PILAR HERNÁN | Hola | 04/04/2022
Quien la padece, puede experimentar episodios de ansiedad, que condicionan su día a día.
“La megalofobia es una fobia específica, por lo que antes de definir qué es, es conveniente saber que es una fobia. La fobia específica es el miedo o ansiedad intensa y de manera persistente y desproporcionada, que se da en presencia o anticipación de algún objeto o situación concreta. En el caso de la megalofobia, se da un miedo atroz a las cosas de gran tamaño como un avión, un rascacielos o una estatua como, por ejemplo, la Estatua de la Libertad”, nos comenta la psicóloga Rocío Hernández, de mundopsicologos.com.
¿Cómo se manifiesta esta fobia?
La experta nos
detalla que la megalofobia se manifiesta a nivel fisiológico como cualquier
otra fobia, con altos niveles de ansiedad, presentando
así síntomas como sudoración, taquicardia, náuseas, temblores, elevación de la
tensión arterial y dificultad para respirar. “Sin embargo, a diferencia de
otras fobias, a nivel de pensamiento, las personas que sufren megalofobia
tienen miedo de ser aplastados por un objeto gigante, a que les coma un animal
grande o a caerse desde una gran altura, entre otros. Por todo esto, la persona
tiende a evitar exponerse a todas esas cosas que teme, por miedo a experimentar
estos síntomas, interfiriendo significativamente en su vida cotidiana”, cuenta.
Nos encontramos,
por lo tanto, ante un problema que puede afectar a la calidad de vida de quien
lo padece. “La megalofobia es un problema que genera un gran malestar en las
personas que lo padecen y repercute de forma negativa en su día a día, ya que
es prácticamente inevitable cruzarte con objetos grandes, ya sea un edificio,
un barco o cualquier monumento que sea más grande de lo normal en una ciudad”,
nos explica la psicóloga, que añade que es por esto, y por lo comentado
anteriormente, que la persona tiende a evitar enfrentarse a esos objetos y
limita su actividad diaria, ya sea porque no visita sitios que le gustaría,
porque a la hora de ir a trabajar tiene que hacer una ruta más larga de lo
normal para no cruzarse con nada grande o por el simple hecho de tener
perfectamente planificado de antemano todos los lugares a los que ir para no
cruzarse con algo temido. “En algunas ocasiones, condiciona a la persona a vivir
en un medio rural para facilitar no cruzarse con nada grande o incluso, en
aquellas personas que viven en ciudades, les lleva a no salir de casa, faltando
así al trabajo, a los estudios o evitando salir con los amigos por esta causa”,
afirma.
Cuáles son sus causas
Siempre tendemos a buscar las causas, ¿cuáles son en este caso concreto? “Es importante tener en cuenta que, al igual que en otras fobias, no existe un único factor que la provoque. Una de las posibles causas es la herencia genética por parte de algún progenitor que padezca algún tipo de fobia similar. Otro de los factores que se contemplan, es que sea una conducta aprendida, es decir, que de pequeño se haya tenido alguna experiencia negativa, de carácter traumático, con un objeto de gran tamaño. La megalofobia también se asocia a sensación de inferioridad generado por situaciones de insuficiencia o necesidad en la infancia”, explica Rocío Hernández.
Una vez que confirmamos el
diagnóstico, ¿cómo debemos actuar?
En opinión de la
experta, lo ideal para personas que sufren de megalofobia, dada la limitación
que supone en el día a día, es acudir a un profesional de la salud mental. “En
primer lugar, habría que explorar cuáles son las causas en cada caso concreto,
para poder elaborar una intervención totalmente individualizada para la
persona. En líneas generales, lo ideal es realizar una intervención completa,
teniendo en cuenta los tres aspectos más importantes de la psicología. Por un
lado, tendríamos la intervención a nivel conductual, que se centra
en dotar a la persona de estrategias de afrontamiento para ir poco a poco
enfrentándola al estímulo fóbico, a partir de la exposición gradual y
controlada; por otro lado, la intervención cognitiva, que se centra
en el análisis y modificación de los pensamientos y creencias con respecto a lo
temido; y por último, el trabajo a nivel emocional, para descubrir
y reprocesar de dónde viene dicho miedo”, sugiere.
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