PSiquiatria
La dependencia
a las nuevas tecnologías puede provocar un deterioro de las relaciones
personales y alterar el curso normal de la vida.
Barcelona | LA VANGUARDIA | 27/11/2014
Barcelona
(Redacción de Vivirmejor.com).- Aunque ocurre poco, va in crescendo el número
de pacientes que durante la consulta interrumpen la entrevista para contestar
al teléfono (llamada o mensaje) o los que disimuladamente, móvil en mano, miran
de reojo el último sonido que les avisa de un nuevo whatsapp. Cuando les
pregunto se excusan con el argumento de un comunicado urgente o los más
sinceros dicen que no lo pueden evitar. Las nuevas tecnologías han
incorporado innumerables ventajas a nuestra vida cotidiana o laboral, pero
también han traído nuevas patologías.
El Dr. Jaume
Eroles, psiquiatra explica la influencia de las
TIC en nuestro día a día.
¿Qué se
entiende por adicción a las TIC?
Según la Organización Mundial de la Salud
(OMS) la adicción es una enfermedad física y psicoemocional que crea una
dependencia o necesidad hacia una sustancia, actividad o relación. Las
Tecnologías de la Información y la Comunicación, (TIC), son el conjunto de
tecnologías desarrolladas para gestionar información y enviarla de un lugar a
otro. Las de uso más extendido y cotidiano: Internet y teléfonos móviles. Por
tanto, se define la adicción a las TIC como su uso compulsivo, repetitivo y
prolongado con incapacidad para controlar o interrumpir su consumo y con
consecuencias sobre la salud, la vida social, familiar, escolar o laboral.
¿Qué
disponibilidad tiene la población a las TIC?
Según datos del INE de octubre de 2014
sobre equipamiento y uso de las TIC, el 99,2% de los hogares españoles tiene
televisión, el 96,4% teléfono móvil y el 74,4% acceso a Internet. El uso de las
TIC por la población de 16 a 74 años revela que el 76,2% utiliza Internet,
siendo los usuarios frecuentes el 93,5% y los de uso intensivo (diario) el 60%.
El 51,1% de esta franja de edad acceden a las redes sociales, mostrándose los
jóvenes de 16 a 24 años los más participativos (91,3%). El 73,7% tiene teléfono
móvil, cifra que aumenta exponencialmente en el sector joven que roza el 100%. En
cuanto a la población infantil (de 10 a 15 años) la proporción de uso de las
TIC es muy elevada. Respecto al ordenador es prácticamente universal
(98,3%) y el 92% utiliza Internet. Por otra parte, el 63,5% de los menores
dispone de teléfono móvil, hasta alcanzar el 90,3% en la población de 15 años.
¿Qué tipos de adicción existen?
Las más
extendidas, y conocidas porque nadie oculta su uso, son la dependencia a las
redes sociales
(facebook, twitter, etc.), a las aplicaciones de mensajería interactiva instantánea (whatsapp, line) y a los videojuegos (principalmente juegos de rol). Pero el infosurfing ('navegación' continua y prolongada por Internet sin objetivos claros), la pornografía, la compra compulsiva online (oniomanía), los juegos de azar (gambling) y la infidelidad online, entre otros, tienen cautivos a un creciente número de incondicionales que extiende el fenómeno de la ciberdependencia a diferentes ámbitos de la vida. Dado que el acceso a estas actividades se produce a menudo a través del móvil, la nomofobia (pánico a no disponer del móvil) refleja esta amalgama de dependencias, sobretodo entre la población más joven.
(facebook, twitter, etc.), a las aplicaciones de mensajería interactiva instantánea (whatsapp, line) y a los videojuegos (principalmente juegos de rol). Pero el infosurfing ('navegación' continua y prolongada por Internet sin objetivos claros), la pornografía, la compra compulsiva online (oniomanía), los juegos de azar (gambling) y la infidelidad online, entre otros, tienen cautivos a un creciente número de incondicionales que extiende el fenómeno de la ciberdependencia a diferentes ámbitos de la vida. Dado que el acceso a estas actividades se produce a menudo a través del móvil, la nomofobia (pánico a no disponer del móvil) refleja esta amalgama de dependencias, sobretodo entre la población más joven.
¿Cómo se llega a ello?
Comúnmente se
ha considerado un trastorno propio de la adolescencia, con raíces en
aprendizajes ya anómalos en la infancia, pero los adultos no están exentos de
estos riesgos. A medida que las nuevas tecnologías han invadido nuestra vida
cotidiana, el adulto se ha ido incorporando al mundo de las TIC, engrosando el
número de jóvenes que empezaron con estos hábitos en la adolescencia y ya
entran en el mundo adulto arrastrando estas mismas costumbres. Cualquier
actividad que provoca satisfacción en nuestra vida diaria, puede convertirse en
conducta adictiva si se pierde el control sobre su uso. Conviene subrayar que hay personas especialmente vulnerables debido a carencias de
índole diversa, déficit en su desarrollo madurativo o rasgos en su personalidad
como la impulsividad, la intolerancia a la frustración, la falta de
autocontrol, la dificultad para aplazar los deseos, las dificultades de
comunicación, etc.¿Cómo se puede detectar?
No hace falta ser experto para descubrir
con la simple observación que determinadas conductas pueden ser
indicadores de un posible “enganche” a las TIC:
• Cambio de comportamiento: Inquietud,
impaciencia e irritabilidad, especialmente cuando no se puede tener acceso al
medio adictivo.
• Aislamiento y confinación. Merma importante en la comunicación. Deterioro de
las relaciones
más cercanas.
• Alteración del curso normal de la vida para usar las TIC (no ir al colegio,
al trabajo, descuido de
obligaciones cotidianas, dejar las responsabilidades para más tarde…)
• Justificación del tiempo excesivo utilizado al respecto.
• Abandono de otras actividades, especialmente si antes eran especialmente
gratificantes.
• Incapacidad de controlar voluntariamente el uso.
• Mentiras-engaño para llevar a cabo a escondidas las actividades adictivas.
• Cambio de hábitos de sueño o alimentarios.
¿Prevenir o
curar?
El mejor tratamiento es la prevención. Por
tanto los esfuerzos deberían ir orientados a:
• Educar desde la infancia en la
autorregulación del placer inmediato y en la tolerancia a la frustración.
• Educar desde los primeros contactos con las TIC un uso adecuado y controlado.
• Regular los tiempos de utilización de las tecnologías. Condicionar tiempo de
estudio u otras actividades al tiempo para utilizar el móvil o el ordenador.
• Fomentar el desarrollo de otras actividades lúdicas (deporte, lectura,
actividades al aire libre, aficiones, etc)
• Potenciar los contactos sociales presenciales sin el uso concurrente del
móvil.
• Evitar el uso compulsivo: no consultar el correo o chat constantemente, no
responder a los mensajes o llamadas perdidas inmediatamente.
• Educar en el uso de Internet como fuente de información y formación
• Autorregular las web o las aplicaciones utilizadas y/o el tiempo invertido en
ellas.
• Reflexionar si el exceso de uso obedece a carencias o dificultades
interpersonales.
¿Tiene
tratamiento?
Diferentes procedimientos de
“desintoxicación digital” han surgido en Corea, China, Australia, el Reino
Unido, EEUU y Japón para tratar lo que se ha convertido en un trastorno
reconocido.
Como en todo trastorno, particularmente
aquellos que precisen de la colaboración del afectado, el primer paso consiste
en acudir a un especialista o unidad especializada para la evaluación y toma de
conciencia del problema. Posteriormente si el afectado percibe que realmente
tiene un problema sobre el que necesita ayuda, se inicia el tratamiento. Sin
esta premisa, cualquier intervención está abocada al fracaso.
Como en cualquier proceso adictivo, hay que seguir un tratamiento centrado en un cambio de hábitos y actitudes y en un control de los impulsos. Aprender a detectar, analizar, afrontar y manejar los deseos de consumo. Tratar aquellos síntomas, generalmente en la esfera psíquica, consecuentes a la abstinencia, como la ansiedad o un estado de ánimo deficitario. Conseguir una modificación de la conducta, de las prioridades y del estilo de vida. Aprender a resolver los conflictos interpersonales y afrontar la vida con unos valores personales apropiados. Desarrollar una autodisciplina para la consecución de nuevas metas y para evitar las recaídas. Reemplazar la conducta basada en lo que me gusta por lo que me conviene. La incorporación a terapias de grupo puede ser muy adecuada en estos trastornos.
Como en cualquier proceso adictivo, hay que seguir un tratamiento centrado en un cambio de hábitos y actitudes y en un control de los impulsos. Aprender a detectar, analizar, afrontar y manejar los deseos de consumo. Tratar aquellos síntomas, generalmente en la esfera psíquica, consecuentes a la abstinencia, como la ansiedad o un estado de ánimo deficitario. Conseguir una modificación de la conducta, de las prioridades y del estilo de vida. Aprender a resolver los conflictos interpersonales y afrontar la vida con unos valores personales apropiados. Desarrollar una autodisciplina para la consecución de nuevas metas y para evitar las recaídas. Reemplazar la conducta basada en lo que me gusta por lo que me conviene. La incorporación a terapias de grupo puede ser muy adecuada en estos trastornos.
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