-En su libro, Álava más que darnos claves para ser felices nos propone explicaciones a por qué muchas personas no lo consiguen
-La psicóloga reflexiona sobre qué es realmente la felicidad y sobre qué nos ha ‘vendido’ la sociedad sobre la felicidad
Luchar contra lo que no podemos cambiar, lo que no está en absoluto bajo nuestro control, es un multiplicador del malestar…muchas veces sufrimos porque nos empeñamos en que las cosas sean de otra manera: “y es que no todos los problemas tienen solución: bienvenido a la realidad. Ahí, lo que hay que cambiar es el enfoque (…) No tanto buscar las soluciones al problema -que no las tiene- sino en saber manejar las emociones desagradables que me ocasiona ese problema que no tiene solución”, apunta la psicóloga.
Respuesta: Yo creo que el enfoque del libro es diferente, sí. No está pensado como un libro de autoayuda, de ‘tienes que conseguir algo y estos son los pasos para conseguirlo’. Es un libro más desde el punto de vista de la psicología y sobre todo de la psicología sanitaria. Yo llevo 21 años trabajando como psicóloga y es recoger un poco toda esa enseñanza y lo que dice la evidencia científica. Lo primero de todo, es que nos han vendido una idea a la sociedad de que tenemos que estar continuamente siendo felices -además una felicidad asociada a una emoción como es la alegría- y hacer cosas siempre divertidas y cosas siempre que te gusten, pues claro, es que si lo que estás pretendiendo es ser feliz, entendiendo que no puedes tener días malos, que no puedes tener situaciones desagradables, que no puedes sentir cosas que no te gustan, emociones desagradables como tristeza, como miedo, como frustración…es que ya vamos por muy mal camino porque eso es una falacia, es que eso no es posible.
R: A lo mejor no es tan necesario ser feliz, si la felicidad la hemos entendido por eso. Lo que contamos en el libro, y lo que muchas veces se trabaja en terapia, es que se trata más de vivir a gusto, de vivir en paz, de vivir en calma, de vivir alineados con lo que nosotros somos, con nuestro ser, con nuestros valores; que, si lo hacemos así, si vamos aceptando la vida tal y como es, pues evidentemente nos vamos a encontrar mucho mejor. Por supuesto que hay que potenciar las emociones agradables y tener momentos de diversión, claro que sí…pero desde el realismo, porque hay otros días que vas a tener que hacer cosas que no te apetecen.
R: Un poco de ser conscientes de que es que a lo mejor no necesitamos ser felices todos los días: que hay días buenos y días malos, y que no pasa absolutamente nada por tener un mal día, un mal día no es un síntoma de fracaso, como a veces podemos pensar en un determinado momento.
R: Tal vez me tengo que cuestionar que lo importante es entenderme a mí mismo. Hay muchas personas que dicen: es que yo no me entiendo, no entiendo qué es lo que me pasa. Bueno, pues habrá que ahondar, hay que hacer una labor de introspección importante, perder el miedo a decir “me voy a hacer un selfie (…) Hay muchas personas que tienen miedo, incluso pánico a sentir emociones desagradables. Y cuando sienten algo desagradable que no les gusta ¿qué hacen? lo tapo, lo tapo. Tienes que parar y mirar qué es lo que te está ocurriendo. Y parar y mirar qué es lo que te está ocurriendo es mirar a dentro, ver qué es lo que estoy sintiendo y ver qué información me da esa emoción.
R: Vivimos en una sociedad que favorece poco los momentos de introspección. En el momento en que hay un rato parado, es como que los tenemos que llenar. Los llenamos con lo que sea, porque eso de estar parados nos cuesta un montón. Hemos perdido esa capacidad de introspección y muchas personas lo que tienen es miedo porque no saben lo que se van a encontrar. Pero es que también tenemos que pensar que nadie nos ha enseñado recursos. Nadie nos ha enseñado técnicas, nadie nos ha enseñado a interpretar las emociones (…) ¿Cuál es el problema? Que no nos han enseñado en ningún momento a identificar las emociones, a comprenderlas, a regularlas, a tener técnicas, a tener estrategias…lo hemos ido haciendo más o menos como bien hemos podido, unas personas mejor y otras peor.
R: Nosotros, antes, teníamos una forma de regular las emociones de la que no éramos muchas veces ni conscientes. Podías tener un día un poco regular, pero bueno, luego te ibas a dar un paseo, quedabas con un amigo a tomar algo, salías, entrabas. O tenías un momento de mucho estrés en el trabajo pero luego te permitías una escapadita aunque fuera de un fin de semana a hacer un viaje. La pandemia corta esto, tanto el confinamiento como las restricciones de después: nos deja sin nuestras estrategias naturales, esas que hacíamos de regulación…¿ y qué es lo que pasa?, que nos hemos encontrado un poco en esa sensación de ¿ahora qué hago?, porque lo que yo estaba haciendo, ya no me vale y ¿qué es lo que ocurre?, que me siento muchas veces francamente mal. De hecho, se han disparado muchos trastornos del estado de ánimo, desde depresión, ansiedad, trastornos obsesivos, trastornos de la conducta alimentaria, y además en todas las edades, niños, adolescentes y adultos…
R: Lo que estás hablando es muy interesante, que todos nacemos preparados...sí que es cierto que todos nacemos, por así decirlo, preparados para aprenderlo. Pero luego, en nuestra vida, en nuestro día a día, va a depender mucho de la familia que nos ha tocado, si hemos tenido unos padres con los que hemos fomentado un vínculo de seguridad, un apego seguro, de si nos lo han enseñado en un determinado momento o no.
R: Es que la genética y la personalidad también cuentan. Entonces, estas fórmulas mágicas…¡hay que huir de eso porque no existe una fórmula mágica que valga para todo el mundo, ojalá, sería muchísimo más fácil! Pero es que cada persona es un mundo diferente, y ahí influye la genética, influye el ambiente en el que has vivido, influye la personalidad. La personalidad, al final, es 50 % de la parte del temperamento que tiene más que ver con la genética y un 50% de la parte del ambiente en el que has vivido. Todo eso hay que tenerlo en cuenta, porque lo mismo que le vale a una persona, a mí no me vale, ¿por qué? Porque tengo unas diferencias individuales y una personalidad que no es la tuya.
R: Y esa persona se va a sentir peor, porque va a decir…¿me estás diciendo que es mi culpa? Perdona, es que yo no he hecho nada para merecerme esto. Sí, creo que hay que tener mucho cuidado con esos mensajes de ‘si quieres puedes’. Mira, a veces podrás, a veces no podrás, depende de lo que te estés proponiendo. Hay una parte fundamental aquí, y esto no es que lo diga yo en el libro, es que está escrito en el templo de Apolo en Delfos, que es: ‘conócete a ti mismo’. Es que esto ya nos lo decían los griegos: si te conoces a ti mismo, vas a saber muy bien qué meta te puedes poner y qué meta es realista para ti.
R: Esto que nos han vendido de “es que siempre hay que estar creciendo, no te quedes en tu área de confort, siempre crecer, siempre crecer, siempre hacia arriba”… ¿Perdona?, es que habrá personas a las que en un momento determinado de su vida les apetece eso y que en otro momento de su vida lo que necesitan es cuidarse, o cuidar a sus hijos, a sus familiares mayores o lo que sea.
R: Sí, es que la tecnología en sí misma es buena, pero depende del uso que le des. Si le estás dando un uso que no es al apropiado y, en lugar de un uso es un abuso, pues es ahí donde empiezan los problemas. Entonces, no es que la tecnología sea mala, es que a veces no la utilizamos bien. Una de las cosas que hablamos en el libro es del móvil como anestesiador emocional (…) Tengo tanto miedo a esa labor de introspección, o tengo tanto miedo a lo que estoy sintiendo, que lo quiero tapar. ¿Y qué es lo que hago? me anestesio. ¿Y cómo me puedo anestesiar emocionalmente?, con el móvil.
R: Porque date cuenta que, además, las nuevas tecnologías están hechas -las redes sociales, por ejemplo- para atrapar. La atención sostenida la hace el aparato solo porque son estímulos que cambian muy rápido a nivel visual y auditivo con un refuerzo intermitente, entonces, es muy fácil engancharse. El problema de la tecnología es cuando estamos abusando, cuando no estamos dejando ese espacio para la introspección, o cuando ocurre lo que se llama el desplazamiento digital, que es que estoy dejando de hacer cosas que antes hacía.
R: Es que claro, somos reporteros de nuestro mundo, nos contamos las cosas. Pero el mundo no es un hecho objetivo que pasa delante de nuestros ojos y nosotros simplemente lo procesamos, no. El mundo está ahí y tú, para empezar, procesas la información que de forma inconsciente has decidido que es importante para ti. A veces de forma inconsciente, a veces de forma consciente. O lo que llamamos el sesgo cognitivo: como ya tenemos una idea en la cabeza, con lo primero que te vas a quedar es con todo aquello que confirme la idea que tú tenías previamente en la cabeza y tu hipótesis. Al final, nuestros pensamientos son hipótesis de la realidad. Nos vamos contando cómo es esa realidad. Y hay que caer en la cuenta y decir: pero, ¿ese formato de diálogo que tengo conmigo mismo y esas hipótesis de la realidad son realmente ciertas? Es que damos por hecho que los pensamientos son siempre verdaderos; pues no, a veces sí y a veces no. Puedes poner en duda tus pensamientos.
R: Es que el país de la piruleta no existe: pensar que todo es fantástico, que todo es maravilloso... Eso de “si piensas que todo te va a ir bien, te irá bien” o “hay que pensar en positivo”… Que no, que simplemente se trata de ser realista, que en lugar de pensar “esto es terrible, es horrible, es catastrófico, yo no voy a poder”, a lo mejor pasa más por pensar: “esto es muy difícil, sí, me hace mucho daño y me genera frustración, pero si lo hago de uno en uno, seguro que voy a poder con ello”. Claro, es que cuando un pensamiento lo elevo a la categoría de ley universal, pues ya no dejo espacio para cambiar.