenciones y una lista de propósitos en mano y al llegar febrero o marzo esa lista se ha quedado en el olvido? El día a día y la vida se anteponen y no llegamos a todo pero podemos adelantarte que, tal como dicen los psicólogos, si escribes tus deseos en una hoja es más probable que los lleves a cabo.

 

Lastres que hay que abandonar

Y aunque tener propósitos está muy bien, también es bueno dejar atrás aspectos de nuestra vida que nos hacen daño o nos impiden mejorar. Por ejemplo, comer con frecuencia ultraprocesados, no hacer ejercicio, arrastrar un amor que no avanza o te da quebraderos de cabeza... Entonces, si no se te ocurren nuevas metas en las que empezar de cero, ¿por qué no te propones dejar en 2021 todo aquello que no te hace bien y así evitar arrastrarlo en 2022?

 

Joaquín Mateu, doctor en Psicología Clínica y de la Salud y docente de la Universidad Internacional de Valencia - VIU ha elaborado un decálogo de propósitos y recomendaciones para el año nuevo en el que indica que los deseos de año nuevo son el resultado de un proceso de revisión de nuestra vida: «Esta reflexión puede suceder en cualquier momento, sobre todo ante circunstancias de hondo calado emocional».

 

Asegura también el experto que a menudo los propósitos de año nuevo se trazan como grandes objetivos que requieren mucho tiempo y esfuerzo para satisfacerse. Por este motivo, insta a aprender a descomponerlos en pequeñas partes que nos permitan ir acercándonos poco a poco a ellos, «manteniendo la motivación y la energía».

Estos son algunos de los fáciles y pequeños cambios a realizar de cara al 2022:

1.Batch cooking. Iniciarse en el batch cooking es un gran paso no solo para evitar el desperdicio de alimentos, sino para cocinar en menos tiempo. La idea de este concepto, por tanto, es dedicar unas horas a elaborar al completo o en parte diferentes menús que podemos ir aprovechando los días sucesivos, de modo que reducimos el trabajo básico de la cocina (cortar, sofreir, hervir, limpiar…) y ganamos tiempo y calidad. Por ejemplo, cocinas arroz para hacer arroz con tomate, otro poco de ese arroz te sirve para una ensalada de arroz... 

2.Empezar a entrenar o aumentar tus objetivos. ¿Llevas meses sin ponerte las deportivas de deporte? En 2022 deberías empezar con tu rutina de entrenamiento, pero nunca con objetivos grandes, sino más bien con pequeñas metas para ir subiendo de escalón cuando vamos logrando esa finalidad.

Según los entrenadores personales, subir escalones o hacer flexiones en el suelo son ejercicios básicos para ir empezando.

Si, en cambio, ya has empezado, rétate a mejorar y ampliar tu abanico de ejercicios. Por ejemplo, trabajando la fuerza o la flexibilidad. Este 2021 nos ha dejado actividades que nunca antes habíamos probado, como el animal flowyin yoga o sup yoga. Puede que el año que viene sea el momento idóneo para aumentar las actividades deportivas a realizar. 

3. Comer mejor. Uno de los motivos principales por el que comemos mal viene provocado por no saber hacer una buena compra. Los dietista-nutricionistas animan a que vayamos al supermercado con un planificación de las comidas y cenas que vamos a preparar a lo largo de la semana. De esta forma, iremos directamente a los estantes donde se encuentran los alimentos que vamos a consumir. 

4. Mejorar la autoestima. La autoestima es una cuenta pendiente para muchas personas. Lo de tener amor propio es una lucha diaria para muchos porque para ellos está primero el bienestar de los demás... José Miguel Gaona ha escrito un libro, 'Poderosa autoestima', en el que invita a todos, especialmente a mujeres, a que miren por sí mismas y empiecen a ser amables consigo mismas.

5. Meditar. Cada vez son más las personas que se suman a esta disciplina con numerosos beneficios para el bienestar de uno mismo. Con Belén Colomina, psicóloga y experta en meditación, publicamos una meditación por semana para lograr la desconexión que tanto anhelamos. Para tomarse un respiro; mejorar las relaciones personales, aprender a dar las gracias o a perdonar; tomar conciencia de los objetivos, desligarse de la ansiedad o superar momentos difíciles son algunas de las sesiones que ha creado la especialista para hacer que nuestro día a día sea mejor. 

6. Adiós a la ansiedad. Si la ansiedad ha sido protagonista en 2021 por diversos motivos -como puede ser el Covid-19- es momento de tomar cartas en el asunto para que en 2022 sus apariciones sean menores. Laura Fuster, psicóloga en Valencia, insta a trabajar los pensamientos por cuenta propia o con ayuda de un profesional ya que es muy probable que estos «sean catastróficos», futuros, generales, etc., es decir, que los pensamientos que te generan ansiedad sean irracionales y no estén basados en la objetividad. 

7. Descanso. ¿Duermes mal por las noches o te despiertas en repetidas ocasiones? Los expertos en sueño no aconsejan estar con pantallas minutos antes de irnos a dormir. Por ejemplo, si vas a estar con el móvil, cuando lo dejes seguramente no conciliarás el sueño a la primera. Lo mismo ocurriría con la televisión. En cuanto a la cena, mejor que pasen un par de horas, al menos una, antes de que te vayas a dormir.

Además, y volviendo al teléfono móvil, aseguran que cuanto más lejos lo tengamos de nuestro alcance, mejor. Si te despiertas para ir al baño, puede ser muy tentador desbloquear el dispositivo y esa será una decisión fatal porque con total seguridad nos desvelaremos. Entonces, lo mejor será que lo dejemos en modo avión y a poder ser no en la mesilla. De esta forma también nos obligamos a despertarnos cuando la alarma suena por primera vez, levantándonos a apagarlo y no aplazándolo. 

8. Alejarse de la infoxicación. Vivimos en una sociedad hiperconectada, en donde circula un enorme volumen de información que casi no nos da tiempo de digerir; vivimos sobreeestimulados a base de scroll o a golpe de click, e incluso «infoxicados». El aumento de los contagios, la vacunación en niños, hospitalizaciones, nuevas cepas, restricciones para viajar… la información nos llega por todas partes, por diferentes canales y nos satura.

Tal y como comenta la psicóloga Gabriela Paoli, experta también en el uso de la tecnología, alguna de las señales de alarma que indican que podemos estar sufriendo una “infoxicación” son muy claras. Por un lado, estar muy al día de todos los datos de la actualidad: hiperconectada a las redes y otros medios. Otro de los síntomas es sentirse cansado, agotado, irritable, con poca motivación… Del mismo modo, otra de las señales es el aislamiento social para evitar hablar o debatir sobre temas de actualidad o la dificultad para concentrarse, lo que conlleva baja en la productividad. Y, por último, el insomnio, falta de horas de sueño e incluso pesadillas referidas a estos temas. 

9. Cultivar relaciones personales. ya sea de pareja, amistad o familia, los expertos en psicología recomiendan hacerse preguntas a uno mismo para saber qué buscamos en los demás y así evitar malentendidos.

10. Entrenamiento del cerebro. Aquellos que no saben decir 'no'; quienes sufren en exceso por lo que les pasa a los demás; los que son altamente sensibles... Nuestro cerebro está en constante funcionamiento y hay que procurar que no pierda mucho tiempo en aspectos que no nos hacen bien. Plantea de cara al nuevo año intentar no pararte a pensar en todo lo que no te hace feliz.

 

jueves, 30 de diciembre de 2021

"Si no permitimos que un hijo meta los dedos en un enchufe, no dejemos de ayudarle si tontea con el suicidio"


 

 LAURA PERAITA     |   ABC    |    12/09/2021

Javier Urra, director Clínico de Recurra Ginso, asegura que «mostrar amor» es un gran salvavidas en aquellos niños y adolescentes con ideación suicida 

Con motivo del Día Internacional para la Prevención del Suicidio, Javier Urra, director Clínico de Recurra Ginso, recalca que cuando un hijo transmite a sus padres que sería mejor desaparecer de este mundo «hay que tomarlo muy en serio». Explica que es imprescindible escucharle y acompañarle en todos los momentos posibles e indagar de dónde ha podido elaborar esa idea autolítica. «Además, hay que ponerse inmediatamente en manos de un especialista clínico si creemos que está deprimido y de un psiquiatra quien probablemente le administrará un psicofármaco».

En su opinión, prevenir supone no silenciar y, por ello, recomienda comunicar a familiares y amigos íntimos la situación para que entre todos le vuelvan a mostrar que la vida merece la pena, que se le quiere y que sería una pérdida irremplazable. 

«Mostrar amor es un gran salvavidas. Y, desde luego, si la causa que le justifica es que nos hace daño, que nos perjudica, hemos de erradicarle que esa conducta sea la solución. El suicidio no genera solución, sino un dolor insondable. 

¿De qué manera podemos ayudarle a calmarse y cambiar de idea?

Con proximidad no agobiante y escucha activa para que capte nuestro verdadero esfuerzo por comprenderle, por ayudar. Resulta esencial. No obstante, a veces es necesaria una información relevante que nos puede transmitir alguien que le conozca bien y con quien haya podido y querido sincerarse. 

Hemos de estar atentos a los cambios conductuales, a lo que tenga dicho o escrito. Que gran error es que la sociedad crea que cuando alguien amenaza con el suicidio no lo llevará a efecto. Muy al contrario. El solo hecho de pensarlo ya encamina a dar un paso al acto irreversible. 

Resulta esencial conocer la etiología, la causa, que puede ser muy diversa. Desde problemas de acoso escolar a sentimientos de poca valía, de haber sido despreciado por alguien a quien quiere a conflictos continuados con el entorno próximo, etc. 

No despreciemos tampoco la influencia de las redes sociales, ni a quienes incitan a la autolesión o a quitarse de en medio. 

El hecho de que lo verbalice, ¿debe tomarse como un síntoma de alarma?

Sin duda. Sí. Resulta muy significativo. Y nos equivocaremos si se interpreta como un mero chantaje.

Y si no lo verbaliza, ¿cómo podemos sospechar que lo está planeando?

La pista nos la puede dar su forma de actuar. Encerrarse en su cuarto en la soledad o ante una pantalla, la dejación en la higiene y vestimenta, el abandono de la relación con los amigos... Pero también las explosiones coléricas injustificadas o, por contra, una dejación absoluta, una falta de ilusión por la vida. 

Tengamos claro que es la desesperanza y la depresión la que conduce al suicidio. Todo lo antedicho se pudiera agravar si ha conocido de un caso anterior que haya tomado tan terrible decisión. Y, desde luego, aunque parezca una obviedad, hay que evitar riesgos como armas próximas, etc. 

¿Cuándo es indispensable acudir a un especialista? ¿Sería el psiquiatra el encargado de atenderle?

En los casos de depresión que se requiere receta para un psicofármaco específico, la respuesta es sí. Ahora bien, si estamos ante un síntoma de una realidad más profunda y cronificada, va a requerir de alguien que se vincule, que consiga un buen apego; es decir, un psicólogo clínico o sanitario que se implique, que sea capaz de darle un teléfono al que pueda llamar en sus horas más bajas.

Se trata de una terapia comprometida y siempre de riesgo, pero después de 10 años tratando con jóvenes en el Centro Terapéutico de Recurra-Ginso, puedo decir que acudir a un especialista es imprescindible para superar una depresión o cualquier otro trastorno mental y prevenir, de este modo, las posibles consecuencias, como el suicidio o la autolesión. 

Pero hemos de tener en cuenta que los jóvenes se caracterizan por los cambios de humor, por la valoración distinta de la existencia, y al fin, como todo ser humano, la vida cambia, a veces inopinadamente de un día a otro al conocer a una nueva persona, al encontrarse en distinta situación, al escuchar una noticia... 

¿Qué proceso le espera?

Tener que desnudarse interiormente. El reto de conocerse y de mirarse a sí mismo ante un espejo para saber cuáles son sus miedos, sus fantasmas, sus obsesiones... Pero también sus puntos de esperanza, de optimismo, de fortaleza. Al ser humano le cuesta mucho asumir que va a morir, pero le produce pánico que pueda quitarse a sí mismo la vida. 

Lo que ocurre es que a veces los niños y los jóvenes se suicidan para no seguir sufriendo. Un sufrimiento que va más allá del dolor, que puede ser objetivo o profundamente subjetivo, pero absolutamente real. 

El encuentro terapéutico buscará encontrar los déficits, analizar los procesos mentales y los sentimientos profundos, no siempre conscientes, para dotarle de habilidades, de herramientas para en un primer momento sobrevivir, y ulteriormente compartir la vida.

A pesar de una posible mejoría, ¿es un pensamiento recurrente que puede asaltar cuando se enfrente a otro posible problema en el futuro?

Lo es. Quiero manifestar que el riesgo se incrementa de manera exponencial cuando el paciente pareciera que empieza a superar la crisis y se asoma del pozo en el que había caído. Puede parecer paradójico, pero es así. Se encuentra con fuerza para tomar una decisión que entiende valiente, sin terminar de captar la compleja realidad que supone el yo y los otros, la empatía y las heridas que conlleva vivir en sociedad y con uno mismo. 

¿Y si no quiere ir al especialista? ¿Qué pueden hacer los padres

Traer al especialista. No es un supuesto en el que exista la posibilidad de quedarse parados. Hay que actuar necesariamente, aunque tengamos que intervenir contra su voluntad, pues su voluntad está secuestrada por una emoción tóxica, de la cual más que posible, probablemente se arrepienta el día de mañana, y nos agradezca el haberle dado esa oportunidad. 

No dejamos que un niño pequeño introduzca los dedos en un enchufe, pues no demos carta de libertad a un adolescente o joven cuando se encuentre incapacitado para analizar con criterio la realidad. 

¿Es distinto el procedimiento a seguir si quien lo dice es un niño o un adolescente?

Sí. Es difícil que un niño verbalice la intención de suicidarse, salvo que esté en shock por situaciones que estime muy dramáticas, como la enfermedad grave de un progenitor o el sufrimiento íntimo y vivencial del acoso escolar. 

Los adolescentes no creen que puedan morir por causa natural, pero sí captan a veces un chispazo de abandonar la vida. Resulta de interés que los niños conozcan a quienes sufren en un hospital enfermedades crónicas y luchan por vivir desde sus dificultades, en ocasiones muy limitativas. 

¿Qué sentimientos suele generar en los padres saber que su hijo se autolesiona o quiere quitarse la vida?

Una cosa es la autolesión, como llamada de atención o como forma de derivar la ira, la cólera, que genera dolor —y, sin duda, una consulta que vemos bastante a menudo en la Clínica de Salud Mental—, y otra es que haya tenido un intento real del que, por circunstancias ajenas a su voluntad, ha sobrevivido. 

En ese caso, la tensión, la ansiedad, la angustia son indescriptibles, salvo que vea que su hijo ha reconducido la forma de elaborar y de enfrentar la vida, algo que por suerte hemos visto en ocasiones en nuestro Centro Terapéutico Residencial en Brea de Tajo. 

lunes, 27 de diciembre de 2021

La importancia de lo que nos decimos al gestionar el malestar


ELISABET RODRÍGUEZ CAMÓN       |      Psicología y Mente 

Las autoinstrucciones son un recurso importante para gestionar las emociones desagradables. 

Una de las aportaciones que la corriente cognitiva realizó al ámbito de la psicología entre la década de los 60 del siglo pasado puso de manifiesto la relevancia del papel interno del individuo como elemento esencial en la regulación de la conducta.

Así, empezó a considerarse que el cómo percibe, procesa, interpreta, almacena y recupera la información una persona devienen fenómenos fundamentales que guían el propio comportamiento hacia la consecución de objetivos y metas particulares. 

A partir de estas consideraciones surgió, entre otras cosas, lo que hoy conocemos como las autoinstrucciones utilizadas en el contexto de la psicología aplicada. 

El enfoque cognitivo en psicología

Al considerar el componente de la cognición como agente activo de la respuesta comportamental del individuo, se inició el desarrollo de diversos modelos, teorías y técnicas de intervención psicológica como contraposición al enfoque conductista, el cual sostenía que el comportamiento era modificado solo en base a factores ambientales y externos.

Entre dichos postulados más novedosos cabe destacar varios. Por un lado, la teoría de Albert Bandura sobre el Aprendizaje Social, la cual ha tenido una importancia muy significativa en la aplicación de intervenciones psicológicas cognitivo-conductuales orientadas al Entrenamiento de Habilidades Sociales.

En segundo lugar destaca también la Teoría Racional Emotiva Conductual de Albert Ellis, un tipo de intervención centrada en abordar creencias irracionales que ha demostrado su eficacia en terapias para la depresión o la ansiedad.

En tercer lugar, encontramos la Terapia Cognitiva de Aaron Beck, una terapia que trabaja sobre distorsiones cognitivas, pensamientos automáticos; o, más concretamente, la técnica propuesta por D’Zurilla y Goldfried de Solución de Problemas en la que se proponen una serie de fases para afrontar de forma efectiva la toma de decisiones.

Finalmente, también resultan destacables los fundamentos del Entrenamiento en Autoinstrucciones de Donald Meichembaum, que defienden la utilidad de adoptar un discurso interno y un tipo de autoverbalizaciones efectivas a fin de facilitar el afrontamiento de posibles situaciones personales adversas o complicadas. Sobre esta última estrategia se ofrecen a continuación una serie de pautas específicas para aplicar de manera práctica este tipo de recurso psicológico.

La cognición como factor regulador de la conducta

Observar aspectos como qué pasa por la mente de la persona ante una determinada situación o experiencia, el nivel de toma de conciencia de sus creencias, el tipo de razonamientos que realiza, las conclusiones e ideas que genera al respecto... todo ello permite determinar con mayor exactitud el tipo de mensajes o de discurso interno que esta pone en práctica para el control de sus propias acciones.

Todo ello repercute notablemente en la experiencia emocional y modula en una gran proporción la capacidad de gestión psicológica eficaz, puesto que fenómenos como las creencias nucleares y esquemas personales, las expectativas, la valoración cognitiva de los eventos personales, la toma de decisiones en la resolución de conflictos, los factores a los que el individuo atribuye la ocurrencia de las situaciones que experimenta... pueden derivar en la experiencia de un significativo malestar emocional si no se elaboran de una forma funcional y adaptativa."

¿Cómo aplicar la técnica de las autoinstrucciones?

De igual manera que ocurre en el momento de tomar clases prácticas de conducir en las que el profesor ofrece una indicaciones sobre los pasos a seguir para circular con el vehículo, cuando se tiene delante una situación novedosa o difícil de manejar, las instrucciones manifiestas que la persona percibe resultan muy útiles para hacer frente a tal situación de manera más competente y, por ende, para conseguir un adecuado nivel en el manejo de las emociones de malestar que dicho evento puede provocar.

En la aplicación de la técnica en el ámbito de la terapia psicológica cognitivo-conductual, es el profesional quien guía al paciente primero en la identificación de la clase de discurso interno que suele utilizar este último, así como en la detección de mensajes que interfieren negativamente bloqueando la ejecución de la conducta y favoreciendo respuestas emocionales desagradables (“todo lo haces mal” o “eres inútil”) y, finalmente, en la interiorización de otro tipo de mensajes que potencien la autoconfianza personal (“si me equivoco, puedo aprender de ello” o “cuando estoy más calmado puedo expresarme de forma más clara”).

La ayuda del terapeuta inicialmente es mayor, puesto que al principio es quien propone dichas instrucciones de forma externa, con el objetivo de que el paciente vaya aprendiendo a ser más autónomo y vaya poniendo en práctica la utilización de estos mensajes positivos por sí mismo.

Para la puesta en marcha de esta estrategia psicológica, se pueden generar unas autoinstrucciones eficaces analizando y respondiendo a una serie de cuestiones en los diferentes momentos de afrontamiento de la situación: antes de realizar la conducta, durante la misma y después de haberla afrontado. A continuación, se especifican diversos ejemplos a aplicar en cada uno de ellos:

1.     Autoinstrucciones antes de realizar la conducta

·        ¿Qué tengo qué hacer y qué objetivo quiero conseguir?

·        ¿Qué es lo que me va a poder ayudar a conseguirlo? ¿Qué no?

 

2.    Autoinstrucciones durante la realización de la conducta

·        ¿A qué estoy prestando atención?

·        ¿Cómo me siento al tener que afrontar esta situación? Del uno al diez, ¿con cuánta intensidad?

·        ¿Qué me está permitiendo conseguir mi objetivo? ¿Qué no?

 

3.     Autoinstrucciones después de realizar la conducta

·        ¿Qué siento al haber podido llevar a cabo la conducta?

·        ¿Qué aspectos de mi actuación me hacen sentir orgulloso?

·        ¿Qué puedo aprender para la próxima vez?

 

Características de las autoinstrucciones

En cuanto a qué aspectos cabe considerar e incluir en el contenido de las autoinstrucciones, se destacan los siguientes principios.

Es importante que los mensajes sean racionales, realistas y evitar distorsiones cognitivas, las cuales se definen como ideas irracionales, sesgadas o negativas que perjudican el desempeño de una respuesta psicológica adaptativa.

Entre ellas se encuentran la dicotomía (razonar en términos absolutos y extremos “siempre me bloqueo”), la anticipación (elaborar conclusiones en base a potenciales supuestos y expectativas rígidas “seguro que me equivoco”), la autoatribución (atribuir únicamente la conducta a factores internos sin considerar otros más circunstanciales o externos “si no lo hago correctamente es porque no valgo para esto”) o la abstracción selectiva (centrarse solo en los aspectos negativos y desconsiderar los neutros o favorables “aunque no me haya salido del todo mal esta parte, ha sido un fracaso porque he fallado en esta otra”.

Otro aspecto fundamental reside en que los automensajes fomenten una percepción de capacidad y confianza suficiente para afrontar la situación con el objetivo de conseguir una perspectiva de superación adecuada. Así, frases como “soy capaz de…” o “puedo afrontar tal situación”, etc., pueden ser de utilidad.

Por otra parte cabe frenar y eliminar los mensajes excesivamente autocríticos y autoexigentes que en muchas ocasiones impiden la aceptación de los propios errores y dificultades de forma natural. En este sentido es relevante evitar centrar las autoinstrucciones en expresiones del tipo “debería haber hecho... de esta manera” o “no tendría que haber... de este modo”, etc.

Es importante orientar las autoverbalizaciones hacia frases que organicen la conducta mediante pasos secuenciales de comportamiento, a modo de planes de actuación internos que guíen la ejecución de la actuación de la persona, por ejemplo: “en primer lugar voy a …, después empezaré a …, finalmente haré...”).

A modo de conclusión

A lo largo del texto se ha podido comprobar cómo de importante es hacer consciente el tipo de discurso interno empleado en el afrontamiento de eventos potencialmente complejos o ansiógenos, lo cual deviene factor esencial en la autorregulación de la conducta individual. En el momento en que la persona es capaz de identificar los mensajes distorsionados o irracionales que se dirige a sí misma y puede sustituirlos por otros más realistas y comprensivos, el enfoque adoptado en la respuesta que esta emite puede potenciar su nivel de competencia comportamental y favorecer la gestión del malestar generado en una situación dificultosa.

Nadie pierde por dar amor, pierde quien no sabe recibirlo


VALERIA SABATER     |   La Mente es Maravillosa   |   08/11/2021


Nadie pierde por dar amor, porque ofrecerlo con sinceridad, con pasión y delicado afecto nos dignifica como personas. En cambio, quien no sabe recibirlo ni cuidar ese inmenso regalo es quien pierde de verdad. Por ello recuerda, nunca te arrepientas de haber amado y haber perdido, porque lo peor es no saber amar.

 

Afortunadamente la neurociencia va ofreciéndonos día tras día reveladoras informaciones que nos explican por qué actuamos como actuamos en esto del amor. Lo primero que conviene recordar es que el cerebro humano no está preparado para la pérdida, nos supera, nos inmoviliza y nos enclaustra durante un tiempo en el palacio del sufrimiento.

 

“El amor no tiene cura, pero es la cura de todos los males” – Leonard Cohen

 

Estamos programados genéticamente para conectar entre nosotros y para construir lazos emocionales con los que sentirnos seguros, con los que edificar un proyecto. Es así como hemos sobrevivido como especie, “conectando”, de ahí que una pérdida, una separación e incluso un simple malentendido haga que salte al instante la señal de alarma en nuestro cerebro.

Ahora bien, otro aspecto complejo sobre el tema de las relaciones afectivas es el modo en el que afrontamos dicha separación, dicha ruptura. Desde un punto neurológico cabe decir que empiezan a liberarse al instante las hormonas del estrés, conformando en muchos casos lo que se conoce como “el corazón roto“. Sin embargo, desde un punto emocional y psicológico, lo que sienten muchas personas es otro tipo de realidad.

 

No solo experimentan el dolor por la falta del ser amado. Sienten una pérdida de energía, de aliento vital. Es como si todo el amor dado, todas las esperanzas y afectos dedicados a esa persona se hubieran ido también, dejándolos vacíos, yermos, marchitos…

Entonces… ¿cómo volver a amar de nuevo si lo único que habita en nuestro interior es el polvo de un mal recuerdo? Es necesario que afrontemos estos momentos de otro modo. Te hablamos de ello a continuación.


Dar amor o evitar amar de nuevo

Todos nosotros somos un delicado y caótico compendio de historias pasadas, de emociones vividas, de amarguras soterradas y miedos camuflados. Cuando se inicia una nueva relación nadie lo hace enviando previamente todas sus experiencias pasadas a la papelera de reciclaje. Nadie empieza de “0”. Todo está ahí, y el modo en que hayamos gestionado nuestro pasado hará que vivamos un presente afectivo y emocional con mayor madurez, con mayor plenitud.

 

“Es mejor haber amado y perdido que nunca haber amado en absoluto” – Alfred Lord Tennyson

Ahora bien, el hecho de haber vivido en piel propia una amarga traición o, sencillamente, percibir que el amor se ha apagado en el corazón de nuestra pareja cambia mucho el modo en que vemos las cosas. Dar amor con intensidad durante una época determinada, para después quedarnos vacíos y enclaustrados en la habitación de los recuerdos y las ilusiones perdidas, cambia muchas veces la arquitectura de nuestra personalidad.

 

No falta quien se vuelve desconfiado, e incluso quien desarrolla poco a poco la gélida y férrea coraza del aislamiento donde interiorizar el clásico mantra de “mejor no amar para no sufrir. Sin embargo, es necesario derribar una idea básica en estos procesos de lenta “autodestrucción”.

 

Nunca debemos arrepentirnos de haber amado, de habernos arriesgado a un todo o nada por esa persona. Son esos actos los que nos dignifican, los que nos hacen ser humanos y maravillosos a la vez. Vivir es amar y amar es dar sentido a nuestras vidas a través de todas las cosas que hacemos: nuestro trabajo, nuestras aficiones, nuestras relaciones personales y afectivas…

Si renunciamos a amar o nos arrepentimos por haberlo ofrecido, renunciamos también a la parte más hermosa de nosotros mismos.

Sanar el amor perdido

Según un estudio llevado a cabo en la University College London, existen ciertas diferencias entre hombres y mujeres a la hora de afrontar una ruptura afectiva. La respuesta emocional parece ser muy distinta. Las mujeres sienten mucho más el impacto de la separación, sin embargo es común que se repongan antes que los hombres.

 

Ellos, por su parte, suelen aparentar estar bien, se visten con la máscara de la fortaleza refugiándose en sus ocupaciones y responsabilidades. Sin embargo, no siempre logran superar esa ruptura o tardan años en hacerlo. ¿La razón? El sexo femenino suele disponer de mejores habilidades para gestionar su mundo emocional. Facilitar el desahogo, buscar apoyo y afrontar lo ocurrido desde una perspectiva donde se halla el perdón y la actitud de pasar página suele hacer las cosas más fáciles.

 

Sea como sea, y más allá de los géneros o del motivo que haya originado esa ruptura, quedan claras algunas cosas que es necesario inocular en nuestro corazón a modo de vacuna. Ningún fracaso emocional debe vetarnos nuestra oportunidad de ser felices de nuevo. Digamos “no” a ser esclavos del pasado y eternos cautivos del sufrimiento.

 

Otro aspecto que es bueno recordar es que amar no es sinónimo de sufrir. No alimentemos esperanzas o alarguemos el “chicle” de una relación que de antemano tiene fecha de caducidad. Una retirada a tiempo salva corazones y un adiós valiente cierra una puerta para abrir otraesa donde el amor se conjuga siempre con la palabra FELICIDAD.