MINERVA MARCOS LÓPEZ | Madrid | Cadena SER | 10/10/2022
Sufrimiento. Angustia. Estrés. Miedo.
Estas son algunas de las sensaciones que Antonio Galán (47 años) soporta en su
día a día. Convive con ellas desde hace décadas. Al principio no sabía qué es
lo que le pasaba. No le ponía nombre a los pensamientos, todos ellos
intrusivos, que se agolpaban en su cabeza de manera constante. Ideas,
obsesiones, que le llevaban a realizar una serie de rituales, de compulsiones,
para calmar su mente. Tras pasar por varios psicólogos, tras años de preguntas
sin respuesta, un día llegó el diagnóstico. Lo que Antonio padece es un trastorno
obsesivo-compulsivo, un TOC.
El trastorno, en su caso, comenzó
cuando era un niño. "Fue con unos 10 ó 11 años. Me acuerdo que cuando
tenía exámenes en el colegio me ponía a contar mentalmente muchas veces.
Además, me levantaba a las 3:00 de la madrugada porque tenía la sensación de
que se me había olvidado lo que había estudiado". Con la adolescencia todo
se magnificó. Los pensamientos se intensificaron. Aparecían con más frecuencia,
al igual que las compulsiones. A una idea que le generaba malestar, le seguía
un acto para paliar una posible consecuencia. Un temor que solo estaba en su
mente. La raíz de las obsesiones de Antonio están en el orden, uno de los TOC
más habituales.
"A lo mejor te pones a colocar
cualquier cosa y si no lo haces de una determinada manera piensas que va a
pasar algo malo, que puede ser cualquier cosa. Puedes pensar 'si no coloco los
pantalones de esta manera, mañana cuando vaya al trabajo me van a despedir'.
Está muy relacionado con el miedo que tengas". Son ideas que se agolpan en
su cabeza sin un orden. Surgen mientras cocina, camina o está en mitad de una
conversación con amigos. Sin control. Esto genera a la persona "mucho
sufrimiento interno", según Guillermo Lahera, jefe de la sección de
Psiquiatría en el Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid) y
miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM).
Lahera explica que las obsesiones que
sufre una persona con TOC "son ideas repetitivas, recurrentes y que el
paciente trata de quitarse de la cabeza, pero no puede". Muchas veces es
consciente de que "no tienen sentido", pero, aun así, "le
generan mucho malestar, mucha ansiedad". Y la manera que tienen de reducir
este sufrimiento se presenta en forma de compulsiones. "Son actos motores,
como lavarse las manos o hacer movimientos con los dedos. Pero también pueden
ser mentales, como contar cosas o repetir una misma palabra".
"Más invalidante de
lo que parece"
Existen muchos tipos de
TOC. Los más conocidos son
los relacionados con el orden, la limpieza o la comprobación, pero hay más.
Algunas veces se padece más de uno y pueden ser tan graves que en ciertos casos
trastocan por completo la rutina de quien lo sufre. "Es una enfermedad más
invalidante de lo que parece. Afecta al rendimiento laboral, al familiar",
remarca Lahera. Se estima que de media cada persona dedica una hora de su día a
estos pensamientos intrusivos. "Llegan a la cama completamente agotados. A
lo mejor están hablando con alguien y en paralelo a la conversación están
contando el número de palabras que están diciendo. O están preocupados por si
el interlocutor nació un día par o impar, es decir, ideas que ellos saben que
son absurdas, pero que no se las pueden quitar de la cabeza", puntualiza
el psiquiatra.
A Antonio el trastorno le causa
sufrimiento, mucha pérdida de tiempo y también le afecta a la hora de labrar
vínculos con otras personas. "Me fijo demasiado en los detalles. Estoy
calibrando todo el rato si la amistad es verdadera, si las relaciones son
buenas, etc. Lo llaman TOC de amores a eso. [...] Conversaciones normales entre
dos personas que no tienen mayor importancia y me quedo dándole vueltas".
A él, no obstante, no ha llegado a incapacitarle, como sí le ocurre a otras
personas.
Este madrileño preside, desde hace una
década, la Asociación TOC Madrid. Por allí han pasado muchos pacientes, algunos de
ellos con consecuencias graves. "He visto a gente que estaba al borde del
abismo prácticamente. Gente que estaba de baja en el trabajo". Otros
directamente evitan hacer aquello que saben que le va a causar la obsesión. Si
su TOC está relacionado con la contaminación o la limpieza, prefieren no salir
a la calle para no exponerse a su temor. "En la asociación, hemos visto
casos de gente que los tenían que traer hasta aquí para que pudieran asistir.
Se les veía que estaban totalmente anulados".
Una enfermedad
infradiagnosticada
En España se calcula que
entre el 2 y 3% de la población padece algún tipo de TOC, según estudios
consultados por la SEPSM. Lahera sostiene que "hay pocas enfermedades en psiquiatría que tengan
una prevalencia, una frecuencia tan alta". Por ejemplo, el trastorno bipolar se
sitúa en torno al 2% y la esquizofrenia
sobre el 1%. A esto se suma que es un trastorno altamente infradiagnosticado.
Comienza generalmente a manifestarse a
edades tempranas y muchos pacientes no saben explicar lo que les sucede. La
vergüenza también es un obstáculo para su diagnóstico. La mayoría de personas
no quieren hablar de la enfermedad, temen que le afecte a su trabajo o a sus
relaciones personales. Tampoco ayuda la banalización que se hace, en ciertas
ocasiones, del trastorno. Sienten que una parte de la sociedad se toma con
humor su problema. "Cuando dicen 'me da TOC' o incluso que es glamuroso.
Esto a lo mejor es una exageración o una comparación poco afortunada, pero no
me imagino a alguien haciendo una broma sobre una persona con cáncer o
esquizofrenia".
La terapia, clave para
convivir con el TOC
Una vez identificada la enfermedad, el
tratamiento es esencial para mitigar los síntomas. Con terapia y farmacología,
Lahera asegura que "la mayoría de TOC leves realmente mejoran y muchas
veces remiten". No es así con todos. "Luego hay como un 10-15% que
son más resistentes". Con ellos se tiene que "subir el escalón
terapéutico". Entre las técnicas experimentales se encuentra la cirugía o
la estimulación magnética. Recientes estudios demuestran que la estimulación cerebral
profunda puede reducir a la mitad los síntomas del trastorno
obsesivo-compulsivo grave.
El tratamiento se ha convertido en una
tabla de salvación para Antonio. "He hecho muchas horas de terapia. Más o
menos lo controlo, pero es bastante incómodo". También necesita
farmacología en algunas épocas del año. "Esto va por picos realmente. Por
ejemplo, en primavera y otoño siempre estamos un poco más revueltos". Ni a
él ni al resto de miembros de la asociación les gusta hablar de curarse.
"Esto es como quien tiene diabetes, son enfermedades crónicas. Me gusta
más decir que lo manejo, que está controlado, que no me invalida, pero no creo
que sea una cosa que se cure".
Además de acudir a los
profesionales adecuados, Antonio
tiene claro que la comunicación, sin tabúes, con las personas de su entorno es
fundamental para sobrellevar este tipo de trastornos. El apoyo mutuo entre
personas que están pasando por lo mismo también ayuda. Por eso, tanto expertos
como pacientes recomiendan las asociaciones. "La gente cuando viene aquí
se siente muy rara, solos, diferentes. Entonces, cuando ven a un grupo que les
pasa lo mismo, que se entienden entre ellos, les alivia bastante".
A pesar de las trabas y piedras que
este trastorno le pone en el camino, Antonio lanza un mensaje de esperanza para
todas las personas que sufran un TOC: "Se puede llevar una vida
normal". Se puede. Él lleva esas dos palabras marcadas a tinta
en su antebrazo izquierdo. Es su propio mantra, algo que se repite cada
segundo, cada minuto del día. Un tatuaje que le empuja, que le recuerda que hay
una salida. "Me lo hice por una frase que escuché a una persona que
llevaba muy controlado el TOC. Se me quedó grabada y me lo tatué. Se puede, se
puede salir de esto".
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