martes, 27 de septiembre de 2016

Trabaja en tu resiliencia.

       
       MARIANA ALVEZPSICOLOGÍA POSITIVA – 27/09/2016

Si bien existen personas en el mundo que han sido bendecidas con este don, no quiere decir que tú, no puedas comenzar a desarrollar esta habilidad también. Veamos juntos unos sencillos consejos para incrementarla.

Sin importar cuál sea la situación dolorosa o estresante por la cual debas atravesar, lo esencial es cómo tú respondes a la misma. Las buenas noticias son que puedes aprender a convertirte en una persona con una mentalidad más flexible, auténtica, con confianza y capaz de enfrentar los desafíos con energía.
Los matices de la vida: a pesar de que algunas personas creen que la vida es blanco o negro, en realidad no lo es. Existen algunas variables que tal vez dejes pasar en una situación, los extremos son malos, así que pensar en puntos intermedios te ayudará a tener más respuestas ante distintas problemáticas.
El stress existe: Especialmente en el mundo en el que vivimos, nadie escapa a su cuota diaria de locura rutinaria, así que en vez de escaparte del mismo, aceptemos aquellas situaciones más estresantes, comprende que existirán ocasiones donde estés sobrepasado o agotado. Abraza esos sentimientos, cuídate y continúa con tu camino.
Diferencia lo que puedes cambiar y lo que no (consejo que ya habrás leído varias veces por estos lares)
No te focalices en el pasado: torturarte por los caminos no escogidos, las oportunidades perdidas, las cosas que no funcionaron, no aporta absolutamente nada. Así que concentra tus fuerzas en lo que puedes construir a partir de hoy y en adelante.
Busca ayuda: Cuando te sientes mal lo que haces es esconderte, huir, alejarte de todos, te invito a que en vez de encerrarte busques activamente una mano amiga, un oído que te escuche, alguien que te funcione como un sostén mientras pasa el temblor.
No te culpes: Sí te equivocarás, no eres perfecto, pero no todo es tu responsabilidad, lo malo siempre termina. Sé bueno contigo mismo y deja de castigarte tanto.
Elige: las personas resilientes siempre creen que tienen una opción, así sea aceptar aquello que está fuera de su control. Sentirte capaz de elegir, así sea simplemente tu actitud ante la adversidad, te hará sentir a cargo de tu destino.
Espero que pongas en práctica estos pasos lo antes posible, convertirte en una persona más fuerte lleva mucha paciencia y sobre todo depende de ti, con tus limitaciones, con tus tiempos, con lo que puedas hacer ahora con lo que tienes, pero depende de ti.


viernes, 23 de septiembre de 2016

La falta de recursos pone en jaque la atención a la salud mental infantil.

Un informe revela poca coordinación entre las Administraciones catalanas para tratar a los menores con trastornos mentales.
JESSICA MOUZO QUINTÁNS | Barcelona | El País | 09/07/2016

La escasez de recursos y la falta de coordinación entre las Administraciones catalanas (Departamento de Salud, de Asuntos Sociales y Trabajo, y de Enseñanza) han puesto en jaque la atención a la salud mental infantil en Cataluña. Un informe de la Fundación Pere Tarrés y la Federación Salut Mental Catalunya (SMC) ha constatado numerosas carencias asistenciales en menores con trastornos mentales que han dibujado una situación "muy mala" de la atención a la salud mental de los niños. 

Sobre la base de que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre un 10% y un 20% de la población infantil y adolescente padece problemas de salud mental, los expertos de las dos entidades sociales han radiografiado la situación de la salud mental infantil en Cataluña y han detectado fallos desde el primer eslabón de prevención hasta el último nivel asistencial. "La cuestión es que la salud mental se ha de abordar de forma integral para acabar con los déficits detectados", ha apuntado Israel Molinero, de SMC. Los niños atendidos por trastornos mentales en Cataluña crecieron un 27% desde 2009.

Pese a que la Generalitat puso en marcha en 2014 un plan integral de atención a la salud mental, las instituciones han reconocido que funciona a medio gas. "Es una buena herramienta , pero hay que ponerle más recursos y esfuerzos. Se ha empezado a hacer alguna propuesta , pero se ha parado, y el parón político de los últimos tiempos tampoco ha ayudado", ha indicado Molinero. Las entidades han exigido "que se dote de recursos económicos y humanos" para tirar adelante el plan.

El problema, según el informe, es que "las actuaciones que se llevan a cabo están muy fragmentadas" y no hay coordinación ni conexión entre los distintos departamentos implicados para poner en marcha políticas integrales y activas. "Tenemos poco conocimiento mutuo entre dispositivos y servicios, lo que genera una discontinuidad en la atención a las personas y respuestas a sus problemas muy dilatadas en el tiempo", ha explicado Rosa Coscolla, una de las autoras de la investigación.


Los expertos también señalan que "la falta de recursos en algunos territorios dificulta el acceso a servicios de proximidad". Estos problemas de accesibilidad se agudizan más en los colectivos sociales más vulnerables. Las listas de espera para acceder a los centros de salud mental infantil y juvenil (CSMIJ), han indicado, también son un bache para atajar los trastornos mentales en fases precoces. Según el informe, la asistencia de los especialistas se reduce "a seis visitas anuales y no se hacen tratamientos, ni psicoterapias".

lunes, 19 de septiembre de 2016

Esclavos de las compras

La adicción al consumo no está incluida en los manuales de diagnostico de trastornos mentales
LAURA DELLE FEMMINE | Madrid | El País | 11/06/2016

“Oniomanía” viene del griego antiguo onios —“lo que está en venta”—, y mania—“locura”—. Este término, inventado a finales del siglo XIX, ha sido reemplazado por definiciones más intuitivas como “adicción a las compras” o “compras compulsivas”. Pero la esencia se mantiene: falta de control frente al consumo, un trastorno que en su forma más grave afecta a entre el 3% y el 7% de la población, según diversos estudios.

Ansiedad, insatisfacción, falta de autocontrol y sentido de culpa son algunos de los rasgos distintivos de las personas que padecen este desorden, cuyos síntomas fueron descritos por primera vez por los psiquiatras Emil Kraepelin y Eugene Bleuler a finales de 1800. Pese a su temprano descubrimiento, el trastorno de compra compulsiva —compulsive buying disorder (CBD), en inglés—, no está catalogado como tal en los manuales de diagnóstico de desordenes mentales. Hasta los años ochenta, lo mismo ocurría con la ludopatía.

“Es un fenómeno que se estudia poco porque se tienen que dar muchos criterios juntos a la vez para poder hablar de compra compulsiva”, admite Jesús de la Gándara, jefe de Psiquiatría del Hospital Universitario de Burgos y uno de los pioneros del análisis de este fenómeno. Explica que la comunidad científica ha llegado a aceptarlo como un comportamiento anormal y patológico. “Se describió como una adicción sin drogas, una adicción a un comportamiento como puede ser el sexo, el trabajo o Internet”, especifica, “que consiste en comprar de forma excesiva, hasta desembocar en problemas económicos o sociales”.

El impulso por comprar es insaciable e irrefrenable; da alegría y hace sentir bien. “Provoca excitación, tensión, placer”, enumera de la Gandara, quien explica que los casos patológicos son pocos y muy concretos, y van vinculados a problemas de ansiedad, trastornos de la personalidad y estrés. “En general, todos los pacientes presentan baja autoestima y compran como forma de evasión”, mantiene José Antonio Molina, doctor en psicología y autor del libro SOS... tengo una adicción (Pirámide). “Se sienten aburridos e insatisfechos y se autoengañan pensando que les vendría bien salir a comprar unos zapatos marrones, que se les subiría el ánimo”. Y así empieza el vórtice una y otra vez.

No importa cuánto gastemos; la literatura especializada no habla de una cifra o porcentaje concretos. Si, de manera constante y mantenida en el tiempo, sufrimos episodios incontrolables y muy intensos de compra que nos llevan aendeudarnos, tienen que sonar las alarmas. “Adquirir cosas inútiles, que no empleamos, y luego arrepentirse de la compra son las primeras señales de alerta”, dice Javier Garcés, psicólogo experto en comportamiento del consumidor y presidente de la Asociación de estudios psicológicos y sociales. Explica que cuando la culpa desaparece, volvemos a caer en la trampa. Y cada vez queremos más. “No es muy diferente al alcoholismo”, señala.

Garcés fue uno de los autores del último estudio que se publicó acerca de este fenómeno en la UE, elaborado a través del Instituto Europeo Interregional de Consumo. El informe, publicado hace una década, refleja que más de un tercio de la población comunitaria tiene “problemas de descontrol en la compra o en el gasto”, y que “un 3% llega a niveles que suelen considerarse patológicos”. Según el psicólogo, estas cifras siguen siendo representativas. El Hospital Universitario de Bellvitge, especializado en el tratamiento de esta patología, alertó sin embargo en 2014 de que entre un 6% y un 7% de la población de los países desarrollados sufre este desorden, que sigue creciendo año tras año.

¿Un fenómeno social?
De acuerdo con el estudio promovido por la UE, los jóvenes tienen un nivel mucho más alto de adicción a los estímulos de compra y hasta un 8% presenta comportamientos patológicos. A diferencia de los adultos, aceptan de mejor gana los valores consumistas y son más vulnerables frente a “los mensajes que relacionan el dinero con la felicidad, el éxito social y el prestigio personal”. Un espejismo de lo que podría ser el futuro: el trastorno de compra compulsiva suele empezar a manifestarse en la adolescencia, pero los afectados tardan unos 10 años de media en reconocer su problema. “Normalmente, es cuando ya están quebrados”, garantiza Garcés.
Según el psicólogo, los compradores compulsivos no son más que la punta del iceberg de un fenómeno social que nos afecta a todos: el consumismo. Los estudios coinciden en que la mayoría de nuestras compras que no están planificadas, sino realizadas bajo impulso. Algo común y corriente que no tiene que despertar preocupaciones si se logra mantener el control. El psicólogo asegura sin embargo que el auge de los centros comerciales, la publicidad, las tarjetas y la frivolización del crédito han llevado a la impulsividad a cobrar otra dimensión. “La ideología de la sociedad de consumo es ‘compra y gasta para ser feliz’, y algunas persona por su naturaleza son más vulnerables”, recalca.

Javier Rovira, profesor de marketing de ESIC, admite que la publicidad y el marketing exacerban esta situación de consumo desenfrenado que ya a partir de la década de los ochenta empezó a imponerse como paradigma de vida. “Ya se cuestiona que tenemos más de lo que necesitamos, pero, sociológicamente hablando, es inevitable y va a seguir ocurriendo”. De la Gándara confirme que este mundo “es un hipermercado” y recuerda que la clave del consumismo es justo la creación de un sentimiento de insatisfacción. “Los seres humanos no sabemos elegir adecuadamente y leer la realidad”. Y es así que perdemos el control.

Cómo controlar las compras

José Antonio Molina, psicólogo experto en conductas adictivas, explica que el primer paso para tratar un trastorno de compra compulsiva es trabajar para que el paciente reconozca su problema. “Suele haber una negación”, asegura. Después, independientemente de si existen patologías añadidas que requieren curas farmacológicas, se va enseñando cómo hacer una compra controlada. Estas son las principales recomendaciones:
  1. Salir con el dinero medido
  2. Llevar siempre una lista de lo que vamos a comprar
  3. Confiar en un “tutor” —normalmente un familiar o amigo cercano— al que habrá que entregar los tiques de todas nuestras compras
  4. Aprender a demorar el impulso, por ejemplo si se nos ha olvidado algo en la lista tendremos que esperar hasta la siguiente salida para adquirirlo
  5. Evitar la exposición a estímulos —como centros comerciales o tener a mano la tarjeta de crédito— si nos sentimos débiles
Garcés recomienda llevarse siempre una libreta donde apuntar todos los pagos y, si no logramos dejar en casa la tarjeta de crédito, por lo menos envolverla en un papel o meterla en un sobre encima del cual apuntaremos todas las veces que la sacamos y cuánto nos gastamos con ella.

Molina explica que el tratamiento tiene que durar, al menos, un año. “Hay que acostumbrarse a comprar de forma relajada y eso no se aprende de un día a otro”, concluye. 

martes, 13 de septiembre de 2016

Estratègies per a superar una crisi depressiva prolongada.

Aquesta primavera i sobretot el calor de l’estiu que estem vivint han afectat molt en general totes les persones, però a les que tenim una enfermetat mental, en el meu cas una depressió, penso que molt més.

Fent memòria sobre quan va començar la crisi, m’he de remontar a principis de març. Hi ha hagut alguns períodes curts de 5 o 6 dies de bonança, però últimament i des de final de maig visc de mínims tant pel que fa a les feines de casa com a les sortides  per compres o coses quasi necessàries.

Entre els símptomes més paralitzants hi ha la dificultat per llevar-me, angoixa,  desgana per l’ arreglo personal,  tristesa profunda, pensaments negatius acompanyats de sentit de culpabilitat, un cansament exagerat fruit de la calor i de no tenir un son reparador, molta susceptibilitat, falta d’afectivitat, alguna que altre resposta airada i malhumorada –posant cara de gos enfadat, dic en broma quan estic millor-,  pèrdua de memòria i concentració, molta lentitud en fer les coses, etc.

Amb aquest “ menú” com aguantar i no defallir generant més plors i tristesa?.

No tinc cap vareta mágica, però l’experiència m’ha ensenyat a tirar endavant  dia rera dia, sense programar quasi cap pla i visquent el moment present.

Des de fa molt temps apunto el que sobresurt de cada dia, per ser més objectiva quant vaig a la consulta del psiquiatre. No ho faig diàriament per no fer-ne un problema, sinó un parell de cops a la setmana, i això em va bé perquè així és com si esborrés el que m’ha passat i començés de nou.

També m’ajuda el no comprometrem a fer una cosa, anar a un lloc o sortir amb algunes persones un dia i hora concrets. Abans ho feia i m’angoixava molt si no podia anar-hi, ara sobre la marxa truco a la perruquera el dia que em sento capaç d’arribar-m’hi, o convido a que vinguin a casa si puc estar pels amics o familiars.
També mantinc l’amistat amb moltes persones a través del mòbil i algunes aplicacions d’internet, que sense abusar-ne són una bona manera de no estar aïllada.

I pel que fa al tracte amb les persones de la família o amistats íntimes, que són les que han de suportar respostes fora de to i que els poden ferir, quan ha passat la tempesta i torna una mica de calma el millor és demanar perdó, no fent comèdia i per quedar-me tranquil.la, sinó de debó, perquè segur que els he fet passar una mala estona. En molts casos es aquí on noto que la falta d’afectivitat no és real, però que ells estimant-me no saben com actuar ni si demostrar-ho o no perquè un dia  ho accepto i l’endemà ho rebutjo. I he de reconèixer que és així.

Igualment passa amb la falta de concentració i memòria , i amb la lentitud en fer les coses. Estant en crisi ho veig exagerat, em sento un desastre, però després analitzant-ho veig que tothom en general amb els anys va perdent una mica aquestes facultats i sens dubte les coses de casa costa més fer-les i es fan per etapes, quan de més joves ens menjàvem el món i erem capaçes de regirar la casa i netejar-la en un matí. Per tant el “desastre” perd importància perquè en part és normal.

Una vegada una doctora em va dir molt convençuda que quan estem malament, tots els que sabem de què va la història, és com si tinguéssim més de 40º de febre, i en algún altre article he posat dues frases de psiquiatres de renom on definien la depressió com “la tristesa de l’ànima” un, i l’altre “la impossibilitat d’interessar-se per a res i de sentir cap plaer”, el que col.loquialment diem –tant se me’n dóna-.

Aquestes explicacions no justifiquen que ens tornem persones intractables, ni que ens arrepengem en la crisi,- penso que tots volem superar-la quant abans -, però a mi em tranquilitzen i em fan pensar que si tinc pensaments, emocions i vivències que no voldria per a ningú, són fruit de l’enfermetat, que no l’he buscat ni provocat i per tant com menys hi pensi millor. No és gens fácil, d’acord, però si es pot parar de donar-li voltes o almenys intentar-ho una i una altra vegada, aquest sol fet ja és una petita victòria.


M. Carme Samaranch



lunes, 12 de septiembre de 2016

Rehacer nuestros proyectos de vida.

PSICOLOGÍA

Puede llegar el día en el que lo que somos y hacemos no sea lo que deseamos. Frente a la crisis personal y el miedo al cambio, el camino es hacerse las preguntas adecuadas.

MIRIAM SUBIRANA | El País | 28/06/2015

En determinados momentos de nuestra vida, todo lo que nos llevó y acompañó hasta un momento preciso, parece que pierde el significado, y sentimos una necesidad apremiante de salir de donde estamos para emprender nuevos rumbos, aunque no sepamos exactamente a dónde nos van a llevar. Queremos experimentar novedad, hay un impulso que nos lleva a querer cambiar de pareja, de lugar de residencia, de trabajo, de profesión y de ambiente. Aquello por lo que luchamos durante años, a lo que nos dedicamos con esmero, parece desmoronarse. Nos invade una incertidumbre interior, un gran interrogante, ¿quedarnos en este “lugar” en el que nuestra vida parece irse apagando por inanición o soltar lastre y abrirse a lo desconocido?.

Ese algo que empuja para salir de donde nos encontramos varía según la situación, la persona, sus relaciones, su edad y su historia. Puede ser la búsqueda de sentido, la insatisfacción, el sufrimiento, el malestar y el aburrimiento o la falta de motivación. También pueden ser preguntas como: ¿voy a seguir así hasta mis últimos días?; ¿es esto lo que quiero?; ¿qué sentido tiene lo que estoy haciendo y cómo estoy viviendo mi vida? Tomar la decisión de cambiar implica a menudo provocar rupturas, confusión y sufrimiento, y entrar en crisis.

Hay que fluir aunque sea en mitad de la incertidumbre. Puesto que no sabemos lo que nos espera después de ese cambio, esa inquietud puede provocar falta de fuerza interior. Sin embargo, desprenderse de lo que nos daña y empequeñece es lo que libera y fortalece.
Entre los 40 y los 50 años muchos se dan cuenta de que no viven su vida, o que la que tienen no es la que desean. Quieren dejar el trabajo que llevan haciendo durante años y dedicarse a otra cosa, o formarse en otros ámbitos profesionales. Quizá se apuntan a una ONG y se van a África, a América o a Asia. O bien dejan a su pareja y se van solos o con otra persona. En definitiva, necesitan un cambio radical.

“Cuando un ser humano tiene un para qué, puede atravesar cualquier cómo” - VIKTOR FRANKL
Estas transformaciones bruscas pueden desembocar en situaciones de crisis existencial profunda. Mi crisis personal llegó cuando todo aquello que durante años había dado soporte y sentido a mi vida dejó de ser el apoyo que me había sostenido. Aunque estaba rodeada de personas, me sentía sola, incomprendida y en un desierto. Me estaba ahogando y muriendo por dentro. Me empujaba un anhelo de libertad y de creatividad.

Empecé hablando con personas con las que había compartido aquella época y me sentí totalmente incomprendida. Así que inicié conversaciones con otros amigos más lejanos, que resultaron convertirse en verdaderos amigos. Me arriesgué, me abrí, y unos me dieron la espalda y otros me acogieron.

En situaciones de “tsunami vital” es imprescindible reflexionar, escribir, pasear, estar en contacto con la naturaleza, para escucharse a uno mismo. Es importante también abrirse y conversar para no desesperarse quedándose dentro todo lo que uno está viviendo. Sincerarse y arriesgarse a ser incomprendido, y a crear nuevos vínculos. Escuchar nuestra intuición, lo que sentimos y seguir los pasos que nos acerquen a nuestros anhelos nos ayudará a salir del estancamiento. Posiblemente implicará que algunas personas que nos han acompañado en una parte de nuestra vida dejen de hacerlo en esta nueva etapa. Pero aparecerán otras relaciones que nos nutrirán de maneras diferentes. Tenemos que aprender a soltar si queremos vivir con nuestra vitalidad floreciendo. Para lograrlo, ayuda confiar en uno mismo y en la vida; es clave para avanzar en un mundo lleno de incertidumbres.

También es importante ser consciente de qué queremos saber de nosotros mismos. Se trata de plantearse preguntas que desemboquen en reflexiones que lleven a encontrar sentido y propósito, a conectar de nuevo con los sueños y a crear nuevos proyectos que atraigan y nos hagan salir del escollo, descubriendo nuevos sentidos a nuestro ser y hacer.


Cuando vivimos un estancamiento en alguna relación importante, se hace necesario reciclarse. Pero hay miedos (a la ruptura, al conflicto o a ser incomprendido) que se interponen. Hay un ejercicio sencillo que sirve para identificar aquellos temores que impiden dar el paso necesario para acercarse a vivir sus anhelos. Elija un área en la que se sienta estancado y hágase estas tres preguntas: ¿Qué quiero realmente? ¿Qué obstáculos se interponen en mi camino? ¿Qué me impide afrontar o superar ese obstáculo?


Para cada miedo que le aparezca en respuesta a la tercera pregunta, puede plantearse las siguientes preguntas:

¿Qué es lo peor que puede ocurrir si sucede lo que temo? ¿Cuál es el mejor resultado posible para mí o para los demás si lo hago aunque sienta miedo al hacerlo? ¿Qué es lo que posiblemente sucederá entre estas dos cosas?

Le recomiendo que intente realizar la actividad que le atraiga, al menos tres veces: una para aprender a hacerla; la segunda vez para superar el miedo a realizarla; y la tercera vez para averiguar ¡si realmente la disfruta o no!

En ocasiones el cambio viene impuesto por la normativa, por ejemplo, en la jubilación, o cuando es el cónyuge quien se va y nos deja solos, o cuando sobreviene una muerte o un accidente que implica un antes y un después. Si uno vive la necesidad de rehacer su proyecto vital desde la resignación, sintiéndose atrapado en ella, su vida y su ilusión se van apagando lentamente.


Esto le ocurrió a Sonia. Cuando la conocí, sus hijos ya estaban casados, pero su marido había tenido una muerte rápida hacía cinco años y ella se hundió en un gran sufrimiento. Sintió un vacío enorme, se preguntaba cada día por qué le había sucedido, y con tales interrogantes incrementaba su dolor y su tristeza. La meditación le ayudó a cambiar su actitud y a agradecer que hubiera podido disfrutar sus años de vida en pareja con enorme satisfacción. Varió totalmente su visión, entendió la muerte desde otra perspectiva, y pasó de resistirse a la nueva situación a aceptarla plenamente. En vez de lamentarse y quejarse, empezó a reconstruir y a tener una actitud de agradecimiento.


De cuestionarse: “¿Por qué me ha pasado esto a mí?”, “¿por qué se ha ido cuando aún era joven?”, pasó a preguntarse: “¿Qué puedo hacer a partir de ahora que aporte algo positivo?”. Y a agradecer todo lo que había compartido y aprendido en esos cuarenta años de matrimonio. Según las preguntas que uno se hace a sí mismo, las respuestas que genere pueden llevarle a incrementar el dolor y el sufrimiento o a liberarse y renacer en cada momento. En su caso, Sonia decidió formar parte de una ONG y ayudar a otras personas. Meditar la acompañó para encontrar su eje interior y conseguir fuerzas para reinventarse.

Muchas personas cuyo proyecto de vida se ha basado en lograr éxito, poder, dinero, privilegios y estatus sienten que llega un momento que todo deja de tener sentido. El individualismo en el que se ha sustentado su vida deja de nutrirles. Y es entonces cuando necesitan abrirse a los otros. Empiezan a plantearse el sentido de su presencia en el mundo. La actitud de servicio les lleva a espacios de conexión con los otros, a crear vínculos, comunión y comunidad. Al servir cambian una actitud que era fuente de sufrimiento. Pasan de pedir y necesitar a dar y compartir. Es en el dar y en el darse donde radica la semilla de la felicidad. En momentos de gran tristeza, como en un duelo, el servir ayuda a salir de ese estado y a conectar con la alegría.

Servir aumenta la capacidad de amar al prójimo. Se potencia la generosidad. La persona servidora crece en humanidad y en grandeza. No una basada en la ostentación o la fama, sino en la de vivir una vida con sentido.

VIRAR EL RUMBO 

Probablemente nunca habíamos tenido tanto y al mismo tiempo nunca habíamos estado tan insatisfechos. ¿Qué sociedad hemos construido para que esto ocurra? Hemos creado un paradigma fundamentado en la necesidad, en la avaricia y en la conciencia de escasez. Vivimos pensando cómo podemos enriquecernos más, tener más, conseguir más y crecer más. Esto hace que llegue un momento en nuestra existencia que se desmorone el sentido y el para qué lo hacemos. Necesitamos crear proyectos de vida que nos permitan vivir siendo servidores. En vez de preguntarnos: ¿Cómo puedo hacerme más rico, más poderoso y tener más? Quizá debemos cambiar la pregunta y plantearnos: ¿Qué es lo que el otro necesita? ¿Cómo puedo contribuir a crear un mundo mejor?.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Negaholics: Vivir anclado en la negatividad

PSIQUIATRIA

    MARIAN ROJAS ESTAPÉ –Comprender es aliviar.com | 06/09/2016

 “No, no y no”; “he dicho que no y es que no”;
Todos hemos vivido la experiencia de un funcionario o teleoperador que hace caso omiso a lo que le solicitas dando una negativa injustificada por respuesta. Conocemos gente cercana que es incapaz de estar de acuerdo con nosotros en algo. Tratamos con personas que no aceptan un consejo, una recomendación y no desean cambiar. “No y no”. Los niños aprenden a decir “NO” antes que “SI”. ¿Dónde radica el poder del “no”? ¿El hecho de expresar una negativa a todas horas es síntoma de un trastorno?
Para la Dra. Chérie Carter-Scott, experta en el tema,  “los negaholics son aquellas personas que presentan una adicción a lo negativo. Siempre encuentran un “pero” a todo lo que les rodea. Constantemente y ante cualquier situación manifiestan una negativa visceral, automatizada e irracional, siendo incapaces de ver o percibir lo positivo o incluso lo meramente neutro. Su visión de la realidad está desequilibrada hacia la negación. La queja y el lamento son ingredientes constantes de su discurso.
La acumulación de negativas crea un patrón de conducta que a la larga perjudica gravemente al afectado. Los negadictos son incapaces de salir adelante y conseguir los objetivos trazados. Llegan a boicotear sus propios sueños o deseos por el miedo infundado o el pesimismo existente en sus mentes. Viven en constante angustia y sufrimiento. Todo se origina en uno o múltiples pensamientos negativos que derivan en palabras y conductas destructivas.
Con respecto a su relación con los demás, son incapaces de valorar el triunfo de otros, e intentan “hundirles” con comentarios, expresiones y comportamientos. El trato con estas personas no es fácil ni sencillo y el entorno tiende a querer separarse de ellos.  Acaban convirtiéndose en un obstáculo para los demás, toxificando los ambientes que frecuentan.
Existe toda una gama de personas con el “no” en su día a día. Como decía Henry Ward Beecher: “la diferencia entre perseverancia y obstinación es que una viene de una fuerte voluntad y el otro de un fuerte no”. Por un lado contamos con el “crítico profesional” que te disfraza la realidad de ironía y humor negro ridiculizando lo que le rodea. Por otro lado, la personalidad depresiva donde el patrón de conducta es triste, negativo y a uno le cuesta salir adelante, tener ilusiones o disfrutar de la vida. La depresión, es una enfermedad, un trastorno bioquímico cerebral, emocional y social; precisa de un tratamiento integral debido a que la persona que la padece difícilmente puede salir sin apoyo. Finalmente contamos con el victimista; aquí el que se disfraza de víctima, manipula para ser el centro de atención e intentar generar culpa en el entorno.
¿Se puede cambiar?
No olvidemos que hay personas que tienen un umbral de sufrimiento mayor que otras. Al llegar a un cierto límite, se agrían, se tuercen, se rompen o se deprimen. La clave estar en salir, pedir ayuda lo antes posible y reconocer que ese proceso interno tóxico está perjudicando seriamente la vida. El trauma, el dolor y el sufrimiento pueden ser la vía de entrada para convertir a alguien en un “negaholic”. Como dato curioso, según estudios realizados por la Universidad de Harvard, el 75% de las personas que han sufrido un drama, a los dos años se han recuperado. Al menos, la ciencia nos impulsa a ser optimistas a pesar del drama.
¿Cómo controlar esos pensamientos negativos?
Hay que comenzar por acabar con los pensamientos negativos automatizados. El psiquiatra Dr. Daniel Amen explica en su libro “Cambia tu cerebro, cambia tu vida“, como cada pensamiento negativo tiene un impacto directo sobre el cerebro y el organismo afectando al sistema límbico profundo (centro de la vinculación afectiva y del estado anímico) provocando irritabilidad, inestabilidad en el ánimo, negatividad y depresión.
1- Ser consciente que los pensamientos son reales y existen. Por mucho que no se escuchen o palpen, tienen fuerza y capacidad de alterar.
2- Observar el impacto corporal que tiene cada pensamiento negativo. Es interesante tomar conciencia de cómo influyen en el organismo un pensamiento tóxico o dañino (taquicardias, sudoración, dolor de cabeza, molestias gastrointestinales, contracturas musculares…).
3- Saber y aceptar que esos pensamientos no siempre dicen la verdad. En ocasiones pueden ser correctos pero en muchos otros casos, mienten y nos engañan.
4- Escribir el torbellino de pensamientos en un papel y refutarlos. Por ejemplo, “mi cuñada me odia“. Posteriormente replicar este pensamiento, “hoy tiene un mal día, en general no es tan dura conmigo“. Puede resultar un autoengaño, pero a la larga realizar este simple ejercicio tiene consecuencias saludables para la mente y para el cuerpo.
5- No adivinar el futuro en negativo, no adelantarse a los acontecimientos, “esta semana seguro que mi jefe tiene un mal día y la toma conmigo“. Esta es la puerta de entrada a la ansiedad: vivir angustiado o preocupado por el futuro. No olvidemos que el 90% de las cosas que nos inquietan nunca jamás suceden pero nuestro organismo y nuestra mente los viven y sufren como reales. El cuerpo no distingue realidad de ficción.  Un componente fundamental de la felicidad consiste en enfocarse con ilusión y pasión hacia el futuro.
6- No suponer o leer la mente de los demás, “estoy seguro que piensa esto de mí…”. Por el momento no contamos con poderes mágicos que nos permitan adivinar las opiniones o pensamientos de otros.
7- No traducir cada pensamiento en palabra. No olvidemos que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Dejar una pausa antes de expresar cada opinión, crítica o juicio que cruce la mente.
8- No actuar ni responder si tenemos pensamientos automáticos negativos. Esperar, dar una oportunidad. Esos tiempos de reflexión, breves pero necesarios, ayudan a no crear mal ambiente. Esto conlleva un cambio potente: ser capaces de cambiar el lenguaje, sustituyendo por ejemplo “problema” por “desafío”; “error” por “segunda oportunidad”. Hay que emplear palabras que llamen al optimismo como son “alegría, paz, esperanza, confianza, pasión, ilusión…”.
9- Rodearse de personas vitamina, que son capaces de alegrar el corazón en segundos. Contagiarse de su entusiasmo.
10- Buscar lo positivo de cada situación. Cualquier circunstancia puede verse en clave de problema o en clave de solución
El sufrimiento y el dolor existen para todos. La diferencia radica en la forma de afrontarlo. La actitud previa al sufrimiento, a un momento difícil, a una operación médica, a una entrevista, examen u oposición, determina la respuesta al mismo. Existen múltiples estudios sobre como el dolor y el sufrimiento vividos con alegría, con una sonrisa o una psicología positiva, menguan y amortiguan el dolor.
El tiempo puede no curar todas las heridas pero si las cicatriza. El negaholic reabre la herida, la escarba y no permite que se cure. El optimisma y resiliente permite que se cierren y lucha por buscar un camino nuevo hacia un lugar mejor.
El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie, el realista ajusta las velas“. William George Ward


viernes, 2 de septiembre de 2016

De media, todos sufrimos dos o tres dramones en la vida. Supérelos.

PSICOLOGÍA

Hacer frente a la adversidad de forma constructiva y salir fortalecido no es sencillo, pero es posible. La palabra clave es 'resiliencia'

EVA CARNERO | eL pAÍS | 14/08/2016
Dado que no vivimos en una urna de cristal (ni falta que hace), tarde o temprano, la vida le pondrá por delante una prueba difícil de superar. Un infortunio que, probablemente, tenga forma de enfermedad o de pérdida y que encajará con mayor o menor habilidad. Para aumentar la garantía de éxito, un consejo, o mejor, tres: sea flexible como el bambú, maleable como la arcilla y adáptese al cambio como un lobo. Solo así, estará en disposición de sobrellevar los peores momentos del devenir de los acontecimientos.

La buena noticia es que a pesar de que estos hechos no son algo que podamos evitar ni controlar, “todas las personas contamos con la capacidad de afrontarlos de forma constructiva”, asegura Santos. A esa fuerza interior se la conoce como resiliencia, añade esta neurocientífica: “Nos permite superar cualquier situación difícil saliendo fortalecido de ella”.

En este asunto, el quid de la cuestión reside en cómo salimos del embate. Porque, aunque lo ideal sería hacerlo con la lección aprendida, no siempre lo conseguimos. “Ante una situación traumática existen dos opciones: hundirse o crecer”, señala Santos, que también preside la Sociedad Española de Especialistas en Estrés Postraumático (SETEPT). “Hemos comprobado a menudo cómo muchas personas, después de haber experimentado episodios muy difíciles en su vida, cambian su forma de entender el mundo y adoptan una perspectiva más humana, priorizando lo realmente importante frente a nimiedades a las que antes otorgaban un protagonismo infundado”, añade la psiquiatra.

Por su parte, la psicóloga clínica Noelia Mata, especialista en Trastornos de la Personalidad y Neuropsicología, coincide con Santos en señalar que, en ocasiones, el individuo pierde la partida. En este contexto, Mata apunta tres posibles actitudes ante la adversidad: “En primer lugar, hay gente que se apunta al victimismo echándole la culpa de lo ocurrido al mundo, a la vida o a los demás; otros, se enfurecen y se instalan en una actitud agresiva; y, por último, estarían las personas resilientes que son las que aceptan la realidad y se adaptan y enfrentan a ella”. Ahora bien, la superación constructiva de un trauma no significa que debamos pasar necesariamente por situaciones dolorosas para poder experimentar crecimiento personal. Así lo cree Santos: “Aunque muchos de los que han ganado este tipo de batallas afirman ser más felices que antes y consideran que el sufrimiento les ha llevado a ser mejores personas, no hace falta esa experiencia para ser feliz”.

Mata va más allá y, además de compartir la opinión de Santos, cree que, para desarrollar la resiliencia y en última instancia acercarnos a la felicidad, lo ideal es trabajar la capacidad de resistencia y adaptación desde la infancia. Y para respaldar su postura la experta hace referencia al neuropsiquiatra francés Boris Cyrulnik, autor de libros como Los patitos feos. La resiliencia. Una infancia infeliz no determina la vida (Debolsillo), quien defiende la idea de que el mecanismo que protege a las personas frente a las adversidades de la vida se forja en los primeros años de vida gracias a la interacción que establece con su cuidador, especialmente con la madre, que es quien provee al niño de la seguridad afectiva necesaria para crear un apego seguro.

Esa sensación de bienestar emocional a la que es posible llegar tras la superación de un suceso trágico, está al final de un recorrido que tiene su origen en los recursos psicológicos que todos disponemos de forma innata. La doctora Santos defiende con rotundidad que la resiliencia “no es una habilidad externa, sino una actitud que se desarrolla en nuestro interior gracias a la plasticidad neuronal y que se va modificando en función de las experiencias vividas”. Y anima: “Todo individuo puede acrecentar poco a poco su resiliencia”. Eso sí, también advierte que no todos tendrán el mismo éxito, ya que si no se le dedica tiempo y esfuerzo "no se alcanzarán los niveles mínimos de resistencia que garantizan la superación del suceso”.

Aunque esta psiquiatra reconoce que en un tercio de la población se puede encontrar una predisposición genética que determina la capacidad de una persona a ser resiliente, también recalca que la biología es solo parte de la explicación, “y si no se trabaja mediante el entrenamiento consciente o se moldea a través de la experiencia, no pasará de ser una capacidad en potencia”. Por su parte, la psicóloga Mata tampoco cree que el comportamiento resiliente responda en exclusiva a los dictados del ADN. Para esta psicóloga, una persona será más o menos resiliente dependiendo de la combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales. “Las variantes genéticas interactúan tanto con las ambientales como con las conductas aprendidas para enfrentarnos de forma positiva a situaciones adversas”, sostiene.

¿Quién podría negarse a tener en sus manos las herramientas necesarias para superar un revés de la vida o alcanzar una meta determinada? Sin embargo, la psiquiatra Santos no duda un instante en recordarnos que el funcionamiento del cerebro no es tan sencillo como nos gustaría. Incluso, es mucho más complejo de lo que imaginamos, ya que se autogestiona y tiene capacidad de responder a cualquier demanda que recibe del exterior. “Intervienen en él muchos neurotransmisores, y además la mayoría de ellos están supeditados a que otros hagan de neuromodulador. Es decir, si uno falla, la cadena se rompe e impide que tomemos las decisiones correctas”, aclara.

Y, ¿cuáles son esos eslabones “neurológicos” que integran la cadena? A grandes rasgos, Santos distingue “tres cerebros” ubicados en tres alturas distintas: “En primer lugar, está el cerebro más primitivo, donde se encuentran los instintos de supervivencia; a continuación, el cerebro medio, que es emocional y, por último, el cerebro superior o racional, el que toma las decisiones”. Cualquier decisión que tomamos es el resultado del modo en que se conectan los tres cerebros y, si todo va bien, "es un proceso que arranca con la reacción instintiva del primero de ellos, la cual da paso a una respuesta influenciada por las emociones del cerebro medio y, por último, llega al superior que es el responsable de tomar una decisión basada en la experiencia y el conocimiento, lo cual es sin duda lo más bonito y, definitivamente, lo más humano”, explica la psiquiatra.

Sin embargo, este recorrido ideal en ocasiones se ve truncado produciendo lo que se denomina cerebro secuestrado. Consiste en que, ante un estímulo muy estresante, "la respuesta se queda atrapada en el cerebro primitivo sin posibilidad de seguir el ascenso y tomar una decisión racional fruto de la intervención del cerebro superior”, aclara Santos. “En cambio, si el estrés es menor se percibe como un reto y resulta motivador”. Por su parte, la psicóloga Mata ubica la respuesta resiliente a medio camino entre lo 100% instintivo y lo totalmente racional: “Un comportamiento resiliente debe implicar una estimación de los riesgos que conlleva la adopción de una decisión o postura determinada”.

Considerar un suceso objetivamente amenazante como un reto personal es una tarea complicada que podría simplificarse si nos preparamos para ello desde la infancia. Uno de los centros donde esto es posible es el IER. Gran parte del trabajo que se desarrolla ahí se hace desde la prevención. Es decir, preparando a las personas para afrontar las dificultades de la vida antes de que sucedan.

En este sentido, y ante cualquier proceso de aprendizaje, la psiquiatra destaca en su libro Levantarse y luchar (Conecta) el valor del esfuerzo. “Cualquier persona que lucha por un objetivo, ya sea un desafío personal o en el caso de un deportista batir una marca o a un rival, debe asumir que lograrlo supondrá sacrificio y sufrimiento. Y eso no es malo”, concluye Rafaela Santos.

Cómo salir fortalecido de la adversidad
Quizás haya heredado las espaldas de su abuelo y que sean tan anchas que pueda echarse sobre ellas los problemas propios y ajenos. Pero si no es así, con voluntad, coraje y determinación también puede conseguir unos hombros fuertes que soporten lo que venga.
La psiquiatra y neurocientífica Rafaela Santos, que participó en el pasado encuentro de salud mental Mens Sana, organizado por El Ser Creativo, señala tres pasos principales que le servirán de guía para superar la adversidad de forma constructiva:

1. Asuma la realidad. Es imprescindible que acepte lo que no puede cambiar. Haciendo referencia al neurólogo y psiquiatra Viktor Frankl, la doctora nos recuerda que la persona que no acepta la realidad sufre el doble. // 2. Adáptese al cambio. En este punto, intervienen multitud de procesos neuronales cuyo fin último es encontrar nuevas vías de resolución positivas. // 3. Escoja un camino. Por último, la psiquiatra nos anima a preguntarnos hacia dónde queremos crecer, y a que actuemos después en consecuencia.

Para completar la lista, la psicóloga Noelia Mata añade dos más: 4. Busque apoyo a su alrededor. Las personas de nuestro entorno nos ayudan a tener una visión más global de la situación, lo cual revierte en una mejor toma de decisiones. // 5. Lleve hábitos de vida saludable. Practicar ejercicio, seguir una buena higiene del sueño o meditar con regularidad ayudan a afrontar los problemas con más energía.

Nota.- He omitido dos párrafos que me han parecido reiterativos. Si alguna persona quiere consultar el artículo completo los datos están como siempre en la cabecera. Saludos.