miércoles, 29 de octubre de 2025

De dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde queremos ir con la salud mental: "Los disgustos no son trastornos"

LAURA MYIARA     |     lavozdelasalud-lavozdegalicia.es     |     10/10/2025

 

La OMS define este concepto como una capacidad de afrontar los momentos de estrés, no como un estado de felicidad en el que estos problemas estén ausentes

El 10 de octubre es el Día Mundial de la Salud Mental, una fecha que promueve, desde el año 1992, esta dimensión de la vida humana de la que hemos ido tomando cada vez más y más consciencia —y conciencia. Los expertos coinciden en que el panorama ha cambiado en las más de tres décadas que han pasado desde que se celebró por primera vez esta efeméride. Hemos pasado de tratar la patología mental como un fallo o defecto individual vergonzoso que se debía resolver mediante la fuerza de voluntad, a una normalización de condiciones y trastornos como la ansiedad o la depresión. Pedir ayuda psicológica, al menos para las generaciones más jóvenes, ya no es un tabú y, de hecho, no es poco común comentar entre amigos los consejos que uno ha recibido por parte de su terapeuta.

En teoría, esta mayor conciencia debería conducir a una situación de mejor salud mental para la población. Sin embargo, los casos de trastornos por ansiedad o depresión, que son los más frecuentes, van en aumento. No solo eso, sino que las personas acuden a consulta cada vez más por motivos que antes conseguían resolver por sí mismas.

Esta es la paradoja con la que nos encontramos cuando analizamos el resultado de treinta años de campañas sobre salud mental: los esfuerzos bienintencionados en este sentido han sido, por un lado, insuficientes para revertir el estigma que sigue rodeando a trastornos como la psicosis y, por otro, se ha caído en cierta patologización del malestar cotidiano. Esta situación es una oportunidad de parar, revisar conceptos y pensar, de cara al futuro, qué queremos como sociedad para la salud mental de los ciudadanos.

De qué hablamos cuando hablamos de salud mental

La salud mental, según la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es «un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad».

En ninguna parte de esta definición está presente la palabra «felicidad», una elección que no es casual. «A saúde mental non é un estado de benestar completo, nin un estado de felicidade. Significa vivir unha vida relativamente normal, con eses momentos agradables e desagradables que un pode, por si só ou coa axuda dos que o rodean, afrontar adecuadamente», subraya el psicólogo José Berdullas Barreiro, vocal de la Xunta de Goberno del Colexio Oficial de la Psicoloxía de Galicia (Copg) y Coordinador de su sección Psicoloxía e Saúde.

A la descripción de la OMS, Javier García Campayo, catedrático de Psiquiatría en la Universidad de Zaragoza, añade la sensación de paz mental que se puede experimentar cuando no existen «contradicciones internas» y cuando hay «una sensación de apoyo social percibido, es decir que podríamos contar con otros si lo necesitásemos». «Otro aspecto importante para la salud mental es la sensación de propósito en la vida, que muchas personas no tienen», observa.

Hasta aquí, lo más básico y lo que, en gran medida, depende de nosotros. Pero la salud mental va más allá de ese bienestar básico. «Falamos dun estado de benestar, pero conseguilo non depende só do aspecto mental. Tamén inclúe a saúde física e as condicións materiais de vida. O xeito en que cada persoa vive no seu contexto, obviamente, inflúe na saúde mental. Nunha situación de guerra, fame ou inseguridade social, a saúde mental non pode ser boa», sostiene Berdullas.

De dónde venimos y hacia dónde vamos

La irrupción de la salud mental en el mainstream de la cultura es un fenómeno relativamente reciente. El siglo XX fue testigo de una transformación de los modelos de tratamiento. Si hace cien años el enfoque se basaba en institucionalizar a las personas con trastornos y someterlas a tratamientos que se centraban en el control, los avances en farmacología permitieron desarrollar nuevas terapias y cambiaron la perspectiva predominante. Paralelamente, la terapia cognitivo-conductual comenzó a desarrollarse en las décadas de los cincuenta y los sesenta del siglo pasado. El objetivo pasó a ser la recuperación de la autonomía por parte del paciente.

Para cuando el mundo vio a Tony Soprano acudir a su primera sesión de psicoterapia, en el 2007, la idea de salud mental se había transformado por completo, hasta abarcar los ataques de pánico que sufría este personaje. Patologías que antes no se reconocían como tales habían entrado en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) y poco a poco empezamos a entender que no teníamos por qué convivir con el sufrimiento.

Pero este punto de inflexión trajo consigo un cambio en nuestra manera de lidiar con nuestros problemas. La doctora Pilar Saiz Martínez, secretaria de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (Sepsm), observa que «la población general a veces confunde dificultades o malestares de la vida cotidiana con un trastorno».

Su percepción coincide con lo que describen otros expertos. Situaciones frustrantes o dolorosas, pero que son parte natural de la vida, son cada vez más difíciles de afrontar para los individuos. «Yo puedo estar trabajando en un ambiente laboral muy tóxico y me puedo encontrar incómoda por ello, o me puede generar malestar. Pero esos no son trastornos mentales necesariamente y, por tanto, no serían susceptibles de un tratamiento psiquiátrico», señala Saiz.

Para García, la causa podría estar en los propios avances tecnológicos del último siglo. «En general, cada nueva generación percibe una peor salud mental que las anteriores y se piensa que la razón tiene que ver con las expectativas. El desarrollo tecnológico ha hecho que en los últimos 50 años los seres humanos tengamos la sensación de que cada vez tenemos más control sobre las cosas, por tanto pretendemos que todo sea como nosotros queremos que sea, pero realmente no tenemos ese control», señala. Esta distancia que se crea entre cómo queremos que sea nuestra vida y lo que realmente es podría ser el núcleo del problema. «Ha bajado la tolerancia a la frustración» porque no estamos acostumbrados a experimentarla, explica el experto.

Pero detrás de esta realidad actúan otras fuerzas. Especialmente, la soledad no deseada, que opera como telón de fondo de una gran parte del malestar que manifiestan los individuos. «Los disgustos no son trastornos. A veces, en las consultas, las personas se sorprenden cuando les haces la evaluación y les explicas que no tiene ningún trastorno. En vez de alegrarse parece que se apenan, porque no es lo que buscan. Posiblemente, lo que buscan es escucha, comprensión, pero esa no es la labor de un psiquiatra. No hay tratamiento para lo que no es un trastorno», explica Saiz.

Hacia dónde queremos ir

Si la salud mental de la población se encuentra en un valle, está claro que la salida es colectiva. Los vínculos sociales son los que nos sostienen y nos ayudan a superar nuestros problemas cuando inevitablemente aparecen. «El apoyo social percibido se considera el elemento aislado más importante que mejor predice una buena salud psicológica», destaca García en este sentido.

Pero los demás no solo nos pueden aportar consuelo en tiempos difíciles, sino potenciar nuestra felicidad. «Uno de los elementos que se ha demostrado muy consistentemente que se asocia a felicidad es el desear la felicidad de otros. Hay un estudio clásico en psicología en el que a estudiantes de psicología se les daban 20 euros. Sistemáticamente, la gente que se lo gastaba en otros era más feliz que los que se lo gastaban en ellos mismos», señala García.

Por otra parte, el estigma, que ha desaparecido cuando hablamos de patologías frecuentes como ansiedad o depresión, sigue presente si pensamos en otros cuadros, como el trastorno bipolar o la esquizofrenia. Aún queda mucho camino por andar y en esto, los jóvenes están a la vanguardia. «As persoas novas teñen moito máis facilidade que as xeracións anteriores para falar destas dificultades. Falan de problemas psicolóxicos sen vergoña ningunha e isto aumenta a facilidade coa que buscan apoio nos seus grupos de compañeiros. Sempre falamos negativamente dos adolescentes e do mal que fan as cousas en comparación con nós, pero neste sentido, están por diante de nós», observa Berdullas.

Construir espacios para la socialización es fundamental en el día a día. «Hay que hacerse el tiempo. No vale decir que no tenemos tiempo de quedar porque estamos de trabajo o estudio hasta arriba. Siempre hay que cuidar ese tiempo para las relaciones sociales y, desde luego, para mirar a los demás e intentar también cuidarles», recomienda Saiz. Y si tenemos a una persona cercana que ha cambiado su conducta de manera alarmante, «tenemos que alentarle a intentar buscar ayuda. Ya después se nos dirá si realmente esa ayuda es necesaria o no, pero ante la duda, y a pesar de lo dicho, es mejor buscarla que quedarse con los brazos cruzados», aclara.

«Pasamos dunha falta de atención psicolóxica á atención da saúde mental na sociedade a pensar que todo o mundo necesita atención psicolóxica, e ningunha das dúas abordaxes é axeitada. Obviamente, cando a saúde mental se ve afectada, a persoa necesita poder recibir atención inmediata, pero a psicoloxía non debería intervir en cousas que a comunidade debería poder resolver», concluye Berdullas. 

martes, 28 de octubre de 2025

Mario Alonso Puig, experto en desarrollo personal: "Al mirar, solemos juzgar. La actitud contemplativa invita a observar con aperura y humildad. Busca un lugar tranquilo y deja que la naturaleza te hable"

JOSE LUÍS MARTÍN ROJAS        |    lavanguardia.com      |      10/10/2025

 

El especialista animó a su audiencia a realizar un ejercicio personal para aprender a observar sin juzgar

Mario Alonso Puig se ha convertido en una de las figuras más destacadas de nuestro país. El médico, que lleva más de dos décadas completamente centrado en la divulgación de contenido sobre amor propio, autoestima, crecimiento personal y bienestar emocional, se ha consolidado como un referente para millones de personas, tanto en España como más allá de nuestras fronteras. 

Durante los últimos días, el escritor de Resetea tu mente: descubre de lo que eres capazVivir es un asunto urgente El camino del despertar ha estado viajando por distintas regiones de Irlanda. Aunque muchos de sus seguidores pensaron que estaba de vacaciones, la realidad es que ha aprovechado esta excursión para crear contenido y compartir profundas reflexiones con su audiencia.

En uno de los últimos vídeos que publicó en su cuenta oficial de TikTok, plataforma en la que acumula más de 379.000 seguidores, el conferenciante destacó la importancia de mantener una actitud contemplativa.

Poniendo como ejemplo un precioso lago en el que se encontraba, el cirujano explicó que, muchas veces, cuando simplemente lo contemplamos, lo estamos juzgando al mismo tiempo: ''Lo estamos juzgando en base a experiencias previas, en base a nuestro estado afectivo''.

''La actitud contemplativa es aquella que toma una disposición abierta, humilde y curiosa ante aquello que estamos contemplando para que nos transmita algo. Yo tuve una experiencia preciosa ante un cuadro hace muchísimos años, en Boston, en la que aparté mi juicio (el estudio, el conocimiento que tenía del artista) por esa actitud contemplativa, para que fuera el cuadro el que me hablara, el que me dijera cosas. Esto, que parece tan poco lógico, tan poco racional, tiene un efecto extraordinario'', explicó el experto, dejando claro que su experiencia con la obra de arte fue espectacular.

Una recomendación

Tras animar a su audiencia a adoptar esta actitud en los pequeños momentos del día a día, para dejarse sorprender y vivir nuevas sensaciones, ajenas a su propio juicio, Puig invitó a sus miles de seguidores a realizar un ejercicio fácil y rápido. 

''Os propongo que busquéis algún momento a lo largo del mes para ir a un sitio bonito, un sitio en contacto con la naturaleza, para sencillamente relajar esa mirada y permitir que la naturaleza os hable, que os diga cosas. La naturaleza tiene mucho que decirnos. Por ejemplo, nos puede explicar cómo vivir en paz'', sentenció el especialista, generando una oleada de comentarios en el post. 

sábado, 25 de octubre de 2025

Claves para conectar con otras personas: cómo los pequeños gestos fortalecen los vínculos que protegen la salud mental

Infobae.com      |     06/10/2025 

La neuropsicóloga Lucía Crivelli destacó en Infobae en Vivo la importancia de las relaciones sociales y dijo que la ciencia revela cómo los actos cotidianos más sencillos impactan en el bienestar emocional y en la prevención de enfermedades como la demencia

Valorar la empatía, la escucha activa y los gestos sencillos, como una sonrisa llamar a una persona por su nombre, pueden marcar una diferencia significativa en los vínculos interpersonales. Así lo aseguró la doctora Lucía Crivelli, neuropsicóloga (MN 33.849), durante su columna en Infobae en Vivo, donde expuso cómo las relaciones sociales inciden en el bienestar psíquico, la prevención del envejecimiento cerebral y hasta en el riesgo cardiovascular.

“No hay sonido más dulce que el nombre propio”, afirmó, cuando destacó el papel central de los pequeños gestos para forjar vínculos valiosos.

Estas declaraciones fueron realizadas en diálogo con Infobae en Vivo, durante el programa de la mañana, que cuenta con la conducción de Gonzalo Sánchez, Maru Duffard, Ramón Indart y Cecilia Boufflet.

En este contexto, Crivelli profundizó sobre la importancia de los lazos sociales y la capacidad de influir en los demás de manera positiva, sin imponer, a través de la empatía y estrategias concretas de comunicación. Su intervención giró en torno al arte de conectar con las personas e influir en ellas sin imponerse y cómo los pequeños gestos pueden generar los mayores cambios en nuestras relaciones, una materia que ha cobrado notoriedad, especialmente tras la pandemia y en una era donde el aislamiento social es uno de los catorce factores de riesgo para la demencia.

Durante la conversación, la especialista hizo hincapié en cómo el aislamiento social no solo repercute en la salud mental, sino que también se asocia a un aumento en las probabilidades de desarrollar enfermedades como la demencia. “Uno de los principales factores de riesgo es el aislamiento social”, recalcó Crivelli, y enfatizó que el ser humano está hecho para el contacto y que la interacción genuina es tan vital como cualquier tratamiento médico preventivo. Citando la experiencia de la pandemia, la neuropsicóloga remarcó: “Vimos como experimento natural cuánto sufrió la gente por el aislamiento, no solo en lo emocional, sino también en la salud física”.

De acuerdo con Crivelli, incluso los vínculos que surgen espontáneamente pueden no resultar fáciles para todas las personas, y muchas veces la necesidad de conectarse requiere de un aprendizaje y de estrategias intencionales. “No es tan sencillo hacerse amigos a lo largo de la vida, y menos en tiempos donde las redes sociales han instaurado la ilusión de los contactos masivos, pero lo que realmente beneficia al cerebro y a la felicidad son las amistades genuinas, esas que existen en la conversación cara a cara”, explicó.

Las investigaciones científicas, como el famoso Harvard Aging Study, desempeñan un rol clave en este debate. “Las personas más felices no son quienes tienen una enorme familia, sino las que cultivan una variedad de relaciones de distintos ámbitos”, comentó Crivelli. “Es importante fomentar relaciones laborales, de amistad, familiares, de diferentes entornos. La diversidad social proporciona una red de bienestar y protección, un amortiguador importante frente al estrés y al desgaste”, añadió.

El valor de la empatía fue otro eje central. Definida como la capacidad de comprender y sentir las emociones del otro, la empatía, según Crivelli, tiene tanto un costado emocional como uno cognitivo. “Entender lo que el otro siente y, también, lo que piensa, es esencial. En ciencia, lo llamamos teoría de la mente”, explicó. Para ejercer la empatía conscientemente, recomendó el uso de preguntas abiertas e indagar sobre los sentimientos reales de los demás, dado que “no todos tenemos ese ejercicio tan incorporado”. En esa línea, la experta subrayó la importancia de la escucha activa, donde “más que hablar, debemos aprender a preguntar y a dejar espacio a la mirada del otro”.

Un fenómeno actual analizado por Crivelli es lo que en Estados Unidos se denomina “phubbing” (combinación de phone y snubbing), es decir, el desaire social producido por la irrupción del teléfono móvil en medio de una interacción personal. “Los experimentos muestran que mirar el teléfono repetidas veces frente al otro genera una caída abrupta de la confianza y la valoración. Hay que aprender a poner el celular fuera del alcance cuando estamos en una conversación importante”, subrayó, aludiendo al efecto directo que estos pequeños gestos pueden tener en la calidad del vínculo y, a largo plazo, en la salud mental.

Durante el diálogo, la frase “no hay sonido más dulce que el nombre propio”, atribuida al célebre empresario y escritor Dale Carnegie, fue especialmente destacada por la especialista. “Eso lo avalan los estudios neurocientíficos actuales: cuando escuchamos nuestro nombre, se activa un área cerebral relacionada con las emociones positivas”, explicó. “A veces olvidamos lo importante que resulta para cualquier persona ser reconocida y llamada por su nombre. Es un acto simple que puede fortalecer profundos lazos”.

La experiencia personal y profesional nutrió muchos de los ejemplos y recomendaciones de la neuropsicóloga. “Quienes trabajamos en contacto con mucha gente solemos tener más oportunidades para ejercitar las habilidades sociales, pero es fundamental que esto sea parte de las recomendaciones de salud para todas las etapas de la vida. Desde la infancia, pasando por la adultez, hasta la vejez, la importancia de forjar y mantener vínculos saludables es transversal”, enfatizó.

En la misma línea, Crivelli describió el “efecto Franklin”, que hace referencia al acercamiento que se produce cuando alguien pide un favor y la otra persona responde positivamente. “Cuando pedimos un favor, generamos una validación: el otro se siente respetado y valorado”, aclaró, sumando que esta clase de microactos tienen un sorprendente impacto en la percepción y la construcción de lazos de confianza.

Entre las medidas prácticas para fortalecer relaciones, la especialista mencionó varios “gestos neuroeficientes”, como la sonrisa auténtica (la “sonrisa de Duchenne”, que involucra tanto boca como ojos), el contacto visual, la escucha activa y la atención tangible al otro. “Así como la empatía se puede entrenar, también se aprende a prestar atención real, dejar de lado las distracciones tecnológicas y demostrar interés genuino. Estos gestos, aunque parezcan menores, desencadenan respuestas neurológicas beneficiosas, inclusive la activación de neuronas espejo responsables de la imitación emocional”, afirmó Crivelli.

En cuanto a los desafíos para sociabilizar, la neuropsicóloga describió cómo, si bien existen diferencias individuales marcadas (como la personalidad introvertida o extrovertida), el cerebro humano está diseñado para recibir estímulos positivos del contacto interpersonal. “No hay nada más desafiante ni más saludable para el cerebro que interactuar con otro en tiempo real, con espontaneidad y escucha. Los mensajes de texto, a pesar de su inmediatez, no reemplazan la riqueza y la adaptabilidad que se pone en juego en una conversación presencial”, enfatizó.

Consultada sobre la relación entre vida social y salud cerebral, Crivelli se refirió al creciente cuerpo de evidencia que vincula aislamiento social y aparición de demencias. “En la Argentina, cerca del 60% de los casos de demencia podrían evitarse; el aislamiento social explica el 3% y, aunque pareciera poco, representa una enorme diferencia a escala poblacional. Por eso es fundamental promover políticas de prevención y acciones comunitarias para mantener a las personas conectadas”, advirtió.

Cuando comenzó su diálogo de hoy en Infobae en Vivo, Crivelli comentó el reciente trabajo internacional sobre Alzheimer del cual formó parte y que tuvo una amplia difusión en medios del mundo días pasados: “Es una serie de artículos en The Lancet, la primera vez que la revista saca un fascículo íntegro sobre el tema en 200 años. El cambio más relevante es que ahora el diagnóstico puede ser certero incluso con pruebas de sangre para proteínas claves, pero es un campo todavía controvertido: no siempre la presencia de biomarcadores significa que se desarrollará la enfermedad y eso exige un debate ético sobre a quiénes diagnosticar y tratar, porque los nuevos fármacos, aunque mejoran la calidad de vida, pueden tener efectos adversos”.

Destacó que su contribución al trabajo colectivo, integrado por 40 expertos internacionales, giró en torno a los factores de prevención y riesgo. “Yo escribí especialmente sobre prevención, que es mi área de especialidad. Todavía hay mucho por recorrer, pero hoy sabemos que fomentar la interacción social es una de las claves preventivas”, recalcó la neuropsicóloga y relató que la serie de artículos tuvo impacto internacional con un gran lanzamiento en Ginebra y cobertura en los principales medios del mundo.

Por último, la especialista instó a recuperar hábitos sencillos y a valorar los gestos pequeños: “Tomarse el tiempo para saludar, sonreír o simplemente preguntar cómo está el otro, puede generar los mayores cambios. Hay toda una ciencia detrás de estas prácticas”, concluyó Crivelli, e invitó a reflexionar sobre la capacidad de influir en la vida ajena de forma positiva y duradera.

Cómo proteger la salud mental: diez asignaturas pendientes para superar el estigma de ir al psicólogo

RAQUEL ALCOLEA       |       abc.es      |      10/10/2025

Desde distintos frentes, tanto políticos como sociales y sanitarios, se insiste en la importancia de cuidar la salud mental y en la necesidad de hablar de ello sin tapujos, pero aún quedan escollos que siguen siendo objeto de estudio y análisis

Desde la pandemia el interés por la salud mental no solo se ha normalizado sino que ha crecido de forma exponencial. Se aprecia en el aluvión de libros publicados sobre psicología, desarrollo personal y autocuidado, en las apuestas editoriales de los medios de comunicación, en los temas tratados en pódcasts, en los contenidos de las redes sociales, especialmente en las cuentas de instagram y Tik Tok de los principales divulgadores, en talleres, cursos y retiros y en decenas de formatos creados en los últimos años para dar visibilidad tanto a la salud mental como al bienestar físico, mental y emocional.

Desde distintos frentes, tanto políticos como sociales y sanitarios, se insiste en la importancia de cuidar la salud mental y en la necesidad de normalizar y visibilizar un sufrimiento que, aunque no sea visible como las enfermedades físicas, provoca un profundo malestar en quienes lo padecen. Y parece que en este sentido se ha avanzado pues ya se habla sobre el tema sin tapujos. Sin embargo, aún quedan unos cuantos escollos por superar.

 Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, hacemos un repaso de algunas de las reflexiones que en la actualidad forman parte de la conversación y que son objeto de análisis y estudio para seguir mejorando.

1. El trabajo, atención prioritaria

La salud mental puede llegar a representar hasta el 8% del coste total de la nómina anual, generando una presión significativa sobre la rentabilidad y la operativa de las empresas. Según los datos de ifeel, las empresas que invierten de manera proactiva en la salud mental de los empleados obtienen una mejora en sus finanzas, lo que resulta en una ventaja competitiva respecto a otros actores del mercado que no ven la salud mental como un activo estratégico.

viernes, 24 de octubre de 2025

Marian Rojas, psicóloga: "Mucha gente no tiene depresión, lo que tiene es una vida vacía"

ACyV      |      elconfidencial.com      |      06/10/2025

La especialista en bienestar emocional ha compartido una reflexión sobre el agotamiento interior que sufren muchas personas en la actualidad

La doctora Marian Rojas Estapé ha vuelto a poner el foco en un tema que cada vez preocupa más: la delgada línea entre la tristeza, la apatía y la depresión. Durante una intervención en @Sanandotupsique, la psiquiatra reflexionó sobre cómo muchas personas interpretan el vacío existencial como una enfermedad, cuando, en realidad, lo que les ocurre es que han perdido la ilusión por vivir.

“Mucha gente no tiene una depresión, lo que tiene es una vida vacía”, afirmó Rojas. La autora de Cómo hacer que te pasen cosas buenas insistió en que el problema no siempre es químico o clínico, sino emocional y vital. Según explicó, cuando una persona se levanta sin propósito ni motivación, su cerebro “se va apagando a lo largo del día”.

Durante su intervención, la psiquiatra relató la historia de Ana, una maestra jubilada que había dedicado su vida a la enseñanza. Sin familia ni proyectos nuevos, su día a día se había convertido en una sucesión de horas vacías. “Mi padre le dijo: Se te ha vaciado la vida”, recordó Rojas. La clave fue sencilla: retomar actividades que despertaran su interés. “Llamó al ayuntamiento de su pueblo, preguntó por clases de pintura y baile, y en un mes era otra persona”, explicó.

El caso de Ana, según Rojas, es representativo de una realidad más común de lo que parece. “Cuando perdemos las ilusiones, se nos arruga el corazón”, apuntó la especialista, subrayando la importancia de mantener viva la curiosidad y el contacto social como parte de la salud mental.

Rojas sostiene que la ilusión es una de las fuerzas más poderosas del ser humano. “El cerebro se transforma cuando hay ilusión. Las moléculas del organismo cambian, la energía vital se renueva”, afirmó. Por eso, recomienda buscar pequeñas metas que generen entusiasmo: un hobby, un proyecto, una nueva rutina o algo tan simple como una conversación significativa.

En su visión, muchas personas que hoy creen estar deprimidas, en realidad, están desconectadas de aquello que les daba sentido. El vacío no siempre se llena con medicación, sino con propósito. Y, para ella, ese propósito se alimenta a través de la acciónapuntarse a una actividad, ayudar a otros, aprender algo nuevo o recuperar una afición olvidada.

La psiquiatra recuerda que no todas las etapas difíciles requieren tratamiento farmacológico. “Hay que aprender a reactivar la ilusión, porque sin ella la mente se marchita”, afirma. De ahí su insistencia en que el bienestar emocional no depende solo de las circunstancias, sino también de la actitud ante la vida.

Con su habitual tono cercano y realista, Rojas lanza un mensaje esperanzador: incluso cuando todo parece perdido, es posible recuperar la chispa. “No hay felicidad sin tener ilusiones”, concluye. Una frase que resume su filosofía vital y que invita a mirar hacia dentro para volver a encender el motor del entusiasmo.

domingo, 19 de octubre de 2025

Viktor Frankl, filósofo y psiquiatra: "La vida no es una búsqueda de placer, como creía Freud, o de poder, como decía Adler, es una búsqueda de significado"

 

CELIA PÉREZ LEÓN     |     cuerpomente.com     |     07/10/2025  

¿Para qué vivimos? Esa es la pregunta que la filosofía se hace desde hace siglos. Viktor Frankl planteó su propia respuesta: vivimos para encontrar un sentido a nuestra existencia..

A lo largo de la historia de la humanidad, muchos se han preguntado en qué consiste la felicidad. ¿Es, como decía Freud, la búsqueda del placer lo que nos conduce a la satisfacción? ¿O, como decía Alfred Adler, se trata de una búsqueda insaciable de poder? Placer y poder comparten algo en común: jamás se tiene suficiente de ninguno de ellos. Siempre se puede tener más. Y una vez conseguido, se pierde fácilmente.

No, la felicidad no puede estar en algo tan perecedero como inagotable. La felicidad no puede hallarse en algo efímero como el poder o el placer. Viktor Frankl, psiquiatra y superviviente del Holocausto, sabía cuál era la verdad. La vida es una búsqueda de significado, y solo así se encuentra la felicidad.

El sentido como brújula vital

No cabe duda de que en el momento en el que nacemos y tomamos conciencia de nosotros mismos, nos diferenciamos de otras especies. Este hecho es discutible, dado que hay estudios que indican que ciertas especies animales podrían tener también algo parecido a la autoconciencia. Sin embargo, nuestro lenguaje nos permite manifestar esta conciencia propia. Y a partir de ahí, la cosa se complica.

Si fuéramos animales más simples, nos bastaría con nacer, crecer, reproducirnos y morir. La vida transcurriría sin mayores molestias, sin dolores de cabeza. Habría hambre, dolor y muerte. También satisfacción, placer y vida. Eso es, en esencia, la vida.

Pero cuando el hombre toma conciencia de si mismo se hace una pregunta: ¿por qué? ¿Por qué estoy vivo? ¿Por qué yo y no otro? ¿Por qué?

La filosofía lleva desde hace siglos intentando dar respuesta a esta pregunta que, sinceramente, no creo que tenga una sola respuesta. Pero ese, nos dice Viktor Frankl, debería ser el motor de nuestra existencia. Encontrar esa respuesta. Buscar sentido. Porque solo por medio del sentido, encontramos consuelo.

¿Por qué?

Es importante comprender la situación en la que se encontraba Viktor Frankl al momento de elaborar esta tesis. Durante los años previos a la publicación de su célebre obra, El hombre en busca de sentidoViktor Frankl estuvo en el campo de concentración de Auschwitz. Allí, la muerte, el hambre, el dolor y la crueldad eran el pan de cada día.

Sin embargo, en un poderoso pasaje de su libro, el psiquiatra reflexiona sobre la maravilla de la vida. Un pescado medio podrido sobre la mesa despierta su interés. La anatomía de su ojo es un auténtico milagro de la naturaleza, una obra precisa de ingeniería que tiene un por qué, pese a que no lo terminemos de comprender. Frankl comprende entonces que la vida no es más que una búsqueda constante de sentido.

No, el poder viene y va. Un hombre como él lo había experimentado. Había visto como sus títulos y conocimientos no le garantizaban nada dentro de un campo de concentración. Tampoco el placer garantizaba nada. Tan rápido como llegaba, se iba. E incluso en el lugar más oscuro del mundo, el ser humano seguía existiendo. Y permanecía su deseo de existir.

El sentido era la respuesta a todo. Y este solo puede entenderse si comprendemos que existe otro que le da sentido a nuestra vida.

 

Todos somos uno

Volvamos a los animales. Parecen crueles. Un león devora a las crías del anterior macho dominante solo para asegurarse de dejar su descendencia. Un cuco deposita cuidadosamente su huevo en un nido ajeno, sacrificando la vida de las crías del pájaro elegido. Todos buscan la forma de sobrevivir. Pero más allá de la supervivencia individual, cada especie sobre la faz de la tierra busca algo mucho más importante: la supervivencia del grupo.

Si el ser humano pudo evolucionar, sostienen los antropólogos, es porque vivían en grupo. El esfuerzo colectivo, el carácter sociable de nuestra especie, es lo que propició nuestra evolución. Perfeccionar formas de comunicarnos entre nosotros, de fortalecer lazos, es lo que nos hizo convertirnos en lo que somos. Ese es el sentido que todos buscamos, sin darnos cuenta de que lo tenemos en lo más instintivo.

El sentido sigue siendo ahora el mismo que entonces: hacer algo que mejore al grupo. Garantizar la supervivencia de la especie. Ayudar a las personas que nos rodean. Dar de nosotros lo mejor de lo que disponemos para ponerlos al servicio de los demás.

Puede ser una sonrisa tímida por la calle, un agradecimiento sentido a la persona que te atiende, un trabajo bien hecho que beneficia a los demás. O cuidar de tu familia con esmero. Pero solo cuando nos ponemos al servicio del sentido, al servicio de ese otro que da sentido a nuestra vida, estamos comprendiendo el verdadero significado de la existencia. Y solo así, podemos ser felices.