viernes, 17 de abril de 2015

Un treball necessari sobre el blog.




Hola a tots,

Vull posar ordre a les 271 entrades que hi ha al blog, per a no repetir cap article i també mirar d’anar comentant diversos aspectes de salut mental, i no incidir en un breu espai de temps en el mateix tema.

Tot això comportarà una feina que no puc compaginar amb posar més entrades al blog, almenys durant un període que espero sigui curt, perquè no tinc tant temps lliure per fer ambdues coses alhora.

Una altra observació que us volia fer és que més d’una vegada haureu notat que un mateix trastorn, un metge o equip pensa molt diferent d'un altre. A mi també em sorprèn però tot i així poso tots els articles perquè considero que  són honrats,  tenen teories diferents i experiències professionals una mica contraposades, i estan en el seu dret de donar-ho a conèixer. Ells mateixos es troben a Congressos i cadascun defensa la seva teoria.

Bé, fins d’aquí a un temps que será el més breu possible. Aneu mirant el blog de tant en tant i així quan torni a posar nous articles ho veureu.

Salutacions,


M. Carme Samaranch.


Sin deudas con el mundo

PSICOLOGÍA
FRANCESC MIRALLES  |  eL pAÍS | 12/04/2015

Todos necesitamos, en mayor o menor medida, la aprobación de los demás. Incluso las personas con más autoestima se encuentran tristes y heridas cuando no se sienten aceptadas por su entorno. Así como los niños reclaman que los adultos aprecien sus manualidades, también en la madurez deseamos ser amados, comprendidos o, como mínimo, respetados. Para conseguirlo, mucha gente se afana en desplegar una amabilidad y generosidad excesivas, que no garantizan en absoluto el aprecio de los demás. Como si estuvieran en deuda con el mundo, el ansia de complacer a otras personas se puede convertir en una adicción por la que se paga un precio alto: olvidarse de las propias necesidades.
Hace dos siglos, el filósofo alemán Arthur Schopenhauer reflexionó: “Resulta casi inexplicable cuánta alegría sienten las personas siempre que perciben señales de la opinión favorable de otros, que halagan de alguna manera su vanidad. A la inversa, es sorprendente hasta qué extremo las personas se sienten ofendidas por cualquier degradación o menosprecio”.
Luchar constantemente por la aprobación ajena, además de resultar muy estresante, nos obliga a vivir según lo que los demás esperan de nosotros, dejando de lado nuestras metas personales. Así lo exponen en su libro ­Tackling your Dire Need for Approval (abordar tu desesperada necesidad de aprobación) los psicólogos estadounidenses Albert Ellis y Robert Harper. Apuntan, además, que, “irónicamente, a mayor necesidad de amor, menos respeto y aprobación recibimos. Tratar desesperadamente de agradar nos convierte en personas débiles y menos deseables a los ojos ajenos, pudiendo llegar a ser incluso una molestia para los que nos rodean”.
A las personas que tratan de complacer a todo el mundo les horroriza la posibilidad de que alguien pueda enfadarse con ellas. Pero parten de una creencia equivocada: no necesitamos demostrar a nadie nuestra atención a todas horas para obtener su amor. Sintetizando las conclusiones de Ellis y Harper, esta dependencia nos causa los siguientes problemas:
§  Sentimiento de inutilidad. Fijar nuestro valor basándonos en la opinión ajena nos coloca en una posición de vulnerabilidad y dependencia. De hecho, cada vez que actuamos en función de lo que quieren los demás, perdemos el control sobre nuestra vida.
§  Frustración permanente. Por mucho que nos esforcemos, nunca gustaremos a todo el mundo. Siempre habrá alguien que no nos valore, y no solo por una cuestión de afinidad. Lograr el cariño de todos es imposible por un hecho muy simple: hay personas limitadas emocionalmente que no son capaces de amar.
§  Pérdida de objetivos vitales. Con el fin de complacer a los demás, nos podemos encontrar haciendo cosas y frecuentando a gente que en realidad no es interesante. El precio de este comportamiento es que desaten­demos todo lo que en realidad desearíamos estar haciendo.
Contra la presión irracional de intentar agradar a todos, Wayne W. Dyer calcula que el 50% de la gente con la que uno se topará en su vida no estará de acuerdo con nosotros, e incluso nos criticará. Dyer sostiene que cuando detectemos una falta de afinidad, en lugar de ofendernos, sencillamente debemos pensar que hemos topado con un miembro de ese 50%. Es alguien que pertenece a otro club, como cuando encontramos por la calle a un aficionado con la camiseta del equipo rival. No es necesario hacer de ello un drama.
Gran parte del sufrimiento de los que se sienten en deuda con el mundo obedece a puras conjeturas sin ninguna base real.
¿De dónde viene toda esta ansiedad? Según afirma Joyce Meyer en su libro Adicción a la aprobación, “la constante necesidad de aprobación se debe a una inseguridad que, en algunos casos, tiene su origen en un abuso sufrido en el pasado, ya sea físico, verbal o emocional”. Para superar la inclinación de gustar, explica, “hay que enfrentarse a las emociones negativas que esta conlleva y que normalmente son sentimientos de culpa, vergüenza e ira”. El paso más importante es aceptarse tal como es uno. La necesidad de gustar cambia cuando apartamos el foco de la mirada ajena y decidimos respetarnos y amarnos a nosotros mismos.
Aunque llevemos muchos años malviviendo para complacer a los demás, todo se transforma en el momento en que tomamos conciencia de lo que hacemos y, sobre todo, de por qué lo hacemos. Las siguientes preguntas, sencillas y directas, nos ayudarán a esclarecer si nuestra forma de actuar tiene sentido:
¿Busco complacer a esta persona o a este grupo de gente porque me une a ellos un afecto profundo? ¿O existe otro motivo?
¿Qué sucedería si yo dejara de actuar en función de lo que creo que esta persona o este grupo esperan de mí? ¿De qué manera cambiaría mi vida si yo modificara mi comportamiento? ¿Sería peor o solo diferente?
¿Cómo actuaría en cada situación si atendiera en primer lugar a mis propios deseos y necesidades?
¿Por qué no atiendo a ellos? Si es a causa del miedo, ¿qué es lo peor que podría suceder?
¿Soy capaz de hacer cosas que tienen significado para mí, independientemente de lo que agrade o desagrade a los demás?
Esta clase de diálogo interno puede ser muy iluminador, ya que nos ayuda a entender lo que hacemos, y por qué. Nuestro objetivo debe ser alcanzar el compromiso con nosotros mismos para, desde la sinceridad y sin dejar de prestar atención a nuestras necesidades, relacionarnos con los demás de forma saludable.
Lógicamente, si ponemos en marcha un cambio de prioridades, no nos faltarán las críticas o la gente en nuestro entorno que dirá sentirse defraudada al estar acostumbrada a ciertos privilegios. Sin embargo, quienes de verdad nos quieren no tardarán en acostumbrarse y, si desean lo mejor para nosotros, nos apoyarán en el cambio.
Una vez asumimos que no tenemos por qué gustar a todo el mundo, del mismo modo que sabemos que existen personas que no nos agradan por sus modales, valores o forma de proceder, recobramos la libertad para vivir y sentir desde la autenticidad. Cuando nos aceptamos plenamente a nosotros mismos y respetamos la libertad de los demás, que no tiene por qué comulgar con nuestra forma de ser, ganamos un espacio precioso en nuestra vida para compartir nuestro tiempo, ideas y sentimientos con personas con las que sí tenemos complicidad.

Liberados del deseo de llevar a nuestro terreno a aquellos que nada tienen que ver con nosotros, contaremos con un caudal de energía y amor inesperados. Estaremos cambiando una deuda ficticia con el mundo por un sentimiento de gratitud. Esta sensación nacerá de la oportunidad de compartir lo mejor de nosotros con quienes, desde el reconocimiento y la libertad, quieran acompañarnos.

Cerebros "desorganizados" por madres cocainómanas.

NEUROLOGIA | Estudio con resonancias magnéticas

AINHOA IRIBERRI | Madrid | El Mundo | 08/04/2015

Que consumir cocaína durante el embarazo no era positivo para los futuros recién nacidos no es ninguna novedad pero, hasta ahora, se desconocía el papel exacto que tenía en los bebés. Gracias a la última tecnología de diagnóstico por imagen y a la voluntad de un equipo de científicos de la Facultad de Medicina de la University of North Carolina (EEUU), esto ha dejado de ser un misterio. No solo se confirma el papel negativo de la droga sobre el desarrollo fetal, sino que se identifica dónde hace más daño: en la amígdala prefrontal y en la red neuronal ahí situada.
Se trata de una vía que tiene un importante papel en la regulación del arousal, término científico para describir la atención y la activación. El trabajo que la droga hace en el cerebro de los recién nacidos lo que hace en las vidas de muchos de sus usuarios: desorganizarlo.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores llevaron a cabo una resonancia magnética generación en 152 bebés. De ellos, 45 habían tenido exposición prenatal a la cocaína, 43 a otras drogas y 64 no se habían expuesto a ninguna de estas sustancias.
Todos los hijos de madres que se habían drogado mostraban alteraciones en la organización funcional del cerebro, pero los de madres cocainómanas iban más allá. Uno de los autores principales, Wei Gao, explica a EL MUNDO que esto no significa que la cocaína sea más dañina que otras drogas. "Puede deberse a las diferentes vías de acción de las drogas y que otras tengan un mayor impacto sobre otras áreas del cerebro", comenta.

Las implicaciones prácticas de este estudio están claras para los autores y pasan por más estudios similares. El objetivo sería buscar con las resonancias magnéticas biomarcadores objetivos para la identificación de riesgos en los recién nacidos.
Porque aunque el estudio no ha llegado tan lejos, se sabe que esta desorganización cerebral puede tener implicaciones en el comportamiento de los menores. De hecho, Gao adelanta algunas observaciones que aún no han sido publicadas: "Tenemos resultados preliminares de un estudio piloto con los mismos niños a los tres meses de edad y hemos observado peores resultados en pruebas cognitivas y motoras, aunque hacen falta más trabajos", concluye.

sábado, 11 de abril de 2015

Una historia maravillosa



A sus 86 años, John Nash acaba de recibir el Premio Abel de matemáticas tras décadas de convivencia con la esquizofrenia

EL ACENTO - Sección OPINIÓN | EL PAÍS | 29/03/2015
       
Recomendar en El nombre de John Nash, como el de Stephen Hawking, quedará para siempre asociado a la reconfortante idea de que, pese a sufrir la más terrible de las adversidades, es posible alcanzar las más altas metas. Ambos lo han conseguido gracias a una mente maravillosa capaz de remontar los obstáculos de una patología altamente invalidante, y su vida ha sido llevada al cine como un ejemplo de superación. Si en el caso de Hawking esa mente ha producido las más brillantes investigaciones pese a estar atrapada en un cuerpo atrofiado, el de Nash es doblemente meritorio, pues ha tenido que pasar por encima de una enfermedad, la esquizofrenia, que afectaba gravemente al funcionamiento del propio cerebro.

A sus 86 años, John Forbes Nash acaba de recibir el Premio Abel que otorga la Academia Noruega de Ciencias y Letras, considerado el Nobel de las matemáticas. Se lo han concedido, junto a Louis Niremberg, por sus aportaciones sobre ecuaciones no lineales en derivadas parciales, una teoría que ha tenido enorme repercusión en diversos ámbitos científicos, desde la química y la física cuántica, a la biología de sistemas o las finanzas.

Nash ya recibió en 1994 el Premio Nobel de Economía por su contribución a la teoría de juegos, con lo que se convierte en uno de los matemáticos con mayor reconocimiento. Y eso a pesar de que en 1958, cuando apenas tenía 29 años y se encontraba en su momento más creativo, le fue diagnosticada la enfermedad que frenó en seco su vida académica.

La esquizofrenia es una dolencia terrible, porque hace que la mente se disocie y cree una realidad paralela en forma de delirios que, en la mente de quien la sufre, tiene la misma fuerza que la real. En algunos casos esta dolencia comporta una pérdida cognitiva y siempre va acompañada de una tendencia al aislamiento social.

Pero después de un largo periodo de hospitalizaciones y reclusión, Nash fue capaz de utilizar su propia fuerza mental para doblegar las alucinaciones y preservar espacios de lucidez que le permitieron volver a dar clases en la Universidad de Princeton. Las recompensas le llegaron, como se ve en la película Una mente maravillosa,cuando ya llevaba décadas de convivencia con la esquizofrenia. Son historias maravillosas que reconfortan en medio de tanta tragedia.

martes, 7 de abril de 2015

¿Busca problemas o prefiere encontrar soluciones?

PSICOLOGÍA
A veces los conflictos se limitan a una lucha de egos que no permiten el acuerdo. Medir los costes, actuar rápido y cambiar el vocabulario son buenas formas de empezar

RAIMÓN SAMSÓ | El País | 02/04/2015
                                               
Conflictos, nadie los quiere, pero todo el mundo los tiene en algún momento de la vida. No hemos sido educados para su gestión, a pesar de que formarán parte de nuestra vida y trabajo con seguridad. Tal vez afrontar crisis no sea lo acertado, sino aprender a prevenirlas y “gestionar soluciones”. Todos nosotros, a nivel personal, tenemos desencuentros de alguna clase en nuestras relaciones, pero aplicar ciertas pautas de autocontrol puede abrir vías de acuerdo. Un conflicto es un desacuerdo persistente entre personas o entre colectivos humanos. Es un choque de egos y de intereses. La forma puede adoptar diferentes apariencias: mala comunicación, intereses opuestos, opiniones encontradas, incompatibilidades, discusiones, peleas… pero en el fondo todo eso es reflejo de la necesidad oculta de “tener la razón”. La intensidad y cantidad de confrontaciones de una persona o colectivo es proporcional al nivel de autocontrol. Cualquier persona debería preferir tener paz a tener razón.
Para simplificarlo, el origen de nuestras dificultades está en el ego, autoconcepto o autoimagen construida, que asumimos como identidad real. Y cuando un ego cuestiona a otro, se percibe como un ataque a la identidad propia, y la explosión está servida. No es exagerado afirmar que el mundo no tiene problemas; lo que sí tiene es personas con el ego inflado que confunden su identidad real y esencial con su ego fabricado.
Todo desacuerdo implica una serie de emociones: un deseo o voluntad no satisfecha que genera frustración, decepción, ­enfado, ira, agresión, violencia. Estas tres primeras emociones –que forman parte del ámbito interno– cristalizan en aquellos tres siguientes comportamientos en el ámbito externo.
Pero la frustración no es un problema real, simplemente es la no aceptación de una realidad. Las personas inmaduras emocionalmente son incapaces de aceptar lo que no está en su mano cambiar. Niegan la realidad en sus mentes y cuando ven que el mundo no se aviene a sus exigencias, se encolerizan. Exigen una reparación y el desasosiego que crean es proporcional a su necesidad de ser reparados.
Así nacen los conflictos: un abismo que se abre entre lo que es y lo que debería ser. Y aún peor, se procrean, crean réplicas y reacciones que empeoran el problema.


Un conflicto es la “representación mental” de unos acontecimientos o situación, una cosa son los hechos y otra las interpretaciones. Y es la interpretación de los hechos lo que enemista a las personas. De hecho, ­muchas crisis empiezan desde la pura nada: un silencio, una omisión, una presuposición, un olvido, una creencia, una petición no expresada, un derecho imaginario… En realidad nada ha ocurrido salvo la fabricación de un desacuerdo.

Todo problema tiene una o más soluciones, y ninguno carece de ella. Más bien las partes encontradas son las que necesitan solucionar sus posiciones mentales antes de poder negociar una salida justa y digna para todos. La realidad es que siempre hay una opción de acuerdo, lo que ocurre es que no gusta. Por alguna razón creemos que las soluciones deben ser agradables y fáciles y, sobre todo, que impliquen un beneficio a costa del perjuicio del otro. Pero no todas las alternativas son fáciles, la paz también tiene un precio. El problema, el único, es que las partes no quieren pagarlo: desean una salida gratis, sin concesiones. No es realista.
No hay conflictos en el mundo, pero sí mentes conflictivas que creen firmemente en ellos. Como aceptarlo es muy duro, lo fácil es señalar hacia los demás. La pregunta que ­debemos formularnos es: ¿cómo es que mis problemas son los demás? Si entendemos el desacuerdo como una posesión mental, ¿cómo puede estar en el mundo algo que ocurre en la mente?
Cada elección que tomamos es en el fondo una elección entre la paz o el conflicto. (La pregunta que hay que formularse es: ¿esta elección que voy a tomar aporta más paz o menos a mi vida?). Porque, más allá de lo que ocurra y de lo que hagan los demás, siempre podemos encontrar la paz en lugar de lo que vemos.
¿Qué hacer y cómo reaccionar en un desacuerdo? Cuanto antes se actúe, mucho mejor, porque cuando los ánimos se caldean, hace falta mucha agua para enfriarlos de nuevo. Cuando el problema empieza a hacerse visible, es el mejor momento para atajarlo; después ya puede ser tarde. Para entenderlo valen los ­símiles de una enfermedad o un incendio: ­actuar rápido es la mejor opción.
        La crisis retroalimenta una espiral difícil de atajar. En su propia dinámica ascendente, cuanto más lejos    se llega, más rápidos son los acontecimientos que genera hasta que se alcanza un punto en el que la        explosión es casi inevitable. Y cuanto más se avanza, menos controlable es evitar el punto en el que no se             puede volver atrás.
Finalmente, ganar una confrontación es una victoria provisional. Puede tener beneficios, pero seguro que tiene también costes. Estos no siempre son evidentes. Para prevenirlos, todas las partes deberían evaluarlos, tal vez descubrieran que son superiores a las ventajas que se pretenden conseguir.
Por ejemplo, la ganancia de mantener un conflicto personal con un compañero de trabajo podría ser: sensación de control, manipulación, reforzar la autoimagen, ganar las luchas de poder, un desahogo, reconocimiento ajeno, tener razón y decir la última palabra… Todo lo que podríamos llamar jugar a los juegos superficiales del ego.
Y algunos ejemplos de los costes: poca colaboración y empeoramiento de la calidad del trabajo, dificultades en el sueño y problemas de salud, pérdidas de tiempo y energía, pérdida de la amistad, empeoramiento de la comunicación, pérdida de la alegría, de la felicidad y paz interior… En fin, desatender las necesidades profundas del espíritu.
El motivo por el que se producen las disputas rara vez es tan grave como el malestar que generan”
Finalmente, para resolver un conflicto podemos probar con estrategias como:
Dejar de hacerlo más grande. Empeorar las cosas no es parte de la solución, sino del problema. Centrarse en reducir las diferencias es más útil que aumentarlas.
Cuando lo de siempre no funciona, toca hacer otra cosa. Las crisis auténticas lo son de falta de imaginación y creatividad.
Dejar de alimentarse de viejas creencias. Cuando no se es capaz de pensar en nada diferente no se encuentran salidas diferentes.
Actuar más y no perderse en las explicaciones. Teorizar en las explicaciones para entender no significa que sirva para llegar a un acuerdo; mejor actuar.
Buscar puntos de acuerdo y no de desacuerdo. Dedicar casi toda la sesión de negociación a lo que se está de acuerdo facilita después resolver los puntos de desencuentro. Pasar del detalle a lo global. La perspectiva amplía el punto de mira y permite ver detalles que antes no se consideraban.
Cambiar el vocabulario. Hay expresiones y palabras negativas que no ayudan a resolver y otras positivas que sí.
Dejar de juntarse con los que tiran balones fuera. Es obvio que no conocen cómo resolver conflictos, mejor frecuentar gente responsable.
Hacerse buenas preguntas. ¿Cuándo aparece y cuándo desaparece?, ¿dónde, con qué frecuencia y con quién aparece?, ¿qué hace que vaya a mejor y a peor?, ¿de qué sirve?, ¿qué hace que no vaya peor?…

Una vez se conoce el patrón, es fácil romperlo con un hábito nuevo, un nuevo comportamiento, con nuevas creencias o simplemente con aceptación.


lunes, 6 de abril de 2015

TIC: Las nuevas adicciones

PSiquiatria

La dependencia a las nuevas tecnologías puede provocar un deterioro de las relaciones personales y alterar el curso normal de la vida.
Barcelona | LA VANGUARDIA | 27/11/2014
Barcelona (Redacción de Vivirmejor.com).- Aunque ocurre poco, va in crescendo el número de pacientes que durante la consulta interrumpen la entrevista para contestar al teléfono (llamada o mensaje) o los que disimuladamente, móvil en mano, miran de reojo el último sonido que les avisa de un nuevo whatsapp. Cuando les pregunto se excusan con el argumento de un comunicado urgente o los más sinceros dicen que no lo pueden evitar. Las nuevas tecnologías han incorporado innumerables ventajas a nuestra vida cotidiana o laboral, pero también han traído nuevas patologías.

El Dr. Jaume Eroles, psiquiatra explica la influencia de las TIC en nuestro día a día.

¿Qué se entiende por adicción a las TIC?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la adicción es una enfermedad física y psicoemocional que crea una dependencia o necesidad hacia una sustancia, actividad o relación. Las Tecnologías de la Información y la Comunicación, (TIC), son el conjunto de tecnologías desarrolladas para gestionar información y enviarla de un lugar a otro. Las de uso más extendido y cotidiano: Internet y teléfonos móviles. Por tanto, se define la adicción a las TIC como su uso compulsivo, repetitivo y prolongado con incapacidad para controlar o interrumpir su consumo y con consecuencias sobre la salud, la vida social, familiar, escolar o laboral.
¿Qué disponibilidad tiene la población a las TIC?
Según datos del INE de octubre de 2014 sobre equipamiento y uso de las TIC, el 99,2% de los hogares españoles tiene televisión, el 96,4% teléfono móvil y el 74,4% acceso a Internet. El uso de las TIC por la población de 16 a 74 años revela que el 76,2% utiliza Internet, siendo los usuarios frecuentes el 93,5% y los de uso intensivo (diario) el 60%. El 51,1% de esta franja de edad acceden a las redes sociales, mostrándose los jóvenes de 16 a 24 años los más participativos (91,3%). El 73,7% tiene teléfono móvil, cifra que aumenta exponencialmente en el sector joven que roza el 100%. En cuanto a la población infantil (de 10 a 15 años) la proporción de uso de las TIC es muy elevada. Respecto al ordenador es prácticamente universal (98,3%) y el 92% utiliza Internet. Por otra parte, el 63,5% de los menores dispone de teléfono móvil, hasta alcanzar el 90,3% en la población de 15 años.
¿Qué tipos de adicción existen?
Las más extendidas, y conocidas porque nadie oculta su uso, son la dependencia a las redes sociales
(facebook, twitter, etc.), a las aplicaciones de mensajería interactiva instantánea (whatsapp, line) y a los videojuegos (principalmente juegos de rol). Pero el infosurfing ('navegación' continua y prolongada por Internet sin objetivos claros), la pornografía, la compra compulsiva online (oniomanía), los juegos de azar (gambling) y la infidelidad online, entre otros, tienen cautivos a un creciente número de incondicionales que extiende el fenómeno de la ciberdependencia a diferentes ámbitos de la vida. Dado que el acceso a estas actividades se produce a menudo a través del móvil, la nomofobia (pánico a no disponer del móvil) refleja esta amalgama de dependencias, sobretodo entre la población más joven.
¿Cómo se llega a ello?
Comúnmente se ha considerado un trastorno propio de la adolescencia, con raíces en aprendizajes ya anómalos en la infancia, pero los adultos no están exentos de estos riesgos. A medida que las nuevas tecnologías han invadido nuestra vida cotidiana, el adulto se ha ido incorporando al mundo de las TIC, engrosando el número de jóvenes que empezaron con estos hábitos en la adolescencia y ya entran en el mundo adulto arrastrando estas mismas costumbres. Cualquier actividad que provoca satisfacción en nuestra vida diaria, puede convertirse en conducta adictiva si se pierde el control sobre su uso. Conviene subrayar que hay personas especialmente vulnerables debido a carencias de índole diversa, déficit en su desarrollo madurativo o rasgos en su personalidad como la impulsividad, la intolerancia a la frustración, la falta de autocontrol, la dificultad para aplazar los deseos, las dificultades de comunicación, etc.

¿Cómo se puede detectar?
No hace falta ser experto para descubrir con la simple observación que determinadas conductas pueden ser indicadores de un posible “enganche” a las TIC:

• Cambio de comportamiento: Inquietud, impaciencia e irritabilidad, especialmente cuando no se puede tener acceso al medio adictivo.
• Aislamiento y confinación. Merma importante en la comunicación. Deterioro de las relaciones
más cercanas.
• Alteración del curso normal de la vida para usar las TIC (no ir al colegio, al trabajo, descuido de 
obligaciones cotidianas, dejar las responsabilidades para más tarde…)
• Justificación del tiempo excesivo utilizado al respecto.
• Abandono de otras actividades, especialmente si antes eran especialmente gratificantes.
• Incapacidad de controlar voluntariamente el uso.
• Mentiras-engaño para llevar a cabo a escondidas las actividades adictivas.
• Cambio de hábitos de sueño o alimentarios.
¿Prevenir o curar?
El mejor tratamiento es la prevención. Por tanto los esfuerzos deberían ir orientados a:

• Educar desde la infancia en la autorregulación del placer inmediato y en la tolerancia a la frustración.
• Educar desde los primeros contactos con las TIC un uso adecuado y controlado.
• Regular los tiempos de utilización de las tecnologías. Condicionar tiempo de estudio u otras actividades al tiempo para utilizar el móvil o el ordenador.
• Fomentar el desarrollo de otras actividades lúdicas (deporte, lectura, actividades al aire libre, aficiones, etc)
• Potenciar los contactos sociales presenciales sin el uso concurrente del móvil.
• Evitar el uso compulsivo: no consultar el correo o chat constantemente, no responder a los mensajes o llamadas perdidas inmediatamente.
• Educar en el uso de Internet como fuente de información y formación
• Autorregular las web o las aplicaciones utilizadas y/o el tiempo invertido en ellas.
• Reflexionar si el exceso de uso obedece a carencias o dificultades interpersonales.
¿Tiene tratamiento?
Diferentes procedimientos de “desintoxicación digital” han surgido en Corea, China, Australia, el Reino Unido, EEUU y Japón para tratar lo que se ha convertido en un trastorno reconocido.
Como en todo trastorno, particularmente aquellos que precisen de la colaboración del afectado, el primer paso consiste en acudir a un especialista o unidad especializada para la evaluación y toma de conciencia del problema. Posteriormente si el afectado percibe que realmente tiene un problema sobre el que necesita ayuda, se inicia el tratamiento. Sin esta premisa, cualquier intervención está abocada al fracaso. 

Como en cualquier proceso adictivo, hay que seguir un tratamiento centrado en un cambio de hábitos y actitudes y en un control de los impulsos. Aprender a detectar, analizar, afrontar y manejar los deseos de consumo. Tratar aquellos síntomas, generalmente en la esfera psíquica, consecuentes a la abstinencia, como la ansiedad o un estado de ánimo deficitario. Conseguir una modificación de la conducta, de las prioridades y del estilo de vida. Aprender a resolver los conflictos interpersonales y afrontar la vida con unos valores personales apropiados. Desarrollar una autodisciplina para la consecución de nuevas metas y para evitar las recaídas. Reemplazar la conducta basada en lo que me gusta por lo que me conviene. La incorporación a terapias de grupo puede ser muy adecuada en estos trastornos.

Actualización de la Guía del NICE sobre trastorno bipolar.


Infocop online | 27/10/2014

El Instituto Nacional de Excelencia para la Salud y los Cuidados (National Institute for Health and Care Excellence, NICE) ha publicado la guía de práctica clínica sobre el Trastorno  Bipolar (CG185). Esta guía recoge las últimas evidencias para la identificación, evaluación y tratamiento del trastorno bipolar en adultos, niños y jóvenes en los servicios de Atención Primaria y Secundaria, actualizando la guía anterior, publicada en el año 2006.

En una nota de prensa, los autores de la Guía advierten que desde la publicación de la última guía del NICE se han producido importantes avances. “Ahora sabemos más sobre el efecto de los fármacos y los tratamientos psicológicos y su prestación para adultos y adolescentes”, ha afirmado R. Morris, uno de los autores del manual. A este respecto, los autores del texto insisten en apuntar que existen tratamientos eficaces y que si la evaluación y la detección se realizan tempranamente, las personas con trastorno bipolar pueden llevar una vida normalizada.

De acuerdo con la evidencia disponible, la nueva guía del NICE establece que los adultos con trastorno bipolar deben tener acceso a tratamiento psicológico adaptado específicamente para su condición y basado en manuales apoyados en la evidencia, así como a terapias psicológicas de “alta intensidad”, entre las que se incluye la terapia cognitivo-conductual, la terapia interpersonal o la terapia conductual de pareja.

Asimismo, la nueva guía establece como una prioridad en las recomendaciones del tratamiento la necesidad de prestar apoyo a los cuidadores, reconociendo el desgaste psicológico que supone la convivencia con una persona con trastorno bipolar. En esta línea, la guía señala la necesidad de incorporar de manera protocolizada la evaluación en salud mental de los familiares cercanos, así como la necesidad de abordar con ellos la importancia del autocuidado y el manejo de las posibles recaídas.
                    

Para acceder a la guía del NICE sobre Trastorno Bipolar, pincha en el siguiente enlace:
Bipolar disorder: the assessment and management of bipolar disorder in adults, children and Young people in primary and secondary care.


Nota.- Al buscarlo en Internet abrir la versión que se puede traducir del inglés al español.


sábado, 4 de abril de 2015

Ego grande, salud pequeña


 PSICOLOGÍA
Llevar siempre la razón no es tan bueno como cree. "Es una fuente de aislamiento", dice el psiquiatra. y de algunas cosas más

FRANCISCO GAVILÁN | eL pAÍS | 04/04/2015                     
¿Quién no conoce a alguien que pretende llevar siempre la razón? Este tipo de personas no acepta otros puntos de vista diferentes del suyo. Discute y defiende su razón como si le fuera la vida en ello. Querer estar siempre en lo correcto es uno de los mecanismos más poderosos del ego. Esta actitud egocéntrica lleva a aparentar seguridad, autoconfianza y conocimiento, y a intentar demostrar que uno es siempre mejor que los demás (¿qué es si no despojar a los demás de su dosis de razón?). Pero dejarse llevar por esta forma de pensamiento refleja, precisamente, lo contrario, según la teoría de Albert Ellis (1913-­2007), creador de la Terapia Racional Emotiva, y autor de numerosos libros de autoayuda: “Querer ser superior a los demás genera un comportamiento inseguro y acarrea estrés y enfermedades psicosomáticas”.
Fuente de aislamiento... y úlceras
Desde un punto de vista social, querer tener siempre la razón es un rasgo inútil. “Es la enfermedad crónica de la humanidad. Probablemente, uno de los motivos por los que más se han enfrentado las personas, las naciones y las religiones”, en palabras de Raimón Samsó, escritor, coach y director del Instituto de Expertos para Emprendedores con Corazón.
En el ámbito más personal, defender a ultranza la propia opinión como si fuera irrebatible es otro motivo de conflicto, según el psiquiatra James Coyne, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pensilvania (EE. UU.). “Es una fuente de aislamiento que deteriora las relaciones personales y la convivencia con las personas que nos rodean”, opina.
Esta actitud no solo es un caudal permanente de conflictos con amigos, familiares y compañeros de trabajo. También es perjudicial para la salud. Diversos estudios realizados en la Universidad de Bradford (Reino Unido) descubrieron que el 62% de las personas que creía tener siempre la razón, sufría altos niveles de ira y estrés, lo que deprimía su sistema inmunológico.
Coyne añade que quienes se empeñan en salirse con la suya pueden padecer también úlceras y problemas del corazón. Este psiquiatra y varios colegas grabaron en vídeo discusiones protagonizadas por pacientes con problemas cardíacos y las agruparon de acuerdo con la negatividad de sus interacciones. Los pacientes más negativos con la otra persona implicada en la discusión tuvieron doble probabilidad de morir en los siguientes cuatro años que los que recibieron una calificación menos negativa. “Este es un asunto muy serio”, advierte Coney. “Conectarse armónicamente con los demás no solo evita problemas médicos, sino que ayuda en el proceso de recuperación de cualquier enfermedad”, prosigue.
Cinco reglas de oro para discutir, según los expertos en “coaching”
1.      Sea incondicionalmente constructivo, escuche al otro y póngase en su lugar.
2.     Distánciese de su ego y de sus emociones negativas.
3.     Nunca diga a su interlocutor que está equivocado.
4.     No imponga a la fuerza su razón.
5.     No se crea en posesión de la verdad. En una discusión lo mejor no es ganar, sino empatar. Busque la concesión negociada.


Las personas mayores, víctimas de los trastornos del juego.

PSIQUIATRÍA

Las motivaciones que les llevan a jugar son la búsqueda de distracción y entretenimiento
  La Vanguardia| 16/10/2014

Barcelona (Redacción de Vivirmejor.com).- El trastorno del juego se define como una conducta de juego recurrente y persistente en el tiempo que deteriora todas las áreas de la vida del individuo, además de generarle un estrés emocional significativo.

Aunque para la mayoría de las personas el juego no pasa de ser una distracción, para un 2% de la población general en España se convierte en una patología grave. Un trastorno que antes era considerado de especial riesgo para la población joven y adulta, pero que ahora se amplía a la población mayor según nuevos estudios que muestran que también se trata de una población vulnerable.

El juego online es más adictivo que el presencial.
Aparte de estos estudios que ponen énfasis en el análisis de las variables propias de las personas de edad avanzada que actúan como factor de riesgo de desarrollar un trastorno de juego, los especialistas prevén un aumento del juego patológico en las futuras generaciones de personas mayores debido al uso de las nuevas tecnologías.
"En los próximos años prevemos que la prevalencia de juego patológico en mayores de 65 años aumentará, porque éstos estarán habituados a usar las nuevas tecnologías. Hay que tener en cuenta que el juego online es potencialmente más adictivo que el presencial por una serie de características, como son la facilidad de acceso, el anonimato, la rapidez entre apuesta y resultado, así como la disminución de la percepción del riesgo por parte del individuo, ya que éste se encuentra en un ambiente familiar", explica la Dra. Susana Jiménez, jefe de la Unidad de Juego Patológico del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Bellvitge.
Factores de riesgo.
Las experiencias vitales estresantes propias de la etapa de la vejez, como la jubilación, la pérdida de la pareja, el distanciamiento y la escasa relación con los hijos, entre otros, son los principales factores de riesgo para las personas de edad avanzada de sufrir trastornos de juego.
"El perfil psicopatológico y de personalidad que hemos observado en los pacientes de edad avanzada es una importante inestabilidad emocional, síntomas depresivos, causados por situaciones de crisis, ansiedad y aislamiento social. Así, estas personas se refugian en el juego como una manera de escapar de la realidad y desconectar de su entorno", indica la Dra. Jiménez. Por este motivo, el tratamiento en estos enfermos potencia la capacidad de regulación emocional, desarrollando mecanismos para poder resolver los conflictos.
Las alteraciones y enfermedades somáticas son otros factores de riesgo de sufrir un trastorno del juego.

El promedio de las apuestas
En relación con el tipo de juego problemático, un 83,7% de pacientes mayores son jugadores de máquinas tragaperras, un 44,2% juega al bingo y un 17,1% a juegos de casinos. De promedio, la máxima apuesta en un único episodio de juego es de casi 350 euros y suelen gastar 55 euros por episodio. La media de deudas derivadas de su conducta patológica asciende a 8.500 euros.
"El juego patológico en personas mayores no es tan severo como en otros sectores de población, ya que habitualmente éstos tienen unos ingresos más limitados y son menos impulsivos, una característica muy propia de los más jóvenes", especifica la Dra. Jiménez. Los estudios concluyen que las motivaciones que llevan a jugar a las personas de edad avanzada son la búsqueda de entretenimiento y distracción en el juego, más que ganar dinero u obtener premios.