domingo, 30 de octubre de 2022

Inma Puig, psicóloga en El Celler de Can Roca: "El poner límites es el ansiolítico más poderoso que hay"


LUCÍA CANCELA       |      La Voz de Galicia      |      22/09/2022 


La especialista, que también fue terapeuta del Fútbol Club Barcelona, asegura que no hay que reprimir los celos o la envidia, «sino conocer su porqué» 

Inma Puig tiene el truco cogido a las relaciones dentro de la empresa. Para bien y para mal. Sabe de celos entre compañeros, de empatía, de comportamiento. Tanto del empleado, como de la propia entidad. Se licenció en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona, y desde entonces, ha ido tejiendo su perfil profesional hasta ser contratada por los más grandes de cada ámbito. Fue la terapeuta del Fútbol Club Barcelona entre el 2003 y el 2018, y desde el 2013 dirige el proyecto Gestión de las Emociones en el alabado El Celler de Can Roca, de los hermanos Roca, tres veces Estrella Michelín. 

 

—Tiene una amplia experiencia tanto en clubes deportivos como en grandes multinacionales, y en alguna ocasión ha comentado que no son tan diferentes como parecen. ¿Por qué? Yo encuentro unas cuantas distinciones entre un restaurante y un equipo de fútbol. 

 

—Fíjate que lo parecen, pero no lo son. Llevo 40 años ejerciendo como psicóloga clínica en ámbitos que aparentemente son muy diferentes, como la consulta privada, empresas multinacionales, firmas familiares o el mundo del deporte. El trabajo entre ellos sí cambia, pero el mío no. Yo siempre me dedico a lo mismo, a las personas. 

 

—En su libro La Revolución Emocional habla de la sostenibilidad emocional. Ahora que estamos muy acostumbrados a ver esta palabra en muchas partes, ¿a qué se refiere usted?

 

—Primero hay que distinguir esta terminología que muchas veces confundimos. Una emoción es una respuesta primaria automática ante un estímulo externo. La sentimos en nuestro interior pero la manifestamos a través de nuestro cuerpo, de una forma fisiológica. Tenemos cambios orgánicos, si te dan un susto, gritas; si tienes vergüenza, te pones colorada y si tienes angustia, sudas. Sin embargo, no debemos confundirlo con los sentimientos, que son una respuesta que damos a cada emoción. De hecho, solemos interpretar la emoción teniendo en cuenta las experiencias pasadas. Digamos que es una evaluación consciente de las emociones. Una vez esto queda claro, las emociones sostenibles consisten en tener en cuenta las propias, y las de los demás. Hoy en día, nos preocupa que los recursos que utilizamos tengan un futuro en el que los agotemos. En cambio, a nivel emocional no tenemos en cuenta si al otro le duele algo, ni si le molesta, ni cómo va a quedar después de mantener una relación con nosotros. Eso es lo que implica la sostenibilidad emocional, y es algo a cuidar porque de lo contrario dejaremos un futuro más complicado. 

 

—También está al mando de los fogones en el proyecto Gestión de las emociones, del Celler de Can Roca, ¿cómo se trabaja la gestión de las emociones en un súper restaurante?

 

—En un súper restaurante suceden las mismas cosas que en uno normal y corriente. Hay que tener en cuenta cómo influye tu trabajo en el día a día en tus emociones, y cómo estas afectan a los que están trabajando contigo. En el Celler, mediante distintos grupos de trabajo (recepción, comunicación, cocina, sommeliers o talleres) siempre decimos que cocinamos a baja temperatura los sentimientos y destilamos las emociones. La destilación consiste en extraer lo más importante a la esencia para recuperarlo mejorado, y cocinar a baja temperatura es una forma de cocción en la que se tienen en cuenta las características de cada producto. De hecho, cada uno tiene una temperatura de cocción ideal que permite que no se pierda ninguna de sus propiedades. Esto sucede igual con las personas. Si a una persona la tratamos en función de qué es lo que necesita para sentirse cuidado, qué es lo que mejor le va, también habrá una mayor sostenibilidad emocional.

 

—¿Cómo de importante es que las empresas inviertan en la gestión de las emociones de sus trabajadores?

 

—Importa mucho, e independientemente de que estemos colaborando con la sostenibilidad emocional de las personas que nos rodean, también puede haber una razón más egoísta y económica. Cuando un trabajador se siente cuidado, rinde mucho mejor. Un equipo de personas que sienten que los respetan, pueden crecer y notar que tienen un valor. Por ello, darán lo mejor de sí mismos como simple agradecimiento. En cambio, cuando sienten que no respetan su vida y que no se les tienen en cuenta, se irán protegiendo de forma inconsciente y una forma de hacerlo es no dar todo lo que tienen dentro. 

 

—Entonces, ¿cómo recomienda motivar a los trabajadores?

 

—Hay muchas prácticas y obviamente, depende de las características de la empresa y del trabajo. Pero sobre todo es una cuestión de actitud. El responsable de una empresa tiene que cuidar a sus trabajadores. Esto se vio de una forma muy clara durante la pandemia. Aquellos empleados que se sentían valorados respondieron mucho más en pro de la empresa que aquellos que sentían lo contrario. 

 

—En el día a día, ¿cuál cree que es el error más grande que se comenten con los sentimientos ajenos?

 

—El error más grande es no saber qué es lo que a ti realmente te sucede, a nivel emocional, cuando el otro te cuenta algo que le causa una emoción. Por ejemplo, en el caso de que alguien haya sufrido una pérdida, y esté muy triste y llorando, uno ha de saber que las emociones de la persona que lo está pasando mal conectan con las suyas de cuando tuvo un mal momento. La respuesta más habitual es decirle que salga y que se divierta, quitarle importancia. Pero esta respuesta va más por nosotros que por ellos, porque estamos respondiendo ante algo que nos incomoda. Cuando esto sucede, lo que busca la otra persona es simplemente que la escuchen, no quiere consejos. Y el simple hecho de hacerlo, le hará sentir mejor. 

 

—¿Y sabemos escuchar?

 

—No sabemos. No estamos acostumbrados a escuchar de forma neutral para poder ayudar al otro, y al no hacerlo, no sabemos qué es lo que nos está pidiendo. Todo lo queremos deprisa, cuando el otro está hablando ya pensamos en qué vamos a responder sin que haya terminado. Escuchar es un regalo maravilloso que nos hace alguien que nos cuida. La naturaleza nos ha puesto dos oídos porque escuchar es el doble de importante que hablar. Si quieres atender al otro, hay que escuchar el doble de lo que se habla. Con un oído, atendemos a los que nos dice, y con el otro, a lo que no. 

 

—Otro de los grandes errores que usted atribuye es resistirse a compartir los sentimientos, ¿por qué sigue sucediendo?

 

—Totalmente. Es algo que viene de antes porque a la gran mayoría se nos ha educado en que compartir sentimientos y emociones nos hace más vulnerables, y no es así. La sensibilidad es una fortaleza. Hemos de tener presente que el pasado fue de los fuertes, pero el futuro es de los sensibles.  

 

—Pero entre las generaciones jóvenes está cambiando. Normalizan las conversaciones sobre sentimientos o acerca de ir al psicólogo. 

 

—Sí porque hay más conocimiento. La persona que dice que no quiere ir al psicólogo es por desconocimiento, porque muchas veces no se sabe hasta qué punto puede ayudar el hecho de que alguien externo a tu vida te escuche, alguien en el que puedes confiar y con el que puedes compartir preocupaciones, alegrías o tristezas. 

 

—Ahora se habla mucho de poner límites. ¿Cuándo son útiles?

 

—Siempre, porque solo te pondrá límites el que te quiera o te cuide. No hay nada más peligroso que un niño al que nunca se le han puesto límites, porque va a entrar en caos de un momento a otro. El poner límites es el ansiolítico más poderoso que hay. Por ejemplo, es muy diferente cuando empiezas un trabajo y sabes todo al respecto (tareas, posición, horario o salario), de cuando llegas sin saber lo qué esperar. El que conozca los límites, se centrará más y lo hará mejor. 

 

—Para despedirnos. Hemos hablado de emociones y lo importantes que resultan en el entorno laboral. Sin embargo, pienso en aquellas más negativas como la envidia, los celos o el egoísmo, ¿hay que reprimirlas?

 

—Las hemos de entender, saber el porqué. A veces los confundimos, y por ello obtienen un trato social muy diferente. Con los celos somos más condescendientes. La envidia no se suele tener a una persona, sino a lo que posee esa persona. Y esa persona nos genera resentimiento. Es una relación entre dos individuos y ni siquiera es necesario que se conozcan. En cambio, los celos aparecen entre personas que se conocen, y como mínimo involucran a tres personas. Surgen porque hay alguien que tiene una relación con otra persona, y la aparición de un tercero lo vive como una amenaza que trata de desestabilizar esta unión. ¿El resultado? Se siente mal. Pero cuando esto le pasa a un niño pequeño, todos somos muy condescendientes y decimos: «Ay pobre, mira qué celoso está de su hermano». Eso sí, con los adultos no lo somos tanto. 

viernes, 28 de octubre de 2022

No poder levantarse de la cama: cuando los ánimos fallan


VALERIA SABATER       |      La Mente es Maravillosa     |     20/10/2022

Esos días en los que las sábanas parecen pesar una tonelada, tanto que resulta imposible encontrar la energía para salir de la cama. ¿A qué se debe esta experiencia? ¿Hay un problema de salud detrás o estamos lidiando quizá con un problema psicológico?

Si hay algo que nos repiten con frecuencia es que cada mañana, nada más abrir los ojos, visualicemos esos motivos que nos ilusionan para empezar la jornada. Ahora bien, ¿y si no hallamos ninguno? ¿Y si los ánimos han desaparecido por las cañerías de la apatía? En efecto, hay épocas en que uno no encuentra las fuerzas y motivantes suficientes para empezar el día, para vestirse y luchar contra el mundo o bailar con él. 

No poder levantarse de la cama es una experiencia recurrente entre quienes lidian con el desánimo; no es preciso estar bordeando ya el abismo de una depresión. Hay momentos en los que, por diversas circunstancias, nos cuesta mucho más quitarnos el pijama y activarnos. En ocasiones, un trabajo estresante apaga las ganas y las energías por salir del refugio plácido de las sábanas.

Con esto queremos decir que no es preciso patologizar el estrés puntual o el cansancio acumulado. Todos tenemos derecho a transitar por esos momentos en que todo pesa, nada apetece y uno desearía estar una semana entera refugiado en la propia habitación. La vida no es fácil, y es comprensible experimentar estas sensaciones y percepciones ocasionales.

La clave es no dejar que dichas situaciones se alarguen en el tiempo. Las emociones de valencia negativa que no se gestionan pueden llegar a ser muy incapacitantes. Comprender lo que nos pasa nos ofrecerá herramientas para afrontar mejor lo que nos sucede. Veámoslo. 

La depresión afecta a las personas de varias maneras, una de ellas es tener la necesidad de estar más tiempo en la cama. Sin embargo, no todos los pacientes evidencian esta característica.

Hay muchas razones que pueden dificultarnos el salir de la cama para empezar el día. Clarificarlas es el primer paso.

No poder levantarse de la cama: ¿por qué ocurre? 

Una cosa es que seamos algo remolones y nos cueste salir de la comodidad plácida de nuestra cama y otra muy diferente es no poder salir de ella. No tener fuerzas, ánimos y la capacidad para dejar las sábanas y vestirnos define una realidad mucho más complicada. Es importante hacer esta distinción, porque hay problemas de salud física y mental que pueden imposibilitar a una persona el empezar el día. 

Son muchos los hombres y mujeres que, poco a poco, ven cómo su vida cambia. Tienen dificultades para acudir puntualmente a su trabajo. E incluso se sienten incapaces de responsabilizarse de las tareas más básicas del hogar y del día a día. A estas vivencias se le añade el pinchazo inevitable de la culpa y la desazón por no poder cumplir con las propias obligaciones. 

Ante este panorama personal es imprescindible actuar. No podemos dejar para mañana ese malestar que limita la propia calidad de vida. Veamos qué media en la experiencia de no poder levantarse de la cama. 

La dysania define la incapacidad absoluta de salir de la cama. En estos casos, se trata de una característica de la depresión mayor.

Trastornos del sueño, algo más que dormir mal

Insomnio, apnea del sueño, síndrome de las piernas inquietas Hay muchas alteraciones del sueño que pueden mediar en el hecho de que nos cueste levantarnos. El mal cansancio nocturno, los despertares constantes o incluso trabajar por turnos y tener a veces que dormir de día puede hacer que nos sintamos de este modo.

La glándula tiroides y las alteraciones en nuestra salud 

Cualquier alteración en la glándula tiroides alterará múltiples áreas de nuestro bienestar. Así, aunque siempre pensamos en que lo más común es subir de peso o perderlo, lo cierto es que hay muchos más síntomas asociados. El hipotiroidismo, esa condición en la que se produce una desaceleración del metabolismo, suele cursar con somnolencia excesiva. 

Ante situaciones de cansancio excesivo y cualquier otro cambio en nuestra salud, no lo dudemos, acudamos al médico. Un estudio de la Clínica Mayo, por ejemplo, incide en que las alteraciones de la tiroides se relacionan de manera directa con los trastornos del sueño.

Dysania, la razón de no poder levantarte por la mañana 

La dysania es una realidad clínica que cursa con no poder levantarse de la cama. No es que la persona experimente cierta desgana o que tenga más sueño de lo habitual. Se trata de una incapacidad fisiológica real para llevar a cabo este acto tan cotidiano. A veces, a pesar de haber logrado levantarse, vestirse y salir de casa, se ve con la necesidad urgente de volver a la cama. 

Esta condición no es una enfermedad por sí misma, sino el síntoma de un problema de salud subyacente. Por lo general, la dysania cursa con un trastorno depresivo mayor o con el síndrome de fatiga crónica. 

Trastornos psicológicos asociados: cuando el ánimo nos incapacita 

Cuando no tenemos un diagnóstico claro que demuestre la existencia de un problema de salud, deberemos barajar otra posibilidad. A menudo, el no poder levantarnos de la cama se asocia a un problema psicológico. En estos casos, es imprescindible acudir a un profesional especializado. 

Veamos esas realidades clínicas vinculadas a esta experiencia:

·        Depresión. Tal y como venimos avanzando, un síntoma común de los trastornos depresivos es la necesidad de pasar más tiempo en la cama, en soledad, y con las ventanas bajadas.

·        Ansiedad. Por término medio, las personas que lidian con la ansiedad suelen pasar las noches en vela rumiando pensamientos, ideas, recuerdos, etc. Esa energía mental y esa carga de emociones negativas y angustiosas imposibilitan el descanso nocturno. Y, en consecuencia, el poder levantarse por la mañana.

·        Trastorno bipolar. Los altibajos, es decir, pasar de la fase maníaca a la depresiva, hacen del trastorno bipolar esa condición en la que es muy frecuente no poder salir de la cama en ciertas épocas.

·        Los trastornos afectivos estacionales son otra causa muy conocida asociada con esa imposibilidad para empezar el día.

·        El trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH), por ejemplo, se relaciona con alteraciones del sueño. En estos casos, siempre es recomendable que tanto médicos como psicólogos nos asesoren para tener una mejor calidad de vida en este aspecto.

 

En caso de que lidiemos con más de una semana sin poder encontrar fuerzas y ánimos para salir de la cama, es conveniente hablar con nuestro médico.

¿Qué hacer cuando los ánimos fallan y no podemos empezar el día? 

Una persona con depresión no se queda en la cama porque carece de objetivos y metas. No quiere salir de la cama porque todo aquello a lo que se aferraba está fallando. Cuando los ánimos decaen a ras de suelo, lo último que necesitamos son recetas fáciles; de ahí que no dejemos de hacer hincapié en la necesidad de solicitar ayuda especializada. 

Esa sería la primera estrategia. La primera línea de salida es entender qué nos sucede y dejarnos ayudar por personas expertas. A continuación, y siempre como estrategias secundarias o complementarias, podemos poner en práctica las siguientes claves: 

1. Deja entrar la luz natural a tu habitación

La terapia de luz es un recurso muy positivo para mejorar el estado de ánimo. Basta con permitir que entre la luz del sol del amanecer por la ventana para estimular el cerebro y facilitar un tranquilo despertar. 

2. Empieza el día con pequeños pasos

Tener que empezar el día con prisas mina el ánimo y la energía. Por ello, vale la pena poner el despertador un poco antes y permitirnos salir de la cama a cámara lenta, poco a poco, dándonos nuestro tiempo. Establezcamos rituales que nos sean gratificantes: poner música, prepararnos un desayuno que nos guste, etc. 

3. Cuidar nuestros horarios y ser regulares

Si nuestro trabajo y obligaciones nos lo permiten, procuremos tener unos mismos horarios para levantarnos y acostarnos. Comer a las mismas horas y apagar la tecnología dos horas antes de acostarnos también nos ayudará.

4. Planifica una experiencia motivadora cada día

Quedar con un amigo para tomar un café, comprarnos un libro, salir a pasear al campo, ir a clases de baile o pintura… Todos tenemos pasiones, gente especial con la que compartir tiempo. Un modo de mejorar el ánimo es activarnos conductualmente y realizando el esfuerzo por conectar con nuestro entorno y con esas aficiones que nos definen. Intentémoslo. 

Para concluir, las épocas en las que cuesta dejar el refugio cálido de la cama son comunes. A veces esta sensación se debe al cansancio o al simple estrés laboral. Sea como sea, podemos pasar a la acción para disminuir la intensidad de esas sensaciones 

martes, 25 de octubre de 2022

La angustia constante de convivir con un TOC: "Pienso que si no coloco los pantalones así en casa, me van a despedir del trabajo"


MINERVA MARCOS LÓPEZ       |     Madrid     |   Cadena SER    |    10/10/2022      


Sufrimiento. Angustia. Estrés. Miedo. Estas son algunas de las sensaciones que Antonio Galán (47 años) soporta en su día a día. Convive con ellas desde hace décadas. Al principio no sabía qué es lo que le pasaba. No le ponía nombre a los pensamientos, todos ellos intrusivos, que se agolpaban en su cabeza de manera constante. Ideas, obsesiones, que le llevaban a realizar una serie de rituales, de compulsiones, para calmar su mente. Tras pasar por varios psicólogos, tras años de preguntas sin respuesta, un día llegó el diagnóstico. Lo que Antonio padece es un trastorno obsesivo-compulsivo, un TOC.

El trastorno, en su caso, comenzó cuando era un niño. "Fue con unos 10 ó 11 años. Me acuerdo que cuando tenía exámenes en el colegio me ponía a contar mentalmente muchas veces. Además, me levantaba a las 3:00 de la madrugada porque tenía la sensación de que se me había olvidado lo que había estudiado". Con la adolescencia todo se magnificó. Los pensamientos se intensificaron. Aparecían con más frecuencia, al igual que las compulsiones. A una idea que le generaba malestar, le seguía un acto para paliar una posible consecuencia. Un temor que solo estaba en su mente. La raíz de las obsesiones de Antonio están en el orden, uno de los TOC más habituales.

"A lo mejor te pones a colocar cualquier cosa y si no lo haces de una determinada manera piensas que va a pasar algo malo, que puede ser cualquier cosa. Puedes pensar 'si no coloco los pantalones de esta manera, mañana cuando vaya al trabajo me van a despedir'. Está muy relacionado con el miedo que tengas". Son ideas que se agolpan en su cabeza sin un orden. Surgen mientras cocina, camina o está en mitad de una conversación con amigos. Sin control. Esto genera a la persona "mucho sufrimiento interno", según Guillermo Lahera, jefe de la sección de Psiquiatría en el Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid) y miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM).

Lahera explica que las obsesiones que sufre una persona con TOC "son ideas repetitivas, recurrentes y que el paciente trata de quitarse de la cabeza, pero no puede". Muchas veces es consciente de que "no tienen sentido", pero, aun así, "le generan mucho malestar, mucha ansiedad". Y la manera que tienen de reducir este sufrimiento se presenta en forma de compulsiones. "Son actos motores, como lavarse las manos o hacer movimientos con los dedos. Pero también pueden ser mentales, como contar cosas o repetir una misma palabra".

"Más invalidante de lo que parece"

Existen muchos tipos de TOC. Los más conocidos son los relacionados con el orden, la limpieza o la comprobación, pero hay más. Algunas veces se padece más de uno y pueden ser tan graves que en ciertos casos trastocan por completo la rutina de quien lo sufre. "Es una enfermedad más invalidante de lo que parece. Afecta al rendimiento laboral, al familiar", remarca Lahera. Se estima que de media cada persona dedica una hora de su día a estos pensamientos intrusivos. "Llegan a la cama completamente agotados. A lo mejor están hablando con alguien y en paralelo a la conversación están contando el número de palabras que están diciendo. O están preocupados por si el interlocutor nació un día par o impar, es decir, ideas que ellos saben que son absurdas, pero que no se las pueden quitar de la cabeza", puntualiza el psiquiatra.

A Antonio el trastorno le causa sufrimiento, mucha pérdida de tiempo y también le afecta a la hora de labrar vínculos con otras personas. "Me fijo demasiado en los detalles. Estoy calibrando todo el rato si la amistad es verdadera, si las relaciones son buenas, etc. Lo llaman TOC de amores a eso. [...] Conversaciones normales entre dos personas que no tienen mayor importancia y me quedo dándole vueltas". A él, no obstante, no ha llegado a incapacitarle, como sí le ocurre a otras personas.

Este madrileño preside, desde hace una década, la Asociación TOC Madrid. Por allí han pasado muchos pacientes, algunos de ellos con consecuencias graves. "He visto a gente que estaba al borde del abismo prácticamente. Gente que estaba de baja en el trabajo". Otros directamente evitan hacer aquello que saben que le va a causar la obsesión. Si su TOC está relacionado con la contaminación o la limpieza, prefieren no salir a la calle para no exponerse a su temor. "En la asociación, hemos visto casos de gente que los tenían que traer hasta aquí para que pudieran asistir. Se les veía que estaban totalmente anulados".

Una enfermedad infradiagnosticada

En España se calcula que entre el 2 y 3% de la población padece algún tipo de TOC, según estudios consultados por la SEPSM. Lahera sostiene que "hay pocas enfermedades en psiquiatría que tengan una prevalencia, una frecuencia tan alta". Por ejemplo, el trastorno bipolar se sitúa en torno al 2% y la esquizofrenia sobre el 1%. A esto se suma que es un trastorno altamente infradiagnosticado.

Comienza generalmente a manifestarse a edades tempranas y muchos pacientes no saben explicar lo que les sucede. La vergüenza también es un obstáculo para su diagnóstico. La mayoría de personas no quieren hablar de la enfermedad, temen que le afecte a su trabajo o a sus relaciones personales. Tampoco ayuda la banalización que se hace, en ciertas ocasiones, del trastorno. Sienten que una parte de la sociedad se toma con humor su problema. "Cuando dicen 'me da TOC' o incluso que es glamuroso. Esto a lo mejor es una exageración o una comparación poco afortunada, pero no me imagino a alguien haciendo una broma sobre una persona con cáncer o esquizofrenia".

La terapia, clave para convivir con el TOC

Una vez identificada la enfermedad, el tratamiento es esencial para mitigar los síntomas. Con terapia y farmacología, Lahera asegura que "la mayoría de TOC leves realmente mejoran y muchas veces remiten". No es así con todos. "Luego hay como un 10-15% que son más resistentes". Con ellos se tiene que "subir el escalón terapéutico". Entre las técnicas experimentales se encuentra la cirugía o la estimulación magnética. Recientes estudios demuestran que la estimulación cerebral profunda puede reducir a la mitad los síntomas del trastorno obsesivo-compulsivo grave.

El tratamiento se ha convertido en una tabla de salvación para Antonio. "He hecho muchas horas de terapia. Más o menos lo controlo, pero es bastante incómodo". También necesita farmacología en algunas épocas del año. "Esto va por picos realmente. Por ejemplo, en primavera y otoño siempre estamos un poco más revueltos". Ni a él ni al resto de miembros de la asociación les gusta hablar de curarse. "Esto es como quien tiene diabetes, son enfermedades crónicas. Me gusta más decir que lo manejo, que está controlado, que no me invalida, pero no creo que sea una cosa que se cure".

Además de acudir a los profesionales adecuados, Antonio tiene claro que la comunicación, sin tabúes, con las personas de su entorno es fundamental para sobrellevar este tipo de trastornos. El apoyo mutuo entre personas que están pasando por lo mismo también ayuda. Por eso, tanto expertos como pacientes recomiendan las asociaciones. "La gente cuando viene aquí se siente muy rara, solos, diferentes. Entonces, cuando ven a un grupo que les pasa lo mismo, que se entienden entre ellos, les alivia bastante".

A pesar de las trabas y piedras que este trastorno le pone en el camino, Antonio lanza un mensaje de esperanza para todas las personas que sufran un TOC: "Se puede llevar una vida normal". Se puede. Él lleva esas dos palabras marcadas a tinta en su antebrazo izquierdo. Es su propio mantra, algo que se repite cada segundo, cada minuto del día. Un tatuaje que le empuja, que le recuerda que hay una salida. "Me lo hice por una frase que escuché a una persona que llevaba muy controlado el TOC. Se me quedó grabada y me lo tatué. Se puede, se puede salir de esto".

lunes, 24 de octubre de 2022

Oda al elogio: la importancia de reconocer y validar a los demás

PATRICIA RAMÍREZ        |       ABC (El lunes empiezo-Blog)     |       02/10/2022

El elogio no debilita. Aparentemente viene a decir que una persona que se sabe brillante deja de esforzarse porque sabe que lo es, como don natural. Pero la frase carece de respaldo científico. Suena contundente. Y como toda la información clara, corta y solemne, puede llevar a confusión. Si además la expresa alguien brillante, como fue el caso, todavía se le otorga más credibilidad.

Pero la ciencia afirma todo lo contrario. Y es importante conocer datos científicos para cambiar creencias que favorecen también el cambio de hábitos. Si esta frase, padres, madres, maestros, entrenadores o cualquier persona de influencia de un niño, un joven o incluso un adulto, le da credibilidad, dejarán de potenciar la autoestima de los suyos. El elogio no solo no debilita, sino que genera todo lo contrario. Es más, lo que ahora sabemos es que elogiar a un grupo de personas dentro de un grupo mayor, puede llevar a las no elogiadas a esforzarse más, como ocurrió en el experimento que se realizó en la Universidad de por Constanza. En un grupo de 300 alumnos se elogió a una parte de ellos por las calificaciones obtenidas. Y lo que se comprobó en el siguiente trimestre, es que las notas de los elogiados se mantenían, pero curiosamente también mejoraron gran parte de las calificaciones de los alumnos no reforzados pero que habían sido testigos del reconocimiento de sus compañeros. 

Según Nick Zubanov del experimento de la Universidad de Constanza, las personas estamos motivadas por el cumplimiento de una norma, y el reconocimiento transmite que estás cumpliendo con esa norma. Yo añadiría también, que motiva sentirse reconocido delante de otros porque te otorga bienestar, sensación del deber cumplido. Y esto favorece el sentimiento de pertenencia. Algo así como “lo estoy haciendo bien, soy aceptado, este es el camino para seguir en la tribu”. Y es una necesidad vital sentirte aceptado y querido dentro de un grupo. 

Las conclusiones obtenidas en este experimento para mí tienen excepciones, como es la relación entre hermanos. Un reconocimiento público a un grupo de personas sin lazos amorosos puede motivar al resto del grupo a esforzarse más. En una relación de hermanos, elogiar a uno públicamente en las mismas circunstancias que afectan a otro, puede generar rivalidad y celos. Y esto es lo último que queremos potenciar los padres en nuestros hijos.

¿Cómo debería formularse un elogio para que ayude a la persona a sentirse mejor y más segura?

El elogio tiene que referirse a comportamientos que dependan del control de la persona. No elogies el resultado, elogia lo que la persona ha realizado para conseguirlo. Porque es la conducta la que podrá repetir, la que tiene bajo control. En este sentido puedes reconocer el esfuerzo, el orden, la reflexión, la organización, el tiempo de estudio, etc. Reforzar el resultado, como son los goles marcados o las notas conseguidas puede producir satisfacción en el momento, pero muchas más frustraciones a medio y largo plazo. Porque muchos de los resultados que se obtienen o no se obtienen en la vida no están directamente vinculados con el esfuerzo que invertimos. Porque el rival y la suerte también juegan su partido. 

En lugar de verbalizar a la persona lo orgullosa que te sientes de ella, trata de preguntarle si ella se siente orgullosa de sí misma. Las personas tienen que asimilar que las beneficiadas por su conducta son ellas mismas, y que el amor, el cariño o el aprecio de los demás no puede depender de lo que consiguen y de cómo se comportan. Si trasladas a tus hijos que te sientes muy orgullosa de su sobresaliente, se sabrá amado por sus notas, no por su forma de ser y estar en la vida. Y cuando no consiga esos resultados hará atribuciones contrarias: “no soy suficiente”.

 

·        No elogies de forma manipuladora. Es decir, no elogies alguna de sus cualidades buscando que te haga algún favor “con lo bien que se te da a ti la plancha, que eres rapidísimo, ¿por qué no me planchas un segundito la camisa? Me harías un gran favor”. Es preferible que pidas el favor sin endulzar. Queda fatal elogiar buscando algo.


·        Cuando los niños son pequeños, cuanto más próximo sea el reconocimiento a la acción, más sencillo será que asimile el valor de lo que ha hecho. Si tu hijo se ha organizado bien todo el semestre, no esperes a las notas para hacérselo saber. Hazlo cada vez que se comporte de forma ordenada, organizada, con autonomía.


·        No acompañes jamás un elogio de un “pero….”. Permite que tu hijo disfrute de su momento, de sus éxitos, de sus valores. Hay personas a las que les encanta dar una cal y una de arena… no sea que “se relajan”. Y justo lo que tienen es que disfrutarlo y relajarse. No le estropees el momento, porque ese “pero” amargará tu elogio y no lo recodará ni podrá darle valor. 

¿Cómo te sientes tú cuando recibes un reconocimiento, cuando te alaban por algo? A pesar de que muchas personas en el momento de escucharlo pasan vergüenza y tienden a justificarse y restarle valor “no es para tanto, ha sido fácil”, en el fondo se sienten apreciadas, tenidas en cuenta y valoradas. A todos nos gusta saber que lo que hacemos, decimos y pensamos es de valor y ayuda para otras personas y para nosotros mismos. Porque así nos estamos cuidando y protegiendo los unos a los otros.

·        No escatimes en elogios. Todos los elogios que no compartes, se pierden, no se los queda otra persona que los necesite más. Sencillamente se quedan dentro de ti. Y dentro de ti son inútiles. La persona que está a tu lado necesita conocerlos. Comparte, sé generosa.