ELISABET RODRÍGUEZ CAMÓN | Psicología y Mente
Las autoinstrucciones son un recurso importante para gestionar las emociones desagradables.
Una de las aportaciones que la corriente cognitiva realizó al ámbito de la psicología entre la década de los 60 del siglo pasado puso de manifiesto la relevancia del papel interno del individuo como elemento esencial en la regulación de la conducta.
Así, empezó a considerarse que el cómo percibe, procesa, interpreta, almacena y recupera la información una persona devienen fenómenos fundamentales que guían el propio comportamiento hacia la consecución de objetivos y metas particulares.
A partir de estas consideraciones
surgió, entre otras cosas, lo que hoy conocemos como las autoinstrucciones utilizadas en el contexto de la
psicología aplicada.
El enfoque cognitivo en psicología
Al considerar el componente de la
cognición como agente activo de la respuesta comportamental del
individuo, se inició el desarrollo de diversos modelos, teorías y
técnicas de intervención psicológica como contraposición al enfoque conductista,
el cual sostenía que el comportamiento era modificado solo en base a factores
ambientales y externos.
Entre
dichos postulados más novedosos cabe destacar varios. Por un lado, la teoría
de Albert Bandura sobre
el Aprendizaje Social, la cual ha tenido una importancia muy significativa en
la aplicación de intervenciones psicológicas cognitivo-conductuales orientadas
al Entrenamiento de Habilidades Sociales.
En
segundo lugar destaca también la Teoría Racional Emotiva Conductual de
Albert Ellis, un tipo de intervención centrada en abordar creencias
irracionales que ha demostrado su eficacia en terapias para la depresión o la
ansiedad.
En
tercer lugar, encontramos la Terapia Cognitiva de Aaron Beck, una
terapia que trabaja sobre distorsiones cognitivas, pensamientos automáticos; o,
más concretamente, la técnica propuesta por D’Zurilla y Goldfried de Solución
de Problemas en la que se proponen una serie de fases para afrontar de forma
efectiva la toma de decisiones.
Finalmente,
también resultan destacables los fundamentos del Entrenamiento en
Autoinstrucciones de Donald Meichembaum, que defienden la utilidad de
adoptar un discurso interno y un tipo de autoverbalizaciones efectivas a fin de
facilitar el afrontamiento de posibles situaciones personales adversas o
complicadas. Sobre esta última estrategia se ofrecen a continuación una serie
de pautas específicas para aplicar de manera práctica este tipo de recurso
psicológico.
La
cognición como factor regulador de la conducta
Observar
aspectos como qué pasa por la mente de la persona ante una determinada
situación o experiencia, el nivel de toma de conciencia de sus creencias, el
tipo de razonamientos que realiza, las conclusiones e ideas que genera al
respecto... todo ello permite determinar con mayor exactitud el tipo de
mensajes o de discurso interno que esta pone en práctica para el
control de sus propias acciones.
Todo
ello repercute notablemente en la experiencia emocional y modula en una gran
proporción la capacidad de gestión psicológica eficaz, puesto que fenómenos
como las creencias nucleares y esquemas personales, las expectativas, la
valoración cognitiva de los eventos personales, la toma de decisiones en la
resolución de conflictos, los factores a los que el individuo atribuye la
ocurrencia de las situaciones que experimenta... pueden derivar en la
experiencia de un significativo malestar emocional si no se elaboran de una
forma funcional y adaptativa."
¿Cómo
aplicar la técnica de las autoinstrucciones?
De
igual manera que ocurre en el momento de tomar clases prácticas de conducir en
las que el profesor ofrece una indicaciones sobre los pasos a seguir para
circular con el vehículo, cuando se tiene delante una situación novedosa o
difícil de manejar, las instrucciones manifiestas que la persona percibe
resultan muy útiles para hacer frente a tal situación de manera más competente
y, por ende, para conseguir un adecuado nivel en el manejo de las
emociones de malestar que dicho evento puede provocar.
En
la aplicación de la técnica en el ámbito de la terapia psicológica
cognitivo-conductual, es el profesional quien guía al paciente primero en la
identificación de la clase de discurso interno que suele utilizar este último,
así como en la detección de mensajes que interfieren negativamente bloqueando
la ejecución de la conducta y favoreciendo respuestas emocionales desagradables
(“todo lo haces mal” o “eres inútil”) y, finalmente, en la interiorización de
otro tipo de mensajes que potencien la autoconfianza personal (“si me equivoco,
puedo aprender de ello” o “cuando estoy más calmado puedo expresarme de forma
más clara”).
La
ayuda del terapeuta inicialmente es mayor, puesto que al principio es quien
propone dichas instrucciones de forma externa, con el objetivo de que
el paciente vaya aprendiendo a ser más autónomo y vaya poniendo en práctica la
utilización de estos mensajes positivos por sí mismo.
Para la puesta en marcha de esta estrategia psicológica, se pueden generar unas autoinstrucciones eficaces analizando y respondiendo a una serie de cuestiones en los diferentes momentos de afrontamiento de la situación: antes de realizar la conducta, durante la misma y después de haberla afrontado. A continuación, se especifican diversos ejemplos a aplicar en cada uno de ellos:
1. Autoinstrucciones antes de realizar la conducta
·
¿Qué
tengo qué hacer y qué objetivo quiero conseguir?
·
¿Qué
es lo que me va a poder ayudar a conseguirlo? ¿Qué no?
2. Autoinstrucciones durante la realización de la conducta
·
¿A
qué estoy prestando atención?
·
¿Cómo
me siento al tener que afrontar esta situación? Del uno al diez, ¿con cuánta
intensidad?
·
¿Qué
me está permitiendo conseguir mi objetivo? ¿Qué no?
3. Autoinstrucciones después de realizar la conducta
·
¿Qué
siento al haber podido llevar a cabo la conducta?
·
¿Qué
aspectos de mi actuación me hacen sentir orgulloso?
·
¿Qué
puedo aprender para la próxima vez?
Características
de las autoinstrucciones
En
cuanto a qué aspectos cabe considerar e incluir en el contenido de las
autoinstrucciones, se destacan los siguientes principios.
Es
importante que los mensajes sean racionales, realistas y evitar distorsiones cognitivas,
las cuales se definen como ideas irracionales, sesgadas o negativas que
perjudican el desempeño de una respuesta psicológica adaptativa.
Entre
ellas se encuentran la dicotomía (razonar en términos absolutos y extremos
“siempre me bloqueo”), la anticipación (elaborar conclusiones en base a
potenciales supuestos y expectativas rígidas “seguro que me equivoco”), la
autoatribución (atribuir únicamente la conducta a factores internos sin
considerar otros más circunstanciales o externos “si no lo hago correctamente
es porque no valgo para esto”) o la abstracción selectiva (centrarse solo en
los aspectos negativos y desconsiderar los neutros o favorables “aunque no me
haya salido del todo mal esta parte, ha sido un fracaso porque he fallado en
esta otra”.
Otro
aspecto fundamental reside en que los automensajes fomenten una
percepción de capacidad y confianza suficiente para afrontar la situación con
el objetivo de conseguir una perspectiva de superación adecuada. Así, frases
como “soy capaz de…” o “puedo afrontar tal situación”, etc., pueden ser de
utilidad.
Por
otra parte cabe frenar y eliminar los mensajes excesivamente autocríticos y
autoexigentes que en muchas ocasiones impiden la aceptación de los propios
errores y dificultades de forma natural. En este sentido es relevante evitar
centrar las autoinstrucciones en expresiones del tipo “debería haber hecho...
de esta manera” o “no tendría que haber... de este modo”, etc.
Es importante orientar las autoverbalizaciones hacia frases que organicen la conducta mediante pasos secuenciales de comportamiento, a modo de planes de actuación internos que guíen la ejecución de la actuación de la persona, por ejemplo: “en primer lugar voy a …, después empezaré a …, finalmente haré...”).
A
modo de conclusión
A lo largo del texto se ha podido
comprobar cómo de importante es hacer consciente el tipo de discurso
interno empleado en el afrontamiento de eventos potencialmente complejos o ansiógenos, lo cual deviene factor esencial en la autorregulación
de la conducta individual. En el momento en que la persona es capaz de
identificar los mensajes distorsionados o irracionales que se dirige a sí misma
y puede sustituirlos por otros más realistas y comprensivos, el enfoque
adoptado en la respuesta que esta emite puede potenciar su nivel de competencia
comportamental y favorecer la gestión del malestar generado en una situación
dificultosa.
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